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Las extremas derechas en Europa
Jean-Yves Camus y Nicolas Lebourg
Las extremas derechas en Europa
Traducción: Gabriela Villalba
Prólogo: Antonio Maestre
Índice de contenido
Portada
Portadilla
Legales
Prólogo La jamás existente «excepción española»
Las veleidades de Vox en Europa: sin plan ni concierto
Capítulo 1 Cómo nacen las extremas derechas
Reacción y contrarrevolución
Nacionalismo y socialismo
Fascismos
Diversidad de radicalidades
El nuevo orden europeo del Tercer Reich
Nuevas olas
El tiempo presente
Capítulo 2 ¿Qué hacer después del fascismo?
El nazismo, después de 1945
El laboratorio italiano
El «nacionalismo-europeo»
Del nazismo al neorracismo
El momento Joven Europa
Un contra-Mayo rampante
Capítulo 3 White Power
Un sectarismo transatlántico
Los skinheads de extrema derecha
Agresiones, radicalidades, populismos
Capítulo 4 Las nuevas derechas
Plasticidad del fenómeno
Nueva derecha y nacionalismo europeo
Eurorregionalismo
Subcultura(s)
¿Cuál es la identidad de los identitarios?
Capítulo 5 Los integrismos religiosos
Una fe, varios caminos
El integrismo en el contexto del Frente Nacional
Los caminos partidarios
Capítulo 6 Los partidos populistas
Insiders y outsiders
Una crítica nacional-liberal
La mutación neopopulista
¿Por qué el populismo?
¿Qué hay de nuevo en el Este?
Rusia: del nacional-bolchevismo al neoeuroasianismo
La era Putin
Rusia, el vecino poderoso
Recomposiciones y permanencias en Europa central y oriental
Capítulo 7 Cómo pueden morir las extremas derechas
Epílogo
Principales formaciones
Notas
Título de la edición original: Les extrêmes droites en Europe
éditions du Seuil, 2015
© Clave Intelectual, 2020
Cet ouvrage a bénéficié du soutien des Programmes d’aide à la publication de l’Institut français.
Esta obra cuenta con el apoyo de los Programas de ayuda a la publicación del Institut français.
Clave Intelectual, S.L.
Calle Recaredo, 3 — 28002 Madrid
Tel (34) 91 6501841
editorial@claveintelectual.com
www.claveintelectual.com
ISBN: 978-84-122800-2-9
Depósito legal: M-26967-2020
Edición y coordinación: Santiago Gerchunoff y Creusa Muñoz
Diseño de colección: Eugenia Lardiés
Ilustración de cubierta: Julio César Pérez
Diseño de cubierta: Hernández & Bravo
Diagramación: Daniela Coduto
Traducción: Gabriela Villalba
Corrección: Alfredo Cortés, Brenda Decumex y Lola Delgado Müller
Primera edición en formato digital: noviembre de 2020
Versión: 1.0
Digitalización: Proyecto451
Prólogo
La jamás existente «excepción española»
Antonio Maestre
La aparición de la extrema derecha en España de manera rupturista y fulgurante en el año 2018 acabó con la denominada «excepción española» en Europa. Un análisis más fino, sobre el terreno, permite aseverar que nunca hubo tal «excepción española», sino una emancipación política de la extrema derecha del partido de los conservadores (el Partido Popular). Sin embargo, la derecha radical en España, o posfascismo (según la definición de Enzo Traverso para estos movimientos de extrema derecha surgidos en Europa estos últimos años), tiene unas peculiaridades que es necesario conocer para asimilarla o excluirla de las familias creadas en otros países europeos. Para una adecuada comprensión de los posfascismos es vital el presente trabajo de Jean-Yves Camus y Nicolas Lebourg, ya que traza una magnífica radiografía de los movimientos posfascistas, de extrema derecha, derecha radical, nueva derecha o movimientos populistas. Es una genealogía muy completa de la ideología radical de derechas que permite establecer su trazabilidad hasta comprender cuál es la conformación de cada partido en cada región y país. Un análisis indispensable para comprender cuáles son los procesos de creación y las inquietudes de su ideario que explica las razones por las que en Francia la realidad de la extrema derecha es tan diferente a lo que ocurre en España, a pesar de los elementos en común. El libro de Camus y Lebourg es una guía indispensable para entender por qué tienen en España a Santiago Abascal en vez de a Marine Le Pen.
Vox nace como una segregación interior de los conservadores del Partido Popular (PP). El motivo principal es la caída de las redes clientelares que tenían en Madrid por la presión ejercida por los nuevos partidos que empujaron para que la Comunidad de Madrid acabara con el dispendio de gasto público en fundaciones e instituciones. Santiago Abascal fundó Vox en 2013 solo días después de que Esperanza Aguirre cerrara la Fundación para el Mecenazgo y el Patrocinio Social, que había montado ad hoc para darle más de 83.000 euros anuales de sustento económico al por entonces integrante del PP. Vox es en esencia un espacio creado por Santiago Abascal para intentar seguir viviendo del dinero público fuera del PP después de que la crisis económica le cerrara el grifo dentro de los conservadores.
Hasta la aparición de Vox en 2013, la extrema derecha se encontraba enclaustrada dentro de los conservadores administrando con mayor o menor virulencia todos los mensajes específicos del nacionalpopulismo, según las necesidades estratégicas, las características regionales y el perfil del candidato. El Partido Popular fue desde los inicios de la democracia española la formación que asumió la integración de todos los partidos desde la extrema derecha nacional-católica a los democristianos más moderados pasando por el neofascismo ultramontano. Su presencia en el esquema ideológico español tan solo dejó espacio a partidos marginales que, a excepción de Fuerza Nueva en los primeros años de democracia, nunca lograron ninguna relevancia política. Tampoco Vox cuando apareció logró tener representación en sus primeros años de vida y resultó completamente irrelevante. Mientras las condiciones objetivas en España fueron similares a las de Europa, el PP aguantó muy bien su posición sin ceder a la pujanza de una fuerza de extrema derecha. La aparición en un primer momento de una fuerza de la derecha liberal como Ciudadanos comenzó a quebrar la unidad de acción de la derecha en España, pero sin extremar las posiciones de manera notable a excepción de la cuestión nacional. Cuando en casi todos los países europeos ya habían aparecido con vigor fuerzas nacionalpopulistas o de derecha radical con la simple conjunción de crisis económica y crisis migratoria, en España hubo que esperar a que estallara la cuestión territorial para que se crearan las condiciones necesarias para la eclosión de un partido de derechas radical. La crisis independentista en Cataluña fue el detonante necesario para que Vox tuviera la oportunidad de aparecer en el panorama electoral con una fuerza relevante. Los comicios autonómicos en Andalucía fueron el escenario ideal para su irrupción. Eran las primeras elecciones en toda España tras la declaración de independencia de una Cataluña liderada por Carles Puigdemont en 2017, en una región convulsionada por años de declaraciones lesivas de los nacionalistas catalanes, en una comunidad en la que el nacionalismo español es predominante incluso en los potenciales votantes del PSOE. Estos condicionantes propiciaron que Vox entrara con fuerza en el Parlamento de Andalucía. Las elecciones que se celebraron en clave nacional contra el proceso independentista resultaron una ocasión perfecta para que la formación de extrema derecha se presentara en sociedad. Es imprescindible comprender que el nacionalismo español es la estructura fundamental que ha sustentado el éxito de la formación de Santiago Abascal. Cimientos que han adornado con una habilidad notable para introducir en el debate público temas ideológicos basados en las culture wars, aderezados con una estrategia de agitprop comunicativa y cierta influencia en redes sociales. El supremacismo masculino, el discurso antiinmigración e islamófobo y la defensa de las tradiciones católicas forman parte también del corpus ideológico de Vox. Son ideas que no hubieran tenido relevancia alguna sin la reacción nacionalista favorecida por el peso constante y lacerante del proceso independentista en la opinión pública española.
En el aspecto económico Vox es una formación de ultraderecha ultraliberal. Muy similar a la extrema derecha latinoamericana, con la que tiene muchas similitudes por sus profundas raíces cristianas. El ejemplo paradigmático de sus políticas económicas es el economista Raúl Manso, un anarcoliberal que propugna la privatización de todos los servicios públicos. El ideario económico de Vox se encuentra alineado con las políticas de Jair Bolsonaro o Sebastián Piñera y la herencia del neoliberalismo ultramontano de Augusto Pinochet. Esta es una de las mayores diferencias con los movimientos de la derecha radical de su entorno europeo más cercano. Sus postulados muy alejados de la búsqueda de transversalidad de Marine Le Pen para atraer el voto de las clases populares, sus políticas destinadas a los más ricos y un discurso ultracatólico han imposibilitado por ahora que su mensaje logre impregnar al votante de izquierda, como sí consiguió el Frente Nacional en Francia.
Para que Vox se convierta en un partido con aspiraciones reales de gobierno en España debería cambiar su discurso hasta hacerlo transversal y convertirlo en proteccionista, de manera que mute desde su ultraliberalismo hasta expresar una retórica y unas políticas de un chauvinismo de bienestar. Rápidamente, en Vox comprendieron ese movimiento que el Frente Nacional realizó desde Jean-Marie Le Pen a Marine Le Pen y lo identificaron como el camino a transitar para ensanchar su base electoral. Marine Le Pen adoptó la estrategia del Estado de Bienestar chauvinista alejándose del ultracatolicismo de su padre hasta instaurar como base de su ideario una serie de medidas proteccionistas pero solo para los franceses. Una patria que cuida solo a los suyos: «En un mundo en el que los pueblos desean ser protegidos, el patriotismo no es una política del pasado, sino una política del futuro».
La conciencia de Vox del diagnóstico correcto para virar de estrategia no se ha visto acompañada por un mensaje eficiente y unas políticas orientadas en esa dirección. El intento de mostrarse como protectores de sus patriotas se ha quedado únicamente en actitudes estéticas poco convencidas, que aún no han fraguado. Un ejercicio retórico poco creíble con el que no incidieron de manera profunda: «Solo los ricos se pueden permitir el lujo de no tener patria», expresó Santiago Abascal citando a Ramiro Ledesma Ramos, uno de los ideólogos de la Falange Española. Una frase que marcaba ese intento de virar de forma discursiva a la línea del Estado de Bienestar chauvinista, pero que solo fue acompañada por la apertura de campaña para las elecciones europeas de un taller de carpintería y un vídeo en el que Rocío Monasterio, candidata de Vox en Madrid, denunciaba la proliferación de casas de apuestas en un barrio madrileño. Por ahora el proteccionismo obrerista de Vox es simplemente una retahíla de mensajes plagiados, repetidos y sin profundidad ni riesgo; escénico y sin capacidad de enraizar de manera profunda en la clase obrera tradicional. Sin embargo, el hecho de que hayan visto el potencial crecimiento de votantes en esa dirección convierte al partido de la derecha radical en una amenaza que conviene considerar.
Su carácter eminentemente nacionalista y nativista convierte al partido de Santiago Abascal en una formación con capacidad suficiente para transformarse en hegemónica si son capaces de centrar sus esfuerzos en las tremendas fortalezas que un discurso nacionalista español puede aportarles en un contexto de polarización regional. El mensaje de Vox está aderezado de constantes referencias históricas al pasado imperial de España intentando adaptar la historia nacional a los intereses de una determinada visión política. Las referencias a don Pelayo y Agustina de Aragón aparecen de manera constante y van destinadas a afianzar varias claves interrelacionadas. La lucha contra el invasor musulmán, la herencia cristiana del país y la expulsión del invasor francés, elementos consolidados con sus ataques constantes a Manuel Valls y Emmanuel Macron. Su concepción épica de la idea de España sirve para vincular la identidad a un pasado glorioso a la vez que muestra a un enemigo externo que, ayudado por sus aliados interiores, impide recuperar esa idea de una España grande, magnánima e imperial.
Esta visión nacionalista por encima de cualquier otra consideración, unida a la impugnación de la nación por los hechos de octubre de 2017 por parte de los movimientos independentistas catalanes, propiciaron que —al igual que el PP— Vox lograra captar casi todos los votos y miembros de partidos de extrema derecha que hasta entonces se encontraban dispersos y atomizados en diversas formaciones. Multitud de elementos de Falange, Alianza Nacional, Democracia Nacional, Alianza por la Unidad Nacional y Círculo Español de Amigos de Europa (CEDADE) pasaron a ser parte del partido de Santiago Abascal. El granero ultra alimentó las filas de Vox gracias al llamamiento por la unidad nacional y el servicio a la patria. La urgencia patriótica y el cuestionamiento de la unidad territorial sirvieron para que esa multitud de elementos con diferencias en principio insalvables las olvidaran para elegir a Vox como una organización de salvación nacional.
Las veleidades de Vox en Europa: sin plan ni concierto
Para comprender a Vox es imprescindible concederle que haga de la coherencia discursiva un elemento prescindible en aras de un bien superior. No importa defender una posición y a la vez la contraria si sirve para lograr el poder. Si es preciso mentir de forma descarnada o unirse a aquellos que pueden servir en Europa a sus objetivos aunque defiendan posiciones contradictorias o antagónicas, se hará sin ningún tipo de rubor o complejo. Esta conducta es un elemento central en la derecha radical europea, pero que en el caso español adquiere en ocasiones formas grotescas.
En un primer momento, tras su aparición en el panorama español, mostrarse en Europa junto a Matteo Salvini podía ayudar a hacerse ver como un partido atractivo para ciertas capas de la sociedad que admiraban la lucha incesante contra la inmigración del entonces ministro del Interior italiano. Salvini se había convertido en el hombre fuerte de la internacional de la extrema derecha en Europa, con Marine Le Pen como escudera. Acudir a reuniones y eventos con estos líderes servía a Vox como elemento legitimador para su electorado potencial y a la vez le otorgaba una presencia europea útil para asimilarlos con una fortaleza que ellos aspiraban a lograr.
La internacional de la extrema derecha tiene características muy heterogéneas. La ofensiva contra la Unión Europea está comandada por Matteo Salvini y Marine Le Pen, entre las formaciones de la derecha radical de carácter proteccionista del Sur de Europa. Por otro lado, el Grupo de Visegrado liderado por Víktor Orbán comanda la ofensiva desde el Este de Europa. Es en este grupo ideológico en donde finalmente Vox ha encontrado su lugar tras unirse después de las elecciones europeas al Grupo de los Conservadores y Reformistas Europeos (GCER) junto con los polacos de Ley y Justicia (PiS) o los ultras holandeses del Foro por la Democracia. Un grupo que se define por su visión ultraliberal de la economía y su rechazo a la inmigración masiva y la defensa de los valores tradicionales cristianos de Europa.
Las contradicciones de estos grupos de derecha radical, aun compartiendo grupo y estrategia, son casi insalvables y en ocasiones tienen posiciones contrapuestas, pero acuerdan programas de ejes mínimos que coinciden en un frente contra Emmanuel Macron y sus intentos por consolidar políticas comunes europeas que diluyan la soberanía de los países. Todos estos partidos de la derecha radical tienen intereses contrapuestos incluso cuando las ideas son compartidas. Su visión ultranacionalista choca con medidas como el reparto de inmigrantes en cuotas. La propuesta de Matteo Salvini de repartir inmigrantes en el resto de los países choca frontalmente, al ser Italia un país receptor, con los intereses del grupo de Víktor Orbán o Jaroslaw Kaczynski; un problema similar enfrenta al Frente Nacional con Vox por la devolución en la frontera de inmigrantes por parte de las autoridades francesas. El ultranacionalismo es incompatible con la resolución de problemas migratorios de forma colegiada.
Las grandes incoherencias de Vox en Europa alcanzan una dimensión superior cuando se trata del problema territorial español. La cuestión de la integridad territorial es una diferencia insalvable con muchos de sus potenciales socios de la derecha radical. Matteo Salvini proviene de un partido del norte de Italia que surgió como representante de unas elites que defendían la soberanía de Padania. La Liga Norte (Lega Nord) llegó a proclamar la independencia de Padania en 1996 en un acto del entonces líder Umberto Bossi en Venecia. Posteriormente se celebró un referéndum para consolidar dicha independencia de la región. Hechos que fueron considerados simples actos partidistas por el gobierno italiano de entonces, pero que muestran el carácter secesionista con el que surgió la Liga Norte. Años después, no es ya solo la Liga Norte la cuestión, sino que busca ser el «Frente Nacional Italiano», pero eso no le impide ser sensible a actos secesionistas como el que sucedió en octubre de 2017 en España. El apoyo de Salvini al proceso independentista catalán ha sido constante y habitual, y solo de manera coyuntural dejó de defenderlo, al considerar que era incompatible con las alianzas potenciales con Vox antes de las mencionadas europeas, para intentar atraer a la formación española al grupo de la internacional de la extrema derecha en el Parlamento Europeo con el que aspiraba a dinamitar las estructuras políticas de Bruselas. Durante los escarceos políticos de ambas formaciones, Vox llegó a asegurar que había logrado que Salvini dejara de apoyar el proceso de independencia de Cataluña, una afirmación que el líder italiano dejó que circulara hasta que su proyecto de toma de las instituciones europeas fracasara en los comicios europeos de mayo de 2019.
Este problema se repite con los nacionalistas flamencos con los que Vox comparte espacio en el Grupo Parlamentario de Conservadores y Reformistas Europeos. La Nueva Alianza Flamenca (N-VA) es quizás el máximo apoyo de Carles Puigdemont y los soberanistas catalanes en Europa. El partido belga de extrema derecha es el que ha dado soporte durante estos años al expresidente de la Generalitat de Cataluña a través de sus líderes Theo Francken y Bart de Wever. El choque de identidades quedó patente en marzo de 2019, tras la comparecencia de Javier Ortega Smith en la Eurocámara invitado por Kosma Zlotowski, del partido polaco Ley y Justicia, en la que tuvo un durísimo enfrentamiento con Mark Demesmaeker, europarlamentario belga del N-VA. A pesar de las líneas discursivas incompatibles de Vox y N-VA, tras las mencionadas elecciones europeas ambos partidos comparten grupo, por lo que la formación de la derecha radical española aseveró que entraban en el grupo de los conservadores y reformistas debido a que los nacionalistas flamencos renunciaban a dar soporte a los independentistas catalanes. Una afirmación que se mostró falsa tras la toma de posesión del acta de eurodiputado de Carles Puigdemont y Toni Comín, que fueron acompañados en todo momento por los diputados de la Nueva Alianza Flamenca como cicerones.
Estas profundas diferencias, enraizadas de forma troncal en los sentimientos nacionalistas contradictorios de todas estas formaciones de extrema derecha, impiden establecer con trazo grueso una equiparación entre los movimientos posfascistas europeos. Las similitudes son menos que las diferencias, pero eso no impide plantear líneas discursivas, estrategias de actuación y una cultura política asimilable que ayude a comprender la realidad de la extrema derecha en Europa. Entonces, es indispensable contar con una brújula con la que orientarse en el complejo mapa de la derecha radical. El trabajo que nos presentan Jean-Yves Camus y Nicolas Lebourg satisface con creces esta necesidad.