Los dioses de cada hombre

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Z serii: Psicología
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Los dioses de cada hombre
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Título original: GODS IN EVERYMAN

© 1989 by Jean Shinoda Bolen

© de la edición en castellano:

1999 by Editorial Kairós, S.A.

Primera edición: Marzo 2002

Primera edición digital: Octubre 2010

ISBN-13: 978-84-7245-514-6

ISBN epub: 978-84-7245-794-2

Composición: Replika Press, Pvt. Ltd. India

Todos los derechos reservados. Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita algún fragmento de esta obra.

SUMARIO

Prólogo

Agradecimientos

PARTE I: Los dioses de cada hombre

1. Hay dioses en todos los hombres

2. Padres e hijos: los mitos nos hablan del patriarcado

PARTE II: El arquetipo del padre: Zeus, Poseidón y Hades

3. Zeus, dios del cielo: el reino de la voluntad y del poder

4. Poseidón, dios del mar: el reino de la emoción y del instinto

5. Hades, dios del mundo subterráneo: el reino de los espíritus y del inconsciente

PARTE III: La generación de los hijos: Apolo, Hermes, Ares, Hefesto, Dionisos

6. Apolo, dios del sol: arquero, justiciero, hijo predilecto

7. Hermes, dios mensajero y guía de los espíritus: comunicador, embaucador, viajero

8. Ares, dios de la guerra: guerrero, bailarín, amante

9. Hefesto: dios de la forja: artesano, inventor, solitario

10. Dionisos, dios del vino y del éxtasis: místico, amante, vagabundo

PARTE IV: Hallar nuestros mitos: recordarnos a nosotros mismos

11. Hallar nuestros mitos: recordarnos a nosotros mismos

12. El dios ausente

Apéndice: Quién es quién en la mitología griega

Cuadro de dioses y arquetipos

Referencias y notas

Bibliografía

PRÓLOGO

Como autora de Las diosas de cada mujer muchas veces me han preguntado acerca de los dioses en cada hombre. Los hombres que han asistido a mis conferencias sobre las diosas me han preguntado repetidas veces «¿Y nosotros qué?». Los dioses de cada hombre es, pues, una secuela lógica de mi libro anterior, pero, por mi profesión, el tiempo histórico y (paradójicamente) el hecho de ser una mujer también me han incitado a escribir este libro sobre los arquetipos masculinos.

Al escribir este libro, soy una mujer que hace lo que tradicionalmente han hecho las mujeres por los hombres. Las mujeres han servido de intérpretes de las vidas interiores de los hombres porque éstos a menudo comparten con ellas lo que no suelen compartir entre ellos. Muchos hombres, por ejemplo, eligen mujeres psiquiatras porque se sienten más seguros y les resulta más fácil hablar con una mujer. Algunos hombres dicen que quieren evitar los sentimientos competitivos y las consecuencias que temen que podrían surgir en ellos mismos o en un terapeuta de su mismo sexo.

A veces una mujer importante puede desempeñar un papel significativo como “portadora de un sueño” en la vida de un hombre de éxito, como el psicólogo Daniel Levinson observó en su libro The Seasons of a Man’s Life. Este es también un papel que una analista junguiana a veces ha de representar. En el psicoanálisis los hombres comparten su vida interior y descubren sus puntos débiles y sus puntos fuertes. A medida que van adquiriendo conocimiento acerca de ellos mismos, me van enseñando. Veo quién es el hombre que hay bajo la superficie y llego a conocer sus arquetipos y las dificultades que puede tener en ser él mismo y sentirse auténtico. Levinson escribió:

La mujer especial es como el verdadero mentor: su cualidad especial reside en su conexión con el Sueño de un hombre joven. Ayuda a dar vida a esa parte del sí-mismo que contiene el Sueño. Facilita su entrada en el mundo adulto y su búsqueda del Sueño. Lo hace mediante su propio esfuerzo como maestra, guía, anfitriona, crítica y benefactora. En el plano psicológico más profundo le permite proyectar en ella su propia figura femenina interna –el “anima”, tal como lo ha descrito Jung– que genera y apoya sus heroicos esfuerzos.1

Por muchas razones, hay muchos hombres que se suelen sentir mejor comprendidos por las mujeres que por otros hombres, y muestran más de ellos mismos a las mujeres que entre ellos. Tal como atestigua el McGill Report on Male Intimacy:

Uno de cada diez hombres tiene un amigo de su mismo sexo con quien habla de trabajo, de dinero, de matrimonio; sólo uno entre veinte cuenta con una amistad en la que puede expresar sus sentimientos acerca de sí mismo o de su sexualidad […]. El patrón más habitual de amistad es que un hombre tenga muchos “amigos”, de los cuales cada uno de ellos sabe algo del sí-mismo público de su amigo, pero poco sobre cómo es en realidad, y ninguno de ellos conoce algo más que una pequeña fracción de la totalidad.2

McGill descubrió que si un hombre se muestra tal como es, lo más probable es que lo haga con una mujer, a veces con su esposa o bien con otra mujer. Tal como sospechan las mujeres, es mucho más fácil que un hombre comparta sus sentimientos, pensamientos y sueños con ellas que con otros hombres.

También, según Jean Baker Miller señaló en Toward a New Psychology of Women, siempre que haya un grupo superior e inferior (hombre, mujer; blanco, negro; empresarios ricos, sirvientes pobres), el grupo con menos poder estudia al otro por necesidad y conoce más respecto al mismo que a la inversa. Debido a esto, así como a la naturaleza de entregarse a los demás de la mayoría de mujeres, éstas siempre han sido atentas observadoras de los hombres.3

Los dioses de cada hombre es pues una psicología de los hombres tal como los ve una mujer que está haciendo lo que las mujeres han hecho por los hombres durante siglos, preocuparse por ellos: reflexiona sobre lo que ha visto, es consciente de su necesidad de sensibilidad cuando describe las debilidades y problemas masculinos y de la importancia de apreciar sus cualidades positivas. Este libro tiene la perspectiva del observador compasivo, adquirida a través de la experiencia profesional y personal.

Soy psiquiatra, analista junguiana y profesora de psiquiatría clínica de la universidad de California, San Francisco. Tengo hombres y mujeres entre los pacientes de mi consulta privada y soy una mujer en una profesión de hombres con mentores, amigos y colegas hombres. A mi vez, he sido tutora y he enseñado tanto a hombres como mujeres.

Además, fui una “hija de papá”, la “niña preferida de papá”, cuyo padre se enorgullecía de los logros de su hija. A raíz de ello me resultó más fácil que a muchas mujeres hallar aprobación en esta cultura patriarcal. También fui esposa durante diecinueve años, en un matrimonio que tenía raíces tradicionales e igualitarias a un mismo tiempo, separada durante tres años y luego divorciada. Soy madre de un niño y una niña, nacidos ambos a principios de los setenta, la década del movimiento de las mujeres, cuando los temas de los estereotipos –la crianza se anteponía a la naturaleza– se dejaban oír con más fuerza.

La visión binocular de la psicología

Los dioses de cada hombre ofrece una “visión binocular” de la psicología, una perspectiva profunda que tiene en cuenta tanto los poderosos arquetipos internos como los estereotipos de la conformidad-exigencia, en un intento de comprender dónde residen nuestros conflictos y de qué modo podemos alcanzar mejor la plenitud.

Esta perspectiva ha surgido de mi formación profesional y mi experiencia personal. Mi práctica ha desarrollado mi conciencia de lo que sucede en el interior de los corazones y las cabezas de los hombres y de las mujeres, de la dicha que nos proporciona la sensación de plenitud e integración que se produce cuando obramos como pensamos. Por el contrario, nuestros cuerpos, sueños y síntomas expresan conflicto y dolor cuando lo que es arquetípi-camente cierto es negado y reprimido de forma consciente. Conocer qué son estos arquetipos y el modo como se expresan en las vidas de los individuos sólo se esclarece tras años de trabajo de psicología profunda.

 

También es esencial el entendimiento de lo que el movimiento de las mujeres denominó “despertar de la conciencia”. En las dos últimas décadas hemos aprendido cómo los estereotipos pueden distorsionar y limitar el potencial humano, sobre todo el de las mujeres. En este período muchas mujeres se han vuelto conscientes de cómo les afecta personalmente vivir en una cultura patriarcal. Los valores y creencias de las personas están modelados por la cultura, que se refleja en nuestras leyes y costumbres, lo cual afecta a la distribución del poder y a cómo se determinan la valía y la posición social. En una sociedad patriarcal las mujeres no están muy favorecidas. Pero los estereotipos masculinos también tienen poder sobre los propios hombres, puesto que limitan su forma de ser natural, recompensando algunas cualidades y rechazando otras.

Los dioses y las diosas en cada persona

Cuando hablo de los dioses en cada hombre me doy cuenta de que las mujeres a menudo descubren que en ellas también reside un dios en particular, al igual que, cuando hablo de diosas, los hombres también pueden identificar una parte de ellos mismos con una diosa específica. Los dioses y las diosas representan diferentes cualidades de la psique humana. El panteón de las deidades griegas, masculinas y femeninas, existe íntegramente en nuestro interior en forma de arquetipos, aunque en general los dioses sean los determinantes más fuertes y con más influencia en la personalidad del hombre, como las diosas lo son en la de la mujer.

Todo arquetipo se asocia a un don “otorgado por un dios o diosa” y a conflictos potenciales. Al darnos cuenta de esto la arrogancia y el sentimiento de culpabilidad son menos probables. Y debido a que todo lo que hacemos que surge de nuestras profundidades arquetípicas tiene sentido para nosotros, un hombre que sepa “qué dios” o “dioses” actúan en él puede ser capaz de conocer qué opciones o caminos es probable que le resulten más satisfactorios.

Leer sobre los dioses a veces resulta un medio de “remembrar” nuestras partes amputadas (desmembradas). Este proceso también puede recibir la ayuda de los sueños, los recuerdos y los mitos que nos conectan con nuestro inconsciente.

Conocer los diferentes dioses en cada hombre también es importante para las mujeres, muchas de las cuales ponen mucho esfuerzo en intentar comprender a los hombres (en general, un sólo hombre cada vez). Las mujeres con mentalidad psicológica a veces se dan cuenta de que suelen mantener relaciones con el mismo tipo de hombre y sienten que realmente necesitan saber “quién” las atrae. Los dioses de cada hombre puede decirles que han sido atraídas por un dios o arquetipo en una serie de hombres; y este “dios” no es compatible con lo que ellas esperan, lo cual explica por qué sus relaciones siempre acaban mal.

Conocer a los “dioses” ofrece a los padres o madres de hijos varones (especialmente madres solteras) un medio para ver y apreciar “quiénes” son sus hijos. El resultado neto es que un padre o una madre se sienten más competentes cuando entienden cómo puede que sea su hijo, cómo es probable que el mundo le trate, cuáles serán sus puntos fuertes y cuáles los débiles y dónde puede encontrar ayuda.

Es necesario que tanto hombres como mujeres vean a sus progenitores con claridad, con frecuencia para poder perdonarlos y comprenderles. Entender a los dioses y sus mitos puede proporcionar una imagen objetiva del padre.

Puesto que en las mujeres también hay “dioses”, ellas pueden adquirir conocimiento de sí mismas a través de éstos. El “¡ajá!” de reconocimiento puede ser especialmente apreciado por una mujer que ya esté familiarizada con las “diosas” y que ahora descubre que hay un dios en concreto que explica parte de su conducta. Puede captar la satisfacción que todos sentimos cuando encaja la pieza que faltaba en el rompecabezas, especialmente cuando es la que faltaba para completar el cuadro y dar sentido a la vida.

Hay dioses y diosas en todas las personas. A través de ellos podemos descifrar ese momento de inspiración cuando algo que sabemos intuitivamente respecto a nosotros mismos produce una imagen clara y se manifiesta en palabras. Del mismo modo que cuando nos miramos en un espejo y vemos nuestros rasgos por primera vez, la impresión que recibimos puede revelarnos eso a lo que los demás reaccionan cuando nos ven y mostrarnos a nosotros mismos con mayor claridad.

Escribí este libro para toda persona que quiera comprender a los niños y a los hombres, conocer sobre los arquetipos masculinos en hombres y mujeres o descubrir algo sobre ella misma y sus relaciones. Lo he escrito especialmente para los hombres que deseen descubrir a los dioses que hay en su interior, para aquellos hombres que me han preguntado: “¿Qué pasa con los dioses de cada hombre? ¿Qué pasa con nosotros?”.

AGRADECIMIENTOS

Cada capítulo de este libro tiene muchos contribuidores anónimos –pacientes, amigos, colegas, parientes, todos los niños u hombres importantes de mi vida–, que han ejemplificado aspectos de un dios arquetipo o me han ayudado a comprender lo que es ser hombre o niño en esta cultura patriarcal. Con los años, las mujeres me han hablado de los hombres próximos a ellas, a veces dando muestras de conocerlos –especialmente a los hombres irreflexivos–mejor que ellos mismos. Las mayores contribuciones han sido las de los hombres que han indagado a fondo conmigo en el análisis junguiano para descubrir sentimientos, historias y partes de ellos mismos que ni siquiera conocían al principio y a las que habían tenido relegadas.

La mayoría de las descripciones son, pues, compuestos de muchos hombres, a quienes conocí bajo un montón de diversas circunstancias: principalmente durante mis veinticinco años de práctica psiquiátrica. He realizado mi trabajo en un temenos (santuario en griego) de confianza, seguridad y confidencialidad. En él, lo que era inconsciente o estaba olvidado se fue revelando con el tiempo. Todos los hombres que me han confiado su psique me han enseñado más sobre psicología que ningún otro hombre o mujer, incluyéndome a mí misma. Gracias.

En este libro he utilizado figuras históricas, celebridades y personajes ficticios para describir una faceta en particular de un dios. Me he basado en la imagen pública de la persona y en cómo se la ha citado, en lugar de hacerlo en mi conocimiento personal o profesional. Las imágenes póstumas de las personas reales por lo general resultan ser exageradas o se quedan cortas.

Tanto este libro como Las diosas de cada mujer han surgido de los descubrimientos y de las teorías de C. G. Jung. Su trabajo sobre los arquetipos del inconsciente colectivo y de los tipos psicológicos han sido la base de mi trabajo. La descripción de Freud del complejo de Edipo indica el vínculo entre los mitos griegos y la psique, que los escritores junguianos han desarrollado mucho más. Gran parte de lo que se ha escrito sobre la psicología arque-típica de Jung lo ha publicado Spring Publications y la mayoría ha estado bajo la supervisión de James Hillman. Muchas de estas publicaciones están citadas en las notas y en la bibliografía; el trabajo de Murray Stein ha sido especialmente significativo para mí.

La creciente conciencia que existe de la cultura patriarcal en la que vivimos –y de cómo está ha dado forma a nuestros valores, percepciones y, en último término, a cada uno de nosotros–es el tema principal de este libro, por el que he de dar las gracias a toda una generación de activistas, escritores y eruditos, en su mayoría mujeres. En lo que a mi formación personal respecta, estoy especialmente agradecida a Gloria Steinem y a la junta directiva y al personal de la Ms. Foundation for Women; a Jean Baker Miller, licenciada en medicina, a Alexandra Symonds, licenciada en medicina y a las mujeres que pertenecieron a la Task Force y a los Committees on Women of the American Psyquiatric Association. Anthea Francine, con la cual he dirigido numerosos talleres, ha aguzado mi sensibilidad sobre el efecto que la familia y la cultura tienen en el niño, especialmente respecto a aquellos arquetipos que no son valorados. Los escritos de Alice Miller me aportaron una nueva perspectiva en el pensamiento psicoanalítico, que me confirmó lo que ya sabía respecto a los niños y al efecto de ser herido por padres heridos.

La confección de este libro ha resultado una tarea fácil, puesto que se le ha permitido aparecer en su momento, teniendo en cuenta las etapas de mi vida en lugar de la fecha de contrato inicial. Doy las gracias a mi editor y al redactor jefe de Harper & Row, Clayton Carlson, por los regalos de comprensión y tiempo y por asignarme a Tom Grady para que me ayudara. La sensibilidad y destreza editorial de Tom han sido perfectas. John Brockman y Katinka Matson, mis agentes literarios, al cuidar tanto lo que hacen tan bien, me han ayudado a ser escritora.

Mi padre, Joseph Shinoda, me ha dado su apoyo para hacer cosas en este mundo. He heredado su intensidad, partidismo, su tendencia literaria e histórica y su habilidad para escribir y hablar. Murió durante mi primer año como médica psiquiátrica residente y, por lo tanto, no conoció a mis hijos ni mis libros. Le echo de menos y sé que, aunque nuestro tiempo juntos fuera más breve de lo que me hubiera gustado, he sido afortunada por ser hija de mi padre. Este libro es cordial y perspicaz, en parte debido a que tuve un buen padre Zeus, a quien podía oponerme y contra quien podía luchar cuando lo que me importaba a mí y lo que él quería de mí no coincidían.

Mill Valley, California

Noviembre, 1988

PARTE I LOS DIOSES DE CADA HOMBRE

1. HAY DIOSES
EN TODOS LOS HOMBRES

Este libro trata de los dioses de cada hombre, de los patrones innatos –o arquetipos–que se encuentran en lo más profundo de la psique, formando al hombre desde dentro. Estos dioses son poderosas predisposiciones invisibles que afectan en la personalidad, en el trabajo y en las relaciones. Los dioses tienen relación con la intensidad o la distancia emocional, preferencias por la agudeza mental, el esfuerzo físico o la sensibilidad estética, el anhelo de una unión en éxtasis, una comprensión panorámica, la noción del tiempo y mucho más. Los distintos arquetipos son responsables de la diversidad entre los hombres y su complejidad interior, y tienen mucho que ver con qué facilidad o dificultad los hombres (y los muchachos) pueden cumplir sus esperanzas y cuál es el precio que han de pagar por ello sus yoes más profundos y auténticos.

Sentirse auténtico significa ser libre para desarrollar rasgos y potenciales que son predisposiciones innatas. Cuando somos aceptados y se nos permite ser auténticos, es posible tener autoestima y autenticidad a un mismo tiempo. Esto sólo se llega a desarrollar si las reacciones de las personas que nos importan nos animan en vez de descorazonarnos, cuando somos espontáneos y sinceros, o cuando estamos absortos en aquello que nos produce felicidad. Desde la infancia, en primer lugar nuestra familia y luego nuestra cultura, son los espejos en donde vemos si somos aceptables o no. Cuando hemos de adaptarnos para ser aceptables, puede que acabemos llevando una máscara y representando un papel vacío si el que somos interiormente y lo que se espera que seamos están muy distanciados.