Ego criminal

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Ego criminal
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© J.R. Vargas

Diseño de edición: Letrame Editorial.

Maquetación: Juan Muñoz

Diseño de portada: Ramu

Supervisión de corrección: Ana Castañeda

ISBN: 978-84-1114-455-1

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A ti y a él, cuya coincidencia genética fue

mi origen.

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Un arma puede quitar una vida, un libro da origen a

muchas a través de sus personajes.

J. R. VARGAS

I

NO TODO ES LO QUE PARECE

Wuhan, China. Noviembre de 2019, el mercado local se preparaba para hacer su mejor venta de la temporada por la cercanía del Año Nuevo Chino. Las bodegas del mercado principal de la ciudad estaban a reventar con una increíble variedad de productos de todo tipo de las regiones más apartadas de China: animales que habitan en las montañas, las planicies y el mar. Estos productos pronto estarían en las mesas de las casas de los millones de habitantes de la ciudad. Toda una variedad de ingredientes cárnicos para la cocina tradicional de aquel país. Muchos de esos miembros de la fauna china terminarían en la boca de sus depredadores humanos aún estando vivos y sin cocción alguna. La coartada perfecta para asestar el golpe al gigante asiático a través de sus carnívoros gustos o, al menos, ese fue el rumor que se dejó filtrar en los círculos policiales locales, así como en algunos medios extranjeros donde se esparció la noticia con la intención de sembrar la duda y crear confusión, cuando la realidad podría ser distinta y mucho peor, ya que se podría dar el golpe al país del dragón en donde menos lo esperaran y con algún artefacto de alto consumo por parte de la población, sin importar su estatus económico.

En la última década, China comenzó a reconstruir su imperio. Pareciera que regresarían los tiempos del esplendor de sus grandes y milenarias dinastías Qin y Min. La primera de estas, autora de unir a pequeñas murallas regionales para convertirla en lo que finalmente sería uno de los símbolos de identidad y orgullo del país asiático, la Gran Muralla China, así como creadora de los Guerreros de Terracota de la tumba de Qin Shihuang con la idea de preservar su futuro. Mientras que la segunda, autora de la expulsión de los mongoles que invadieron y controlaron china por un largo periodo, además de brindar un prolongado periodo de paz y prosperidad para la nación asiática.

En el presente, la gran fábrica del mundo, China, proveía de productos y artículos a todo el globo. Prácticamente todo lo que los países necesitaban para su desarrollo: tecnología, farmacéutica, suplementos industriales, alimentos, ropa y, por supuesto, tecnología en comunicaciones y militar.

No era un secreto para ninguna nación el superávit comercial, económico y de desarrollo técnico-militar que había alcanzado este país. Las grandes potencias comenzaban a ver con preocupación el crecimiento y el desarrollo en el más amplio sentido de la palabra de en lo que se estaba convirtiéndose China, en un verdadero gigante en Asia y del mundo. Además de poseer los bonos del tesoro de los estados unidos, mediante los cuales podía tener como rehén al país más «poderoso» sobre la faz de la Tierra, mismo que estaba en su punto más crítico de endeudamiento como nunca en su historia, solo sería cosa de tiempo para que explotara la burbuja económica que llevaría al mundo a una nueva crisis de proporciones bíblicas jamás experimentada.

Lejos de Wuhan, muy lejos, en el continente americano, en lo que todavía era el imperio del Norte, meses después, una buena parte de los ciudadanos estadounidenses festejaba aún la elección de uno de los presidentes más polémicos y torpes de la historia reciente, especialmente para las relaciones diplomáticas tanto del presente como del futuro inmediato con el resto del mundo como así lo demostraría en poco tiempo. En la política interna, su recientemente nombrado líder mostraba su preferencia por los multimillonarios, decisión que ya comenzaba a calar hondo en la población menos favorecida por el sistema capitalista. El otrora «sueño americano» solo era un recuerdo, la clase trabajadora, desde hacía años había perdido la esperanza en poseer una casa y el deseo de ver a sus hijos graduados de la universidad, el acceso a la salud de primer nivel como lo fue en otros tiempos era un recuerdo, ahora solamente alcanzable para los privilegiados de ese sistema político-económico voraz.

La desesperanza se acentuó con el triunfo de John Müller en la reciente contienda electoral, el día de su elección y triunfo inesperado. Este personaje salido del empresariado depredador era la representación máxima del capitalismo decadente, los ciudadanos sintieron que se perderían los valores que habían construido a esta nación llena de libertad e impulsora de la creatividad y del ingenio de los grandes emprendedores. Tan así que sucedió lo que nunca en ocasiones anteriores: los días y semanas posteriores a la elección, comenzaron las protestas por su triunfo lleno de suspicacias y dudas respecto a la legalidad de su victoria. Al parecer, el otrora candidato John Müller no daba crédito de su propio triunfo. Acostumbrado a mandar y a salirse siempre con la suya en el mundo financiero-empresarial, ahora de presidente tendría que reaprender a negociar y a ceder en algunos asuntos en contra de su personalidad egocéntrica. En esos momentos y días de incredulidad y euforia por su logro, nunca se imaginó a lo que se enfrentaría a los pocos meses luego de ser electo.

En el país del dragón, ya era finales de diciembre y Wong Yi, norteamericano de nacimiento, pero de origen chino, había arribado a Wuhan un mes antes. Caminando, se acercaba al mercado de cárnicos con una terrible y suicida misión que llevaría a cabo en poco tiempo. Los guardias de la República Popular China rondaban todos los centros de abastecimiento de alimentos del país y las instalaciones estratégicas desde el arribo al poder de John Müller, pues sabían de su animadversión hacía el país asiático y su rechazo al desarrollo que habían logrado en tan solo una década. Sabían también que, en conversaciones privadas, lanzaba amenazas contra China por lo insoportable que le parecía conocer el nivel que habían alcanzado en lo económico y tecnológico principalmente. Y en Wuhan, provincia de Hubei, en China central, no era la excepción el increíble desarrollo que esta ciudad había logrado con el comercio, principalmente en alimentos provenientes de sus grandes lagos, extensas planicies y enormes granjas que la catapultó en pocos años a la prosperidad por ser una enorme proveedora de alimentos cárnicos. Representaba un punto estratégico para el gobierno central, de ahí, la enorme presencia de agentes del orden al servicio de su partido por todos partes para salvaguardar y cuidar la estabilidad de esta zona y consigo la del país. Por lo que, para concretar la misión, a Wong Yi le parecía una verdadera odisea cuya consecuencia al ser descubierto podría representar su ajusticiamiento público por atentar en contra del Estado.

Enero, año de la rata, mismo que corresponde al año 2020. En esos días, un mar de personas se movilizaría en las grandes ciudades para festejar el Año Nuevo Chino. Lo harían en autos, pero sobre todo en avión y en tren. Todos los servicios estarían abarrotados por las multitudes que se trasladarían a sus lugares de origen o simplemente para vacacionar en alguna otra ciudad o provincia.

La alerta estaba dada, el Gobierno, con ciertos datos de Inteligencia, estaba seguro de que se perpetraría algún atentado contra su país. No sabía dónde, por quién, ni el día. Aunque había sobradas razones que hacían pensar que vendría del continente americano. Los policías se encontraban listos para actuar con lo más avanzado en tecnología, usaban lentes con visión nocturna y con reconocimiento facial, además de pistola láser recientemente aprobadas para su uso contra ciudadanos que infringen la ley. Las autoridades del país sospechaban que podría ser un ataque químico o biológico, por lo que el Gobierno asiático estaba en alerta máxima. Se filtró un video que llegó al más alto nivel político chino donde Mark Travis, científico fanático admirador del nuevo inquilino de la Casa Blanca, le explicaba a su jefe los «beneficios» de la manipulación genética que desarrollaba él en un laboratorio de EE. UU. donde trabajaba con un arma biológica que sería parte del arsenal que podría usarse en contra de sus enemigos en caso de alguna confrontación. En este video, explicaba los pormenores de las mutaciones que le indujeron a un virus ya existente desde años atrás por medio precisamente de la manipulación genética.

 

Lo que no sabían los chinos era que este video solo fue un señuelo filtrado intencionalmente para distraer la atención del verdadero objetivo que tenía en su mente enferma Mark Travis, su colega y su jefe John Müller.

Wong Yi estudiaba la zona aledaña al mercado más grande de la ciudad; flujo de personas comunes, empleados y comerciantes, personal militar y policía. Al día siguiente, entró en el gran mercado, recorrió sus pasillos, observó los expendios de carnes y especialmente a los que vendían animales vivos para el consumo en casa o para «degustarlos» ahí mismo, donde tenían dispuestas mesas con los utensilios necesarios para que los comensales dieran rienda suelta a sus carnívoros y grotescos gustos.

El agente norteamericano se retiró caminando con calma para no despertar sospechas y llegó hasta el hotel Ambassador, a cinco cuadras de este lugar desde donde cumpliría su misión. Desde el décimo piso, el agente, dominaba toda la ciudad. Su suite, que abarcaba todo un piso, tenía vista privilegiada en trescientos sesenta grados. Muy útil para sus perversos planes. Esta ciudad, además de otras de China, sería el centro mundial de la atención en algunos meses más por los sucesos que ahí tendrían lugar.

Mientras tanto, en el Capitolio, el principal inquilino que lo habitaba cada día dormía menos debido a la presión ejercida por cumplirle a sus electores las promesas que en campaña les hizo, pero, sobre todo, a los grandes ricos que le financiaron y promovieron su imagen para convertirlo en presidente. Este hecho, ya le comenzaba a cobrar la factura, lo presionaban al extremo de perder el apetito y consumir somníferos para tranquilizarse, aunque fuera por un par de horas. Su Gobierno no terminaba en dar resultados en lo económico, o al menos no al nivel de las exigencias de sus patrocinadores. La economía estadounidense, aunque había crecido mínimo en poco más de dos años que llevaba su administración solo les había favorecido en todo caso a las grandes corporaciones. No así al ciudadano común. No obstante, de este relativo buen crecimiento, el presidente John Müller sabía del nivel de endeudamiento que estaba asfixiando a su país y que esto en cualquier momento terminaría en la quiebra de la endeble economía que daría al traste a su país y al mundo.

Por su parte, China cerró el año de 2019 con un crecimiento sostenido desde hacía un lustro, casi con un doce por ciento anual. Las grandes ciudades cada vez eran más prósperas, siendo un imán para los habitantes de las zonas rurales, cuya situación económica no había reflejado crecimiento alguno en los últimos quince años, siendo este un problema que podría convertirse en una bomba de tiempo para el Gobierno central chino, ya que más de mil millones de habitantes del campo no la estaba pasando bien en contraposición con los habitantes de las grandes y prósperas ciudades, donde su bonanza económica se podía comprobar con el alto nivel de vida de los citadinos y se comprobaba con la adquisición de casas cada vez más grandes, caras y con comodidades similares a las que adquirían los estadounidenses privilegiados: alberca, grandes jardines y con dos o tres autos de lujo en su garaje. Así mismo, en las grandes avenidas, infinidad de autos de lujo saturaban las arterias viales de las ciudades; igualmente, la prosperidad de los habitantes chinos se notaba con el gusto frecuente por los viajes al extranjero, esto era parte de los beneficios que les estaba trayendo el desarrollo técnico, industrial y económico que el país de la muralla había conquistado en los últimos años, aunado a las reservas económicas y de petróleo, su nulo endeudamiento exterior y la autosuficiencia alimentaria entre otros aciertos; estaba poniendo nerviosos a varios países. Especialmente al imperio del Norte y a su presidente John Müller, que no se quedaría de brazos cruzados, pues estaba acostumbrado a ganar siempre a cualquier precio y a ser el número uno en lo que emprendía y participara. Este egocentrismo ya le había causado enormes problemas diplomáticos, ya que, en reuniones de líderes del mundo, su torpe comportamiento y falta de diplomacia hacia otros jefes de estado le había hecho ganarse animadversiones innecesarias a su persona y a su país. Este personaje comenzaba a maquinar «soluciones» para frenar el peligroso desarrollo del país asiático. Su perversa mente barajaba varias opciones: ¿guerra convencional? Descartada, ya que seguro estaba de que al elegir esta opción no solo sería contra China, de inmediato intervendrían Rusia e Irán. Una guerra comercial en estos momentos de su mandato podría resultar contraproducente para su reelección, que no la descartaba. Tendría que ser algo contundente pero discreto. Tal vez una tercera opción más ad hoc con los tiempos actuales.

II

LA CIENCIA AL SERVICIO DEL MAL

En la intimidad de su despacho, el mandatario caminaba sin sosiego en el salón oval pensando en la mejor opción y en la implicación que tendría en un momento dado cualquier decisión que tomaría contra China. Lo cierto es que las cosas no podían seguir el curso que llevaban. El presidente sabía perfectamente que el poder de aquel país ya no solo era económico, en lo militar ocupaba ya la posición número dos del mundo en cuanto a número de efectivos, aviones, tanques, fragatas y submarinos con los últimos y más efectivos avances tecnológicos en este rubro. Esto, lo sentía como una amenaza para su país y tenía razón y, por si fuera poco, China era el dueño de los bonos del tesoro de los estados unidos, se apropió de estos después del debacle inmobiliario y financiero de los años 2007-2008 por parte de los Estados Unidos, mismo que tuvo que endeudarse con el país asiático para rescatar a su economía. Esto último encolerizaba y aterraba al presidente norteamericano.

En los laboratorios disfrazados de tienda de juguetes y bodega de almacenamiento de muebles en el barrio del Bronx y en el de la Misión en San Francisco, respectivamente, trabajaban a marchas forzadas en la clandestinidad el Dr. Yi, Mark Travis y Wolfang Meyer, bajo las órdenes de su jefe máximo, que se encontraba en el Capitolio barajando opciones para la guerra que se avecinaba. No sabían cuándo, pero seguros estaban que ocurriría en poco tiempo. Mientras tanto, el mundo seguía su curso hacía un cambio geopolítico inminente que se estaba dando por algunos conflictos entre Oriente Medio y Rusia y más aún por los acontecimientos que venían en camino y que muchos países ni siquiera sospechaban. En los siguientes meses nada sería igual, ocurrirían sucesos que cambiarían la historia de la humanidad tal y como se conocía hasta el momento. Rusia y Arabía Saudita se encaminaban a conflictos por la producción y el control en los precios del petróleo. Esto obviamente afectaría a todo el mundo y a su estabilidad. En la última reunión de la OPEP así quedó demostrado. El país del oso, con su rudo y carismático líder, tomarían decisiones que en poco tiempo provocarían una serie de situaciones del que ningún país saldría bien librado.

III

HUIDA Y TIEMPO DE VENGANZA

En su hotel, Wong Yi recordaba su dura infancia en el Bronx, en Nueva York, donde era discriminado por su raza, no obstante, de ser norteamericano por nacimiento era objeto de la burla de sus compañeros en la escuela de educación básica debido a sus rasgos faciales y a una deformidad con la que nació en la mano izquierda, en la cual dos de sus dedos no se desarrollaron totalmente. En el nivel medio de su educación académica le ocurrió lo mismo y, aunque era aceptado, nunca faltaban las bromas sobre sus párpados estirados y su subdesarrollada mano. Esto le generaba constantes peleas en las que demostró ser muy hábil con sus puños y piernas, no obstante, de no tener ningún entrenamiento en las artes del combate hasta esa etapa de su vida. Además, le generó un resentimiento que con el tiempo se incrementó, razón por la cual se esforzaba al máximo para ser destacado en cualquier actividad que desarrollaba y así compensar emocionalmente esta carga que le causaba ciertos conflictos y rechazo a sí mismo. Sabía que en su vida adulta tendría que sobresalir y hacer algo que lo pusiera en los reflectores de una sociedad que lo discriminaba, por lo que haría cualquier cosa para lograr su objetivo de ser una persona destacada y admirada, pero, sobre todo, una persona aceptada. Y así fue. Ya de adulto, egresado de la universidad, «casualmente» le llegó un correo por parte de su Gobierno invitándolo a «servir a su patria», situación que lo llenó de orgullo, pero de muchas dudas también: ¿Por qué él? ¿Haciendo qué? ¿Para qué? Lo sabría acudiendo al lugar que se le indicó para la entrevista. La ARC (Agencia Reclutadora de Ciudadanos), al servicio de la CIA, se encargaba de detectar talentos para los fines que así convenían a su país, y a esta agencia, que tenía las manos metidas en las escuelas para recabar información de alumnos destacados y de los que mostraban algún tipo de resentimiento social, para canalizarlos de manera «positiva» cuando, en el fondo, se trataba de un programa secreto para reclutar «patriotas» que luego de adoctrinarlos serían materia dispuesta para servir a su país en cualquier misión por peligrosa que esta fuere en pro de los intereses de Estados Unidos. Los altos niveles de aprovechamiento escolar de Wong Yi, aunados a sus constantes peleas en su centro escolar por el acoso del que era objeto, representaba exactamente lo que esta agencia buscaba en la detección de «talentos» para servir a la nación.

Años atrás, sus padres tuvieron que huir de China debido a la persecución de que fueron objeto por parte del estado, al considerar a su progenitor enemigo del Gobierno por denunciar en diferentes foros el alto gasto militar de su país cuando la población rural estaba hundida en la miseria. Siendo un hombre educado, el Dr. Yi, gozando del reconocimiento del mundo científico de su país y del extranjero, con su gran influencia, cualquier cosa que dijera sería digno de tomarse en cuenta. Esto movilizaba a ONG que simpatizaban con su visión del mundo, y las motivaba indirectamente a protestar contra el Gobierno, en este caso el de China. Esto, por supuesto, no le gustaba a la clase gobernante, al extremo de que el doctor Yi comenzó a recibir amenazas de muerte luego del discurso que dio en la universidad de Pekín, donde denunciaba con datos duros el rumbo de militarización que estaba tomando su país, con el consiguiente desvío de los recursos que originalmente serían destinados a proyectos de ciencia y agricultura, que eran prioritarios y urgentes para su nación, en lugar de una carrera armamentista que no le veía fin. Esa tarde, el señor Yi fue ovacionado de pie por los asistentes durante varios minutos, en la que había invitados de varios países democráticos del mundo desarrollado. Conferencia que le cambiaría la vida de manera negativa y lo haría huir a los Estados Unidos de América como asilado político por ser considerado «enemigo del pueblo chino» por parte de su Gobierno.

La administración de John Müller sabía que al dar asilo al Dr. Yi, en agradecimiento obtendría de él información muy valiosa de su competidor y rival autoimpuesto chino. En la historia del país del presidente abundaban los casos de desertores y refugiados políticos de otros países, mismos que a través del tiempo hicieron de esta nación americana una potencia tecnológica y militar, especialmente durante y después de la Segunda Guerra Mundial, cuando emigraron eminencia en las áreas de matemáticas y física. Por eso, el inquilino del Capitolio estaría feliz y más que dispuesto en recibir al científico chino y a su esposa.

A los pocos días, el deseo del mandatario se hizo realidad. El doctor y su esposa fueron recibidos con honores dándoles una calurosa bienvenida en el aeropuerto JFK de Nueva York.

Ya instalados, el distinguido y recién llegado huésped acudía religiosamente a su trabajo en el centro de informática y desarrollo de nuevos materiales de la universidad estatal. Trabajaba arduamente en el desarrollo de nuevos materiales para emplearlos en dispositivos electrónicos de última generación y promover la automatización de muchas de las actividades que desarrollaban los humanos con poca eficiencia en algunas industrias, especialmente en la de la salud. Contradictoriamente, dentro de sus inquietudes e iniciativas tenía la idea de instalar un laboratorio al otro lado del país donde se desarrollarían armas muy avanzadas en sociedad con otros científicos muy destacados que protegerían a su país de adopción en caso de alguna conflagración militar. Por eso, barajaba la posibilidad de instalarla en el oeste, exactamente en San Francisco, considerando su mayor cercanía a Asia, por si hubiere la necesidad del uso de esas armas en el futuro sería más rápido su desplazamiento e implementación para alcanzar sus objetivos.

 

Todos esos deseos de contribuir con su país de adopción en el avance tecnológico militar tenían un trasfondo de venganza para el Dr. Yi, ya que no podía olvidar el sufrimiento al que fueron sometidos sus padres durante la Gran Revolución Cultural Proletaria, promovida e implementada por Mao Zedong. Y es que sus progenitores fueron aprendidos por la Guardia Roja de Mao, acusándolos de traición al pueblo cuando en realidad se debió a la denuncia pública que hizo su progenitor en torno a los abusos del dictador contra los campesinos opositores al culto de este personaje, el cual los despojos de sus tierras que desde tiempos inmemoriales pertenecieron a sus ancestros para pasar a ser propiedad del Estado comunista del dictador, que, en su locura, terminó considerándose a sí mismo una especie de dios, ya que estaba convencido que él podía disponer de todo y de todos, en aras de su visión personal de país, que sería poderoso y perfecto si él lo dirigiera permanentemente. Para esto, y para el convencimiento de su pueblo, inició una enfermiza y constante promoción al culto de su persona. Entre los innumerables abusos que este tirano promovió a través de su Gran Revolución Cultural Proletaria se encontraba la implementación de la cámara de tortura donde sometía y torturaba a sus «detractores capitalistas», que así consideraba a todo aquel ciudadano emprendedor propietario de algún negocio por pequeño que fuese. Al mismo tiempo, y como una forma de odio hacía la religión católica, le expropió los templos existentes a esta religión durante su dictadura , que tuvo presencia desde el siglo vii en China, teniendo su gran periodo de expansión en el siglo xviii, concretamente en el año de 1840 después de la llamada guerra del Opio que vivió China para, ahí mismo, en esos santuarios y templos católicos, adoctrinar a los jóvenes para su radicalización, involucramiento y defensa de su ideología por medio de la Gran Revolución a partir de 1966, dando inicio al culto del líder más nefasto que ha tenido China en su historia. En esa etapa, los jóvenes estudiantes de nivel medio y superior que eventualmente pertenecerían a la Guardia Roja observarían y participarían de las humillaciones y tortura de todos aquellos que lícitamente poseían alguna pequeña empresa, propiedad privada, granja o se dedicaban al comercio, ya fuera al menudeo o con mayor razón de manera masiva. Todos ellos serían acusados de enriquecerse a costa del pueblo y por tener prácticas burguesas de acumulación de bienes, y por ese hecho, según ellos, merecían ser castigados y en miles de casos eliminados. Esta revolución cultural promovida por Mao desapareció o contribuyó a exterminar a aproximadamente veinte millones de personas en los diez años que duró esta pesadilla para el pueblo chino. En resumen, fueron tres décadas en las que gobernó este dictador, periodo en el cual la suma de ciudadanos que perecieron por órdenes suyas fue de alrededor de cuarenta millones de chinos, que además de la represión y asesinatos directos se debió también a la gran hambruna que prevaleció en ese país, ya que los campesinos huyeron y consigo abandonaron el campo para no ser víctimas del estado criminal que les confiscó sus tierras en algunos casos y en otros, los obligó a producir alimentos a su antojo, de acuerdo su capricho y obviamente sin libertad de elegir para sus legítimos dueños. En el campo, se inició una cacería contra los que el lunático de Mao Zedong consideraba sus opositores por estar en contra de su pésimo proyecto. Estas décadas fueron de horror y retroceso en el gran país del dragón, hasta la muerte de este asesino cacique, que soportó dos ataques al corazón, pero no el tercero, para, con esto, terminar con su deshumanizado régimen comunista que solo aportó muerte y sufrimiento a la mayoría de sus habitantes. No para él, claro, ni para sus serviles allegados. Tan así que a Mao se le conoció como «el hombre de las mil mujeres», pues llevaba una vida de sultán con todas las comodidades y excesos de la clase burguesa que en público criticaba, pero en lo privado era una mentira. La mentira del comunismo que, con el tiempo, otros líderes nefastos del mundo seguirían su criminal ejemplo y harían sufrir a millones de seres humanos.

IV

MANTENIENDO EL ENFOQUE Y LA FORMA

Sonó el despertador y Wong Yi comenzó a abrir los ojos. En el horizonte todavía se veía la luz tenue de las últimas estrellas y la luna que se resistían a desaparecer con la inminente claridad del sol que dejaba ver su presencia en el horizonte.

«Tiempo de meditación y taichí», pensó Wong Yi. En la cultura de sus padres y en la ciudad de origen de ellos, era muy común ejercitarse en cualquier lugar: la calle, la oficina, el trabajo o el hogar. Por eso, esa disciplina que practicaba la aprendió de sus progenitores, no obstante, de que él de nacimiento ya era estadounidense. En su educación y formación también le fomentaron la lealtad, el sentido de compromiso y una total e incuestionable entrega a su patria, que incluía, de ser necesario, dar su vida para servirla y protegerla; por eso era el individuo perfecto para la misión que le encomendaron en los cuarteles del Homeland Security de los Estados Unidos, en Washington D. C.

Los flexibles músculos, tendones y ligamentos del agente se estiraban al máximo sin esfuerzo aparente, sus articulaciones igual, giraban casi trescientos sesenta grados sin experimentar dolor alguno. Y su fuerza muscular quedaba de manifiesto al hacer planchas sobre los dedos pulgar, índice y medio de una de sus manos; la derecha, pues en la izquierda tenía una deformidad que se lo impedía. Su agilidad felina quedaba demostrada al hacer saltos mortales al frente y hacia atrás con poco esfuerzo. Sin embargo, su fortaleza más notoria era la mental, que adquirió con los años de entrenamiento en condiciones infrahumanas en el centro de adiestramiento de La Granja, en Virginia. Al lado de los más rudos agentes de la CIA.

Después de su acostumbrada hora de actividad física, Wong Yi tomaría su ducha con agua fría, quedando al descubierto su impresionante musculatura, también las cicatrices en su espalda y pecho por heridas recibidas en enfrentamientos en misiones anteriores en su desempeño como agente encubierto. Luego de su ducha, tomaría su acostumbrado y vital desayuno. Para después de esto, vestirse con cómoda ropa entre las cuales ocultaría una pequeña pistola, una navaja retráctil y su móvil.

Minutos después salió a la calle y, como era su costumbre debido a su entrenamiento, involuntariamente medía la distancia con sus pasos de la puerta de su suite al elevador, cronometraba el tiempo que tardaba el elevador en bajar al lobby de ahí a la recepción. Hizo lo mismo desde el lobby hasta la puerta de la calle. Ya afuera, trataba de descubrir a posibles miembros encubiertos de la MPS (Ministerio de Seguridad Pública del Estado chino) o de la policía que podrían estar observando sus pasos y movimientos.

V

EL PLAN TDCH00

En el laboratorio del Bronx, en el anonimato del lugar, el doctor Yi y su colega Mark Travis avanzaban en lo que parecía ser su más grande descubrimiento y creación para usarlo en el plan TDCH00 contra los enemigos de la nación que lo acogió y le dio una nueva oportunidad a él y a su familia. Sus muy avanzados conocimientos e iniciativa junto con sus colegas le darían la ventaja en el desarrollo de inventos bélicos. Sus brillantes conocimientos por sus doctorados en Física, Matemáticas y su conocimiento en el desarrollo de nuevos de materiales aplicados a la tecnología, aunado a su envidiable y elevado CI de 160, no tendría límites para alcanzar sus objetivos y complacer los deseos de su muy perverso jefe. El doctor Yi sabía que, de lograr a cabalidad su invento, el resto sería fácil y sus deseos y resentimientos contra el régimen de su país, que lo expulsó de la tierra que lo vio nacer, quedarían satisfechos y le sería de gran ayuda a su nuevo país y egocéntrico líder para sus nefastos propósitos.

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