Czytaj książkę: «¿Por qué?»

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© del texto: Ignacio Ballester Bon

© diseño de cubierta: Equipo Mirahadas

© corrección del texto: Equipo Mirahadas

© de esta edición:

Editorial Mirahadas, 2021

Avda. San Francisco Javier, 9, P 6ª, 24 Edificio SEVILLA 2,

41018 Sevilla

Tlfns: 912.665.684

info@mirahadas.com

www.mirahadas.com

Producción del ePub: booqlab

Primera edición: noviembre, 2021

ISBN: 9788418996658

«Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita fotocopiar o scanear algún fragmento de esta obra»

Para mi familia.

Gracias por todo.

ÍNDICE

PREÁMBULO

PARTE_______________

“TSAR BOMBA”

Ignacio Ballester Bon, 2021

PREÁMBULO

Hola. Como habéis visto, me llamo Nacho. Escribo este preámbulo en 2021, casi tres años después de los hechos que narra el libro, cuando me dispongo por fin a publicarlo. No ha sido una decisión fácil, posiblemente ha sido la más difícil que haya tomado. Por eso quiero que desde el primer momento el lector sea partícipe de mi experiencia. Escribo, por tanto, estas líneas para que me puedas ver con una vista compartida de las cosas, no únicamente con tus ojos y no únicamente con mis palabras. Espero que funcione, porque es la primera vez que escribo nada. (Me he puesto a temblar de la emoción).

Hoy tengo veintiocho años. Nací en Valencia, España, y me considero valenciano en gran parte. En menor parte, pero no por ello menos importante, también me siento de Burriana (Castellón), de donde es la mitad de mi familia. Soy Ingeniero de Caminos, Canales y Puertos por la Universidad Politécnica de Valencia y Ingénieur des Ponts et Chaussées por la Ecole des Ponts de París, después de acabar un doble diploma en seis años. Antes de eso, estudié en el Liceo francés de Valencia hasta el bachillerato, que obtuve con matrícula de honor. Después, trabajé en Londres varios años en una empresa constructora, hasta que decidí dejarlo y ayudar en la empresa familiar. Luego tuve este incidente. Por último, después de recuperarme, volví a Londres un par de años hasta que el famoso Covid-19 me hizo darme cuenta de que no quería seguir allí. ¡Y aquí estamos! Ah, sí, y hablo siete idiomas. El ruso todavía no.

Este libro narra en primera persona un momento de mi vida que yo llamo de «implosión». Seguro que los psicólogos tienen una palabra más bonita para definirlo. Pero básicamente he llegado a la conclusión de que, a lo largo de mi vida, hasta ese día, viví con una especie de armadura emocional, como si fuera un mecanismo de defensa, y ese día sencillamente explotó. Y sentí la necesidad, y digo bien, necesidad, de ponerme a escribir todo lo que se me pasaba por la cabeza. Este libro nació en un día. Al revisarlo, vi que podía interesar a más gente, porque libros escritos «a sangre caliente» que sean como este, una montaña rusa de emociones y de vivencias yo no conozco muchos. Pero como es así, como la nieve virgen, también hay que entender que tiene distorsiones e impulsos que no siempre coinciden con cómo veo o digo las cosas con más calma. Como he dicho, es la grabación de una implosión, al fin y al cabo.

Por último, no me gustaría que este libro se convirtiera en un pisapapeles nada más ser devorado. Yo quiero que incite al diálogo entre tú y yo. Quiero que despierte tu curiosidad por muchas cosas. Porque he escrito sobre cosas tan diversas que sé que es imposible que sepas de todo de lo que hablo, igual que cuando a mí me hablan de fútbol me entero de poca cosa. Y eso es porque en el fondo estoy convencido de que la curiosidad es el motor que hace avanzar al hombre. Eso, y la sed de justicia. Por tanto, en los apartados que note que son bien difíciles de entender sin ayuda intentaré colocar marcas (*) para dar explicaciones a pie de página, pero para todo lo demás, tirad de Wikipedia. Se siente.

Aviso a navegantes:

Este no es un libro discreto.

No es un libro ligero.

No es un libro sencillo.

No convendría leerlo en el metro.

O cuando tienes prisa.

PARTE______

No ha servido.

Portazo.

Ira en los ojos.

Los ojos. Siempre está todo en los ojos.

Silencio. En la victoria hay ruido y en las derrotas silencio.

Es hora de cenar. ¿Qué me apetece?

¿Qué hay?

Torta del Casar.

Mmmmmmm.

Salmón ahumado, paquete abierto.

¿Este no es el que compré para camelarme a C.? Debe estar ya malo. Basura.

Más queso.

No más queso.

Huevos duros.

Nunca es mal momento para la dieta gym.

Naranjas y mandarinas medio pasadas en un frutero pesado.

Alguna buena habrá. Esta. Grande y dura, estará buena. Joder Nacho get your shit together1.

En fin, al comedor con la bandeja. Como los americanos. TV dinner sin Ginger Ale2.

A ver qué echan por la tele. El opio del pueblo. Uno más.

Noticias. Perdón, el tiempo.

I don’t know what I expected3. Cambio.

Sálvame Aguacate.

Next.

Una peli americana de thriller, terroristas y CIA. Y pistolas.

Joder, son un puto cáncer.

NEXT.

The Interview4.

¡COÑO, ALGO BUENO! Para, para, para. Muy bonito suena esto.

A ver. Porque no la he visto más que de oídas en verdad.

Acaba de empezar.

Bueno, pues voy cenando y a la publi a dormir.

Inciso: —Lo más difícil de empezar a escribir es no hacerlo sobre una mesa—.

Un imbécil «guapo». Oye sí que es guapo. Es presentador de TV.

Perdón, entrevistador. En uno de esos shows americanos donde es más importante la pasta que lo que se dice. Como en todos los que montan, vamos. Puto país de gentuza. Aparece Eminem para que lo entrevisten.

A ver, si va a hablar Eminem, lo quiero en V.O. porque me perderé los juegos de palabras. Mando. Mierda, joder, que esta tele no tiene y no deja hacer eso. Ñññññññ.

Oye, Eminem, ¿por qué en tu canción insultas tanto a las abuelas?

Ja, ja, ja, es que todo es tan gracioso en estas películas.

Y porque soy gay, y porque blablablá y porque blablablá.

-Error-

¿Eres gay? ¿Has dicho que eres gay? ¿Qué quieres decir con eso exactamente? Que me gustan los hombres. Entonces, cuando cantas «Blablablá el ojete de Héctor», ¿existe? Sí, claro. ¿Héctor existe? Sí.

-Backstage- ¡¡¡EL OJETE DE HÉCTOR EXISTE!!! WAAAAA ¡SIGUE! ¡¡¡SIGUE, CABRÓN!!!

Tal, tal, tal.

Conclusión: el presentador «guapo» utiliza la excusa de interesarse por los demás y ayudarles únicamente para ganar dinero y fama.

El «guapo» ya no es guapo. Gira il mondo, gira, nello spazio senza fine5.

Pero bueno, you had my curiosity, now you have my attention6.

Seguimos.

Kim Jong Un les propone entrevistarle en Corea del Norte.

Coño, claro, que la peli va de eso.

Llegan allí. Propaganda soviética tradicional.

Es que en serio, putos comunistas.

Van a palacio. Barcos y putas.

Es que en serio, putos comunistas.

No, es que le ha invitado al «guapo» porque es guapo y Kim en verdad es gay y el país está así porque no sabe salir del armario. Publicidad.

-Error +++-

Computer says no7.

Computer says no.

Computer says no.

Reiniciar. Recoger bandeja. Limpiar. Dientes. Apagar luz.

¿Reiniciar modo seguro?

No.

Colapso. Colapso total en la cama. Lloro. Lloro y grito a la almohada. Y lloro más. Pero me tapo la boca porque no quiero que llore más gente por mi culpa. Y recuerdo todas las veces que he llorado. Y vuelve la peor de todas. Esa en la que solo pude llorar por dentro. Porque lloré a través de mi abuelita.

¡Hola abuelita! —Besos—. ¿Meriendo contigo?

Claro que sí xiquet, ven con la iaia.

Bla bla.

Bla bla.

¿Cómo vas?

No quiero morir. Quiero ver crecer a mis nietos. ¿Por qué, Señor?8

—Inciso: 1era persona que pasa, me ve y se va. Dos más ahora. Alarma. Claro, es la hora del almuerzo. Hay que soltar la Tsar Bomba9. Tengo miedo. Pasa uno en Valenbici. Céntrate. Quita el modo avión. Perdona, copia primero. Seleccionar todo.

Copiar. WhatsApp. Ah, claro, el modo avión. WhatsApp.

¿Nacho, te encuentras bien?

¿Por qué nunca has dicho eso antes, mamá?

Grupo Familia. Pegar. Send. Modo avión.

Los Santos Inocentes.

Entre todos la mataron y ella sola se murió.

El Silencio de los Corderos.

Tirar la piedra y esconder la mano.

Tiemblo. No puedo seguir. Tengo ganas de cagar. ¿Me voy a un hotel? Aquí no hay. Hay que seguir. Siempre adelante, nunca hacia atrás.

En fin, al final paro de llorar. Bueno, lloro más bajito. Pienso en tantas cosas a la vez.

Inciso: —Joder deja de temblar. Siempre me ha temblado el pulso—.

Se me ocurre escribir todas las preguntas que me pasan por la cabeza. Si ya no me queda nadie, al menos que lo sepa quien lo quiera leer.

Es decir, fabrico la Tsar Bomba. La pondré al final del libro, pero que sepáis que la curiosidad mató al gato.

Es curioso cómo cuando ya no queda nada, de verdad, la respuesta siempre es atacar a la yugular.

Duermo. Se apaga mi ordenador.

Al despertar, lloro un poco más, pero no mucho. Pienso en cuándo hay que tirar la Tsar Bomba para maximizar su efecto.

¿Se la tiro a la madre de mi amigo J. para que venga a ayudarme?

¿Se la tiro a la prima de mi padre porque no está en el grupo «Familia» aunque sea de la Familia?

¿Se la tiro a mis mejores amigos para que me hablen hoy?

¿Se la tiro a todos para que aprendan?

No, no quiero más caos.

No quiero hablar más.

No quiero dar explicaciones.

Estoy agotado.

No me queda más voz.

¿No había una reunión del «Comité de Dirección»10 hoy?

Tengo que avisar, no puedo perder mi integridad profesional ahora.

Un mensaje escueto basta. Gmail. Hecho.

Bueno, me tengo que desahogar o reventaré, así que solo a la Familia, y a la hora del almuerzo, para que al menos por la mañana hayan tenido la posibilidad de ser productivos hoy.

Eso es lo único que les hace felices aún.

Bien.

Tengo que salir de aquí.

Esto ya no es mi casa. Me quiere devorar. Ya no tengo hogar.

Voy a desayunar fuera. Lo que me guste más. A la pastelería francesa de al lado de casa. Qué suerte que la mejor pastelería de Valencia esté al lado de mi casa, tenga mesitas y hagan café con leche calentito español y un cruasán francés recién hecho.

¿Yo por qué tengo tanta suerte?

¿Por qué desde que me fui a París por primera vez digo a todos que el café francés es una mierda, pero el cruasán es lo mejor, que en España es al revés, que somos todos retrasados por no juntarlos, y solo es precisamente hoy cuando descubro que al lado de mi casa es donde lo hacen como toca?

Es que son unas cosas.

Me sirve el cruasán primero y se pone a hacer el café.

Bendito silencio. Bendita intimidad. Menos mal que a los sitios caros no va nadie si no es necesario. Menos mal que un martes a las nueve de la mañana no es momento de necesidad.

No puedo evitar pensar en mi vida parisina mientras desmonto el cruasán para mojarlo en el café, aunque eso sea otra historia.

Soy un hereje sin causa en verdad11.

En fin, pago y me voy.

Bueno, no, quiero ese éclair café. Pero me quiero ir. Dámelo con una servilleta.

Salgo. Pero si no sé a dónde ir. Quiero ir a un parque bonito.

Quiero escribirlo todo para que me entiendan. Bajo el sol. Con los pájaros y con la brisa de Valencia. A mano. Con el boli que me gusta. Con el cuaderno que me gusta. Papelería. Papelería Uribe, me grita el letrero de la esquina de enfrente. Coño, claro, el señor, ese majo de toda la vida que lo tiene todo.

Un momento.

Me he comido ya medio éclair. De pie en la calle. Plantado al lado de una farola. En silencio. Con la chaqueta abierta.

¡En febrero! ¡Si es invierno! ¿No has visto el calendario? ¡Te vas a resfriar! ¡No me digas que hace 20 ºC y pico, sabes bien que siempre es así aquí! Madre mía, Rebelde sin causa12.

¿Por qué no me han linchado aún, si aquí todo el mundo mira a todo el mundo y hay tanta gente por la calle? Será que es verdad eso de que el que esté libre de pecado que tire la primera piedra.

En fin, a la papelería. Mucho estoy pensando yo que siempre tengo la caja en silencio. ¿Será esto eso del Mindfulness?

¿Me estaré volviendo chica? Tengo que ir a ver a mi amigo F. para que me pegue algo de su hombría otra vez.

Entro.

Buenos días, ¿me da, por favor, un boli BIC VBall 0.5 negro y un cuaderno A4 con cuadrícula francesa sin anillas, por favor?

Bueno, que sean dos. Y otro boli igual, pero azul.

Toma los bolis. Espera que encuentre los cuadernos.

Es que, cómo me gusta España, de verdad. En América, por ejemplo, la gente siente que se tiene que sacrificar por el cliente. Aquí todo el mundo vive con el Leitmotiv: «A patir, a la guerra». Claro que sí, a vivir aquí, a sufrir a la guerra.

«¿Pero tú te crees que ha venido a por una cosa y se la ha dejado?»

Dice la asistente del señor majo, que padece sobrepeso.

«Pues yo no voy a correr», sigue.

Avanza hasta la puerta, sale, se planta delante de espaldas a la puerta con los brazos esos que pone tu madre esperando a que llegues para reñirte.

El señor majo sigue buscando el cuaderno. Nada, que no sale.

«¡Mari!… ¡Mari!… ¡¡MARI!!».

Abre la puerta, la Mari, y entra. Nada, ya vendrá.

«¡Ve al almacén y sácame cuadernos, corre!».

Mari lo hace. Ya está. Pago y me voy. Por dentro me meo de la risa, me encanta este país, de verdad.

¿Fuera que había?

Ah, sí, niños por ahí yendo al cole. Grupitos de gente de cachondeo yendo a currar. Abuelitos haciendo cosas. Lo de siempre.

¿Sabes eso de «para el mundo que me bajo»? Pues me había bajado.

Siempre supe que l’Etranger era mi libro favorito y ahora sé por qué.

En fin, al parque. ¿Qué parque? Mmmm… Viveros.

Con mi abuelito13. Y así paseo por mi ciudad. A ver qué hay cuando se puede ver por primera vez.

Me acuerdo de esa vez que leí un artículo de periódico que hacía referencia a un cuento del surrealismo mágico.

Fui a buscarlo y me gustó mucho, iba de un hombre que se perdía en Perú y llegaba a un pueblo aislado en un valle abovedado donde la gente era ciega. Un cuento muy bonito, pero no me acuerdo del nombre. Lo siento.

Primero volví a casa. Era importante que el portero me viera salir. Subí, bajé y me despedí, como Julio César.

Cruzo la avenida, como siempre. Hacia la calle de siempre.

Hacia donde siempre, como siempre. The same, but different, but still the same, que decía «el guapo» en esa peli de anoche. Qué lejos queda anoche cuando se para el tiempo.

Un mendigo me pide un euro desde el suelo.

Lo siento, a todos no los puedo salvar, dicen mis ojos.

Vorwärts immer, rückwärts nimmer14.

Joder, ¿hasta las postales que compré en el Check Point Charlie tienen que volver a por mí como los fantasmas de Macbeth?

No te pares, Nacho.

Llego al siguiente cruce de calles de toda la vida.

Hay mucha gente yendo en bici por el nuevo carril que el alcalde ha puesto a lo largo de la avenida. Ojalá no atropellen a nadie los coches que tienen que girar. ¿En este Ayuntamiento han purgado a todos los Ingenieros de Caminos o qué pasa?

Cruzo, siguiente semáforo.

Llueve agua de macetero. Se da cuenta de eso la abuelita de mi lado, cuando, sorprendida, mira hacia todos los lados a ver de dónde llueve qué.

«Es que ahora es cuando tienen que regar», digo.

«¡Es que fíjate tú! Yo cuando… blablablablablablabla» con la señora mayor de mi otro lado, claro, yo solo soy la chispa de arranque.

Lo sabíamos todos: dos dones i un pato, mercat15. ¿Pero y lo bien que me lo paso?

Al cruzar, dos guiris guapos, chico y chica jóvenes, arios, seguramente de los Países Bálticos, consultando un mapa encima de sus bicis alquiladas. Siempre me paro a ayudar a la gente así, pero hoy no. No me gustan ya los turistas que no se molestan en seguir los convenios sociales. Valencia es nuestro hogar, no vuestro museo. Si allá donde vivís no es un hogar, no vengáis a echarnos vuestra mierda. ¿Hay inmigrantes responsables y no hay turistas responsables?

¿Por qué la sociedad da carta blanca a los de fuera que vienen por placer y palos a los que vienen por necesidad? ¿No son todos lo mismo? ¿No son todos buenos unos y malos otros?

Ahí os perdáis mil veces con vuestras bicis por El Carmen y no tengáis más remedio que comer a la hora que toca, las 14:30 exactamente, muertos de hambre por no haberos aclimatado antes de venir.

Rumbo al Mercado Central, porque me gusta ese sitio.

La gente pasa con su vida por la calle.

Olor a churros y a buñuelos, viene de un puesto en la calle. Es verdad, solo quedan nueve días para la primera mascletá del año. Juro que el día que vea que los turistas nos han robado las Fallas compraré una pistola y no me contendré más.

Llego al mercado. Qué bonito es.

Frutas Pepa Nadal.

Pescadería de Pilar.

Entremeses Ortúñez.

Ya me entendéis los que habéis estado allí.

Nadie te vende nada. Los vendedores hablan tranquilamente entre ellos de sus cosas y van trabajando a su ritmo.

La gente de fuera se pasea hasta que elige y entonces se para y espera al «¿Qué te pongo, cariño?». Es todo tan bonito. A la vista, al tacto, al oído, al olfato y a la boca agua. Armonía.

Avanzo hasta el ábside.

Una cincuentona italiana (supongo) divorciada (deduzco) está plantada en medio de MI Mercado haciendo poses raras sola para lograr «SELFIES» con la cara de pato y poder follar con quien lo vea y le interese, prostituyendo su integridad por un puñado de likes.

Es que PUTA VIDA, NANO.

Una de cal y otra de arena, ¿no?

Joder.

Next.

Al salir por el otro lado me meto por las callecitas hacia las Torres de Serranos, sin saber muy bien cuál es el camino exacto, pero es «pallá».

Inciso: —Hace 1:30 que solté la bomba, ahora también tengo que luchar contra mi curiosidad y contra mis ganas de ir a ver a las víctimas—.

Al llegar a una esquina veo a un indigente que fuma y tose al lado de su carrito de supermercado en una esquina.

¿Por qué fumas?

¿No sería mejor preguntar por qué no fumo? Me dicen sus ojos.

Sabes tú más que yo al final, le responden los míos.

Avanzo un poco más y resulta que esa esquina era la que hay al pie del Palau de la Presidència de la Generalitat Valenciana.

Socialista, dice el inquilino que es.

Es que, en serio, putos comunistas.

En la esquina siguiente, la Diputació de València.

Un cartel en el balcón: «Per un finançament més just».

Vamos, que quieren más pasta.

¿Más pasta para qué?

Amb diners, només ni ha torròns pera els mateixos de sempre.16

Es que, en serio, putos comunistas.

Sigue, Nacho, otros tuvieron que pasar 40 días en el desierto.

Mal de muchos, consuelo de tontos.

Por un callejón aparece una drogadicta patizamba comiendo galletitas de arroz «light».

Estoy recreando El Principito, os vais a aburrir.

Yo juro que no me he inventado nada, eh.

En la siguiente calle reaparecen los dos guiris esos de la bicicleta porque el hombre ha creado un accesorio rudimentario con el mapa que tenía y piezas de su bici de alquiler que les permite, en vez de pararse a ver hacia dónde van en cada esquina, avanzar a velocidad de tortuga, dando tumbos por las calles peatonales.

Todo muy normal, como cada día.

No sé por qué hoy me parecen los cuervos de Nevermore, que tan bien me enseñó ese episodio de Los Simpsons –¡Nunca más!

Sigue Nacho, que ya llegas casi a las Torres.

De camino primero encuentro un grupo de adolescentes alemanes con una profe que hace de guía. Les explica algo de nuestra (¿s?) Bürgerkrieg17.

Madre mía si tiene «pa rato».

Eso sí, estos no son Catalans dels dolents18, que diría mi némesis, Pilar Rahola, que ojalá un día desayune cicuta por error.

Será porque son jóvenes. Parece ser que el Hombre solo tiene su juventud para aprender hoy en día.

Luego hay también corrillos de escuelas de por aquí.

No son alemanes.

Los profes pasean de cachondeo con los niños hasta que los paran a explicar a la señal de: «¡Eh, venga, a callar!» Plas plas, (dos palmadas, ni una más, ni una menos). Pero eso no les ayuda a evitar lo inevitable: los niños españoles son españoles sin filtro, como todos los niños de otros países respectivamente.

Y, por tanto, no paran de hablar a gritos todos a la vez.

Unas veces de cachondeo y otras no, pero siempre todos a la vez.

Ahora que lo pienso, eso es lo que más choca de mi país a mis amigos extranjeros cuando llegan. R., el brasileño, cuando le invité a pasar la Navidad a casa me lo dijo dos veces: «¡Es que sois un puto caos! ¿Cómo os entendéis si sois ocho personas hablando a la vez como mínimo?». Ahora le diría que es porque el español es el ser más productivo del planeta.

P., la francesa que bien podría ser modelo, se quejó de que en el avión de vuelta a Londres le tocó un grupo de españolitos bastante grande detrás y se lo tuve que explicar.

Pero bueno, llego a las Torres, por detrás. Piensa en verde.

Entro y salgo. Puede que hoy tenga que quedarme a la luna de Valencia.

Cruzo la avenida donde en verano (¡Ay, el verano, ¿dónde está ahora?!) mi amiga inglesa A., que podría ser modelo si se arreglara esos dientes ingleses, se volvió loca cuando vio que ahí había aparcado un autobús lleno de monjas y empezaron a salir todas en fila. Nunca había visto ella a una monja en directo. Si quieres caldo, dos tazas. Sempre lo mateix19.

Bajo entonces por la rampa de siempre al jardín del Turia de siempre, que es la mejor idea que jamás se tuvo en esta ciudad. Bueno, aplicación de idea, mejor dicho.

Ando y oigo poco a poco a los pájaros.

U uuuu U (bis) dicen las palomas aquí.

Esas que mi amigo J., local como yo, tanto odia por ser las ratas con alas. Sin embargo, ama a las tórtolas turcas que empezaron a llegar hace unos años, que son iguales, pero con una anillita negra en el cuello y menos papada, que dice él.

Le gustan mucho los pájaros, pero no tiene ninguno porque de pequeño mató a un pollito que le dieron de mascota por error.

Qué puta casualidad que entonces justo aterrice delante de mí una de esas tórtolas. Esto va adquiriendo tintes de clásico grecolatino.

Inciso: —Si alguien me quiere entrevistar después de esto, que sea Federico J. Losantos, que al final será el único que entenderá mis referencias, al menos algunas, y me enseñará otras nuevas—.

En fin, que se planta ahí la tórtola.

Yo sigo andando, pero recuerdo a mi profe de mates, M.V.

– La M. es de «Monsieur», no de «Miguelito». Nota de Autor.

Ese hombre entraba en clase de «Spé Maths» de «Terminale»20, donde éramos cuatro alumnos y él. 3h/semana. Siempre vestía igual. Tenía una paciencia infinita. Era una mezcla entre un oso de peluche gigante y un obispo jesuita. Y tenía frases graciosas, como «C’est des “q» très particuliers»21. Sabía que nos hacían mucha gracia, pero él no se reía, lo repetía dos o tres veces más cada vez más en serio. Un humor muy sincero. Pero bueno, su frase favorita era «Le monde est bien fait» –El mundo está bien hecho–. La repetía como mil veces cada día, porque era la conclusión de todos los ejercicios que hacíamos.

«Simplificamos esto y esto, ponemos esto aquí, pim pam y ¿qué sale de resultado final?». La repuesta siempre era algo del estilo π, n, 0, 1 o algo así. Ahora me doy cuenta porque él lo decía para intentar explicarnos como podía que no hay ningún problema, por complejo que sea, que no tenga una solución sencilla pero difícil de encontrar que lo arregla todo.

Lo que me llevó a pensar en otro gran profesor que tuve, M.M., la segunda M esta vez sí que es de «Miguelito». Nota de Autor.

M.M. falleció hace ocho días. Me lo dijeron varias amigas cercanas a mí, por separado. En el momento no lo entendí bien. No tenía sentido. Lo tenía de «amigo» en Facebook (no abramos esa caja, por favor) y vi hace pocos días que estaba contento con sus seres queridos en el hospital. Hace unos meses en verdad había puesto también algo parecido. No pregunté tampoco entonces. Parecían felices. No pregunté. ¿Ahora no está? ¿Y punto? ¿Por qué? Pero tenía que seguir trabajando, había mucho en juego. Parar no era una opción.

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