Czytaj książkę: «La estabilidad del contrato social en Chile»

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Primera edición, fce Chile, 2021

Larraín, Guillermo

La estabilidad del contrato social en Chile / Guillermo Larraín.

Santiago de Chile : fce, 2021

ISBN 978-956-289-232-2

ISBN digital: 978-956-289-233-9

1. Contrato social – Chile – Siglo xxi 2. Estado, el – Chile – Siglo xxi 3. Derecho – Chile – Siglo xxi 4. Chile – Condiciones económicas – Siglo xxi 5. Chile – Política y gobierno I. Ser. II. t.

LC JC179. Dewey 320.11 L135e

Distribución mundial en habla española

© Guillermo Larraín

D.R. © 2021, Fondo de Cultura Económica Chile S.A.

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Cuidado de la edición: Álvaro Matus

Se prohíbe la reproducción total o parcial de esta obra —incluido el diseño tipográfico y de portada—, sea cual fuere el medio, electrónico o mecánico, sin el consentimiento por escrito de los editores.

ISBN 978-956-289-232-2

ISBN digital 978-956-289-233-9

Diagramación digital: ebooks Patagonia

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info@ebookspatagonia.com

ÍNDICE

Agradecimientos

Introducción

Primera Parte La paradójica crisis del contrato social en Chile

Capítulo I La economía y la sociedad del Chile democrático

La fortaleza de la economía: Chile en perspectiva

Algo hay que preservar: tres fuentes históricas del desarrollo

Desconfianza y compromiso: el frágil contrato social en 2019

Una cuarta fuente del contrato social

Capítulo II La fragilidad del contrato social en Chile: marco conceptual

El enfoque utilitario o unidimensional

El enfoque contractualista o de expectativas autocumplidas

Primera visión sobre la estabilidad del contrato social

Lecciones para Chile

Capítulo III El problema constitucional de Chile

Tres consecuencias de construir una casa que no pretendía ser para todos

La memoria de las instituciones

La Constitución y las condiciones para la cooperación

Domesticar la Constitución y un ejercicio especulativo clave

El malestar y la crisis de gobernabilidad

La especificidad del problema constitucional chileno

La salida “por las malas”

Capítulo IV El estallido y el contrato social en Chile

Individuos aislados, pero equilibrios múltiples

La interacción social y el activismo

Una interpretación preliminar del estallido social

Segunda Parte El estado, el mercado, la sociedad y los individuos

Capítulo V Límites de la intervención del Estado y la extensión del mercado

Principio de subsidiariedad

El criterio de satisfacción

Límites morales del mercado

El déficit de lo público

Derechos sociales: una frontera posible entre Estado y mercado

Fallas de gobierno

Capítulo VI Producción y goce de derechos sociales: lo estatal, lo público y lo privado

Derechos sociales y lo público en el siglo XXI

La educación como derecho social

Tipos de Estados de bienestar

El surgimiento de los derechos sociales

Bienes de mérito y derechos sociales

Límite inferior de satisfacción democrática

Desestatización de la provisión de derechos sociales

Capítulo VII Lucro y derechos sociales

La educación escolar en Chile antes de la Ley de Inclusión

La lógica fundamental del funcionamiento empresarial

El rol social del fin de lucro

Críticas a Milton Friedman y John Galt

La demanda por derechos sociales en gráficos

Capítulo VIII Gratuidad y derechos sociales

El poco estudiado fenómeno de la gratuidad

Pagar un poco para que todos accedan

Criterios de acceso al derecho social

La sustentabilidad del lucro

Racionalidad limitada y derechos sociales

Transacción comercial de derechos sociales

El régimen de lo público

Limitaciones del enfoque de fallas de mercado en educación

El lucro en el mercado educacional: lógica y evidencia empírica

¿Maximización de utilidades en educación?

Regulación del lucro o del proceso de maximización de utilidades

Capítulo IX Derecho de propiedad y naturaleza económica de los bienes

La importancia del derecho de propiedad para la economía

Función social de la propiedad y expropiación justa

El paradójico debilitamiento del derecho de propiedad en el mundo

La dinámica naturaleza económica de los bienes

Derecho de propiedad: un ejercicio comparativo

Los derechos de propiedad y los recursos naturales

Seis reflexiones adicionales sobre derecho de propiedad

Capítulo X El derecho de propiedad de un bien particular: el agua

Priorizar la preservación del agua: mercado y cambio climático

El tipo de bien que es el agua

La institucionalidad del agua en Chile: breve descripción

El mercado del agua y el problema económico

La pobre capacidad de gestión de conflictos de la institucionalidad

La institucionalidad debe legitimar soluciones a situaciones críticas

La encrucijada institucional tras estos conflictos: una propuesta

Tercera Parte Una mejor democracia y un mejor Estado

Capítulo XI La burocracia y el mejor funcionamiento del Estado

El ideal burocrático

Incentivos en el Estado

Escepticismo sobre la burocracia

La versión chilena del NPM

Burocracia y grupos de interés

Corrupción, capturas y contrato social

Efectividad del gobierno y control de corrupción

Dimensiones del interés público

El problema de la falta de controlador

El sector público como mercado

Promover la vocación de servicio público

Despolitizar la voz en el Estado

Voz y derechos laborales en el Estado hoy

Capítulo XII Perfeccionar los espacios de representatividad

La crisis de representatividad

Corrupción y crisis de representatividad

La (verdadera) tercera cámara

Democracia directa, participación y reducción de la captura

Capítulo XIII Un nuevo régimen político para Chile

Impacto económico del régimen político

Brevísima taxonomía de los regímenes políticos

El modelo agente-principal y el régimen político

Restricciones que impone el multipartidismo

Horizontes temporales del gobernante

Sistema semipresidencial requiere dos cámaras

El Senado, debate público y promoción de la cooperación

Hitos electorales: segunda vuelta y secuencia de elecciones

Un sistema semipresidencial a la chilena

Capítulo XIV Post scriptum

Bibliografía





Este libro no pudo ser pensado, leído, escrito y reescrito, sin el apoyo fundamental de María Olga, Dominga, Federica y Colomba. Agradezco su paciencia, pero sobre todo los innumerables momentos de alegría mezclados con comentarios tan agudos que me hicieron dudar, pensar y repensar, escribir y reescribir todos los contenidos que, bien o mal, lo constituyen.

A ellas, con amor, este libro

Santiago, febrero 2021

AGRADECIMIENTOS

Este libro se concibió y desarrolló entre 2015 y 2020. Necesariamente he contado con el apoyo de mucha gente. A todos les estoy profundamente agradecido por sus comentarios, ideas, sugerencias o críticas, y espero no haber olvidado a nadie.

Quiero partir por agradecer a la Facultad de Economía y Negocios de la Universidad de Chile (FEN), por proveer un espacio de libertad intelectual y rigor académico que es un ejemplo en el país. En particular, agradezco las conversaciones que en diversos momentos tuve con mis colegas Manuel Agosin, Roberto Álvarez, Heidi Berner, José De Gregorio, Eduardo Engel, Ricardo Ffrench-Davis, Fabián Duarte, Nicolás Eyzaguirre, Eugenio Figueroa, Andrés Gómez-Lobo, Aldo González, Daniel Hojman, Jorge Katz, Óscar Landerretche, Alejandro Micco, Javier Núñez, Francisca Pérez, Francisco Pino, Joseph Ramos, Jaime Ruiz-Tagle y Juan Pablo Torres-Martínez.

En la FEN debo agradecer la extraordinaria dedicación e inteligencia, pero sobre todo a la amistad de mis ayudantes de investigación Simón Ballesteros, ahora en la Universidad de Georgetown, y Andrea Costa, ahora en la Universidad de Cambridge.

El personal de la FEN ha sido de gran ayuda en el desarrollo de este libro. Quiero encarnar este agradecimiento en las personas de Pamela Fuentes, Susana Numhauser, Alberto Donoso y Justo Donoso.

Agradezco las conversaciones que sostuve con otros economistas interesados en los temas institucionales, en particular Alejandro Jofré, del Centro de Modelamiento Matemático de la Facultad de Ciencias Físicas y Matemáticas de la Universidad de Chile; Arturo Cifuentes, Francisco Gallego, Felipe González y Alberto Valdés, de la Universidad Católica; Ignacio Briones y Andrea Repetto, de la Universidad Adolfo Ibáñez; Eduardo Aninat, Hernán Cheyre y Carlos Rodríguez, de la Universidad del Desarrollo, y Claudia Sanhueza, de la Universidad Mayor.

Agradezco las muchas conversaciones y los inquisitivos aportes de José Miguel Benavente, del Banco Interamericano de Desarrollo; Mario Marcel, presidente del Banco Central de Chile, y de Jorge Rodríguez, entonces en la Dirección de Presupuestos del Ministerio de Hacienda. También a mi gran amigo Maurizio Bussolo, del Banco Mundial, con quien conversé menos de lo deseado sobre el contrato social, pero cuyos escritos al respecto me iluminaron. Agradezco el diálogo con Alejandro Foxley y Manuel Marfán, de Cieplan; Andrés Sanfuentes, del CED; Cristián Larroulet, de Libertad y Desarrollo, y Leonidas Montes y Rodrigo Vergara, del CEP, así como las conversaciones que tuve con Andrea Butelman, Felipe del Solar y Roberto Zahler.

Lo que sé de derecho constitucional se lo debo a Fernando Atria, Carlos Carmona, Gloria Claro, Luis Cordero, Javier Couso, Francisco Cox, Arturo Fermandois, Matías Larraín, Esteban Ovalle, Juan Ignacio Piña, Pía Silva, José Luis Ugarte y Patricio Zapata. En el ámbito de la ciencia política y la sociología, agradezco los aportes de Alfredo Joignant, Pedro Güell y Sergio Micco.

Con Daniel Hojman organizamos en la FEN durante 2016 una serie de debates que denominamos “Viernes constitucionales”. Sin repetir a los ya mencionados, agradezco a Alberto Arenas, Carl Bauer, Solange Berstein, Fernando Coloma, Rossana Costa, Valentina Durán, Silvia Eyzaguirre, María Isabel González, Nicolás Grau, Felipe Kast, Ricardo Lagos Escobar, Matías Larraín, Alfredo Sfeir, José Luis Ugarte, Sergio Urzúa y Ángela Vivanco.

Luego de que la primera versión del libro estuviera lista, he dictado desde la primavera de 2018 un curso optativo en la FEN basado en los contenidos de este volumen. Un grupo de alumnos ha leído el manuscrito y realizado comentarios que quisiera agradecer: Isaac Carriel, Paul Gondonneau, Luis Felipe Hidalgo, Ariel Higuera, Santiago Illanes, Tomás Jaar, Sebastián Muena y Franco Vergara.

Inmediatamente anunciado el proceso constituyente, en la FEN y con el apoyo de la Facultad de Derecho de la Universidad de Chile, hemos preparado el proyecto “Nueva Constitución para Chile”. Quiero agradecer al decano de esa Facultad, Pablo Ruiz-Tagle, por su apoyo y comentarios sobre temas constitucionales. Una mención especial merece Diego Pardow, con quien comparto la idea de que la economía y el derecho deben trabajar más de cerca. Un grupo de alumnos está ayudándonos con la organización conceptual y la implementación del programa. Quiero destacar especialmente a Manuel Taboada, así como a Kevin Sepúlveda, Álvaro Castillo y Matías Fuentes.

Javier Couso organizó una presentación en la Escuela de Derecho de la Universidad Diego Portales. Agradezco los comentarios que entonces hicieron Domingo Lovera, Jaime Bassa, Sebastián Soto, Rodolfo Figueroa, Matías Guiloff y José Luis Ugarte.

Una deuda especial tengo con Felipe Schwember, de la Escuela de Gobierno de la Universidad Adolfo Ibáñez, que hizo importantes comentarios a aspectos filosóficos de la teoría del contrato social.

Quisiera agradecer también al Institut d’Études Politiques de París (SciencesPo), que se interesó en que dictara un curso basado en este libro dentro del programa de graduados. Dicho curso lo he dado en 2019 y 2020. En particular agradezco por la invitación y los valiosos comentarios a Jean Pisani-Ferry y al decano de la Paris School of International Affairs, Enrico Letta. He tenido valiosos intercambios con Philippe Bezes, pero también con Guillaume Chapelle, Elie Cohen, Olivier Dabenne, Maurizio Ferrera, Bruno Palier, Olivier Pilmis, Xavier Timbeau y Mikaël Zammour.

Un reconocimiento especial a Olivier Bouin, director del Réseau Français des Instituts d’Études Avancées, por compartir sus ideas del “Manifiesto por el progreso social”.

La agrupación de estudiantes de posgrado de la London School of Economics (LSE) me invitó dos veces a presentar una versión de este libro. La segunda se canceló por la epidemia del coronavirus, no obstante lo cual recibí valiosos comentarios de José Manuel Matte, Noam Titelman y Diego Vela. Agradezco también el diálogo con Andrés Velasco, decano de la Escuela de Políticas Públicas de LSE.

Debo agradecer también a Ha-Joon Chang, de la Universidad de Cambridge, por sus comentarios e invitación para presentar este libro en esa universidad.

Agradezco también al Instituto de Altos Estudios de América Latina de la Universidad de París (IHEAL), en particular a Vera Chiodi, así como a Juan Pablo Scarfi, de la Universidad Nacional San Martín de Argentina, a quien encontré en el IHEAL.

En la Paris School of Economics agradezco las conversaciones con Agnes Benassy-Quere, François Bourguignon y Roger Guesnerie. Estoy particularmente agradecido por los estimulantes encuentros durante tantos años con mi gran amigo Carlos Winograd.

La Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) organizó un seminario donde discutimos los contenidos de este libro. Quiero agradecer el interés y los comentarios a Paula Cerrutti, Sebastián Nieto, Ana Novik, Nicolás Ruiz y Juan Yermo.

Un reconocimiento muy especial debo a Ken Binmore, del University College de Londres y la Universidad de Bristol. Sus escritos sobre la interpretación del contrato social desde la perspectiva de la teoría de juegos agregó una dimensión crucial para el desarrollo del libro. A Ken no lo conocía hasta que me atreví a escribirle para visitarlo. Se inició una amistad virtual que agradezco.

Quiero agradecer las conversaciones con Sebastián Edwards, de la Universidad de California, por sus reflexiones sobre el populismo y el rol de las instituciones en el desarrollo económico. Agradezco a Carl Bauer, de la Universidad de Arizona; a Ulrike Broschek, de la Fundación Chile, y a Axel Dourojeanni, por compartir sus conocimientos y observaciones sobre el problema de los recursos hídricos en Chile. Gerard Bronner, de la Universidad Paris-Diderot, fue clave en las discusiones sobre creencias e ideología. En la LSE debo agradecer a los profesores Nicholas Barr y Richard Layard. Lo mismo puedo decir de una provechosa conversación con Marisol Touraine, exministra del Trabajo y miembro de la Cours des Comptes de Francia, sobre aspectos constitucionales en ese país.

Y a lo lejos, en el tiempo, no puedo no agradecer a algunos de mis profesores del colegio, a quienes les debo hoy más de lo que pensé: Verónica Urrutia, Roberto Alderete, Nicolás de Prado, Jorge Sepúlveda y, tanto por sus enseñanzas como por una llamada muy especial, a mi profesor de matemáticas, Sergio Seballos.

Evidentemente, cualquier error que persista a todos los buenos consejos que recibí es de mi exclusiva responsabilidad.

INTRODUCCIÓN

Este libro comenzó a ser pensado mucho antes del estallido social de octubre de 2019. Cuatro años antes, el gobierno de Michelle Bachelet anunciaba que iniciaría el proceso para aprobar una nueva Constitución. En aquel entonces, yo ocupaba el cargo de presidente de BancoEstado y me sorprendieron, en las conversaciones con empresarios, los temores profundos que detonó ese anuncio. Me pareció un error iniciar una reforma de tal magnitud solo refiriéndose al procedimiento, sin que el Gobierno diera luces sobre los contenidos a los que aspiraba.

Claro, esa no era una opción antojadiza. El trasfondo era la gradual pero sistemática pérdida de prestigio de nuestras instituciones democráticas, en particular de la Constitución. La reforma de 2005 cambió algunos elementos cruciales, como la existencia de senadores designados y la capacidad del Consejo de Seguridad Nacional de autoconvocarse, pero a pesar de ello no logró detener el proceso.

El gobierno dudaba entre la presentación de un proyecto propio y convocar a una asamblea constituyente. Finalmente optó por un camino intermedio. Los contenidos debían surgir de la manera más pura posible y del pueblo mismo. Para ello creó un “proceso constituyente”, el cual contemplaba varias fases. Primero, una de educación cívica, seguida de diálogos a niveles comunal, provincial y regional. Un “Consejo Ciudadano de Observadores” ordenaría esa información, lo que daría paso a una propuesta de reforma constitucional que, efectivamente, se presentó en el Congreso hacia el final del gobierno. Dicha reforma era una propuesta de Constitución que serviría de base para una discusión que tendría lugar en uno de tres foros posibles, y que debería ser votada en el Parlamento: Comisión bicameral, Convención Constituyente mixta y Asamblea Constituyente. Cualquiera fuera el camino, la propuesta del gobierno era que el resultado de dicho proceso fuera un plebiscito.

En abstracto, era un plan razonable, pero sin relación con la situación económica y la historia chilena. Me pareció un error que el gobierno no diera luz alguna de a qué tipo de cosas aspiraba, al menos en lo más estructural. Ello podía retroalimentar un proceso de desaceleración económica que ya era preocupante y afectar la propia discusión constitucional. Un debate apasionado y sin una consideración serena de contenidos y sus consecuencias podía tener repercusiones económicas de gran magnitud.

La razón es lo que los economistas denominamos la “incertidumbre de Knight”. El punto es simple: una economía funciona bien cuando los agentes económicos pueden asignar probabilidades de ocurrencia a los distintos eventos. Desde una perspectiva institucional, ello requiere de la existencia de reglas del juego más o menos claras. No es que no se puedan hacer reformas importantes. Lo que hay que tener claro al gobernar es que mientras más fundamental es la reforma y menos credibilidad tiene el proceso, mayor es el impacto negativo sobre la economía.

Discutir sobre la Constitución enfatizando el “cómo”, pero sin referirse al “qué”, equivale a poner una sombra de duda sobre las reglas del juego en el cual se toman decisiones de largo plazo. Hay al menos dos decisiones cruciales para el día a día del funcionamiento de la economía y que dependen de esas señales: la inversión y el empleo. La economía no funciona adecuadamente cuando hay incertidumbre en variables tan claves.

Si se detonaba una discusión constitucional mayor en condiciones de bajo crecimiento y alza en el desempleo, podía afectar negativamente la discusión constitucional misma. Era imprescindible comenzar a pensar y hablar de los contenidos de la Constitución.

Entre noviembre y diciembre de 2015, luego de largas conversaciones con muchas personas, tuve un primer índice del libro. Ello ayudó a preparar, en conjunto con Daniel Hojman, una serie de debates sobre aspectos económicos de la Constitución en la Facultad de Economía y Negocios de la Universidad de Chile. Esos debates los llamamos “Viernes Constitucionales”, y atrajeron a académicos de muy alto nivel. Entre los temas que analizamos estuvo el rol de las instituciones para el desarrollo, responsabilidad fiscal, autonomía de los reguladores, recursos naturales y desarrollo sustentable, derecho y función social de la propiedad, derechos sociales y derecho de huelgas, negociación colectiva y futuro del trabajo.

Con el fin del proceso constituyente y la cercanía de las elecciones presidenciales, la presión por una nueva Constitución mermó… y gradualmente el horizonte de planificación del libro se extendió. Lo que iba a terminar en 2016, se extendió a 2019.

Fue una suerte por tres razones fundamentales. Primero, porque permitió discutir y madurar mejor los temas. Segundo, el paso del tiempo ha mostrado que lo que vivíamos en Chile en 2015 era un fenómeno más generalizado. Desde entonces, el populismo dejó de ser latinoamericano y se instaló con fuerza en Estados Unidos, Italia, Polonia y Hungría. La deslegitimación de las instituciones democráticas es un fenómeno que se discute en Francia. Varios países hablan de crisis constitucional, incluyendo al decano de las Constituciones, el Reino Unido. Japón ha anunciado reformas porque se acabó un ciclo: sería el fin de la Constitución de la posguerra, diseñada nada menos que por Estados Unidos. La globalización del comercio y las finanzas, las migraciones y el acelerado cambio tecnológico han tensionado las instituciones a nivel global. Parecieran no dar abasto. Tercero, como discutiremos más adelante, el estallido social de finales de 2019 mostró que el grado de deterioro institucional era más grave de lo previsto. Por lo tanto, el tipo de argumentos y de propuestas que se discuten en este libro eran eventualmente más necesarios.

Esto tuvo dos consecuencias. Una es que el libro creció bastante. Hemos hecho un esfuerzo por acortarlo, pero me temo que ha sido infructuoso. La otra es que fue necesario “desconstitucionalizar” el libro, es decir, hablar en términos más generales de instituciones. El lector verá que a veces se habla en general del problema institucional y a veces se entra al problema particular de la Constitución.

Este es un libro de economía política. No es un libro de derecho constitucional ni pretende debatir la estructura de la Constitución y las instituciones formales desde la óptica del derecho. Respeto demasiado la ciencia jurídica (y tengo demasiados amigos excelentes abogados constitucionalistas) como para (atreverme a) intentar aquello.

En la formación de los economistas hay dos grandes vacíos. El primero es que, en lo fundamental, las instituciones son transparentes. Los cursos de teoría económica pasan a través de las instituciones formales sin detenerse en el rol que juegan para el desempeño de los mercados. Hay que llegar a cursos avanzados para darse cuenta de que detrás de casi todos los mercados, hay instituciones que hay que diseñar. El segundo vacío, es que no existe en la formación de los economistas la política y el poder. Enseñamos economía como si fuera una ciencia inmanente y les restamos influencia a las instituciones informales, que son cruciales a la hora de entender por qué pasan algunas cosas y otras no. Tercero, sabemos muy poca historia. Esto nos resta capacidad de contextualizar el momento actual con hechos ya

ocurridos.

Estos vacíos se están agrandando, porque en todas partes la formación de los economistas se hace más y más cuantitativa, o al menos estadística. Estamos obnubilados por los avances innegables de la econometría y la disponibilidad gigantesca de información a nivel global. Pero el resultado indeseado es que ya no discutimos ideas, sino tests y evidencia empírica. Un debate teórico, desde la estratósfera, sin mirar los números, es indeseable. Pero mirar solo números sin preguntarnos por las razones de fondo que los guían, es igualmente indeseable.

La discusión sobre instituciones parece entonces necesaria en Chile y el resto del mundo. Intentaremos entender mejor cómo las instituciones en general y la Constitución en particular afectan el desempeño económico y haremos un argumento respecto de cómo el marco institucional puede convertirse en un freno al proceso de desarrollo. Analizaremos dos derechos que son cruciales en cualquier Constitución: 1) los derechos sociales, tratando de identificar condiciones mediante las cuales entidades privadas pueden proveerlos y 2) el derecho de propiedad y su relación con la naturaleza económica de los bienes, en particular con los recursos naturales y el medioambiente. Haremos un esfuerzo por identificar principios y dilemas relevantes para la discusión constitucional. Finalmente, haremos tres propuestas que fortalecen la democracia y, como consecuencia, permiten un mejor desarrollo económico.

El libro está pensado desde Chile. El año 2005, siendo superintendente de Pensiones de Chile, fuimos invitados a Rusia a conversar con el gobierno sobre la reforma a las pensiones. Por alguna razón, fui invitado a un programa de televisión en vivo (…obviamente no tengo idea de ruso, por lo que tenía una traductora al lado), a debatir sobre pensiones con el entonces ministro del Trabajo ruso. La primera pregunta del entrevistador fue: “¿Por qué un gran país como Rusia debiera recibir lecciones sobre qué hacer con su sistema previsional de un país tan chico y alejado como Chile?”. No pretendo dar lecciones de qué hacer con las instituciones, respondí. Solo creo —y aún mantengo esta idea— que si entendemos mejor algunos casos particulares, en este caso el chileno, podremos sacar lecciones útiles para todos.

La renovación del contrato social se hizo urgente en 2019

Si bien la motivación inicial del libro fue el anuncio el 2015 de reforma constitucional y su impacto en las expectativas empresariales y la inversión, el estallido social del 18 de octubre de 2019 y el plebiscito para reformar la Constitución del 25 de octubre pasado dan a este libro un horizonte más amplio y, al mismo tiempo, más pertinente.

Como veremos más adelante, Chile tiene un historial de activismo político. Sin embargo, lo ocurrido el 18 de octubre de 2019 y en los meses posteriores es distinto. Careció de líderes visibles y alcanzó niveles de violencia nunca antes vistos, con la destrucción de estaciones y trenes del metro de Santiago, fábricas, bodegas, supermercados, automóviles e infraestructura pública, calles, semáforos, peajes, señalética. Además, fue un fenómeno que se extendió por todo Chile.

A pesar de que algunos pretendan negarlo, no fuimos pocos los que habíamos advertido, como por ejemplo en El otro modelo (Atria et al., 2013), que la estrategia de desarrollo de Chile había alcanzado un tope, que el deterioro institucional era preocupante y que se requerían reformas importantes. Dicho límite lo asociábamos a las carencias de “lo público”, muy especialmente respecto de la institucionalidad política y, por lo tanto, a la Constitución misma. Sin embargo, la violencia y rapidez con que se detonaron los eventos desde ese 18 de octubre en adelante, nos tomó a todos desprevenidos.

La reacción inicial del gobierno, en particular del Presidente Piñera, fue de que se trataba de un problema agudo de orden público. Carabineros no estaba preparado para eventos de esta naturaleza y, como consecuencia, el resguardo del orden público ha terminado en graves violaciones a los derechos humanos. Esto, más el llamado al toque de queda, la salida de los militares de los cuarteles para instalarse en las calles y la “declaración de guerra” frente a un “enemigo poderoso”, pero sin que hubiese aportado ningún antecedente, exacerbó la reacción popular.

Las medidas no represivas, igualmente improvisadas, han ido en aumento. Lo primero fue retirar la propuesta de incremento en las tarifas del metro, que fue el detonante inicial de la revuelta. Desde entonces, el calado de las medidas crece y crece: el ingreso mínimo garantizado, incremento de pensiones y el llamado a plebiscito para entrar al proceso constituyente que se inició el 25 de octubre de 2020.

Pero el que el gobierno no hubiese estado preparado, ni sospechara remotamente que un evento de esta naturaleza pudiera ocurrirle, no quiere decir que haya que continuar en estado de parálisis mental. Al contrario. Chile ha estado al borde de una revolución sin líderes, o sea, cerca del caos y la anarquía. No podemos caer ahora en un acostumbramiento lerdo de unos niveles de violencia que son intolerables. Esto no es un llamado a la represión. Siempre la represión es una medida desesperada y coyuntural. El desafío es repensar la forma en que interactuamos los chilenos. La violencia que hemos visto en las calles esconde otras violencias más o menos sutiles, que son más estructurales, como las que denuncia el movimiento feminista encarnado en el cántico de LasTesis. Chile necesita reestructurar las relaciones entre sus habitantes, entre estos y el Estado, y al interior del Estado mismo. Chile debe repensar sus instituciones, en particular la Constitución. Es decir, Chile debe reformar su contrato social.

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