Czytaj książkę: «Las palomas de la guerra »
Catalogación en la publicación – Biblioteca Germán Bula Meyer
Silva Vallejo, Fabio, 1962-
Las palomas de la guerra y otros relatos / Fabio Silva Vallejo. -- 2a. ed. – Santa Marta : Universidad del Magdalena, 2020.
(Humanidades y artes. Literatura y estudios literarios)
ISBN 978-958-746-242-5 -- 978-958-746-243-2 (pdf) -- 978-958-746-244-9 (epub)
1. Cuentos colombianos - Siglo XXI I. Título II. Serie
CDD: 863.5 ed. 23
CO-BoBN– a1055644
Primera edición, 2002
© FABIO SILVA VALLEJO
Segunda edición, enero de 2020
© UNIVERSIDAD DEL MAGDALENA
Editorial Unimagdalena
Carrera 32 No. 22 - 08
Edificio Mar Caribe, primer piso
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Colección Humanidades y artes, serie: Literatura y estudios literarios
Rector: Pablo Vera Salazar
Vicerrector de Investigación: Ernesto Amarú Galvis Lista
Coordinador de Publicaciones y Fomento Editorial: Jorge Enrique Elías-Caro
Diseño editorial: Luis Felipe Márquez Lora
Diagramación: Eduard Hernández Rodríguez
Diseño de portada: Andrés Felipe Moreno Toro
Corrección de estilo: Yimmy Restrepo
Santa Marta, Colombia, 2020
ISBN: 978-958-746-242-5 (impreso)
ISBN: 978-958-746-243-2 (pdf)
ISBN: 978-958-746-244-9 (epub)
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A la señora Estella, mi madre, guía y protección.
A Mónica, mi esposa, única, inquebrantable e incondicional.
Hay hombres que miran un árbol y ven un árbol y hay hombres que miran un árbol y ven un águila.
Pensamiento del Pueblo Ufaina
Tabla de contenido
Prólogo
La izquierda no es cuestión de trapos sino de ideas
Perro que ladra si muerde
Cuestión de ética
El arte no está en el cuadro sino en la mirada
Breve historia de una traición
Reflexión de una altruista en potencia
Lección número uno de la vida profunda
Hay virgen para todos
Las palomas de la guerra
El Mesías no es como lo pintan
Unas cervecitas nos pueden transportar al espacio del mito o a una borrachera violenta
Miseria con sabor a pollo
Si nos dejan…
El etnógrafo (segunda parte)
Postmodernidad y chicharrones
Historia para un agiotista santificado
No está menos derrotado el que sufre más sino el que llora menos
Un cuento chino envuelto en un paquete chileno
Un paraíso en donde la pinta es lo de menos
Interpretación feminista de una tradición machista
En este pueblo no pasa nada
Carta de una admiradora para Colón
Dos historias relativas y un solo Padre verdadero
Para pedir en los buses hay que mostrar la gracia
Historia de un héroe sin capa
La justicia cojea, cojea y cojea y a veces ni llega
Cuadro cotidiano en forma de cuento
Pituca o el fútbol verdadero
Aproximaciones a una filosofía de lo concreto
Desaire
El extraño
Ensoñación
Es cuestión de complejos
La venganza
Sostenibilidad con sabor a melancolía
Brevísima historia trágica del pueblo Chimila
La Sierra Nevada un gran gimnasio para hacer ejercicios de ontología básica
Partida de guerra
Réquiem para un loco
Los ricos también lloran
Prólogo
Emanciparnos de la guerra
Este libro podría considerársele una experiencia contemporánea de la literatura colindante, es decir, aquella en donde se pierden las fronteras entre los géneros. En su magia movediza, que va de la crónica a la minificción, del mito al ensayo, de la etnografía al cuadro costumbrista. En estos movimientos y escamoteos, el profesor Fabio Silva propone de fondo una profunda reflexión sobre el papel del intelectual, sus textualidades y formas, frente a los saberes y formas de ver el mundo de las personas y los colectivos.
Con esta hipótesis de lectura, no podría haber otra forma de escribir estos relatos que transgrediendo la materialidad de los formatos de textos, tanto los literarios como los académicos, los orales como los escritos, se difuminan aquí estas fronteras, porque el libro quiere poner en esa grieta a los lectores. Un académico, de aquellos recalcitrantes y fundamentalistas, se verá interpelado porque no hay argumentación, porque fallan los esquemas y las citas, se verá interpelado por la función de la teoría para interpretar estos temas que proponen los relatos del libro, se verá cuestionado en su estructura y posición ante el ejercicio del intelectual.
Por ello, encontramos algunos relatos abiertamente cuestionadores de estas estructuras y esquemas, también, de los aprendizajes de la academia frente a los de la vida, como es el caso de Rosita, la estudiante de Antropología que se plantea estos cuestionamientos:
“En las ciencias sociales siempre estará presente el enigma de la objetividad. ¿Será más objetivo el que está dentro o el que está afuera?”.
Ella se viste de un estereotipo, trata de apegarse a las normas académicas, pero es un personaje, una heroína que sucumbe ante sus propias pasiones.
Por su parte, un literato se verá interpelado por las formas, porque no son homogéneas, porque algunos relatos tienen la estructura de la oralidad, porque hay crónica, hay puestas en escena de una comunidad, porque ya los cuadros de costumbre, las leyendas y fábulas con moraleja parecen cosas inventadas, dichas y fuera de tradición. Lo cierto es que, lo que nos muestran Las palomas de la guerra y otros relatos es precisamente el poder de narrar, la recreación de esas formas de lo popular vigentes y desapropiadas, documentadas, para que puedan ser irónicamente comprendidas al nivel donde tienen que comprenderse, discutirse e interpretarse; en la esfera aérea de una intelectualidad descontextualizada y desvinculada del alma de las personas y sus sentires allí.
Por eso, una de las contantes es el aprender a mirar, pero ya no con la capacidad argumentativa del etnógrafo, no con el cúmulo de conocimientos que son insuficientes ante las pulsiones de vida y de la muerte, sino desde lo que muestra la forma natural de las personas, por ello, se vale de estas formas de manejo textual que descolocan todo el pensamiento, la mirada, de lo habitual, como en el cuento “El arte no está en el cuadro sino en la mirada”:
“Don Nicanor también es el único que tiene un cuadro en la pared. Un marco viejo, medio cubierto por un vidrio roto, sostiene la foto de un hombre barbado y bien vestido. Don Nicanor no tiene ni idea de quién es, pero colgado en la pared hecha con cartones y latas viejas, dice que se ve bonito, muy bonito”.
La noción de belleza, de arte y de género, se salen de toda norma, de alguna manera también alienta la reflexividad, la paradoja del que está mirando el relato. El personaje no tiene problemas con ver “lo bonito” allí, la tensión se muestra hacia quien lee, el cambio de ángulo en esa forma de mirar.
Estos relatos también pueden interpretarse en el escenario de los problemas que analiza y plantea, desde lo que implica la memoria del conflicto en Colombia. Esto, más que desde la acumulación sistemática de violencias, lo que intenta hacer es una interpretación que mueva al lector. El manejo didáctico de estas textualidades puede ayudar en ese movilizar de la memoria, tan necesario para construir y reconstruir lo simbólico, en las comunidades a donde ha llegado la guerra con su máquina eterna en nuestro país.
Pero no es el simple documento o reproducción de la violencia vivida lo que motivan estos relatos, sino que, también, se dirigen hacia este mundo académico, a mostrar desde ese punto reflexivo la dinámica que naturaliza la guerra en los territorios, en su cotidianidad, el cuento más directo de este rasgo característico, de esta “paloma de la guerra” es tal vez “En este pueblo no pasa nada”:
“Suena un balazo. Asesinan a un líder. La hija del intelectual pregunta: ¿Qué pasó? El intelectual cierra la ventana y responde: <<Nada>>. Suena un balazo. Asesinan a un campesino. El hijo del comerciante pregunta: ¿Qué pasó? El comerciante cierra todas las puertas al tiempo que responde: <<Nada>>. Suena otro balazo. Asesinan a un niño. El hijo de un oficinista pregunta: ¿Qué pasó? Nervioso, el oficinista tranca la puerta de la calle y responde: <<Nada>>. Suena una ráfaga. Asesinan a un maestro. Un grupo de estudiantes que beben animadamente, le preguntan al tendero: ¿Qué pasó? Al tiempo que destapa otras cervezas, responde: <<Nada>>. Suena otra ráfaga, asesinan a una mujer. La hija del obrero pregunta: ¿Qué pasó? El obrero continúa viendo la televisión al tiempo que responde: <<Nada>>”.
Ese retrato de la habitualidad construye el simbolismo de la bala que suena lejos y que no alcanza a tocar, de la pregunta por las víctimas que sigue sonando distante a quienes son interrogados por los acontecimientos, que en últimas somos todos los que escuchamos la resonancia de los balazos y en la construcción de la respuesta a la pregunta, del tono conversacional recreado como esquema narrativo, encontramos la potencia de la “nada”, peligrosa, existencial, reclamante y denunciante.
Pienso que allí en estos dos escenarios, la propuesta del libro es precisamente la de la emancipación, entendida desde el sentido político mismo de la literatura. El tono de narrador de historias para la memoria, como en las comunidades ancestrales y a la manera en que Walter Benjamin habla del narrador, es la agencia que puede retomar esta propuesta. Pues, los relatos, sus brevedades y formas sencillas plantean ideas complejas que seguramente pueden pensarse en lo colectivo, de la academia o de las comunidades, para destejerse y provocar formas de emancipación desde el símbolo que proponen, en cada uno de ellos y en conjunto.
En este sentido, si el libro llega a cumplir con su función social: la de ser leído en común, la de reelaborar el profundo significado que encarna la idea de fondo que nadie es más inteligente que otro, y que la razón crea jerarquías y apropiaciones que perpetúan la guerra de las que las mismas personas que la sufren están acostumbradas, estaremos también dándole el valor emancipatorio que tiene.
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