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El ministerio de las publicaciones
Elena G. de White
Gral. José de San Martín 4555, B1604CDG Florida Oeste, Buenos Aires, Rep. Argentina.
Índice de contenido
Tapa
Prefacio
Clave de abreviaturas
Sección I: PRIMERA ETAPA HISTÓRICA DE LA OBRA DE PUBLICACIONES
Capítulo 1: La visión recibida en Dorchester en 1848 y los primeros ensayos de publicaciones
Capítulo 2: Establecida con sacrificio
Capítulo 3: La visión del 3 de enero de 1875 y la expansión mundial
Capítulo 4: Propósito de Dios para la obra de publicaciones
Sección II: ESTABLECIMIENTO Y ADMINISTRACIÓN DE CASAS EDITORAS
Capítulo 5: Una obra sagrada
Capítulo 6: Normas espirituales elevadas para los obreros de Dios
Capítulo 7: Requisitos habilitantes para la obra y la eficiencia
Capítulo 8: Preparación de los obreros
Capítulo 9: Se necesitan publicaciones de calidad con el mensaje
Capítulo 10: Importancia de la economía
Capítulo 11: Relación entre la casa editora y la iglesia
Sección III: PELIGROS QUE AMENAZAN A LOS DIRIGENTES DE PUBLICACIONES
Capítulo 12: No un liderazgo monárquico, sino semejante al de Cristo
Capítulo 13: Males de la centralización y la colonización
Capítulo 14: ¿Publicación comercial o denominacional?
Capítulo 15: Reproche divino por ignorar el consejo
Capítulo 16: Reubicación y reconstrucción
Capítulo 17: Establecimiento de casas editoras en nuevos lugares
Sección IV: PRODUCCIÓN DE LA CASA EDITORA
Capítulo 18: La publicación de libros de Elena de White
Capítulo 19: Venta de libros e ilustraciones
Capítulo 20: Las revistas y su circulación
Capítulo 21: Escritores y derechos de autor
Capítulo 22: Salario para los obreros de las casas editoras
Sección V: EXITOSO LIDERAZGO DE PUBLICACIONES EN EL CAMPO DE TRABAJO
Liderazgo administrativo
Capítulo 23: Componentes del liderazgo de calidad
Capítulo 24: Enseñanza del colportaje evangélico
Capítulo 25: Búsqueda de colportores evangelistas
Capítulo 26: El plan de Dios para los alumnos y los jóvenes
Capítulo 27: Enseñando a vender a los colportores evangélicos
Capítulo 28: Enseñando a los colportores evangélicos a ganar almas
Capítulo 29: Publicaciones para terminar la obra
Sección VI: CONSEJOS SOBRE LA VENTA DE PUBLICACIONES PARA LA IGLESIA
Las agencias de publicaciones
Capítulo 30: Plan maestro espiritual para los centros de publicaciones adventistas
Capítulo 31: Administración y promoción esmeradas
Capítulo 32: Promoción de la venta de libros
Capítulo 33: Distribución de folletos y periódicos
Capítulo 34: Circulación de los libros del Espíritu de Profecía
Capítulo 35: Palabras de vida del gran Maestro y El ministerio de curación
Capítulo 36: Divulgación de publicaciones por parte de los adventistas
Capítulo 37: Publicaciones para los hogares adventistas
Sección VII: DE UN PEQUEÑO COMIENZO A UN TRIUNFO GLORIOSO
Capítulo 38: El llamamiento final mediante las publicaciones
Capítulo 39: Un testigo para todas las naciones
Capítulo 40: Una cosecha sin precedentes
APÉNDICE
El ministerio de las publicaciones
Elena G. de White
Título del original: The Publishing Ministry, Ellen G. White Estate, 1983.
Dirección: Aldo D. Orrego
Traductor: Sergio V. Collins
Diseño de la tapa: Carlos Schefer
Diseño del interior: Marcelo Benítez
Ilustración de la tapa: Shutterstock (Banco de imágenes)
Primera edición, e-Book
MMXX
IMPRESO EN LA ARGENTINA
Printed in Argentina
Es propiedad. © APIA (1997). © ACES (2020).
Queda hecho el depósito que marca la ley 11.723.
ISBN 978-987-798-108-7
White, Elena G. deEl ministerio de las publicaciones / Elena G. de White. - 1ª ed. - Florida : Asociación Casa Editora Sudamericana, 2020.Libro digital, EPUBArchivo Digital: onlineTraducción de: Sergio V. Collins.ISBN 978-987-798-108-71. Iglesia Cristiana. 2. Edición. 3. Publicaciones Periódicas. I. Collins, Sergio V., trad. II. Título.CDD 230.007 |
Publicado el 30 de marzo de 2020 por la Asociación Casa Editora Sudamericana (Gral. José de San Martín 4555, B1604CDG Florida Oeste, Buenos Aires).
Tel. (54-11) 5544-4848 (Opción 1) / Fax (54) 0800-122-ACES (2237)
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Prohibida la reproducción total o parcial de esta publicación (texto, imágenes y diseño), su manipulación informática y transmisión ya sea electrónica, mecánica, por fotocopia u otros medios, sin permiso previo del editor.
Así como la predicación de Noé amonestó y probó a los habitantes del mundo antes que el diluvio los destruyera de sobre la faz de la tierra, también la verdad de Dios para estos últimos días está haciendo una obra similar de amonestar y poner a prueba al mundo. Las publicaciones que salen... llevan el sello del Eterno. Están siendo esparcidas por todo el país, y están decidiendo el destino de muchas almas.–Notas biográficas de Elena G. de White, pág. 227.
Prefacio
Desde el comienzo de la obra de publicaciones adventistas, en 1849, se han distribuido miles de millones de ejemplares de nuestros libros y revistas. Colportores evangélicos y laicos misioneros han dejado la mayor parte de estas publicaciones en los hogares de hombres y mujeres destinados al juicio.
En el momento de escribir estas líneas, más de veinte mil colportores prestan servicio en todo el mundo, pero este número dista mucho de ser adecuado para satisfacer las necesidades actuales. Dios pide que libros, revistas y folletos rebosantes con el mensaje se distribuyan en todas partes como hojas otoñales. Cuando los miembros de iglesia se unan con los colportores en la tarea de difundir las buenas nuevas, la obra quedará terminada.
Elena de White hizo esta declaración:
“Las páginas impresas que salen de nuestras casas publicadoras deben preparar a un pueblo para ir al encuentro de su Dios. En el mundo entero, estas instituciones deben realizar la misma obra que hizo Juan el Bautista en favor de la nación judaica. Mediante solemnes mensajes de amonestación, el profeta de Dios arrancaba a los hombres de sus sueños mundanos. Por su medio, Dios llamó al arrepentimiento al apóstata Israel. Por la presentación de la verdad desenmascaraba los errores populares. En contraste con las falsas teorías de su tiempo, la verdad resaltaba de sus enseñanzas con certidumbre eterna. ‘¡Arrepentíos, que el reino de los cielos se ha acercado!’ (Mat. 3:2). Tal era el mensaje de Juan. El mismo mensaje debe ser anunciado al mundo hoy por las páginas impresas que salen de nuestras casas editoriales...
“Es también, en gran medida, por medio de nuestras imprentas como debe cumplirse la obra de aquel otro ángel [de Apocalipsis 18] que baja del cielo con gran potencia y alumbra la tierra con su gloria” (JT 3:140-142).
En el año cuando se hicieron estas amonestaciones (1902), un libro de bolsillo de 73 páginas, Manual for Canvassers [Manual para colportores], puso al alcance de los colportores evangélicos instrucciones y consejos de la pluma de Elena de White concernientes a la distribución de libros. Estaba constituido por materiales compilados, bajo la dirección de la autora, de los Testimonios para la iglesia y otras fuentes. Este librito se amplió en 1920 y se publicó con el título de Colporteur Evangelist [El colportor evangélico].
Con el desarrollo de índices más abarcadores de la voluminosa producción literaria de Elena de White, fue posible expandir y enriquecer el manual mencionado. La guía actual expandida se publicó en inglés en 1953, con el título de Colporteur Ministry [en español conservó el título anterior], con 176 páginas. Este libro ha prestado buen servicio, pero como lo indica su título, los consejos que contiene se refieren casi exclusivamente al trabajo del colportor.
Los consejos de Elena de White dirigidos a los autores se compilaron y publicaron con el título de Counsels to Writers and Editors [Consejos para escritores y redactores]. Se publicó inicialmente una edición limitada en 1939 y posteriormente, en 1946, se puso en circulación general con el formato estándar de los libros de Elena de White [con el título El otro poder para su versión en castellano].
Pero asuntos de importancia vital para el ministerio de las publicaciones no se trataron en ninguna de estas dos obras especializadas. Uno de ellos es el establecimiento, la explotación y la administración de casas editoras. Este nuevo libro cubre estos asuntos, y además incluye consejos destinados a la obra de publicaciones en general.
Los Fideicomisarios de las Publicaciones de Elena G. de White, conjuntamente con el personal del Departamento de Publicaciones de la Asociación General, efectuaron una investigación exhaustiva en todas las fuentes de materiales de Elena de White, publicadas e inéditas, con el fin de compilar este libro. Los consejos seleccionados presentan con toda claridad el propósito que Dios tiene para este brazo vital de la iglesia. Que El ministerio de las publicaciones sirva de útil guía para todos los que son llamados a proclamar las buenas nuevas de salvación por medio de la difusión de la página impresa, es el deseo sincero de
los Fideicomisarios de la Corporación editorial Elena G. de White
Clave de abreviaturas
Los artículos que componen este libro han sido tomados de los escritos de Elena de White tal como aparecen en los libros en circulación, en obras que están agotadas, en artículos de periódicos, en folletos y en manuscritos de los archivos de la Corporación Editorial Elena G. de White. En cada caso se da la fuente de la cual se tomó el artículo. Se han utilizado las siguientes abreviaturas de las fuentes respectivas:
CBA 1 - Comentario bíblico adventista del séptimo día, tomo 1 (CBA 2, etc., para los tomos 2-7)
CC - El camino a Cristo
CE - El colportor evangélico
CM - Consejos para los maestros, padres y alumnos
CMC - Consejos sobre mayordomía cristiana
CN - Conducción del niño
CRA - Consejos sobre el régimen alimenticio
CS - El conflicto de los siglos
CSS - Consejos sobre la salud
DTG - El Deseado de todas las gentes
Ed - La educación
Ev - El evangelismo
FE - Fundamentals of Christian Education
GCB - General Conference Bulletin
HAp - Los hechos de los apóstoles
HC - El hogar cristiano
HHD - Hijos e hijas de Dios
HS - Historical Sketches
JT 1 - Joyas de los testimonios, tomo 1 (JT 2 y JT 3 para los tomos 2 y 3)
MB - El ministerio de la bondad
MC - El ministerio de curación
MJ - Mensajes para los jóvenes
MM - El ministerio médico
MS 1 - Mensajes selectos, tomo 1 (MS 2 para el tomo 2)
NB - Notas biográficas de Elena G. de White
OE - Obreros evangélicos
PE - Primeros escritos
PP - Patriarcas y profetas
PR - Profetas y reyes
PVGM - Palabras de vida del gran Maestro
RH - Review and Herald
SC - Servicio cristiano
SD - Sons and Daughters of God
SDAEn - Seventh-day Adventist Encyclopedia
SpIRHWBC - Special Instruction Relating to the Review and Herald Office and the Work in Battle Creek
SpIRR - Special Instruction Regarding Royalties
SpT, Misc. - Special Testimonies, Miscellany, Libro A
SpTMWI - Special Testimony to the Managers and Workers in Our Institutions
SpTPW - Special Testimonies, Publishing Work
SpTWWPP - Special Testimonies Concerning the Work and Workers in the Pacific Press
ST - Signs of the Times
SW - Southern Watchman
T 1 - Testimonies for the Church, tomo 1 (T 2, etc., para los tomos 2-9)
TI 2 - Testimonios para la iglesia, tomo 2 (TI 5, etc., para los tomos 5, 7 y 9)
TM - Testimonios para los ministros
Sección I
Capítulo 1
La visión recibida en Dorchester en 1848 y los primeros ensayos de publicaciones
La visión de Dorchester en 18481.–En una reunión efectuada en Dorchester, Massachusetts, en noviembre de 1848, recibí una visión panorámica de la proclamación del mensaje del sellamiento y el deber que tienen los hermanos de publicar la luz que estaba alumbrando nuestro camino.
Después de la visión le dije a mi esposo: “Tengo un mensaje para ti. Debes imprimir un pequeño periódico y repartirlo entre la gente. Aunque al principio será pequeño, cuando la gente lo lea te enviará recursos para imprimirlo y tendrá éxito desde el principio. Se me ha mostrado que de este modesto comienzo brotarán raudales de luz que han de circuir el globo”.
Mientras estábamos en Connecticut, en el verano de 1849, mi esposo sintió el profundo convencimiento de que le había llegado la hora de escribir y publicar la verdad presente. Recibió mucho aliento y bendición al resolverse a ello. Pero cayó de nuevo en duda y perplejidad al considerar que no tenía dinero. Quienes contaban con recursos preferían guardárselos. Por fin, desalentado, renunció a la empresa y decidió ir en busca de un campo de heno para comprometerse a guadañarlo.
Al marchar mi esposo de casa, sentí que me sobrecogía un gran peso, y me desvanecí. Oraron por mí y Dios me bendijo, arrebatándome en visión. Vi que el Señor había bendecido y dado fuerzas a mi esposo para que trabajara en el campo un año antes; que había empleado provechosamente los recursos obtenidos de su trabajo; que recibiría el ciento por uno en esta vida y, si era fiel, una copiosa recompensa en el reino de Dios; pero que el Señor no quería ahora darle fuerzas para trabajar en el campo, porque lo tenía destinado a otra labor, y que si se aventuraba a ir a cortar heno, habría de dejarlo porque caería enfermo, pues debía escribir, escribir, escribir y avanzar por fe. Se puso a escribir inmediatamente, y cuando llegaba a un pasaje difícil, nos uníamos en oración a Dios con el fin de comprender el verdadero significado de su Palabra.
La verdad presente.–Un día de julio, mi esposo trajo a casa desde Middletown mil ejemplares del primer número de su periódico. Mientras se componía el original, había recorrido varias veces a pie, ida y vuelta, la distancia de trece kilómetros que nos separaba de Middletown; pero aquel día le pidió prestado al Hno. Belden2 un carro con su caballo para llevar a casa los ejemplares del periódico.
Traídas a la casa las valiosas hojas impresas, las pusimos en el suelo, y luego se reunió alrededor un pequeño grupo de personas interesadas. Nos arrodillamos junto a los periódicos y, con humilde corazón y muchas lágrimas, suplicamos al Señor que otorgase su bendición a aquellas páginas impresas, mensajeras de la verdad.
Después que doblamos los periódicos, mi esposo los envolvió en fajas dirigidas a cuantas personas él pensaba que los leerían, puso el conjunto en un maletín, y los llevó a pie al correo de Middletown.
Durante los meses de julio, agosto y septiembre se imprimieron en Middletown cuatro números del periódico, de ocho páginas cada uno. Antes de mandar los ejemplares al Correo, los extendíamos siempre ante el Señor y ofrecíamos a Dios fervorosas oraciones mezcladas con lágrimas para que él derramase sus bendiciones sobre los silenciosos mensajeros. Poco después de publicar el primer número, recibimos cartas con recursos destinados a continuar publicando el periódico, y también recibimos las buenas noticias de que muchas almas abrazaban la verdad.
El comienzo de esta obra de publicaciones no nos estorbó en nuestra tarea de predicar la verdad, sino que íbamos de población en población, proclamando las doctrinas que tanta luz y gozo nos habían dado, alentando a los creyentes, corrigiendo errores y poniendo en orden las cosas de la iglesia. Con el fin de llevar adelante la empresa de publicaciones y al propio tiempo proseguir nuestra labor en diferentes partes del campo, el periódico se trasladaba de vez en cuando a distintas poblaciones...
Se imprime en Oswego, Nueva York.–En los meses de octubre y noviembre de 1849, mientras viajábamos, había quedado en suspenso la publicación del periódico, aunque mi esposo todavía sentía el deber de redactarlo y publicarlo. Alquilamos una casa en Oswego, Nueva York, con muebles que nuestros hermanos nos habían prestado, y nos instalamos en ella. Allí mi esposo escribía, publicaba y predicaba.3
Fue necesario que él mantuviera puesta la armadura en todo momento, porque a menudo tenía que contender con profesos adventistas que defendían el error. Algunos fijaban cierta fecha definida para la venida de Cristo. Nosotros aseveramos que este tiempo pasaría sin que nada ocurriera. Entonces trataban de crear prejuicios de parte de todos contra nosotros y contra lo que enseñábamos. Se me mostró que aquellos que estaban honradamente engañados, algún día verían el engaño en que habían caído y serían inducidos a escudriñar la verdad (NB 137-141).
La obra de publicaciones encuentra dificultades.–De Oswego fuimos a Centerport, Nueva York, en compañía de los esposos Edson, y nos hospedamos en la casa del Hno. Harris, donde publicamos una revista mensual titulada The Advent Review.4
Mi hijo empeoró, y orábamos por él tres veces al día. A veces era bendecido, y se detenía el progreso de la enfermedad; después nuestra fe volvió a ser probada severamente cuando sus síntomas recrudecieron en forma alarmante.
Yo me encontraba sumamente deprimida. Preguntas similares a estas me atribulaban: ¿Por qué no quiso escuchar nuestras oraciones y devolver la salud del niño? Satanás, siempre dispuesto a importunar con sus tentaciones, sugería que era porque nosotros no llevábamos una vida recta.
Yo no podía pensar en ninguna cosa en particular en que hubiera agraviado al Señor, y sin embargo un peso agobiante parecía oprimir mi espíritu, llevándome a la desesperación. Dudaba de mi aceptación por parte de Dios, y no podía orar. No tenía valor ni aun para elevar mis ojos al cielo. Sufría intensa angustia mental, hasta que mi esposo buscó al Señor en mi favor. Él no cejó hasta que mi voz se unió con la de él en procura de liberación. La bendición llegó, y yo comencé a tener esperanza. Mi fe temblorosa se asió de las promesas de Dios.
Entonces Satanás actuó de otra manera. Mi esposo cayó gravemente enfermo. Sus síntomas eran alarmantes. A ratos temblaba y sufría un dolor agonizante. Sus pies y sus miembros estaban fríos. Yo los frotaba hasta que no me quedaban fuerzas. El Hno. Harris estaba a varios kilómetros de distancia en su trabajo. Las hermanas Harris y Bonfoey y mi hermana Sara eran las únicas personas presentes; y yo apenas reunía valor suficiente para atreverme a creer en las promesas de Dios. Si alguna vez sentí mi debilidad fue entonces. Sabíamos que algo debía hacerse inmediatamente. Momento tras momento el caso de mi esposo iba empeorando en forma crítica. Era, claramente, un caso de cólera. Él nos pidió que oráramos, y no nos atrevimos a rehusar hacerlo. Con gran debilidad nos postramos ante el Señor con un profundo sentimiento de mi indignidad; coloqué mis manos sobre su cabeza y pedí al Señor que revelara su poder. Entonces sobrevino un cambio inmediatamente. Regresó el color natural de su cara, y la luz del cielo brilló en su semblante. Todos estábamos llenos de una gratitud inefable. Nunca habíamos observado una respuesta más notable a la oración.
Ese día debíamos salir rumbo a Port Byron para leer las pruebas del periódico que se imprimía en Auburn. Nos parecía que Satanás estaba tratando de obstaculizar la publicación de la verdad que estábamos esforzándonos por colocar delante de la gente. Sentíamos que debíamos andar por fe. Mi esposo dijo que iría a Port Byron en busca de las pruebas. Lo ayudamos a enjaezar el caballo, y yo lo acompañé. El Señor lo fortaleció en el camino. Recibió las pruebas, y una nota que decía que el periódico estaría impreso al día siguiente, y que debíamos estar en Auburn para recibirlo.
Esa noche nos despertaron los lamentos de nuestro pequeño Edson, que dormía en el cuarto que estaba encima del nuestro. Era cerca de medianoche. Nuestro hijito se aferraba a la Hna. Bonfoey, y luego, con ambas manos, luchaba contra el aire, y gritaba aterrorizado: “¡No! ¡No!”, y se acercaba más a nosotros. Sabíamos que éste era el esfuerzo de Satanás para molestarnos, y nos arrodillamos en oración. Mi esposo reprendió al mal espíritu en el nombre del Señor, y Edson se quedó tranquilamente dormido en los brazos de la Hna. Bonfoey, y descansó bien toda la noche.
Mi esposo fue atacado nuevamente. Sentía mucho dolor. Me arrodillé al lado de su cama y rogué al Señor que fortaleciera nuestra fe. Yo sabía que Dios había obrado en su favor, y reprendí a la enfermedad; no podíamos pedirle al Señor que hiciera lo que él ya había hecho. Pero oramos para que el Señor llevara adelante su obra. Repetimos estas palabras: “Tú has obrado. Creemos sin ninguna duda. ¡Lleva adelante la obra que tú has empezado!” Así suplicamos durante horas delante del Señor, y mientras orábamos, mi esposo se durmió, y descansó bien hasta la luz del día. Cuando se levantó estaba muy débil, pero no queríamos concentrarnos en las apariencias.
Confiamos en la promesa de Dios, y determinamos andar por fe. Se nos esperaba en Auburn ese día para recibir el primer número del periódico. Creíamos que Satanás estaba tratando de obstaculizarnos, y mi esposo decidió ir confiado en el Señor. El Hno. Harris alistó el carruaje, y la Hna. Bonfoey nos acompañó. A mi esposo tuvieron que ayudarlo para subir al carro; sin embargo, con cada kilómetro que recorríamos aumentaban sus fuerzas. Manteníamos nuestra mente en Dios, y nuestra fe en constante ejercicio, mientras recorríamos el camino con paz y felicidad.
Cuando recibimos la revista impresa y regresamos a Centerport, teníamos la seguridad de hallarnos en la senda del deber. La bendición del Señor descansó sobre nosotros. Aunque nos había golpeado Satanás, habíamos ganado la victoria por medio de Cristo que nos fortalecía. Llevábamos una cantidad considerable de periódicos con la preciosa verdad para el pueblo de Dios.
Nuestro niño se estaba restableciendo, y no se le permitió a Satanás que volviera a afligirnos. Trabajábamos desde temprano hasta tarde, a veces sin tomar tiempo para sentarnos a la mesa para ingerir nuestros alimentos. Con un plato de alimento a nuestro lado, comíamos y trabajábamos al mismo tiempo. Al abusar de mis fuerzas para doblar las grandes hojas de papel, me acarreé un fuerte dolor de hombro que persistió durante muchos años.
Como habíamos planeado un viaje hacia el este, ahora que nuestro hijo se había restablecido y podía viajar, nos embarcamos hacia Utica. En ese lugar nos despedimos de la Hna. Bonfoey, de mi hermana Sara y de nuestro hijito, y continuamos viajando hacia el este, mientras el Hno. Abbey los llevaba a su casa. Fue para nosotros un sacrificio separarnos de esas personas con las que estábamos unidos con tiernos lazos de afecto. Teníamos especialmente a nuestro hijo Edson en nuestros corazones, porque su vida había corrido tanto peligro. Luego viajamos a Vermont y tuvimos una conferencia en Sutton.
La publicación Review and Herald.–Esta revista se publicó en Paris, Estado de Maine, en noviembre de 1850. Era de mayor tamaño y se le había cambiado el nombre al que todavía lleva, The Adventist Review and Sabbath Herald [La Revista Adventista y Heraldo del Sábado]. Nos albergamos en la casa del Hno. A. Queríamos vivir con economía con el fin de sostener el periódico. Los amigos de la causa eran pocos y pobres en riquezas mundanales, por lo que tuvimos que luchar contra la pobreza y el desaliento. Teníamos muchas preocupaciones y a menudo nos quedábamos hasta medianoche, y a veces hasta las dos o tres de la madrugada, corrigiendo pruebas de prensa.
El trabajo excesivo, las preocupaciones, las ansiedades y la falta de alimentación adecuada y nutritiva, aparte de la exposición al frío durante nuestros largos viajes invernales, fueron demasiado para mi esposo, quien se rindió a la fatiga. Su debilidad llegó a ser tan acentuada que a duras penas podía caminar hasta la imprenta. Nuestra fe fue probada hasta el extremo. Gustosos habíamos sufrido privaciones, fatigas y penalidades, y sin embargo nuestros motivos se interpretaban erróneamente, y se nos trataba con desconfianza y celos. Pocas de las personas por cuyo bien habíamos sufrido daban muestras de apreciar nuestros esfuerzos.
Estábamos demasiado afligidos para dormir o descansar. Las horas que hubiéramos podido dedicar a dormir para recuperarnos, solíamos emplearlas en responder a largas cartas dictadas por la envidia. Muchas horas en que los demás dormían, las pasábamos en angustioso llanto, lamentándonos ante el Señor. Al fin mi esposo dijo: “Mujer, es inútil que intentemos seguir luchando. Esta situación me está quebrantando, y no tardará en llevarme al sepulcro. Ya no puedo más. He redactado una nota para el periódico diciendo que me es imposible continuar publicándolo”. En el momento en que mi esposo cruzaba la puerta para llevar la nota a la imprenta, me desmayé. Él volvió y oró por mí. Su oración fue oída y me repuse.
A la mañana siguiente, mientras orábamos en familia, fui arrebatada en visión y se me instruyó respecto de estos asuntos. Vi que mi esposo no debía desistir de la publicación del periódico, porque Satanás trataba de inducirlo a dar ese paso y usaba diversos agentes para conseguirlo. Se me mostró que debíamos continuar publicándolo, pues el Señor nos sostendría.
No tardamos en recibir urgentes invitaciones para celebrar conferencias en diversos Estados, y decidimos asistir a las reuniones generales de Boston, Massachusetts; Rocky Hill, en Connecticut; y Camden y West Milton, en Nueva York. Todas estas reuniones fueron de mucho trabajo, pero sumamente provechosas para nuestros diseminados hermanos.
Traslado a Saratoga Springs, Nueva York.–Permanecimos en Ballston Spa algunas semanas, hasta instalarnos en Saratoga Springs, con el objeto de proceder a la publicación del periódico. Alquilamos una casa y pedimos al Hno. Stephen Belden y su esposa, y a la Hna. Bonfoey, que vinieran. Esta última estaba a la sazón en el Estado de Maine cuidando al pequeño Edson. Nos instalamos en la casa con muebles prestados. Aquí mi esposo publicó el segundo número de la Adventist Review and Sabbath Herald.