Flor de un solo día

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Flor de un solo día
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Primera edición, noviembre de 2002

Cuarta reimpresión, junio de 2003


Director de la colección: Alejandro Zenker

Coordinadora de la colección: Ivonne Gutiérrez Obregón

Cuidado editorial: Elizabeth González

Coordinadora de producción: Beatriz Hernández

Coordinadora de edición digital: Itzbe Rodríguez Ciurana


Fotografía de interiores y portada: Alejandro Zenker

Modelo: Leda Rendón


© 2002, Solar, Servicios Editoriales, S.A. de C.V.

Calle 2 núm. 21, San Pedro de los Pinos

Teléfono y fax (conmutador): 5515-1657

solar@solareditores.com

www.solareditores.com

www.edicionesdelermitano.com


ISBN 978-607-8312-51-1

Hecho en México

Flor de un solo día


A los siete años de casada me hice de un amante. No estaba harta del matrimonio ni de la rutina. Sólo que una tarde entró a la florería un hombre muy atractivo que no pude ignorar. Compró un arreglo que envié a su madre, que vivía en el extranjero, y dejó sus datos.

Le escribí un correo electrónico con el pretexto del paquete, pero con una idea fija. Regresó a la tienda, me invitó un café. Habló de su vida personal, de su reciente divorcio, de algunas experiencias amorosas aunque más bien eran sexuales. Fui cuidadosa en no mencionar a mi marido ni cues-tiones íntimas. A los pocos días de verlo le envié otro correo con la pro­puesta de un contrato privado y amistoso para diez reuniones de sexo consensual. Tenía claro que la relación debería ser un negocio bien calculado para atender el deseo que me surgía y al mismo tiempo mantener ese humor dulzón y seguro que da el estar casada.

El contrato constaba de 14 puntos. Los redacté lo mejor que pude y le anticipé que donde dijera “contratante” me refería a mí, donde dijera “contratado”, a él.

1. Este contrato es responsabilidad de quienes lo firman. Cada quien se hace cargo de sus acciones y sus consecuencias.

2. Las partes se reunirán una vez por semana (jueves de 4 a 7 de la tarde), en un hotel, durante diez semanas que no transcurrirán en un lapso mayor de cuatro meses.

3. Las reuniones son privadas, no se aceptan visitas ni se permite el registro de ellas, ya sea a través de grabaciones de audio, foto o video.

4. Lo que suceda en esas reunio­nes es estrictamente confidencial.

5. No habrá prácticas que impliquen daño físico, golpes ni el uso de armas u objetos punzocortantes.

6. Todo lo que suceda en las reuniones tiene que ser por libre volun-tad de las partes y por acuerdo común.

7. El uso del condón es obligatorio.

8. Las partes aseguran estar libres de enfermedades e infecciones sexuales.

9. El consumo de alcohol es vá­lido durante las sesiones.

10. Se prohíbe el uso de narcóticos para los encuentros: drogas naturales, artificiales o fármacos.

11. La cuenta del cuarto de hotel será liquidada por el contratado.

12. Habrá hasta quince minutos de tolerancia en la puntualidad de las citas. Si alguna de las partes no se presen-ta a una cita el contrato queda anulado.

13. Las fechas de las reuniones serán programadas con anticipación por las partes.

14. Cualquier asunto no contem­plado en estas cláusulas será resuelto a criterio del contratante.


Dudé poco antes de enviárselo, pero no vi riesgo alguno en un documento que no llevaba nombre y que provenía de la cuenta de la florería. Antes de cuatro horas tuve respuesta suya. De entrada me llamó “socia”: celebraba mi sentido del humor y libertad para el erotismo, propuso un par de cuestiones más que, después de correos de ida y vuelta, redacté así:

15. Si las partes lo convienen, pueden introducir ropa erótica, aceites y juguetes.

Hasta ahí todo era una locura de la cabeza, pero cuando acordamos lugar y hora caí en una culpa extraña que me robó la serenidad que se requiere para integrar la belleza de las flores en un arreglo. Pensaba en mi marido, en la fidelidad que él había guardado a nuestro compromiso y al mundo doméstico. No iba a interrumpir la aventura antes de empezarla, pero tampoco iba a dejar que esa sensación de desventaja se adueñara de mí. Pagaría por anticipado la falta con un regalo para él.

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