Czytaj książkę: «Análisis del discurso político»

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Giohanny Olave Arias

Johan Duarte Sáenz

Jerónimo Moncayo Rojas

Cristian Acosta Olaya


Universidad Industrial de Santander

Facultad de Ciencias Humanas

Escuela de Idiomas

Bucaramanga, 2022

Página Legal


OLVAVE ARIAS, GIOHANNY Análisis del discurso político: combates verbales de Gustavo Petro / Giohanny Olave Arias… [y otros]Bucaramanga: Universidad Industrial de Santander, 2022 139p.: il., tablas ISBN IMPRESO: ISBN E-PUB: 978-958-5188-21-1PETRO URREGO, GUSTAVO FRANCISCO, 1960- – PENSAMIENTO POLÍTICO 2. DERECHAS E IZQUIERDAS (POLÍTICA) – COLOMBIA 3. COLOMBIA – POLÍTICA Y GOBIERNO – SIGLO XX 4. COLOMBIA – GOBIERNO – POLÍTICA – SIGLOS XX-XXI 5. PARTIDOS POLÍTICOS – COLOMBIA 6. DEMOCRACIA DELIBERATIVA – COLOMBIA 7. POLÍTICOS COLOMBIANOS – SIGLO XX 8. LIDERAZGO POLÍTICO – COLOMBIA 9. ANÁLISIS DEL DISCURSO – INVESTIGACIONES – COLOMBIA I. Duarte Sáenz, Johan II. Moncayo Rojas, Gerónimo III. Acosta Olaya, CristianCDD: 320.5309861 / 324.22861 Ed. 23 CEP - Universidad Industrial de Santander. Biblioteca Central

Análisis del discurso político:

Combates verbales de Gustavo Petro

Giohanny Olave Arias*

Johan Duarte Sáenz

Jerónimo Moncayo Rojas

Cristian Acosta Olaya

*Profesor, Universidad Industrial de Santander

© Universidad Industrial de Santander

Reservados todos los derechos

ISBN: 978-958-5188-21-1

Primera edición, marzo de 2022

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Bucaramanga, Colombia

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Dedicatoria

Cuando comienza la discusión, por regla general, cada una de las partes está convencida de tener la razón de su lado; en su transcurso ambas llegarán a dudarlo; el final debe ser, evidentemente cuando se estipule, cuando se demuestre la verdad. En lo que a esta respecta, ahí ya no se mezcla la dialéctica, pues su función es idéntica a la del maestro de esgrima, que no repara en quién tenga efectivamente la razón en la riña que condujo al duelo. Atacar y parar es lo único que cuenta.

(Dialéctica erística. Schopenhauer

(2011[1864], p. 55)

Prólogo

Francisco Gutiérrez Sanín1

Es posible que para hacerle plena justicia a este libro haya que comenzar diciendo lo que no es. No es, ciertamente, una hagiografía de —y tampoco una diatriba contra— la figura política en la que los autores se concentran. Ni tampoco constituye lo que podría llamarse un balance de lo que ha hecho —o, en este caso, ha dicho— Gustavo Petro. Es, por el contrario, un conjunto de trabajos especializados, con dos hilos conductores: la perspectiva erística en el análisis del discurso y el protagonista.

En la medida en que Gustavo Petro se ha convertido en una figura central de la política colombiana, y que en el año 2022 encabeza todas las encuestas publicadas hasta el momento, a nombre de una coalición de fuerzas que no ha gobernado al país, esto da al análisis de sus palabras y sus acciones un interés inmediato. Sin embargo, todo el libro está marcado por un esfuerzo tácito, pero a la vez imposible de no notar, de escapar a la inmediatez. Los autores observan con razón que la producción intelectual sobre diferentes figuras públicas —y sobre Petro en particular— ha ido en aumento, pero que una parte importante de ella ha tenido un carácter “sectarizado”, de apoyo o repudio. Los autores no se proponen revelar trampas ocultas o tesoros escondidos en las palabras de Petro, que no están a la vista del observador profano, y que en cambio sí pueden encontrar personas formadas especialmente para mirar por debajo de la superficie. No: quieren emprender una tarea menos espectacular, pero —creo— más importante: la de entender cómo discute y debate Petro. Esa ha de ser la razón por la que la palabra “combates” aparece en el título. Pero el lector no debe llamarse a engaño. La fórmula de este libro está constituida por 99 % de análisis y muy poco de épica (de pronto, nada).

Es posible que a veces sea difícil vadear el lenguaje especializado, pero las virtudes del enfoque general se materializan en resultados de alto interés. Para mí —un lector formado en la ciencia política e interesado sobre todo en las interacciones estratégicas entre fuerzas políticas—, el principal de ellos se plantea desde el principio, y se desarrolla y enriquece a lo largo de todo el libro: el difícil equilibrio que ha tenido que mantener Petro a lo largo de estos años entre “convicción y mesura”. Los autores muestran en detalle cómo Petro ha manejado a través de sus múltiples debates dos registros: el de líder transformador y el de líder capaz de mostrar flexibilidad e interactuar fructíferamente con otras fuerzas políticas. Ni los autores ni yo estamos sugiriendo aquí alguna forma de duplicidad o alguna virtud taumatúrgica que ha escapado a la atención del gran público, sino la tensión dinámica en la que se encuentra un dirigente político que ha sido capaz de movilizar a su electorado alrededor de una promesa de transformación, pero que a la vez tiene que apelar a otros auditorios para construir una expectativa verosímil de arribo al poder. Esto también le ha servido para intentar diferenciarse de otras figuras de izquierda.

Los autores reflexionan, a través de análisis cuidadosos, sobre las diferentes maneras como se revela esta tensión. Recuerdan al lector, por ejemplo, que, recién elegido Santos, Petro entró en fuertes polémicas con algunos de sus copartidarios del Polo, que le reprochaban la disposición a dialogar con el nuevo presidente, que —vale la pena que el lector lo tenga en cuenta— había sido ministro de defensa y el candidato escogido de Uribe.

Durante la campaña presidencial de 2022, Petro también tuvo que administrar esa tensión fundamental entre “convicción y mesura”. Por un lado, marca su diferencia con las posturas de políticos más convencionales, destacando los aspectos transformadores de su propuesta. Por el otro, hace un esfuerzo enorme por correrse al centro, por construir o por lo menos promover relaciones viables con diferentes actores del llamado establecimiento, y de mandar mensajes tranquilizadores a auditorios que tradicionalmente no se consideran de izquierda. Esto último incluye a empresarios y, más controversialmente, a líderes políticos que una parte significativa de su base social puede considerar difícil de tragar.

El hecho mismo de la tensión entre convicción y mesura plantea dos preguntas simples pero muy importantes para el analista político. La primera es dónde deja esto la retórica de la “polarización”, como el gran mal por superar de la política colombiana. He criticado varias veces tal retórica, y la lectura de este texto me reafirmó en mis convicciones alrededor de este punto: tanto por lo que se plantea aquí sobre los debates, como por lo que se reconstruye sobre la trayectoria de Petro. Quizás el tono de esos debates sea desapacible, agresivo o caudillista; dejo la evaluación del asunto a quienes tengan las destrezas, la sensibilidad y el interés para hacerlo2. Pero su contenido está marcado por un esfuerzo consciente, a veces penosamente consciente, por llegar al votante —y también al liderazgo— convencional, tradicional y centrista; por construir alianzas y encontrar nuevos electorados; por hallar terrenos comunes con sus adversarios dialógicos; por administrar la tensión entre “convicción y mesura”. Nada que sugiera un movimiento a los extremos en el eje convencional izquierda–derecha3.

La segunda pregunta es sobre los costos y los beneficios de administrar esa tensión. Si Petro se siente seguro con el voto de izquierda y de protesta, tendrá entonces margen de maniobra para correrse al centro. A la vez, algunos de esos movimientos han causado ya problemas de acción colectiva relativamente serios dentro de su coalición. En caso de que llegara a ganar, es seguro que esa tensión también marcaría a su gobierno y a su bancada parlamentaria. A la vez, el condicional revela qué tanto esta tensión es estructural (es decir, no depende simplemente de la voluntad del liderazgo, sino que está dada por las circunstancias específicas del país).

Estas son apenas algunas reflexiones a propósito de este libro metódico, serio, lleno de hallazgos y marcado por un espíritu analítico ejemplar.

1 Profesor del Instituto de Estudios Políticos y Relaciones Internacionales de la Universidad Nacional de Colombia.

2 Los autores de este libro ciertamente están en posesión de las capacidades, pero —como ya dije— su foco de atención es otro.

3 Convencional y limitado, en el sentido de que no capta el carácter multidimensional de la política contemporánea. Pero limitado no quiere decir que carezca de contenido. De hecho, tanto la política colombiana como la de muchos otros países está mostrando elocuentemente que ese eje está plenamente vigente (aunque haya otras líneas de fractura relevantes, etc.).

Presentación

Empezamos a escribir este libro la noche del 17 de junio de 2018, cuando las redes sociales y los canales de noticias en internet enardecían los ánimos con los resultados electorales de una contienda presidencial histórica en Colombia. Los candidatos, Iván Duque Márquez y Gustavo Petro Urrego, con propuestas de gobierno decididamente antagónicas, habían opuesto dos caminos por los cuales llevar al país después de haber firmado un acuerdo de paz con la guerrilla más antigua del mundo.

La coyuntura parecía repetir el protagonismo de la lucha armada como factor decisivo para la elección presidencial durante medio siglo en Colombia, pero el escenario era distinto: Duque prometía “corregir” los acuerdos firmados; Petro, implementarlos. Esta divergencia, que estructuró en gran medida el contenido de sus campañas, presenta la contienda de 2018 como un punto de inflexión en nuestra democracia, no solo por las consecuencias de implementar (o no) las reformas pactadas, sino también por la participación política de actores ahora desarmados y por la resistencia a esa inserción institucional por parte de los sectores discrepantes.

La campaña presidencial de 2018 y sus procesos democráticos, analizados en otras obras específicas (Montilla y Jiménez, 2020, por ejemplo), nos sirven para ubicar al lector en un momento particular de nuestra historia reciente, como circunstancia y condicionante principal para la emergencia de los discursos de sus protagonistas. Este libro propone una perspectiva de análisis para esos discursos. Nos interesa la voz del candidato que no ganó; su puesta en escena como político en campaña, sus estrategias de combate verbal durante la contienda y sus modos de gestionar la derrota electoral.

Gustavo Petro no es un actor desconocido en la política colombiana: exguerrillero del Movimiento 19 de Abril (desmovilizado en 1990), exmiembro de la Cámara de Representantes por Cundinamarca (1991-1994) y por Bogotá (1998-2006), exsenador (2006-2010), exalcalde de Bogotá (2012-2015) y excandidato presidencial, en 2010. En una curiosa nota de prensa, desde el extrañamiento de la mirada internacional, el Americas Quarterly lo definía como «un tipo de baja estatura, flaco y de gafas, propenso a pasarse horas debatiendo temas complicados» (Brodzinsky, 2017, 25 de octubre, párr. 1). En efecto, es ya un lugar común que las opiniones más positivas sobre Petro se concentren en su ejercicio como polemista, por ejemplo, en los debates de control político en el Congreso de la República o en sus denuncias sobre la connivencia entre paramilitares y políticos en el país. No es tan generalizado, en cambio, que se felicite su administración en la alcaldía de Bogotá y aún menos su militancia guerrillera.

En 2010, Petro presentó su primera candidatura presidencial en representación del Polo Democrático Alternativo (PDA) y obtuvo el 9,2 % de la votación, lo que posicionó al partido con cierto potencial decisorio para la “segunda vuelta” (jornada electoral definitiva). La diferencia temporal entre estas dos fechas de votación fue de 12 días. En aquel intermedio, Petro, fuera de la decisión deliberada del partido, se reunió con Juan Manuel Santos (dos veces presidente: 2010-2014 y 2014-2018), quien se perfilaba como el candidato sucesor del proyecto uribista, totalmente contrario al PDA. Esta reunión ocasionó una ruptura entre el candidato y su partido. Finalmente, Petro se retiró de la colectividad y fundó un movimiento con el que obtuvo la alcaldía de Bogotá, en 2011.

Petro fue alcalde mayor de la ciudad de Bogotá desde inicios de 2012 hasta el 2014. Fue destituido por la Procuraduría General de la Nación, en una trama de acusaciones de incompetencia administrativa y de enemistades políticas en la pugna entre izquierda y derecha en las instituciones gubernamentales. Sin embargo, un mes después fue restituido a su cargo, por intermediación de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, y terminó el mandato a finales de 2015.

En 2017, después de la firma de los acuerdos de paz entre el segundo gobierno de Santos (cuyo principal contrincante fue Álvaro Uribe y su partido Centro Democrático) y las FARC-EP, Colombia vive una transformación en su espectro partidista. El grupo exguerrillero conforma la FARC (Fuerza Alternativa Revolucionaria del Común) como partido. El Movimiento Progresistas, con el que Petro había obtenido la alcaldía mayor, se transformó en la Colombia Humana. Se creó una coalición de centro-izquierda entre la Unión Patriótica (UP), la Alianza Social Independiente (ASI), el Movimiento Alternativo Indígena y Social (MAIS) y el movimiento Colombia Humana. Esta coalición se llamó Lista de la Decencia (también conocida como Decentes). En el examen de estos avatares, específicamente sobre el nivel de gobernación, Abadía (2018) acierta al afirmar que «en 2011 y 2015 entra la modalidad de coalición electora como nueva estrategia para avalar candidatos»; afirmación que se puede proyectar a otras instancias, como la presidencial.

Del espectro de las agrupaciones y partidos políticos de derecha surge una coalición conocida como Gran Alianza por Colombia. Iván Duque, candidato del uribismo, resulta elegido por la coalición, conformada por el Centro Democrático, Colombia Justa Libres, MIRA (Movimiento Independiente de Renovación Absoluta) y el Partido Somos Región Colombia. Este nuevo horizonte conformó el grueso de las votaciones.

En las elecciones presidenciales de 2018, Petro, candidato de la coalición, pasa a segunda vuelta y obtiene una votación sin precedentes para un candidato de izquierda en el país: 8’034.189 votos. Sin embargo, la noche del 17 de junio es elegido Iván Duque como presidente de Colombia, con 10’398.689 votos (Registraduría Nacional del Estado Civil, 2018). Estos resultados conducen a Petro a continuar en campaña durante el gobierno de Duque, desde la tribuna de la oposición y con el altavoz de una curul automática en el Senado de la República, adjudicada por el estatuto de la oposición, en vigencia a partir del año 2017.

A partir de ese itinerario agitado de nuestra historia política reciente, nos preguntamos por algunos sentidos orientados, movilizados y, sobre todo, disputados en el discurso de Petro durante la campaña presidencial. Asumimos, con Voloshinov (2009[1929], p. 47), que en los signos—ideológicos— de cada discurso se cruzan acentos diversos en pugna, de manera que analizamos esos discursos principalmente como arenas de luchas en que los sentidos se disputan a través de acciones de fuerza, sobre las cuales proponemos interpretaciones.

El análisis del discurso como ejercicio interpretativo

El trabajo colectivo que presentamos, aunque está escrito a varias manos, se adscribe en su conjunto a una visión teórico-metodológica que concibe el análisis del discurso al mismo tiempo como un campo académico y como una práctica interpretativa, de carácter crítico e interdisciplinar (Arnoux, 2006, 2019).

La tarea común que emprendemos en los capítulos es la construcción de corpus de datos naturales (extraídos de sus fuentes originales de difusión) que presentan interés para las preguntas previas de los analistas. Entendemos el corpus como una «disposición articulada de documentos» (Aguilar et al., 2014, p. 35), cuya construcción es una parte constitutiva del trabajo investigativo, resultado —y no simplemente un punto de partida— de los procesos de indagación (p. 37). Asimismo, somos conscientes de que la forma de todo corpus «constituye una estabilización provisoria (…) que se mantiene solo hasta que aparezcan huellas que movilicen otros modos de pensar la puesta en serie y la delimitación» (p. 62) de nuevos materiales4.

Los datos de cada corpus son tratados de manera abductiva por medio del relevamiento de huellas que funcionan como indicios de explicaciones acerca de regularidades o de singularidades identificadas. El método analítico de base es el establecido por el “paradigma indicial”, como denomina Ginzburg (1999, 2006) al conjunto de procedimientos conjeturales del investigador social, que transforman una sospecha razonable en pruebas (textuales, materiales) sobre una hipótesis; explotan la potencialidad cognoscitiva de las excepcionalidades dentro de las series; y fundamentan sus reflexiones teóricas en la riqueza de los casos elegidos.

Dado que las regularidades discursivas pueden escapar a la planeación estratégica y consciente de los sujetos en acción, el método indicial lleva al analista a considerar los detalles que parecen irrelevantes y a proponer relaciones u órdenes entre estos para dar cuenta de mecanismos que construyen significados y orientan su interpretación, más allá de las intencionalidades de los sujetos empíricos. En cuanto al procedimiento abductivo, el método observa con atención los materiales textuales como acontecimientos o hechos singulares y «desemboca en la hipótesis de otro hecho particular que se supone es la causa de los primeros. Se elabora, así, un saber que, por cierto, no podrá escapar totalmente a su carácter conjetural» (Arnoux, 2019, p. 18). Las hipótesis se ponen a prueba hermenéuticamente con trayectos constantes entre las teorías de base y los datos recolectados.

Las marcas discursivas son las que el analista interpreta en diálogo con los saberes históricos que activan el corpus y los saberes propios de las disciplinas que lo abordan (Arnoux, 2009). En esa medida, la noción particular de discurso con la que operamos es, fundamentalmente, la articulación entre un texto y su lugar social, con lo cual el objeto de análisis no es ni la organización textual ni la situación de comunicación, sino aquello que los anuda a través de un modo de enunciación. Pensar los lugares independientemente de las palabras que ellos autorizan o pensar las palabras independientemente de los lugares de los que forman parte sería permanecer fuera de las exigencias en las que se basa el Análisis del discurso (Maingueneau, 1999, p. 65)

Añadimos a este punto de vista el ofrecido por Orlandi (2001, p. 13), para quien el discurso funciona al vincular a los sujetos con la historia, en procesos complejos de producción de subjetividades y de efectos de sentido entre esos sujetos: «el discurso es el lugar en el que se puede observar la relación entre lengua e ideología, comprendiéndose cómo la lengua produce sentidos por y para los sujetos» (p. 10).

El enfoque erístico del análisis discursivo

La lucha verbal ha sido objeto de interés para varias perspectivas del análisis del discurso. Amossy (2014), por ejemplo, plantea un modelo sociodiscursivo para entender la lucha verbal como “discurso polémico”, en el marco de la socialdemocracia europea; se centra en definirlo como una modalidad argumentativa para la coexistencia en el disenso y en reconocerlo por la instalación de lógicas dicotómicas, la polarización del espacio social y la desacreditación entre los oponentes. En general, la propuesta es un avance de la ya clásica noción de polémica de Kerbrat-Orecchioni (1980), donde lo principal es el ataque a un blanco. Sin detenernos sobre estas características, podemos resaltar que este modelo se plantea bajo el presupuesto político de una democracia de base donde la palabra pública fluye sin mayores obstáculos. Sin embargo, la pregunta por las características de la democracia regional, en general, y por la colombiana, en particular, puede poner en cuestión ese presupuesto.

La perspectiva erística, por su parte, se interesa por los fenómenos de inscripción en el discurso de discordias apasionadas y desbordadas, en que las reglas del debate ceden ante los imperativos del combate. La manifestación discursiva de desacuerdos de este tipo configura disputas en las cuales los participantes se atacan y se defienden, a través de acciones simbólicas de fuerza y de hostilidad; entre estas, cobran especial importancia las agresiones verbales y paraverbales. La erística constituye una dimensión de la expresión del desacuerdo; una condición transversal de las relaciones sociales y, por extensión, de buena parte de las interacciones argumentativas, si bien ella misma no constituye un tipo de argumentación5, sino más bien su reverso: la erística es una modalidad más dentro del debate público, como lo es también el debate racional y el discurso polémico, pero no a través de sus mismos procedimientos, pues conserva una parte sustancial de la naturaleza material del combate físico que, a priori, no responde a exigencias normativas, pero sí a parámetros o componentes que aparecen regularmente (Olave, 2019a, p. 50).

Como lo sugiere Budzyńska (2013, p. 15), las aproximaciones conceptuales a la erística tienen una fuerte dependencia de los momentos disciplinares en los cuales se originan. Para el caso de la retórica clásica, la erística es presentada como un juego verbal contencioso, engañoso y deleznable (Platón, 1987) o como un modo de razonamiento defectuoso y falso para la refutación racional (Aristóteles, 1995). En Schopenhauer (2011[1864]), en cambio, la erística es el trasfondo de la dialéctica; el arte de las disputas en que los sujetos buscan ganar a cualquier precio, usando todo tipo de estratagemas verbales. Kotarbiński (1963), por su parte, continúa la reflexión de Schopenhauer, pero define la erística como una competencia o habilidad en las disputas para ganar el reconocimiento de un tribunal que juzga y define quién tiene la razón. Este punto de vista, con énfasis en los veredictos judiciales, ha sido recuperado desde finales del siglo pasado en el ámbito ruso (por ejemplo: Blazevic & Selivanov, 1999).

Recientemente, se han evaluado los trabajos crecientes sobre erística (Kampka, 2014; Kochan, 2005; Lewinski, 2012; Min Liu, 2016; citados en Hordecki, 2018) como aproximaciones con un marcado énfasis instrumental en las técnicas o tácticas de la disputa y con poca atención a los contextos socioculturales dentro de los cuales aparecen.

El área de los estudios clásicos también viene prestando atención a la erística como un conjunto de técnicas de refutación derivadas de la dialéctica socrática, pero con objetivos diferentes a la búsqueda de la verdad. En la antigüedad clásica, esas técnicas no aluden a una escuela o movimiento en particular, sino que se les llama “erísticas” para etiquetarlas peyorativamente, con lo cual se denostaba a los intelectuales de la época que no compartían las ideas de Platón y, por lo tanto, no merecían llamarse “filósofos” (Mársico, 2014; Ramírez Vidal, 2016). Sin embargo, como lo propone Gardella (2017), la erística logra configurar una dialéctica socrática alternativa, centrada en los modos de la antilogía, con funciones críticas (la imposibilidad de acceder a lo real a través de las palabras), persuasivas (la imposición de un punto de vista sobre otro acerca de la misma cosa) y refutativas (la capacidad de objetar cualquier posición u opinión sobre algo).

En el trabajo que proponemos, la erística es abordada interpretativamente en su dimensión discursiva, como prácticas insertas en disputas públicas contingentes, históricas y políticas, en que los actores luchan apasionadamente por someter a sus adversarios para reforzar un orden social determinado y profundizar desacuerdos específicos en la esfera pública. Esa profundización de las discordias tiene múltiples funciones en el ámbito democrático; por ejemplo, vehiculizar y darle resonancia a la indignación de sectores sociales tradicionalmente oprimidos (Reygadas, 2015), alcanzar acuerdos más sólidos después de radicalizar las posiciones en pugna (Gilbert, 2006) o destrabar inercias violentas a través de victorias retóricas en las que todos los contendientes se declaran ganadores (Olave, 2019b).

La erística se constituye a través de intercambios verbales cara a cara (heterogestionados presencialmente o clásicamente “dialécticos”), oratorios (monogestionados o tradicionalmente “retóricos”) o en polílogos (intercambios sincrónicos o asincrónicos en plataformas digitales). En esta medida, pretendemos profundizar en la modalidad erística de un conjunto de interacciones dialécticas y oratorias de Gustavo Petro en sus discursos electorales y poselectorales, como candidato presidencial.

Nuestra contribución abona a un conjunto creciente de investigaciones académicas sobre la figura política de Gustavo Petro, que han empezado a aparecer especialmente en formatos monográficos y de tesis universitarias. El mapa de esos intereses es heterogéneo: el modelo de democracia agonística y el proyecto hegemónico en el discurso de Petro (González, 2018; Olivar, 2013); la narrativa mesiánica de su última campaña presidencial (Gómez, 2019) y la movilización de sus votantes a través de Twitter (Prada, 2018); su discurso “populista socialdemócrata” sobre la corrupción (Kajsiu y Tamayo, 2019); sus acentos progresistas en la construcción discursiva de la figura del ciudadano (Martínez Burgos, 2018); y la evaluación de su gestión administrativa (Ramírez, 2014) y comunicativa (Becerra, 2016) como alcalde de Bogotá; entre otros.

En general, desde la diversidad de las disciplinas en las que anclan, estos trabajos revelan la presencia protagónica de Petro en las dinámicas políticas y electorales de la última década. En el mismo sentido, se trata de aproximaciones analíticas que interrogan, con diferentes niveles de profundidad, la relación identitaria que pretende establecer esta figura pública con los sectores populares y con las minorías de diferente orden. Esas preguntas comúnmente incluyen el intento de dilucidar los presupuestos ideológicos del discurso petrista y la evaluación de los alcances y limitaciones de su gestión gubernamental.

Mucho menos prolífica y curiosamente sectarizada es la producción bibliográfica dedicada enteramente a Petro. Dos de los trabajos más visibles se oponen explícita y radicalmente a favor (Cuesta, 2019) y en contra (Rodríguez y Gómez, 2019) de su paso por la alcaldía mayor, lo cual hace más interesante el contraste entre opiniones que el contenido mismo de estas obras. Lo mismo ocurre con las lecturas sobre Petro en clave de “populismo” (Giraldo Ramírez, 2018), que suelen alertar la llegada de un régimen “populista” al poder presidencial en cabeza del exalcalde.

Por nuestra parte, esperamos profundizar las discusiones y puntos de vista acerca de Gustavo Petro como figura política de múltiples aristas, vigente en la dinámica democrática contemporánea. La perspectiva teórico-metodológica que asumimos, dentro del campo del análisis del discurso, permite que ofrezcamos una interpretación crítica de esa figura actuando en escenas de combate verbal, bajo los imperativos de la contienda electoral y de las luchas libradas en torno a sentidos disputados en público. Dentro de esas escenas también se construye el sujeto político en y a través de sus propios discursos, “sujetado” a las exigencias del combate. Nos apartamos, entonces, de la ilusión de revelar o evaluar intenciones ocultas, trucos manipulatorios o posiciones ideológicas encriptadas, así como de pretensiones tanto adversariales como apologéticas en torno al personaje o a la persona. Nos interesa, en cambio, ampliar las discusiones sobre esta figura al interrogar su “puesta en arena”, esto es, los modos como despliega acciones de lucha verbal frente a diferentes condiciones de la contienda política, en el marco de algunas escenas de competencia electoral.

El primer capítulo es una reflexión sobre Gustavo Petro como político, sobre el rol que asume dentro del contexto democrático colombiano en la última década. Reparamos, particularmente, en el dificultoso equilibro que existe entre la convicción y la mesura, retomando la perspectiva de Weber (1979) en torno al “político profesional” y actualizándola como herramienta interpretativa para interrogar el ambiente de pugnacidad por el poder en el país, en general, y de la elección presidencial de 2018, en particular.

En el segundo capítulo, analizamos una estrategia de combate verbal apuntalada en el discurso ambientalista, cuyo eje central resulta ser el petróleo como objeto en disputa dentro del proyecto económico gubernamental, en contraste con las propuestas con las que compite. El componente ambiental constituye una estrategia discursiva que busca instalar preocupaciones ecológicas, en contraposición a las denominadas “políticas de la muerte”, dentro del debate electoral y las escenas oratorias del candidato.

En el tercer capítulo, analizamos una tensa entrevista realizada días antes de la primera vuelta presidencial, en mayo de 2018, por parte de un equipo periodístico adverso al proyecto político de Petro. El caso permite indagar en los modos de asumir la animadversión de los oponentes y sus embates verbales, a través de cuatro mecanismos o “contragolpes” de carácter metadiscursivo.