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“El sentido de la vida”
“El sentido de la vida”
Predicaciones
Claudio Rizzo
Índice de contenido
Portadilla
Legales
Introducción
1ª Predicación: “Angustias y fobias I”
2ª Predicación: “Angustias y fobias II”
3ª Predicación: “Angustias y fobias III”
4ª Predicación: “Cerrando capítulos I”
5ª Predicación: “Cerrando capítulos II”
6ª Predicación: “Aclarando confusiones I”
7ª Predicación: “Aclarando confusiones II”
8ª Predicación: “Abandonando la infelicidad I”
9ª Predicación: “Abandonando la infelicidad II”
10ª Predicación: “Asumiendo actitudes sólidas”
11ª Predicación: “Confrontando los rechazos I”
12ª Predicación: “Confrontando los rechazos II”
13ª Predicación: “Matizando los rechazos y la vergüenza I”
14ª Predicación: “Matizando los rechazos y la vergüenza II”
15ª Predicación: “Miedo al fracaso”
16ª Predicación: “Miedo al hombre”
17ª Predicación: “El camino del consenso I”
18ª Predicación: “El camino del consenso II”
19ª Predicación: “El camino del consenso III”
Rizzo, Claudio El sentido de la vida : formación interdisciplinaria / Claudio Rizzo. - 1a edición - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Guadalupe, 2020.Archivo Digital: descargaISBN 978-950-500-788-21. Espiritualidad Cristiana. I. Título.CDD 248.4 |
Diagramación de interior y tapa: Patricia Leguizamón
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Inscripción ley 11.723 en trámite
ISBN edición digital (ePub): 978-950-500-788-2
Introducción
Así como este año, el 4 de enero de 2019, he abierto mi canal de Youtube “Claudio Rizzo teólogo” con enseñanzas variadas, tener la posibilidad de este otro canal de evangelización que son los libros es motivo de gozo para mi alma. Saber que al estar en la tierra y cuando el Señor me llame, lo que él nos da lo hemos encauzado y administrado correctamente, nos llena de paz porque “El es nuestra paz” (Ef 2).
Dios ha querido que mis escritos lleguen a manos de tantos varones y mujeres de fe y así podamos seguir madurando en un continuo proceso de formación permanente e interdisciplinaria.
Como personas, entiendo, no se puede vivir y celebrar la fe en forma disociada de la vida cotidiana.
Siendo la fe un “modo de vida” y no solo pensamientos, se hace complejo no mirar la vida “según Dios”. Como enseña San Pablo “Vivo de la fe en Aquel que murió y se entregó por mí”. También el apóstol nos aporta que “el hombre no se salva por cumplir con la ley sino por creer en Cristo Jesús”. Entonces, para “vivir de la fe en Cristo y creer en Cristo” necesitamos hacer un proceso de integración entre la fe y la vida. En verdad, nuestra vida debe ser un fiel reflejo de la fe que profesamos. Por eso, necesitamos incorporar los aportes científicos y universales de otras ciencias humanas al saber de Dios: la Teología.
Comencé a los veintisiete años, después de haber discernido desde mis 21 años, la vocación específica de predicador (Ef 4, 11), con mi director espiritual de entonces, Monseñor José Erro, quien me acompañara durante 14 años consecutivos de mi vida. Al principio mi servicio se dirigió a laicos. Luego, a religiosas - religiosos y sacerdotes (entre ellos Hijas de María Santísima del Huerto, Hermanas de Santa Ana, Hermanas Dominicas de la Anunciata, Hijas de San Camilo, Siervas de San José, Orden de los Padres Escolapios (en Argentina y en la India), Hermanas de María Inmaculada, Hijas de María Auxiliadora, Hermanas del Buen Pastor, Hermanas Clarisas Capuchinas de Villa Elisa, Hermanas de la Divina Pastora, Hermanas de la Caridad de Vedruna, Hijas de San José, Hermanas Ursulinas de la Inmaculada Virgen María, Misioneros Scalabrinianos, Padres Dehonianos, Misioneros del Verbo Divino, Hermanas Agustinas Misioneras, etc.). Además, desde el año 2008, he venido desarrollando en la Sede Central de la Conferencia Argentina de religiosos y religiosas–CONFAR, distintos encuentros para Formadores y Formadoras. Conduje tres años seguidos encuentros de Teoterapia (Acompañamiento interdisciplinario formativo) para religiosos y religiosas –tal como se publicó en la revista Caminos de Confar– N2 46 de 2008 –durante 2008, 2009 y 2010–. Paralelamente, desde 2008, brindo servicios de Formación Permanente organizados por el Departamento de la Tercera Edad de dicha Conferencia, abierto a todos los religiosos y religiosas de distintas edades.
Todas estas comunidades y otras me han invitado y me invitan para favorecer momentos de intimidad con Dios. Hoy, la amplia gama de este ministerio en el Espíritu me permite seguir construyendo el Reino en la diversidad de carismas que la Iglesia posee.
Cuando hay docilidad, cada predicación es como el agua que sacia la sed y suscita nuevos horizontes… Desde hace un poco más de siete años he abierto una “Casa de formación y oración”, la Divina Misericordia, en Capital, Buenos Aires. Allí tenemos encuentros de teoterapia, semanalmente y durante todo el año. Participan laicos y religiosas en el Seminario de Espiritualidad, asamblea de oración y retiros. Con el tiempo son varios también los sacerdotes que se acercan a este lugar de Encuentro y oración. Toda mi actividad pasa por la predicación, desde agosto de 1987. Por eso, estoy abocado a ella, en distintas modalidades, según el Espíritu dispone.
De los libros que escribí hasta ahora, opté por publicar, como primero “El sentido de la vida”. Es una recopilación de predicaciones que consolidan puntos de reflexión para redimensionar la vida cristiana.
Las etapas de la vida son distintas; también las circunstancias. Por tanto, la experiencia de la vida es fluctuante. Siempre dependemos de nuestras circunstancias, tanto intrínsecas como extrínsecas. Sin embargo, al entrar en “la moral de la Alianza con Cristo”, aquello que es intrínseco, tendrá siempre nuevas perspectivas. Su Presencia, lo que en dogmática llamamos “estado de Gracia”, genera diariamente “asombro y novedad”, lo cual posibilita la “paz y el bienestar” que solo Dios puede darnos.
Cada predicación tiene una introducción, un desarrollo y una conclusión. Es recomendable detenerse y reflexionar el núcleo central. Al final, conviene autoevaluarse con el ejercicio “Nos preguntamos y nos respondemos”.
Deseo que cada lector pueda “ejercitar espiritualmente” los contenidos del libro que contribuyen a clarificar “el sentido de la vida”.
Es relevante que el lector logre leer y reflexionar toda la predicación. No la fragmentemos, sino démosle una lectura completa.
A medida que escribí sobre estos temas, sentí en mi interior que la publicación algún día, llegaría a mucha gente; además de todos aquellos hermanos a quienes predico desde hace tantos años tanto cara a cara como por radio en los casi veintidós años en que conduzco mi programa “Intimidad”. Cada emisión se sube semanalmente a mi canal de YouTube.
Y aquí estamos, dando gracias a Dios, por haber dispuesto que, a través de la Editorial Guadalupe en Argentina, mis aportes alcancen a muchos más en el mundo entero.
Agradezco al Abba Padre, en la persona de Jesucristo, a la Virgen y a nuestros “amigos” (los Santos y Ángeles) por alentarme a escribir. A mi familia, a mis hermanos de comunidad y oyentes, quienes al enterarse se llenaron de la alegría del Señor. Un agradecimiento particular al Director de la Editorial Guadalupe, el Padre Pedro y a todo su equipo por su buena y pronta disponibilidad.
Claudio Rizzo
1ª Predicación: “Angustias y fobias I”
“Señor, escucha mi oración y llegue a ti mi clamor; no me ocultes tu rostro en el momento del peligro; inclina hacia mí tu oído, respóndeme pronto,
cuando te invoco”.
Salmo 102, 2-3.
La vida, sostiene la sabiduría popular, es una caja de sorpresas… y entre ellas, en el sentido en que se menciona esta realidad, aparecen las perturbaciones. A la vez, éstas se alojan en nuestro psiquismo cuando experiencias del pasado no encontraron su cauce o bien aquellas del presente no nos dejan descansar. Mientras más pérdidas hayamos tenido a una edad temprana, mayor será reaccionar en una forma “inexplicable” ante pérdidas que, aparentemente, “en sí mismas”, nos resultan insoportables.
Estas pérdidas toman forma de frustraciones, estados de desánimo, pérdida del sentido de la vida. Si deseamos ser emocionalmente sanos y optimizar una vida feliz, es recomendable comenzar por distanciarse de las pérdidas y esto se logra a través del redescubrimiento del sentido de la vida. Aceptemos benignamente las pérdidas inevitables de la vida.
Mientras que la tristeza es una reacción natural e inevitable, hay muchas cosas que podemos hacer para reponernos más rápidamente de nuestras depresiones. Mientras más rápido y eficientemente le hagamos frente a nuestras pérdidas, más felices seremos.
Nuestra personalidad se asienta sobre un trípode formado por la constitución, el temperamento y el carácter. Considerados en este orden, la influencia de la cultura es creciente, mientras que la influencia de los factores hereditarios (genéticos), es decreciente. Igualmente, intervienen siempre ambos factores.
La constitución está dada por las características somáticas (físicas) básicas y permanentes. Depende fundamentalmente de la herencia biológica, pero no está libre de la influencia de los factores ambientales y psicológicos.
El temperamento está constituido por las características más estables y predominantes. Se lo ha considerado siempre como el aspecto funcional o dinámico de la constitución, en el sentido de su origen totalmente hereditario. Las influencias ambientales, durante los primeros años de vida son, sin embargo, de gran importancia tanto para la formación de la constitución y el temperamento, como para la de la personalidad total.
El carácter está dado por las pautas de conducta más habituales o persistentes; para ellas, se admite la influencia predominante del medio ambiente.
La personalidad se puede dividir o clasificar en función del predominio de las estructuras de conducta y, estudiando la dinámica de la personalidad, se encuentra que hay una cierta organización polar predominante en la cual una misma personalidad puede alternar o bien mantenerse solamente en uno solo de cualquiera de sus polos. De la misma manera, una misma personalidad puede tener variaciones entre los dos extremos en distintas épocas de la vida o alternar entre ellos en momentos sucesivos.
Una de estas polaridades en las estructuras de conducta es la de la personalidad esquizoide, que puede alternar entre alegría–tristeza, o bien subsistir permanentemente sobre alguno de esos dos polos, en cuyo caso hablamos de una personalidad hipomaníaca y depresiva respectivamente.
Una tercera escala relevante es la glischoroide, cuya personalidad oscila entre conductas viscosas (adhesivas) y explosivas.
De la misma manera, es posible admitir escalas de otras organizaciones polares de la personalidad: fóbica (evitación–invasión); histérica (represión–demostración); paranoide (confiado – desconfiado); obsesivo (controlado–desordenado–en palabras y actitudes). Tampoco se puede dejar de lado el sadismo–masoquismo.
Todo ello va delineando calificativamente la personalidad, es decir, la conducta nos habla de lo que hay dentro de las personas. Es la manifestación exterior de nuestra vivencia psíquica–emotiva–intelectual–espiritual.
En la vida, vamos dando sentido a las cosas según la motivación, la objetividad y la finalidad. La motivación, en general, se la toma desde lo exógeno, o sea, lo que viene de afuera (palabras alentadoras, personas significativas, signos evidentes tanto intelectuales como sentibles).
Sin embargo, ¿podríamos dejar de lado nuestra relación con el Señor? En el camino que seguimos, el grado de enamoramiento que cada uno haya podido recorrer, bajo el soplo de Dios, será casi determinante para el resto de nuestros pasos por la tierra. La espiritualidad ocupa un lugar central en la vida del creyente.
Nos preguntamos y nos respondemos:
Veamos escalas de polaridad en la personalidad.
• Hoy, ¿con cuál de ellas te identificas?, subraya tus propias escalas: Alegre, explosivo, masoquista, controlado, frio, desconfiado, invasivo, reprimido, triste, sádico, desamparado, desordenado, afectivo, confiado, demostrativo, evitable, reticente, parco, terco, irónico, frustrado, estimulativo, distante, tímido.
• ¿Te animas a compartir con alguien y manifestar qué es lo que hoy prevalece en tu vida y por qué?
“Ya no soy yo sino Cristo quien vive en mí”
Gálatas 2, 20.
2ª Predicación: “Angustias y fobias II”
“Examínenlo todo, quédense con lo bueno”.
1ª Tesalonicenses 5, 21.
La objetividad nos propone la distancia psicológica de los hechos y personas con que nos topamos. Nos permite evaluar y clarificar, sin la influencia de “voces extrañas” (murmuraciones, fines personalistas…) que otros pueden pretender inculcar. La objetividad forma parte de la esencia del sentido de la vida… Y llamamos esencia a aquello que define, limita, pone fin y, por tanto, establece sentido.
Este verbo “establecer”, garantiza la fidelidad a la opción hecha. La continuidad en aquello que entendemos, nos genera felicidad y ayuda a crecer como seres humanos y en Cristo. Por eso, Santa Teresa, nos recuerda que “al que tiene a Dios nada le falta, solo Dios basta”. No obstante, a esto hay que llegar, no es una mera emoción, es una determinación de nuestros sentimientos. La finalidad siempre es indispensable para completar el sentido de la vida, el siempre presente ¿para qué?, pregunta que tiene que ver con la moralidad teológica.
Cristo el Señor constantemente en su conducta nos señala la importancia del para qué. Él se encargó de mostrarnos en él mismo, el camino que conduce al Padre. Ese Padre es el Autor, Creador y Dueño de nuestra vida.
En esta perspectiva es que sugiero integrar a la vida una mirada escatológica (ver la eternidad como un espejo según dice Santa Clara de Asís) y no ver la vida desde el prisma apocalíptico. Jesús valoró la tierra, de ahí que fue enviado por el Padre.
Esforzarse por descubrir y encontrar el sentido por el aquí y ahora es muy importante para el allá y el después. Esto es Evangelio.
Para poder ayudarnos a elaborar interiormente el sentido de la vida, esclarezcamos cuatro posibilidades que nos permiten acceder a un proceso de priorización y a la respuesta en nuestro caminar, a saber:
a. Sentido semántico (de nuestras palabras y actitudes): es la relación entre signos y objetos.
b. Sentido télico (final): con algo que es un medio que persigue un fin. La relación es entre un acontecimiento y otro.
c. Sentido lógico o fundamentante: relación entre un enunciado y su fundamentación.
d. Sentido de motivación: relación entre comportamiento y su motivación.
Alguna vez Freud sostuvo que “el subconsciente ni miente ni envejece”. Algunos no aceptan a Freud y rechazan de plano sus teorías. Entiendo que eso viola el principio bíblico en el que San Pablo nos dice: “Examínenlo todo, quédense con lo bueno”, 1ª Tesalonicenses 5, 21.
Cuando Freud escribió esas palabras significó sencillamente que las experiencias ocultas de nuestro pasado influencian nuestro presente, incluso nuestro futuro. Por supuesto, un punto de vista espiritual no tiene pasado, presente ni futuro. Es una terminología que aconsejo tener presente porque el pasado es activo, lo cual significa que la persona no olvida lo que le ocurre. Puede ser que no lo recuerde y llame a eso olvido; lo que en realidad hace es empujar las experiencias dolorosas hacia la mente subconsciente. En lo emocional y en lo espiritual, no existe el tiempo ni el espacio. Los dolores hay que tratarlos para erradicarlos en Cristo, definitivamente. No tocarlos es un grave error porque generan represión. Si uno lo libera las represiones acumuladas, corremos el riesgo de entrar en trastornos mentales.
Nos preguntamos y nos respondemos:
• ¿Qué cosas en mi vida aún no han sido resueltas? ¿Por qué?
• ¿Qué impide que hoy seas lo que desearías ser?
• ¿Qué importancia genera Jesús con su Evangelio en tu presente? ¿Cómo calificarías: indispensable, saludable, liberadora, contenedora, protectora, alentadora?
• ¿Adviertes la necesidad interior de entregar en el retiro de hoy algún dolor del pasado o inquietud del presente? Si la respuesta es sí, no dudes en decirle: “Señor Jesús, aquí y ahora te entrego esto que tanto me ha pesado o pesa actualmente:
“Tu, Señor, reinas para siempre,
y tu nombre permanece eternamente”.
Salmo 102, 13.
3ª Predicación: “Angustias y fobias III”
“Porque mis días se disipan como el humo,
y mis huesos arden como brasas”.
Salmo 102, 4.
Aceptemos benignamente las pérdidas inevitables de la vida. Dios, en su misericordia, nos ha suministrado capacidades, entre ellas la eficiencia. Al conceptuar esta palabra nos aproximamos a descubrir habilidades, actitudes predisponentes, inclinaciones hacia el progreso, apertura de caminos, etc.
Siempre comprendamos que la personalidad está integrada por la constitución (lo físico, lo heredado genéticamente), el temperamento (características afectas estables predominantes) y el carácter (conducta habitual).
Nosotros inmiscuyámonos en lo que hace a aquello que es modificable desde un punto de vista psico–espiritual: la conducta.
El sentido de la conducta radica en el contexto del cual ésta emerge, es decir, en el conjunto de relaciones que hemos establecido en la vida. Distintos tipos de relaciones establecen distintas modalidades de sentido. Estas se refieren a las distintas relaciones que tiene una conducta o una situación con otras conductas o situaciones, ubicadas, estas últimas, en el presente, en el pasado o en el futuro.
Prestemos nuevamente oídos a aquella enseñanza de Freud y es que “el subconsciente ni miente ni envejece”. Con esto se sostiene que las experiencias ocultas influencian nuestro presente e incluso nuestro futuro.
Claro está que el Señor Jesús vino a “liberar a los oprimidos; a los cautivos” (Lucas 4), lo cual está en concordancia con nuestro pasado. Y podemos preguntarnos ¿cómo se activa el pasado? Y la respuesta es: por asociación. Vemos imágenes que nos recuerdan situaciones vividas, aunque no iguales, pero sí similares. La similitud es un instrumento de la razón para asociar. Otras veces, palabras, dichos, actitudes, tonos de voz…
En la vida, a pesar de que pueda no haber dolor sino interrogantes, existen “transacciones incompletas”. Dios, en su gran sabiduría, nos creó para que fuéramos seres completos, tanto física como emocional y espiritualmente. Este es el principio que se denomina homeóstasis por el cual todos los organismos tratan de mantener un equilibrio interno. Por ejemplo, cuando sentimos la necesidad de comer algo dulce, el cuerpo necesita azúcar, lo mismo en otras situaciones. Muchas personas están desequilibradas debido a un “negocio” inconcluso o a una transacción incompleta o alguna deuda de amor.
Todo conlleva a que en el presente nos encontremos con un proceso del pasado incompleto. Y la ausencia de logros pauperiza el sentido de vida. Cuanto más incompletez mayor será la demanda hacia el pasado. Podemos, a primera vista, tomar dos caminos:
1. Iniciar un proceso de depresión.
2. Cerrar capítulos de la vida definitivamente.
También conviene considerar que muchas de las circunstancias de la vida pueden dar paso a pérdidas que producen depresión.
√ Dificultades económicas: vivimos en una sociedad materialista que depende del dinero. El materialismo conduce a experimentar depresiones reactivas. Con la inestabilidad de la economía nacional y mundial, más y más personas tienen menos para vivir. Esto es una pérdida significativa.
√ Problemas de trabajo: en muchos casos las fuentes laborales se convierten en una fuente importante de tensión y de dificultades. Se soporta en función de ganarnos la vida. Los ambientes de trabajo son cada vez más conglomerados; el hombre parece que se está robotizando.
√ Problemas con la familia y los hijos: aquellos que están más cerca de nosotros son frecuentemente la causa de nuestros dolores más profundos. Incluso, aquellos padres cuyos hijos no llegan a ver lo que ellos deseaban pueden experimentar pérdidas significativas. Los conflictos más comunes son entre padres e hijos. Por eso, se tornan en una seria fuente de depresión.
√ Problemas con los hábitos: algunos se hacen adictos a ciertos patrones de conducta social y económica, como en el caso del prestigio o la reputación. Además de otros hábitos tales como la droga, el sexo fuera de un contexto de amor bendecido, el juego, el alcohol, el trabajo…
√ Poca autoestima: puede ser tanto síntoma como consecuencia de la depresión. Recuperemos la dignidad que es lo que mayormente se desintegra en la autoestima; indaguemos sobre lo que implica la palabra dignidad.
√ El paso de los años: A medida que nos acercamos al tiempo de promediar nuestra vida y hacia el final de la misma, la conciencia de que tenemos un tiempo de vida limitado se hace muy real. En estos tiempos, cuando empezamos a pensar acerca de lo que no hemos logrado hacer, puede advenir una depresión. Dos pautas importantes que pueden favorecernos, y mucho, son:
1. Todos tenemos una duración.
2. Aceptemos nuestros límites. Recordemos que cada uno hizo lo que pudo en la su vida. Los límites (biológicos, psicológicos, espirituales) deben sonar más frecuentemente en nuestro interior.
√ La soledad, el aburrimiento y la desesperación: Fuera del ambiente fraterno de comunidad, nos hemos venido convirtiendo en una sociedad solitaria. La gente no siempre se saluda en un ascensor y son todos consorcistas… El saludo “Buen día” al llegar al trabajo, tantas veces pronunciado casi obligatoria y desganadamente, etc. Esto nos hace pensar y evaluar si nosotros tenemos una clara idea de los propósitos de Dios en la vida o bien la clara idea de cuánto Dios actúa en nosotros para llegar a la felicidad.
√ La falta de vínculos: Se da cuando aún no hemos logrado estar vinculados a algo mayor que uno mismo, a Dios. Es la primera fuente que asegura el sentido de la vida. Dios es Autor, Creador y Dueño.
Nos preguntamos y nos respondemos:
• ¿Puede nuestra actitud y conducta causar depresión? Sin lugar a dudas. Analicemos distintas causas que pudieron haberse infiltrado en nuestra historia.
• Descontento: Es la tendencia de envidiar a otros y no estar satisfecho con lo que hemos hecho o resentirse por y con lo que tenemos.
• Escala equivocada de valores: Juzgar equivocadamente lo que es importante en la vida y la tendencia a concentrarse demasiado en cosas insignificantes.
• Creencias equívocas: Inclinación de creer que todo debe sernos favorable, o que la vida solamente debe presentarnos bendiciones.
• Reacciones equivocadas: Ser demasiado sensible en cuanto a lo que nos dicen o nos hacen, o ser inmaduro y no ser capaz del equilibrio adecuado.
En cada uno de nosotros hay una necesidad puesta por Dios que debe ser satisfecha y es la Unidad con Él. Siguiendo los textos patrológicos (inherentes a la creación), el hombre original es un ser completo. Fue el pecado el que desequilibró su vida y destruyó la visión de perfección. Ahora, mediante Cristo Jesús, queremos ser de nuevo completos; esto crea tensión. Sin lugar a dudas que escudriñar el pasado para completar asuntos inconclusos produce temor. Más aún, solo pensarlo, atemoriza a las personas. Es difícil volver atrás y completar tareas inconclusas.
Es en el presente en el que podemos aplicar lo que Blumenfeld denomina “sentido éidico”: se refiere a la relación de la parte con el todo. Dicho de otro modo, es la inclusión de conductas coexistentes en una solo conducta total. En síntesis: la conducta psicosocial, sociodinámica e institucional es una sola conducta.
Si a lo largo de nuestra vida aparecen sentidos contradictorios o al menos no concordantes, éstos pertenecen a la estructura objetiva del fenómeno y no a las deficiencias metodológicas.
El apóstol Pablo nos enseña que debemos “andar en el Espíritu”, por lo tanto, eso es algo que se aprende; en algún momento de la vida conviene confrontar los conflictos no resueltos y desarrollar nuevas formas de contender con nuestras emociones. El pasado nos puede ser útil para traer hoy a la memoria cómo tratamos de resolver nuestros desafíos: ¿enfadándonos?, ¿pateando el piso?, ¿huyendo?, ¿escondiéndonos?, ¿delegando a otros? Recordemos que la conducta infantil es evasiva. La conducta adulta analiza y cambia el modo de responder en el presente para que la vida nos brinde una respuesta que corone nuestros esfuerzos.
Nos preguntamos y nos respondemos:
Pistas de pensamientos para que a partir de hoy nuestra vida encuentre un sentido desde Cristo y para el Señor.
• No pretendas cambiar el mundo, tu familia, intenta cambiarte a ti mismo.
• Haz de tu historia personal y vincular, un canto de alabanza, evitando los desaciertos ya que todos los hombres los tenemos.
• Inhala el Nombre de Jesús las veces que lo necesites y exhala tu aliento con Su Nombre para aliviar tu alma.
• ¿Qué opinas de la siguiente afirmación?: “El más placentero desafío es ser como Cristo”.
• Amar es donarse uno mismo (Santa Teresita).
• No permitas que la depresión enseñoree tu vida. Sólo Jesús debe hacerlo, su amor, su perdón, su comprensión.
• ¿Por cuál (es) de todos ellos, hoy, optas para completarte y así tu historia frente a Dios no quede desintegrada?
“Confía en el Señor y practica el bien;
habita en la tierra y vive tranquilo;
que el Señor sea tu único deleite,
y él colmará los deseos de tu corazón”.
Salmo 37, 3.
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