Czytaj książkę: «Creo que te inventé en mi mente»
Creo que te inventé en mi mente
© Claudia Apablaza, 2020
© Neón, junio 2020
Neón Ediciones es un sello editorial del grupo ebooks Patagonia
@neonediciones
www.neonediciones.com San Sebastián 2957, Las Condes Santiago de Chile
ISBN Edición Digital: 978-956-9984-10-5
Edición: María Paz Rodríguez
Diagramación digital: ebooks Patagonia
www.ebookspatagonia.com info@ebookspatagonia.com
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CREO QUE TE INVENTÉ EN MI MENTE
Claudia Apablaza
ÍNDICE
Creo que te inventé en mi mente
Claudia Apablaza
Get along with the voices inside of my head
Rihanna
IRÉ A BENIDORM esta vez. Ordeno mi bolso, pongo un cepillo de dientes, una toalla, una muda de ropa, algo para comer. Salgo de casa. Llego a la estación. Cuando agarro el tren para ir a Benidorm, me arrepiento de no haber tomado un avión para esta ciudad horrible, y como dicen, uno de los mejores atractivos del mediterráneo. Primero debo llegar a Valencia, luego tomar un bus interurbano que me llevará al pueblito en que Sylvia Plath y Ted Hughes fueron a pasar su luna de miel, luego de que pasaran por París y Madrid, todo esto antes de que ella se suicidara.
Dicen que estaban enamorados. Dicen que se amaban. Leí las cartas de Sylvia a Ted. Se decían cosas linda. Cosas de amor.
Estuvieron un mes en ese sitio escribiendo sus textos, leyendo y asombrándose de la ruralidad de entonces: vacas, muchas nubes y árboles frutales.
Al llegar a Valencia me bajo del tren y entro en un bar para tomar un café con leche, me fumo un cigarrillo y observo los cuadros colgados en las murallas; cuadros horribles por lo demás; cuadros pintados para estimular, seguramente para olvidarse del suicidio de Sylvia.
Saco mi libreta para dibujar y me dedico a hacer un retrato de mi compañero de asiento, que se me ha quedado pegado en la retina. Es un chico guapo. De repente sentí ganas de besarlo ahí mismo, para luego no hablarle más y dejarlo abandonado en el primer pueblo fantasma que pasáramos.
Lamentablemente en el segundo pueblo, se subió una mujer y se sentó con él, le dio un beso en la boca que me dio asco por el exceso de saliva salpicada. Ambos se bajaron antes de llegar a Valencia y cortaron así toda mi fantasía romántica de tener uno de esos antiguos amantes en pueblos fantasmas, que visitas cada tanto y no te exigen más que besos y regalos: chocolates, bombones, viajes y saliva salpicada, todo a cambio de nada.
De Valencia me voy a Gandía y de allí a Benidorm. Gandía, tal como dice en la Wikipedia: “…se encuentra situada en el sureste de la provincia de Valencia. Es la capital de la comarca de La Safor. Uno de los principales destinos turísticos españoles, por lo que en verano, triplica su población hasta llegar, en agosto, a los 350.000 habitantes”.
El bus va repleto de unos turistas con playeras de colores y floreadas. Comen bocadillos de patata en el bus y dejan todo con un olor que a ratos me desagrada muchísimo. Sale un olor a papas fritas, me tapo la nariz con un pañuelo. Bebo un poco de agua. Me pongo mis lentes oscuros y recuerdo que he venido a Benidorm, más que para observar todo este horrible panorama, para huir del sentimiento del amor. El amor a un vecino; un chico que conocí hace meses. A veces viajo para olvidar, para dejar atrás todo.
En principio, debo confesar que no quería venir a Benidorm. Yo no quería subirme a este bus con aroma a patata y sentir arcadas. Yo no quería enamorarme de ese vecino. Tampoco ver cómo la saliva de un baboso se salpicaba en la boca de su novia. Yo no quería llegar a esta ciudad a la que acabamos de llegar. Es la ciudad más horrible que he visto, hay carteles que dicen la California de España y en la Wikipedia ponían incluso: “… Aqualandia, la California de España, se trata de uno de los destinos turísticos más importantes y conocidos de todo el Mediterráneo gracias a sus playas y su vida nocturna”.
Darmowy fragment się skończył.