Czytaj książkę: «Domingo A. Ortiz»
Carlos Gómez Florentín
domingo a. ortiz
El demarcador de la frontera este
colección
protagonistas de la guerra guasu
grupo editorial atlas
Prólogo
Domingo A. Ortiz es uno de los marinos más experimentados que tuvo el Paraguay durante el conflicto, su nombre se suma al de Cabral, Fariña y otros bravos que bajo las órdenes del inglés Morice fueron formándose en las artes de navegar buques a vapor.
Ortiz cumplió funciones fundamentales en el ejercicio de su deber, destacándose en la segunda etapa de la guerra como artillero avezado y preciso causando con su batería daños a las fuerzas aliadas.
Este libro escrito por Carlos Gómez Florentín permite destacar la tarea desempeñada por Ortiz no solo durante el conflicto, sino también su labor destacada en defender los intereses paraguayos durante el establecimiento de los límites en el terreno junto a los demarcadores brasileños.
Hasta el final de sus días su vida estuvo vinculada a cumplir su deber, pues meses antes de su fallecimiento tuvo a su cargo desalojar a los bolivianos que ocupaban Puerto Pacheco. En la vida de Ortiz se pueden observar las virtudes del ser humano que cumple su deber pese a las condiciones adversas.
Herib Caballero Campos
Mayo de 2020
Introducción
Si de acuerdo a lo señalado por historiadores como Thomas Whigham y Hendrick Kaay la Guerra contra la Triple Alianza fue un conflicto en gran medida llevado por el interés de los países enfrentados por tener acceso libre al sistema fluvial de la región, entonces el capitán Domingo Antonio Ortiz tuvo una participación esencial justamente en la Marina paraguaya, el arma más involucrada con esta causa de la guerra.
Precisamente el proyecto de construcción de un Paraguay moderno bajo el gobierno de Carlos Antonio López buscó mejorar la integración de su territorio interior con obras de infraestructura importantes que apuntaban a sacar mejor provecho de la conexión fluvial al Atlántico por el sistema hídrico Paraguay-Paraná.
Eventualmente, por supuesto, este proyecto tendría obstáculos por parte de los países vecinos. Por un lado, por causa de la continuidad de la visión de los argentinos de que el Paraguay era una provincia rebelde. Y, por otro, por la necesidad de los brasileros de acceder al sistema de navegación fluvial de la región sin hacer concesiones al Paraguay que pusieran en riesgo sus aspiraciones territoriales.
El presidente Francisco Solano López, un conocedor del sistema hídrico regional por sus repetidos viajes aguas abajo del río Paraguay, heredó el conflicto irresuelto. Y buscó resolverlo a su favor llevando consigo al país a una crisis sin precedentes en la historia del Paraguay. Al momento del conflicto en Uruguay, el Paraguay se vio amenazado por una posible intervención brasilera y apostó por convertirse en un árbitro regional con proyección de poder sobre el Río de la Plata.
En este punto, la captura del vapor Marqués de Olinda, buque brasilero, por fuerzas paraguayas constituye justamente la representación de la importancia de la navegación durante la guerra. El siguiente paso fue la ocupación militar del Mato Grosso, de vuelta por medio de una invasión que viajó aguas arriba del río Paraguay.
El éxito en la ocupación del Mato Grosso, e incluso la ocupación posterior de Corrientes en territorio argentino aguas abajo del Paraná, demostró la relativa velocidad del ejército paraguayo por vía fluvial. Sin embargo, para llegar a territorio uruguayo donde se suponía tendría que liberar la ocupación brasilera y restablecer a las autoridades vigentes, el tránsito tenía que incluir largos desplazamientos terrestres que complicaron sensiblemente el avance de las tropas paraguayas.
Ante la negativa del Gobierno argentino de permitir el paso de tropas paraguayas por su territorio para llegar al Uruguay en la costa atlántica, el Paraguay terminó declarando la guerra también a su vecino del sur, y con esto se puso en colisión con sus dos potencias vecinas.
El resultado de estas acciones ofensivas paraguayas fue la firma de un pacto de la triple alianza por el cual dos históricos rivales, Argentina y Brasil, se pusieron de acuerdo para aniquilar al Paraguay. Eventualmente los colorados del Uruguay apoyados por el Gobierno brasilero accedieron a participar del mismo acuerdo en el cual se decretaba la extinción del Paraguay.
El rol central jugado por la fortaleza de Humaitá para detener el avance fluvial de las fuerzas aliadas de ocupación de vuelta evidencia la importancia del comando de las aguas a lo largo de la guerra. Esta fortaleza les daba a los paraguayos el control del acceso al río Paraguay y permitía resistir con mucha holgura los embates de las fuerzas aliadas.
Domingo Antonio Ortiz fue una figura central en el uso de la artillería y en el manejo fluvial. Eximio representante, supo conjugar en su vida las virtudes de ambos mundos. A lo que agregó luego, ya tras la guerra, sus capacidades como servidor público civil. Este cúmulo de características del mundo castrense y del mundo civil lo hacen un personaje representativo del siglo xix del Paraguay. Le tocó crecer en el mundo de Francia, maduró con Carlos Antonio López y brilló en el campo bélico con Francisco Solano. Y brilló en el campo bélico con Francisco Solano. Sin embargo, en la posguerra le aguardaba igualmente una carrera destacada en el mundo del servicio civil. Y también en la Marina.
Este libro comienza con esta introducción. Luego sigue con tres capítulos. El primero un resumen del conocimiento que existe sobre la biografía de Domingo Antonio Ortiz. El segundo un capítulo más extenso que sigue el desempeño de Ortiz durante la Guerra Guasu por medio de sus apariciones en publicaciones paraguayas. Y finalmente, el tercero, que investiga ya sobre su rol en la posguerra. Ortiz se mantuvo siempre activo, tanto en la guerra como en la paz. Lo que lo hace un personaje fascinante para conocer el Paraguay de ambos tiempos.
capítulo i
Domingo Antonio Ortiz
Según la biografía abreviada presentada por el historiador César Cristaldo, Domingo Antonio Ortiz nació en Caraguatay alrededor de 1830 o 1831. Ingresó a la Armada en 1853 con el grado de subteniente, lo que indica que tuvo una larga experiencia en la Marina con anticipación a la Guerra contra la Triple Alianza.
Formó parte de la tripulación del buque Río Negro durante sus primeros años de servicio. Originariamente esta embarcación se denominó Unión, y fue adquirida por el Gobierno paraguayo en Buenos Aires el 30 de mayo de 1855.
Su anterior dueño había sido don José Francisco de Acevedo Quintao. De acuerdo al mismo Cristaldo, la embarcación era de 82 toneladas con fuerza de 6 a 7 millas por hora. Citando al historiador nacional Juan F. Pérez Acosta, Cristaldo indica que este buque vio su final “perdido por encalladura”, en el banco San Miguel.
Su desempeño durante la Guerra contra la Triple Alianza comenzó con su participación en las campañas de la retirada de Corrientes, como se verá a lo largo del texto. Durante la batalla de Riachuelo, en junio de 1865, estuvo al mando del buque Ypora. Por estas acciones de bravura fue condecorado con la estrella de Caballero de la Orden del Mérito el 30 de noviembre del mismo año.
Sus mayores logros como combatiente los obtuvo en el Fuerte de Itapirú. Allí fue nombrado segundo comandante detrás de José María Bruguez el 12 de enero de 1866. En Itapirú participó de varios enfrentamientos que agigantaron su figura como héroe de guerra.
También se lució en Curupayty, esta vez liderado por el general José Díaz en la batalla de setiembre de 1866. Su rol descollante como artillero de la batería derecha le valió la insignia de Oficial de la Orden Nacional del Mérito.
En noviembre de 1867 fue nombrado comandante de la artillería de las fortificaciones de Timbó. El 24 de marzo de 1868 fue de nuevo ascendido a capitán de Corbeta. Fue capturado por los aliados en Angostura en diciembre de 1868, con lo que concluyó su participación en la guerra.
Ya de retorno al Paraguay tras el final de la guerra, tuvo un gran protagonismo en el periodo de reconstrucción de la república. En primer lugar, le tocó servir como ministro de Justicia, Culto e Instrucción Pública bajo la presidencia de Cirilo Antonio Rivarola en 1871.
Quizás más importante entonces fue su protagonismo en la reconstrucción del ejército tras la guerra. En esa fase presidió la Comisión de Reconocimiento de los Veteranos de la Guerra. Con esto jugó un papel central en la conformación de las listas de veteranos, con sus respectivos grados y el detalle de su actuación a lo largo del conflicto. Por ello, su rol fue clave para recuperar a los muchos veteranos abandonados por el Estado paraguayo en la posguerra.
También sirvió en la justicia. En este caso le tocó ser fiscal del crimen. Aliado de Bernardino Caballero, y también de Patricio Escobar, apoyó la nominación para presidente del primero en 1882. También ese año volvió a su rol de marino, ya que fue nombrado comandante de la cañonera Pirapó. Este hecho demostraba la inmensa confianza depositada en él por diversos jefes de Estado en la reconstrucción, ya que el barco había sido recientemente adquirido.
En 1888 le tocó desalojar a los bolivianos de Bahía Negra, quienes previamente habían ocupado el puerto renombrándolo Puerto Pacheco. Ordenado por el presidente de entonces, Patricio Escobar, Ortiz comandó el Pirapó para lograr el objetivo. En 1889 fue destituido como integrante del Superior Tribunal de Justicia por un juicio político propiciado por el senador Bernardino Caballero.
capítulo ii
La captura del buque brasilero Marqués de Olinda en noviembre de 1864
La decisión del Gobierno paraguayo de intervenir en la política regional a consecuencia de la invasión del Uruguay por fuerzas brasileras tuvo una rápida respuesta. Esta consistió en la captura del buque brasilero Marqués de Olinda como consecuencia de la falta de respuesta del Gobierno brasilero a las demandas del Gobierno paraguayo, las cuales se expresaron por medio de la famosa nota del 30 de agosto.
La protesta del 30 de agosto de 1864 hacía referencia a la posibilidad de tomar acciones ofensivas en caso de no recibir respuestas satisfactorias por parte de las fuerzas brasileras. En tanto, el Imperio brasilero no prestó atención a las demandas paraguayas, la primera actuación bélica por parte del Paraguay ocurrió de vuelta en aguas regionales.
Claramente las misiones diplomáticas no habían tenido el efecto esperado. Entonces, las fuerzas paraguayas que se venían armando masivamente desde febrero de 1864 pasarían a entrar en acción. Los largos entrenamientos que tuvieron lugar en el Campamento Cerro León darían paso a acciones bélicas que no eran meros ejercicios simulatorios.
El barco brasilero Marqués de Olinda hizo entrada en el puerto de Asunción el 11 de noviembre de 1864. Este barco se dedicaba primordialmente al servicio de cargas y pasajeros entre los puertos de Montevideo, en Uruguay sobre el Atlántico, y Corumbá, en el territorio brasilero de Mato Grosso sobre el río Paraguay al norte de Asunción. Sus principales escalas eran los puertos de Buenos Aires y Asunción.
De acuerdo al reporte del historiador César Cristaldo, la embarcación entonces “portaba 198 toneladas, navegaba al mando del teniente Manuel Luis da Silva Santos, con 43 hombres de tripulación y traía como pasajeros al coronel Federico Carneiro de Campos, recién designado presidente de la Provincia de Mato Grosso, diez militares brasileños, el nuevo cónsul general argentino Adolfo Soler y dos colonos italianos”.
Apenas unas horas después llegó a la capital, procedente del campamento Cerro León, el teniente coronel Antonio de la Cruz Estigarribia. Este había recibido las órdenes del presidente general Francisco Solano López de impedir a cualquier costo la salida del buque brasileño, algo que derivaría en su captura por fuerzas paraguayas.
Entonces la importancia del tráfico libre fluvial era fundamental para mantener comunicado al Imperio brasilero, con sede gubernamental en Río de Janeiro, con su provincia de Mato Grosso, pues no había vías terrestres para alcanzar la zona, puesto que la hoy moribunda Mata Atlántica era una espesa frontera que no podía ser atravesada. Tampoco existían formas de comunicación entre estos dos puntos que pudieran mantener informado al Gobierno sobre las ocurrencias experimentadas en esa provincia.
La gravedad de la decisión tomada reflejaba el clima bélico que ya se sentía en la región. Esto por supuesto provenía de antiguas disputas que se aceleraron bajo la presidencia de Francisco Solano López y sus pares regionales.
Se resolvió entonces que también el Tacuarí, buque insignia de la escuadra naval paraguaya, zarpara el 12 de noviembre a la 6 y 30 de la tarde, al mando del teniente 1.o de Marina Remigio Cabral. Las órdenes fueron implementadas por el ministro de Guerra y Marina, coronel Venancio López.
El coronel también ordenó que otro buque de la flota, el Río Apa al mando del alférez 1.o de Marina Toribio Pereira, acompañara al Tacuarí con un cañón a bordo. En este caso, la medida era preventiva para asegurarse de que la embarcación brasilera se entregara sin poder oponer resistencia salvo al costo de su propia integridad física.
La persecución tuvo fin ese mismo día a las 11 de la mañana. En ese momento el barco brasilero fue alcanzado en el paraje Curuzú Chicá, actual Puerto Antequera. Entonces el comandante Remigio Cabral entregó una intimación escrita para que se detuviera y volviera en el momento a Asunción.
El comandante brasileño quiso contestar la nota paraguaya buscando dilatar la solución del entredicho. Esto no fue permitido por las autoridades del buque Tacuarí. Sin más trámites se procedió a retornar ya entonces escoltado por los dos barcos paraguayos, volviendo por su misma ruta navegando en dirección a Asunción. Allí quedó apresado bajo custodia de los cañones del Tacuarí.
Este enfrentamiento tuvo consecuencias diplomáticas negativas. El canciller paraguayo comunicó la ruptura de las relaciones diplomáticas amistosas entre los dos países. Con esto ya faltaba poco para la declaración de guerra. La respuesta del Imperio del Brasil no se hizo esperar. El propio ministro brasilero que ejercía la representación diplomática de su país en Asunción respondió al otro día anunciando que dejaría el país debido al comienzo de las hostilidades.
Un largo periodo de enfrentamientos y desencuentros que no habían llegado a la explosión bélica entre ambos países llegaba a su fin. Entonces sí la guerra contaría con explosiones. Y sería una guerra abierta, que se jugaría en gran parte en las aguas que permitían comunicar los territorios de Paraguay, Brasil, Argentina y Uruguay. Los cuatro países enfrentados por la Guerra contra la Triple Alianza.
Ortiz en la Marina durante la Guerra contra la Triple Alianza
Domingo Antonio Ortiz fue uno de los expertos del ejército paraguayo en el manejo del cañón de 8 pulgadas. Estos cañones fueron adquiridos por el gobierno de Carlos Antonio López e incorporados a la Marina paraguaya. Eran de procedencia inglesa y su denominación de origen era 8 Inch Shell Gun. El cañón fue diseñado por el inventor francés Henri-Joseph Paixhans, dirigido a proveer de artillería a buques de guerra. Eventualmente, fue incorporado por la Marina Real Británica en una versión mejorada que databa de 1838.
De acuerdo al testimonio de George Thompson, el ejército paraguayo contó con al menos 24 de estos cañones, de los cuales solamente 6 fueron utilizados por la escuadra de marina, y los demás 18 fueron utilizados en tierra. El peso de sus proyectiles era de 48 libras, algo que sumado a su carga explosiva alcanzaba las 50 libras y media. Los cañones eran de aproximadamente 3302 kilos, y tenían una extensión de 2,7 metros. En tanto que el diámetro de la boca del tubo cañón era de 8,05 pulgadas, el diámetro del fondo de la recámara era de 5,89 pulgadas. La carga de pólvora era de 9 a 10 libras y el alcance del disparo era de hasta 3 kilómetros, con lo que se volvía un eficiente instrumento bélico.
El periódico oficialista El Semanario de Avisos y Conocimientos Útiles destacaba los logros de la Marina paraguaya durante la toma de Corrientes en su edición del sábado 13 de abril de 1865. En la página 3 la columna titulada “La Marina nacional” celebraba los éxitos conseguidos en Corrientes con la captura de los vapores 25 de Mayo y Gualeguay.
El 25 de Mayo fue un buque argentino construido en Inglaterra, botado en 1855. Tenía una capacidad de carga de hasta 110 toneladas. Fue capturado en el puerto de la ciudad de Corrientes y pasó a formar parte de la flotilla de guerra. A principios de 1869, la escuadra naval brasileña lo rescataría y lo devolvería más tarde al Gobierno argentino.
El Gualeguay fue un buque argentino construido en los arsenales escoceses, desde donde fue botado en 1861 con capacidad de 80 toneladas. Fue capturado en el puerto de la ciudad de Corrientes, pasando a formar parte de la flotilla de guerra. Se hundió en el riacho Tobatí en 1866. Fue reflotado por los marinos brasileños y devuelto al Gobierno argentino, que nada hizo por recuperarlo.
Este logro resultó ser decisivo para detener el avance de las fuerzas de la Triple Alianza considerando que se encontraban aguardando la llegada de otros dos vapores argentinos y cuatro de origen brasilero que en conjunto participarían de una operación para bloquear el río y con esto detener el avance de las fuerzas paraguayas. Según el autor:
Nuestros valientes marinos han mostrado una y otra vez su sangre fría, su inteligencia y su arrojo, logrando imponerse al enemigo que tanto ha despreciado su valor, provocándole imprudentemente a la pelea […]. Pues bien, ahí tiene el burlesco e insultante porteño una travesura paraguaya que le arrebata dos de sus vapores, haciéndole 49 prisioneros, sin perder un solo hombre en el combate.
Justamente ese año, durante las sesiones del Congreso General del 9 de marzo de 1865, el Soberano Congreso Nacional había modificado el artículo 6.º, capítulo 2.º de la ley del 27 de abril de 1848 para establecer la condición de vitalicios de todos los ascensos conferidos a los ejércitos para que “la nación perpetúe la honra que la clase militar hubiese conquistado por sus servicios a la patria”. Igualmente se declaraban vitalicios los sueldos pagados a los militares (El Semanario de Avisos y Conocimientos Útiles, n.o 570, sábado 23 de marzo de 1865, p. 1).
El día anterior la misma asamblea había concedido el grado de mariscal al entonces general Francisco Solano López. Y el 10 de marzo lo había condecorado con una presea de brillantes y una espada de honor con la siguiente inscripción grabada en ella: “Al Mariscal López, la Patria agradecida”.
En abril el ya entonces mariscal decretaría la Orden Nacional del Mérito, que contaba con cinco grados: caballero, oficial, comendador, gran oficial y gran cruz. También estos grados eran vitalicios y solamente podían ser revocados vía sentencia del tribunal competente.
La orden consistía en “una estrella de cinco puntas esmaltada de blanco con orillas de oro con un glóbulo del mismo metal en sus extremidades, con rayos de oro entre las puntas, sosteniendo la palma y oliva entrelazadas en el vértice, y una corona de laurel en la punta superior de la estrella. Esta tendrá por centro un círculo de oro, y en su derredor los colores nacionales y sobre el blanco del anverso la inscripción Praemiun Meriti y en el reverso Honor et Gloria” (El Semanario, n.o 575, sábado 29 de abril de 1865, p. 1).
Domingo Antonio Ortiz se reportó mediante un oficio de dos páginas a Venancio López a fines de mayo de 1865 informando sobre la salida de Corrientes (Archivo Nacional de Asunción, Colección Rio Branco, I. 30, 19.79). En este oficio, Ortiz decía desde su embarcación Olimpo, un buque adquirido por el Gobierno nacional en Buenos Aires en 1860 que previamente había llevado la denominación La Argentina, lo siguiente:
Con el mayor respeto me cabe la honra de participar a V. E. que en cumplimiento de una orden del Exmo. señor presidente de la República que se me ha comunicado por conducto del señor mayor Lezcano en el puerto de Itapirú he dejado aquel fondeadero en la tarde del 25 del corriente ya al ponerse el sol, y ahora estoy en este puerto a las órdenes del señor coronel ciudadano Alejandro Hermosa, con la tripulación y el buque de mi mando sin ninguna novedad.
También tengo la honra de participar a V. E. que desde las tres de aquella tarde se dejaron oír los primeros tiros de la escuadra brasilera en Corrientes, que empecé a contar y llegué a hacerlo hasta cien cañonazos mezclados con tiros de fusil, durante una hora y media, poco más o menos. Cuando yo salí de Itapirú para este ya había cesado nuevamente el fuego, y solo quedaba una espesa humareda enrojecida por el crepúsculo vespertino y, además, una columna de humo despedida como de la chimenea de algunos vapores, que hubieran hecho el papel de centinelas avanzaban mucho más arriba de Corrientes.
En cuarenta y un pasajes que he hecho he llegado a conducir el número de un mil cuatrocientos y noventa caballos que los he desembarcado a la disposición del señor mayor Cabral a fin de que hubiera habido entre ellos la menor novedad.
Es cuanto tengo el honor de poner respetuosamente al conocimiento de V. E.
Dios guarde la importante vida de V. E. por muchos años. A bordo del vapor nacional Olimpo en el puerto de Humaitá, mayo 27 de 1865.
Domingo Antonio Ortiz
La llamada “artillería volante” había sido entrenada bajo las instrucciones del comandante Bruguez. Sus hombres hicieron entrenamientos regulares en Campo Grande y en el campo del hospital como parte de su preparación para la guerra. Estos ejercicios de fuego se hacían por medio de diferentes maniobras que simulaban movimientos típicamente bélicos.
Las pruebas consistían en disparos consecutivos de las piezas que se hacían con “suma actividad y destreza”. También en mayo de 1865 las pruebas se hacían desde las baterías de las embarcaciones como los vapores Tacuarí e Ypora.
El Tacuarí era un vapor que se convirtió en el buque insignia de la Marina de Guerra paraguaya desde su adquisición por el Estado paraguayo en 1854, por un precio estimado de 29 850 libras esterlinas. Este buque fue construido en Londres en los astilleros de los hermanos Juan y Alfredo Blyth. Tenía una capacidad de 448 toneladas de carga y contaba con una fuerza de desplazamiento que alcanzaba las 16 millas por hora. Estaba armado con dos cañones de 60, dos de 32 y dos de 8.
Según el historiador César Cristaldo, el Ypora fue la primera embarcación construida en los arsenales paraguayos. Su construcción fue una demostración de la capacidad de trabajo de técnicos nacionales, bajo la dirección del constructor inglés, Mr. Thomas N. Smith. La embarcación que sería capitaneada por Domingo Antonio Ortiz contaba con una capacidad de 226 toneladas con fuerza de 70 caballos. Fue botado el 2 de julio de 1857 y ya ese mismo año realizó tres viajes a Buenos Aires.
En un entrenamiento dispararon treinta piezas al blanco desde la posición de las baterías de San Gerónimo. Las prácticas se hicieron bajo la atenta mirada del presidente López, quien a juzgar por la crónica “debió llenarse de satisfacción” por los resultados (El Semanario, n.o 578, sábado 20 de mayo de 1865, p. 4).
Darmowy fragment się skończył.