La luz artificial de las cosas

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La luz artificial de las cosas
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Directorio

Héctor Antonio Astudillo Flores

Gobernador Constitucional del Estado de Guerrero

Alejandra Frausto Guerrero

Secretaria de Cultura del Gobierno Federal

Rodolfo Mauricio Leyva Castrejón

Secretario de Cultura del Estado de Guerrero

Esther Hernández Torres

Directora General de Vinculación Cultural del Gobierno Federal

Tonantzin Arcadia Romero Hernández

Coordinadora de Fomento a la Lectura de la Secretaría de Cultura de Guerrero

Éber Yaír Sánchez Montañez

Coordinador Administrativo de la Secretaría de Cultura de Guerrero

Edición realizada con el apoyo de la Secretaría de Cultura

a través del Apoyo a Instituciones Estatales de Cultura (AIEC) 2020.


Dirección editorial:

Felipe Ponce • Elizabeth Alvarado

Obra ganadora del XX Premio Estatal de Cuento y Poesía María Luisa Ocampo 2018,

en la categoría de poesía, convocado por el Gobierno del Estado de Guerrero a través de la Secretaría de Cultura,

en coordinación con la Secretaría de Cultura Federal. Jurado: Fabio Morábito, Maricela Guerrero y Xhevdet Bajraj.

© Brenda Ríos

D.R. © 2021 Arlequín Editorial y Servicios, S.A. de C.V.

Teotihuacan 345, Ciudad del Sol,

45050, Zapopan, Jalisco.

Tel. (52) 33 3657 3786 y 33 3657 5045

arlequin@arlequin.mx

www.arlequin.mx

ISBN 978-607-8627-23-3

Se editó para publicación digital en septiembre de 2021.

Hecho en México

Índice

Nado libre

La luz artificial de las cosas

La luz

Momento oportuno

Biografía

Alzheimer

Navidad

Cabeza

El mar

Una versión de Jonás

Arder

Razones de Rambo

Monogamia

Caza

Western

Sed

Justicia poética

Martes de tarde

Crónica de la vida en las ciudades

Equilibrista

Credo

Guerra del Golfo

Notas sobre Hart Crane

En la tierra

Salmo 23

Aprendizaje

Contraposición

Ciénaga

Animal

Comenzar a buscar

El camino del amor es algo sinuoso y no libre de peligros

Belleza

Ciudad

Sueños prácticos

Nado libre

¿Qué pasaría con nosotros los nadadores

si nos quitaran los carriles en la alberca?

nadaríamos cuerpo a cuerpo

tan juntos que

olvidaríamos que tenemos un cuerpo

ese cuerpo sería llevado hacia adelante

en una dirección invisible

marcada por alguien

adelante tope regreso adelante tope regreso


cuerpos como ranas

peces

tiburones

plantas bailadoras

ranas

simples ranas

haciendo croac en el azul traslúcido tela delgadísima

los ojos detrás de goggles

el cabello sumergido en gorros elásticos.


Nos movemos con la gracia parca

básica

con la fuerza que nos queda:

columnas de un edificio

que va hacia ninguna parte

pero continúa.

La luz artificial de las cosas

Posándose apenas

sombras de luz a escala

la mesa, la silla, el quicio de la puerta

eres niño de nuevo

es decir te quedas quieto porque descubres algo

que nadie más puede ver.


La conversación sigue

tú estás en otra parte

en esos bordes, instantes de luz

tu vida será eso

[ya lo sabías desde entonces

por eso tu suspensión

tu repentina mudez

tu sabiduría de agua helada

tu miedo como hambre

ya sabías

crecer es atravesar luces y oscuridades

horarios fijos

puestas de sol en verano

luz rosa roja púrpura en el otoño

luz oxidada de una zona de la ciudad

como si alguien nos viera a través de un filtro

como si alguien echara su aliento de humo

como si algo, a lo lejos, se incendiara,

y fuéramos, nosotros, testigos

mirones del espectáculo

eso sería crecer,

lo supiste en esas escuadras finitas de luz

en las partículas de algo que no alcanza a ser materia cayendo de la ventana

ese algo se suspende y no se posa sobre las cosas

flota sube cadena de ADN.


Miras ahí dentro buscando algo

que te diga que todo estará bien

el cabello de las personas contiene trozos de luz, brillan

condensan una belleza minúscula

invisible para todos

pero tú abres tan grande los ojos que la luz entra

y sales en otro lado

abres una puerta, cuatro ventanas,

una casa enorme de luz que es tiempo

que es deseo que es cuerpo

que es una persona transformándose en niño

—y al revés, claro está.

La luz

Cuando padre murió

aprendí a dejar las luces encendidas

de cada cuarto.


Dejé de cuidar el dinero

y lo tiraba por ahí en objetos innecesarios

son tan bellos

justo esos

los que no sirven de nada

una alfombra de piel de conejo cuesta una fortuna

juegos de sábanas estampadas

toallas finas

porcelana azul y blanco, detalles dorados

cubiertos de acero inoxidable con mangos de madera:

una delicia

un frutero de cristal sólido.


Cosas

muchas cosas

llené la casa de cosas que nunca habría aprobado padre

tan austero

cerrado en gesto mitad asombro mitad rictus

de niño no aprendió a sonreír

decir gracias

no lo tocaron mucho, sus padres

su mayor gesticulación del amor

era poner su mano en la cabeza

él creía que con eso decía todo

pero no.


La casa es, pues, la más iluminada de la cuadra

se ve a lo lejos

como un rostro encendido de rubor

un sol naciente

un túnel de conexión en el aeropuerto

una sala de hospital vamos

donde nada existe a oscuras

ni los cuerpos

ni los bisturís

ni esas madrecitas rezando en la sala de espera.


En un hospital uno encuentra a Dios

en esas máquinas de café malo triste hirviente

uno encuentra a Dios

en los dobles turnos de enfermeras alimentadas de carbohidratos y grasas.


Hay granjas de cerdos mejor nutridas que ellas

sus ojos

necesitan toda la luz posible

y yo se las envío.


Desde la sala de mi casa

desde mi cocina

desde el cuarto solo al final del pasillo

desde todos los rincones con focos

 

les mando esta luz auténtica, luz de watts

de presencias amarilloblancuzcas

les mando esta luz con el amor invisible

de lo que no se dice

de los objetos

de las palabras

para llenar sus ojos a toda hora, día o noche,

en el mayor cansancio,

que tengan luz esas pobres mujeres

que reciben cuerpos destinados a morir

—ellas ahí, técnicas, limpias,

eficientes;

les mando esta luz de vida

luz artificial

como el tiempo en que nos toca estar

[dispuestos

mirando los objetos más dóciles e inútiles

mirando con la capacidad de ver

nunca es tarde para decir gracias

qué tiempo hace

cómo se gasta todo.