Czytaj książkę: «Cómo evitar amargarse la vida»

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Índice

Cómo evitar amargarse la vida

Basta de amargarnos

¿Se puede definir la felicidad?

¿Más vale malo conocido que bueno por conocer?

¿Es posible cambiar?

No hay que ponerse metas inalcanzables

Imperativos culturales

Podemos cambiar, está comprobado

¿Es todo tan lineal en nuestra mente?

Verdades y falsedades sobre la felicidad

¿Existe una definición de lo que es la felicidad?

Sobre las emociones

Las exageraciones

Yo tengo mala suerte

Creencias irracionales

Establezcamos la diferencia entre exigir y preferir

Lucha de titanes: flexibilidad versus rigidez

La desesperación

Algo sobre la Ley de la atracción

Los modelos

Emociones demoníacas

Si yo lo siento así, es válido

Las supersticiones

Otra vida es posible

Para empezar, una invitación

¿Cuándo empezamos el cambio?

No darse por vencidos ni aun creyéndonos vencidos

Pongamos un freno a las necesidades

Más herramientas para luchar contra el «necesito, necesito»

Sé generoso contigo mismo

Un ejercicio cotidiano

Otra creencia para derribar: la idealización de nuestro/a compañero/a

El mito de la comodidad y la justicia

¿Aceptamos nuestra finitud?

Pasos hacia la felicidad

Moradores del presente

Mieditis

Miedo a la soledad

Acompañados pero solos

Miedo al aburrimiento

Miedo al ridículo

Miedo a tomar decisiones

Miedo a las críticas

Acerca de cómo te relacionas con la gente

No exponerse demasiado

Gentileza en vez de imposición

Reconocer los propios límites

Y ganarás el pan con el sudor de tu frente

Compro, luego existo

La frustración

Respecto de las obligaciones

Hablemos de la salud

¡No tires la toalla! Motivémonos

Autoestima

Merecer la felicidad

Reforcemos nuestra confianza

Optimismo

Asertividad

Un plan para toda la vida

Coherencia con lo que se dice y hace

Un tropiezo no es una caída


Cómo evitar amargarse la vida

Brenda Barnaby



© 2020, Redbook Ediciones

Diseño de cubierta e interior: Regina Richling

ISBN: 978-84-9917-592-8

«Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra.»


Basta de amargarnos


«El éxito en la vida podría definirse como el crecimiento continuo de la felicidad y la realización progresiva de unas metas dignas.»

Deepak Chopra

«El camino a la grandeza es un proceso de crecimiento secuencial de dentro hacia fuera.»

Stephen Covey

Este es un libro escrito acerca de muchísimas cuestiones pero todas ellas orientadas a conseguir el bienestar que tanto anhelamos.

Recurrí a diferentes autores, no me quedé con una sola idea, corriente o teoría, más bien junté y armé un corpus bastante heterogéneo, con el único fin de hacer más rico el texto.

Hay varios ejes con los que trabajo aquí pero uno de ellos y tal vez el más importante es sobre el hecho de dejar de dramatizar, dejar atrás la vida desde una postura apesadumbrada y negativa.

Hay problemas graves en la sociedad, es evidente, pero estoy convencida de que las cosas que suceden a nuestro alrededor tan sólo son inconvenientes, percances o circunstancias que de una manera u otra pueden resolverse razonablemente.

Podemos ser personajes solitarios, apáticos, nerviosos, enojosos o plenos, alegres, equilibrados, todo depende de cómo traduzcamos y manejemos la realidad, nuestra realidad.

Es necesario, pues, hacer un análisis de nosotros y nuestro contexto para elaborar una estrategia que nos conduzca a ese gran premio que es una vida feliz, tranquila o pacífica.

Decidí, por tal motivo, dividir este libro en tres partes: la primera funciona a manera de introducción. En ella se hace un recorrido por diversas temáticas, más bien diría con carácter de explicación o definición, como por ejemplo, la noción de felicidad, las supersticiones, el manejo de las emociones, lo que son las exigencias, las preferencias y los límites, por mencionar a algunos. Luego, en la segunda, avanzo con propuestas, análisis, reflexiones y sugerencias para comenzar a implementar cambios, a introducir modificaciones en todos aquellos hábitos y conductas poco operativas o directamente inoperantes para nosotros.Y en la tercera y última parte lo que me propongo es ayudarles a manejar los miedos, las frustraciones, a amar y amarnos sin juzgar y sin condiciones, a empezar a ver la vida con más optimismo y alegría, a aceptar lo que somos y como somos y aprender a cambiar a crecer, teniendo en cuenta nuestros límites, sin prisa pero sin pausa. De este modo, a medida que avancemos con la lectura iremos construyendo un nuevo paradigma una nueva forma de ver, vernos y actuar.

Animarse a cambiar ya es un paso gigante y si a ello sumamos tiempo, dedicación y esfuerzo, el éxito está garantizado. Éxito en cuanto a nuestro desarrollo y maduración como seres humanos se refiere, por supuesto.


¿Se puede definir la felicidad?


¿Más vale malo conocido que bueno por conocer?

Es fantástico tener rutinas ¿no? Resulta muy cómodo ir por la vida con el piloto automático y tener a siempre a mano respuestas y reacciones estándar. Pero esa comodidad y seguridad que sentimos no son reales sino aparentes. Nos evitan el esfuerzo de razonar, de pensar y de esforzarnos. Los costes que se pagan son muy altos. Nos volvemos seres desconfiados, iracundos, cansados, sin esperanza… ese es el precio de la inestimable rutina.

Es fascinante abrir la mente, probar, intentar pequeños cambios… Intenta responder con simpatía, no encolerizarte, aunque sea por un rato, eliminar ese rictus facial de descontento e instalar una sonrisa.

Respira hondo, profundo y ve qué pasa a tu alrededor. Quizá tu contexto no se modifique o tal vez sí, pero tú te sentirás mejor, más relajado y con ganas de encarar esta gran cruzada.Veamos a continuación algo que puede darte más esperanzas:

Dar un nuevo rumbo a la vida

Años atrás, era una persona absolutamente arrebatada por las emociones. No me enojaba, explotaba; si alguien me hacía una pregunta, respondía con fastidio, me quejaba hasta del aire que respiraba; no existía en la faz de la tierra un ser humano que me cayera bien, mis chistes eran hirientes, mordaces; todos mis comentarios estaban cargados de ironía y cinismo. ¡Por Dios! Que nadie se me acercara por la mañana porque no era un ser humano, sino una especie de monstruo gruñón que sólo mascullaba y amenazaba si se le acercaban.

Así era mi vida tiempo atrás… la verdad es que estaba hastiada, pensaba que mi vida ya estaba escrita de esa manera y seguiría así hasta el día de mi muerte y eso no me desesperanzaba y me fastidiaba más aún.

Sin embargo, un día me animé a probar, a dar un paso en otra dirección, a modificar pequeñas cosas en mis actitudes diarias que, a manera de efecto dominó, fueron ejerciendo su magia y convirtiendo, a su vez, otras cosas, hasta que finalmente volvieron a mí transformadas situaciones positivas y alegres.

¿Es posible cambiar?

«Todo lo aprendido puede normalmente desaprenderse.»

Albert Ellis

Esta es «la pregunta» común que se plantea en todos los libros de autoayuda. No pertenecería al género un libro que no la contuviera.Y en todos, al igual que en este libro, la respuesta es sí. Es posible hacer cambios en nuestra vida. Es cierto que existen circunstancias en las que al presentarse patologías psicológicas complicadas o graves, es difícil responder bien a esta pregunta. Pero cuando la salud de nuestra psique no se halla fuertemente comprometida y vivimos en condiciones normales y no extraordinarias, los seres humanos podemos cambiar.

Requiere, obviamente, esfuerzo y determinación transformarse, pero no es imposible. Para muchos puede parecer una empresa desalentadora, dado que lleva tiempo y se precisa valor, sin embargo, los resultados son maravillosos.

Yo misma he presenciado infinidad de casos en los que gente de diferentes clases sociales, edades y niveles culturales, han sido capaces de implementar cambios para salirse del camino que los conducía a la desdicha y acercarse a un estilo de vida que los hiciera más plenos y felices. La propuesta en la que insistiré una y otra vez será abrir la mente, dejar de ofrecer resistencia a los nuevos conceptos, aprender, animarse a ver otras realidades y otras posibilidades. Si no tenemos esta actitud de nada sirve leer, hablar con otros o ir a terapia, lo fundamental es tener ganas de crecer, deseos de evolucionar para acceder a otros planos de existencia más armoniosos y equilibrados.

En capítulos posteriores haremos juntos un viaje a nuestro yo más íntimo para develar cuáles son nuestros secretos, temores, oscuridades y así trabajar progresivamente sobre ellos. Los ayudaré a descubrir ese potencial que tiene cada uno y cómo emplearlo para lograr este objetivo… vivir bien, sin preocupaciones y felices.


Muchos son escépticos cuando se habla de cambios porque toda su vida han sufrido, lo han pasado mal, pero la buena nueva es que sí se puede cambiar. Créanlo y, sobre todo, trabajen para ello.

No hay que ponerse metas inalcanzables

La sobreadaptación es un mecanismo de defensa que está relacionado con una enorme autoexigencia y sobreesfuerzo. Nos lleva a exigirnos cada vez más y ponernos metas más altas e inalcanzables. Esta exigencia produce en nosotros un desgaste tal que trae aparejada una serie de consecuencias observables en el plano físico y psíquico: nerviosismo, depresión, agotamiento, diferentes dolencias en el cuerpo, insomnio, solo por mencionar a algunas.

No es suficiente con rendir un poco o resolver algo, nos obligamos a hacerlo todo, a responder ante toda situación (incluso cosas que nos desagradan) porque creemos profundamente que debe ser así y no de otra manera. ¿Cómo puede ser que no pueda resistir esto? ¿Cómo es posible que me ponga mal ante esto otro? No es normal que me desagrade tal cosa y que no pueda convivir con ella...

Reconocer los límites

Lucía y Javier se conocieron en el mes de mayo, y en diciembre de ese mismo año se fueron a vivir juntos. Él tenía dos hijos, ella ninguno, dado que prefería dedicar, por el momento, su tiempo a su profesión y pareja. Al principio todo le parecía encantador. La situación era una novedad para ella. Las travesuras de los chicos hacían que se desternillara de risa.Y ciertas actitudes de él, las atribuía al estrés y la flamante convivencia. Con el paso del tiempo, esas travesuras que terminaban en la rotura de un objeto o la mancha de una pared sumados a la falta de ayuda de él, le empezó a producir escozor. Javier cada vez estaba más tiempo con los chicos y menos con Lucía. Ella se repetía una y otra vez que millones de mujeres tenían estos «problemitas» y que si podía llevar adelante toda una oficina tenía que poder llevar adelante ese hogar. Cada vez necesitaba dedicarle más tiempo a la limpieza y a la organización de la casa. Pero no bajaba los brazos. Ella tenía que poder. Su salud comenzó a deteriorarse, cada vez tenía peor humor, las peleas eran el plato de cada día, pero, las peleas fueron el plato fuerte de cada día, pero insistía con ese deber.

¿Qué tengo yo? ¿Cómo no voy a poder con esto? (Fíjense cuántas veces se repite la palabra «deber», o la expresión «tener que».) El hablar con su pareja era imposible. Porque Javier consideraba que él hacía cosas para que el hogar funcionara pero que para ella no era suficiente (y podía ser cierto desde su punto de vista). Finalmente, llegó ese día, el de la decisión de no presionarse más, respetarse y reconocer sus límites. Después de todo era un ser humano que podía fallar, cansarse y fastidiarse y hasta no tener la fortaleza que otros tenían. Por otro lado, no tenía obligación de ser una supermujer, era como era, había dado lo mejor de sí misma y si eso no era suficiente, pues bien, a intentarlo por otro lado.

Finalmente, después de varias tentativas y ver que era imposible que se entendieran, por un lado, y la comprensión de que había cosas a la que ella no podía responder, por otro, decidió encarar la separación. No fue tirar todo por la borda, fue comprender, llegar a ese estado de autoconocimiento y reconocimiento suficiente como para aceptar cómo se es y hasta dónde se puede llegar, que había cosas que escapaban a su alcance y que por lo tanto las debía dejar ir. De nada servía ese esfuerzo diario y autosacrificio porque no hacía otra cosa que lastimarla y lastimar a los que tenía a su alrededor. De modo que la mejor opción fue la separación y la propia aceptación de las limitaciones. En eso consiste la madurez. En aceptarse como se es. No se trata de deshacerse de todo cada vez que algo sale mal o no nos gusta, ni de huir, sino más bien, de adquirir una claridad tal que nos haga vislumbrar qué nos hace bien o mal y hasta qué punto podemos llegar.

Límites, límites, todos los tenemos… hay que aceptarlos y aprender a vivir con ellos.

Imperativos culturales

«La cultura es algo que se aprende. (…) Los objetos materiales que crean los hombres no son, por sí mismos, cosas que los hombres aprendan. (…) Lo que aprenden son las percepciones, los conceptos, las recetas y habilidades necesarias: las cosas

que se necesitan saber con el fin de que cumplan

las normas de sus compañeros.»

Ward H. Goodenough, Cultura, lenguaje y sociedad

Veamos solo alguna de esas premisas que tanto nos condicionan:

 Prohibido decir: ¡No aguanto más a mis hijos!

 No eres mujer hasta que eres madre.

 Si quieres conservarlo arréglate mucho y todo el tiempo.

 Los hombres deben ser más fuertes que las mujeres.

 Los hombres no lloran ni deben mostrarse sensibles.

 Hay que tener muchos amigos, si no, es que no eres bueno o no eres amado.

 Si no ganas mucho dinero eres un fracasado.

 Debo tener un físico excelente.

 La ropa debe ser de marca, si no parezco pobre.

 Al menos debo parecer que gano mucho dinero.

 Debemos tener una fuerte personalidad.

 Debemos poseer un carácter fuerte.

 Cuanto más sexo mejor (no importa la calidad).

 Mi hijo no puede hacer las cosas de casa, mi hija, sí (a ver si el nene se me hace «rarito»).

SegúnWard Goodenough, la cultura es algo mental, a saber, son todos aquellos conocimientos que se tienen para comportarse de manera adecuada y conforme a las normas de una sociedad. La cultura abarca, entre otras cosas, costumbres, normas, modas, estilos de vida de un grupo social, en una determinada época y lugar. Esta guiará y dictará qué está bien o mal, es bello o feo, exitoso o fracasado; y, justamente, los medios de comunicación se ocupan muy bien de difundir esta ideología (al servicio del consumismo) e inculcarla en cada una de las personas que ven o escuchan sus mensajes publicitarios.

Estas «órdenes» limitan nuestras opciones, nos indican qué hacer y señalan maliciosamente a quienes quieren escapar de sus garras. Nunca fue tan flagrante y dominante el «mandamiento» cultural, que exige gozar, ser hermosos, exitosos y obedientes.

La mujer debe ser femenina, el hombre, masculino. Esto implica que la mujer debe venir al mundo con neuronas especiales para dominar la cocina, saber de productos de limpieza, querer tener hijos, tener paciencia a prueba de bala, tener unos modales y una imagen personal impecable a pesar de que deba lidiar con dos niños y un trabajo de diez horas. Debe ser portadora de un carácter lo suficientemente noble como para soportar todos los retos que le den en la oficina y además, sin perder ningún tipo de gracejo, ser bella, joven y esbelta.

El hombre, por su parte, si es masculino, no debe hacer demasiadas tareas en el hogar porque eso corresponde al reino femenino, no debe llorar si ve una película romántica, si tiene una familia que mantener no puede flaquear o deprimirse porque eso es de «débiles».Y si pierde el trabajo se siente poco menos que un inútil porque no puede mantener a sus hijos. Un verdadero hombre es el proveedor.

Yo me pregunto… ¿en qué momento del mundo se plantearon estas reglas? ¿Cuándo el ser humano se volvió tan sádico? ¿En nombre de qué pusimos estas normas que ciñen a las personas y quebranta su libertad? Millones de seres humanos toman pastillas, hacen terapia, fuman, enferman, se estresan porque no encajan con esos moldes preestablecidos. Por qué no plantearse que no DEBEMOS SER como nos enseñaron o como nos muestran ciertos estereotipos en los medios de comunicación. Por qué no podemos pensar que es posible ser de otra forma, aceptar que se puede ser feliz sin esas imposiciones. Si llegamos a comprender estos cuestionamientos podremos derribar esos muros que tanto nos oprimen.

Podemos cambiar, está comprobado

Sigo con las buenas noticias: estudios científicos (no elucubraciones o suposiciones) en el campo de la neurociencia confirman que el cerebro, además de ser un órgano altamente complejo, también es dinámico, es decir, no permanece inalterable a través del tiempo; muda, modifica sus funciones, sus conexiones.

Las experiencias y diferentes tipos de estimulación hacen que la sinapsis mejore y por lo tanto se produzcan modificaciones en nosotros. Comento esto para reforzar lo que decía anteriormente: cambiamos todo el tiempo, podemos cambiar, es posible. Por suerte, los humanos somos como arcilla que adquiere diversas formas de acuerdo a cómo se la moldee. Podemos convertirnos en maravillosas obras de arte o pequeñas piezas sin gracia.

Está claro, pues, que si nos abandonamos a nuestros pensamientos, nos dejamos llevar por nuestras viejas estructuras sólo haremos más de lo mismo; en cambio, si nos enriquecemos con nuevas vivencias, nos esforzamos por modificar actitudes y creencias, tarde o temprano nuestra mente cambiará, nosotros cambiaremos y nuestra forma de vida también.

El neurocientífico Michael M. Merzenich del Hospital clínico de la Universidad de California en San Francisco afirma que el cerebro cambia según lo «empuje» la experiencia, el aprendizaje, las vivencias; y esta facultad del cerebro para reconfigurarse por sí mismo tiene consecuencias muy importantes. Hace que, al modificarse, actuemos de manera diferente, reaccionemos de otra forma, vivamos con otros parámetros.

Tal y como hace un ordenador, si al cerebro le cambiamos la información que procesa normalmente, en consecuencia, el cerebro cambiará. De acuerdo con esto, entonces, nuestro cerebro puede remodelarse en el transcurso de nuestra vida, sin drogas ni intervenciones quirúrgicas, sino a través de aprendizajes.


Hay pensamientos, valores, normas en cada persona que se encargan de manejar nuestra cotidianeidad. Si prestamos atención y estamos alerta, cuando se manifiestan, tendremos poder para actuar sobre ellos y manejarlos (en cierta medida). Y, con el tiempo, esto que nos demanda atención y paciencia, se hará más automáticamente. Esta práctica a través del tiempo hace que modifiquemos nuestro comportamiento y creencias.Es todo un ejercicio.

¿Es todo tan lineal en nuestra mente?

«Lejos de preceder el objeto al punto de vista, se diría que es el

punto de vista el que crea al objeto.»

Ferdinand de Saussure

Todos creemos que cada cosa que nos sucede produce de manera lineal y directa un efecto determinado: angustia, enojo, alegría, tristeza, etc. Pero lo cierto es que entre ese hecho externo y lo que sucede a continuación hay todo un proceso de interpretación.

Por ejemplo: mi pareja llega del trabajo y me dice que necesita estar a solas, en silencio, y que por favor no le hable. Yo podría enojarme o preocuparme por mencionar dos reacciones nada más. Podría interpretar que soy una molestia para ella, que en vez de ofrecerle paz en realidad la estoy presionando, y eso inevitablemente me llevaría a un estado de decepción e ira.También podría pensar que está muy alterada por una situación laboral y que no quiere preocuparme, que necesita tiempo para resolver un problema puntual; esperaré a que se sienta mejor y luego veré en qué puedo ayudarla.

¿Se dan cuenta cómo la interpretación puede generar sobre una realidad dos resultados completamente diferentes? Con la segunda interpretación, en vez de enojarme o decepcionarme, querré apoyarla cuando me lo solicite. ¿Se entiende? Y justamente aquí es donde, por lo general, solemos fallar. Sacamos conclusiones rápidamente, deducimos cosas erróneas, procesamos mal la información, con lo cual, terminamos peleándonos, sintiéndonos mal, pensando que ya no nos quieren, que ya está todo perdido y todo tipo de pensamientos que no tienen ni pies ni cabeza.

Por todo esto es fundamental aprender a manejar esas interpretaciones de otra manera, llevarlas por otros derroteros, aplicar otra lógica, dejar de jugar a los adivinos, porque lo más probable es no tener idea de lo que está pensando y sintiendo la otra persona. Es mejor, antes de juzgar, detenerse, reflexionar y esperar para llegar a conclusiones más lógicas y funcionales.

Ya veremos en los siguientes capítulos cómo manejarnos con nuestras creencias e interpretaciones.


Antes de cada reacción hay una interpretación, por lo general, con tintes catastróficos, terribles, pesimistas, y esas interpretaciones se forman sobre la base de una estructura o creencias construidas a través de los años. Recordemos: el problema no son los hechos que nos rodean, sino los anteojos con los que miramos al mundo.

Verdades y falsedades sobre la felicidad

Miren qué hermosas palabras le podríamos dedicar a la felicidad cuando estamos en esos momentos lúgubres y entristecidos:

«¡Quédate siempre conmigo, toma cualquier forma, vuélveme loco!, pero ¡por favor! no me dejes en este abismo donde no puedo hallarte.»

Esto lo dijo el personaje Heathcliff en Cumbres Borrascosas, la famosa novela de Emily Brontë.

El verdadero significado de la felicidad

Rosa es una vecina que conozco desde pequeña. Siempre vivió frente a mi casa, jugué con sus hijos, conozco toda su historia. Nunca la vi vestida lujosamente, luciendo joyas, conduciendo coches de importación o haciéndose una liposucción o lifting. Jamás se tiró en paracaídas desde una montaña, nunca fue a bucear al Caribe, no experimentó con el puenting, ni se arrojó desde un risco al mar, tampoco practicó snowboard. No intentó ser wedding planner, coaching ontológica, analista de sistemas corporativos o astronauta. Sólo estuvo interesada por tener un trabajo, querer a su marido, tener hijos y brindarles los cuidados necesarios y tener un techo para vivir. Ella es feliz. Se la ve feliz. Para ella la felicidad es su familia, cocinar, ir a la casa de sus amigas para conversar un rato.

ESE ES ELVERDADERO SIGNIFICADO DE «SU» FELICIDAD. NO HAY UNA MISMA FELICIDAD PARA TODOS.

Definamos pues, qué es la felicidad.

¿Existe una definición de lo que es la felicidad?

Definir qué es exactamente la felicidad es un imposible. Sí se pueden hacer aproximaciones y esa es una de las tareas más controvertidas y complicadas, ya que para todos no se experimenta de la misma manera.A nadie se le puede decir cómo debe ser feliz.Y en estas últimas épocas, nos hemos lanzado a una búsqueda desenfrenada de la felicidad como meta o fin, sin embargo, con el correr del tiempo he llegado a comprender que todos los estados son momentáneos, la angustia, el dolor, la felicidad, duran tan solo minutos, horas o días, pero no es algo constante y permanente. Sí es probable lograr una vida donde lo que prevalezca sea la armonía y equilibrio, pero el resto, insisto, son momentos.

¡Qué locura! Podemos sentirnos felices o tristes en las situaciones más increíbles o ridículas en las que podamos pensar. Vi hombres llorar porque dieron un pequeño golpe con su coche y a una familia reírse y alegrarse en medio de un aparatoso accidente porque a pesar de todo salieron vivos y sin un rasguño.

Por tal motivo... es tan difícil ofrecer una definición sobre la felicidad, que sería incurrir en un error intentarlo.

Después de muchos días de lluvia, ver salir el sol da felicidad a las personas. Estar una semana estornudando y tosiendo y de pronto poder respirar bien también puede hacer feliz a una persona. Llegar a un evento bien vestido, con la ropa impecable, el perfume adecuado, el pelo perfectamente peinado… eso también puede hacer feliz a más de uno. Levantarse, darle un beso a la pareja y que el otro te brinde una sonrisa y te abrace, eso también es felicidad.Tras una intensa jornada de trabajo llegamos a casa, nos damos un baño y nos ponemos el pijama favorito, calzamos las zapatillas más estimadas y nos acostamos bajo las sábanas más queridas, eso también puede dar la felicidad.

Por eso… hay que vivir la vida, pero teniendo siempre presente que todo cambia, nada es permanente. Si llegamos a esa comprensión y aceptación, vivir será hermoso.

Las dos sortijas1

Un hombre rico, al morir, deja una importante herencia. Sus dos hijos la reparten equitativamente. Sin embargo, después de un tiempo, hallan un paquetito que había sido guardado celosamente por el difunto. Al abrir ese paquete se encontraron con dos anillos: uno de ellos tenía un enorme diamante, en cambio el otro era una sencilla sortija de plata. El hermano mayor, dominado por la avaricia, al ver semejante tesoro le dice a su hermano menor:

–Como soy el primogénito me corresponde quedarme con el anillo más valioso.

–De acuerdo, le responde el hermano, me parece justo.Y ambos se retiraron, cada uno por su lado, con sus respectivas sortijas.

Después de varios meses, al menor se le ocurrió preguntarse por qué el padre había guardado tan cuidadosamente ese anillo de plata ya que no parecía tener el aspecto de una joya, por lo cual, comenzó a examinarlo, y en su interior pudo leer:

«esto también cambiará».

Mientras el tiempo transcurría, ambos hermanos vivían tiempos de alegría y otros de tristeza, de bonanza e infortunio. Sin embargo, los cambios en la vida comenzaron a desequilibrar al hermano mayor, porque se entusiasmaba muchísimo cuando las cosas iban bien, pero se entristecía y caía en depresión cuando las circunstancias no le eran favorables. Estas fluctuaciones lentamente comenzaron a socavar su salud, a convertirlo en un ser nervioso, preocupado, opaco, solitario. De nada le había servido recibir una fabulosa herencia, había perdido su capacidad de disfrute. El hermano menor, en cambio, a pesar de haber pasado por momentos de prosperidad y otros menos favorables, había tenido siempre presente esa inscripción que tenía en su sortija «esto también cambiará». Con lo cual siempre había tenido una actitud equilibrada tanto ante lo bueno como lo malo. No se apegaba ni a lo placentero ni a lo desagradable porque sabía que todo era pasajero. Para él lo importante era vivir en paz y equilibradamente.

Y esa fue «su» felicidad.

Sobre las emociones

«El hombre que controla a un grupo es importante; un hombre que controla masas es influyente, pero el hombre que se controla a sí mismo es poderoso.»

Anónimo

Qué llamativo es ver todo el tiempo y en diferentes lugares las consecuencias del mal manejo (o directamente no manejo) de las emociones. Discusiones, peleas, malos entendidos, ira, todo producto de la comunicación incorrecta, llevada de la mano de emociones altamente negativas y algunas, hasta nocivas. Familias divididas, parejas rotas, seres humanos que se hallan al borde del abismo por no poder controlar ese impulso feroz.

Frente a esta realidad se hace necesario preguntar:¿es posible manejar las emociones? ¿Transformar esas emociones negativas en emociones más funcionales o positivas para uno y para los demás? ¿Podríamos lograr mantener el buen humor (o la buena onda, por llamarla de alguna manera) en circunstancias poco favorables?

Obviamente la respuesta es sí. La solución a las malas relaciones, a las reyertas, broncas, humores desagradables, es el autocontrol. Sí, autocontrol, no represión de las emociones. De nada sirve reprimir emociones, porque tarde o temprano aparecen en otro momento y otro lugar (desubicadísimas) y con mucha más fuerza, dañándonos y dañando a los que nos rodean; y generalmente, en vez de provocar una respuesta positiva, una solución, genera comentarios del tipo: ¿Estás loco?

¿Por qué salió esto ahora? ¿No es algo que pasó hace dos meses? ¿Todo este tiempo te lo tragaste? ¿Por qué no lo dijiste antes?

El autocontrol es una fuerza interior, la capacidad y la inteligencia puesta al servicio de nuestra calidad de vida y de quienes nos rodean, para mejorar nuestras relaciones y vida en general.Todo el mundo posee esta herramienta, pero como requiere disciplina y esfuerzo, la mayoría se deja arrebatar por el torbellino de emociones, la comodidad de dejarse llevar, que lejos de ser una comodidad es una incomodidad que en un lapso determinado se transforma en daño.

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