Czytaj książkę: «Una Vez Cazado»
Blake Pierce
Blake Pierce es el autor de la serie exitosa de misterio de RILEY PAIGE, que incluye los thriller de suspenso y misterio UNA VEZ DESAPARECIDO (Libro #1), UNA VEZ TOMADO (Libro #2), UNA VEZ ANHELADO (Libro #3), UNA VEZ ATRAÍDO (Libro #4), UNA VEZ CAZADO (Libro #5) y UNA VEZ AÑORADO (Libro #6). Blake Pierce también es el autor de la serie de misterio de MACKENZIE WHITE y de AVERY BLACK.
Blake Pierce es un ávido lector y fan de toda la vida de los géneros de misterio y los thriller. A Blake le encanta comunicarse con sus lectores, así que por favor no dudes en visitar su sitio web www.blakepierceauthor.com para saber más y mantenerte en contacto.
Derechos de autor © 2016 por Blake Pierce. Todos los derechos reservados. Excepto según lo permitido bajo la Ley de Derechos de Autor de Estados Unidos de 1976, ninguna parte de esta publicación podrá ser reproducida, distribuida, transmitida en cualquier forma o por cualquier medio, o almacenada en una base de datos o sistema de recuperación, sin el permiso previo del autor. Este libro electrónico está disponible solo para tu disfrute personal. Este libro electrónico no puede ser revendido o dado a otras personas. Si te gustaría compartir este libro con otra persona, por favor compra una copia adicional para cada destinatario. Si estás leyendo este libro y no lo compraste, o no fue comprado solo para tu uso, por favor regrésalo y compra tu propia copia. Gracias por respetar el trabajo arduo de este autor. Esta es una obra de ficción. Los nombres, personajes, empresas, organizaciones, lugares, eventos e incidentes son productos de la imaginación del autor o se emplean como ficción. Cualquier parecido con personas reales, vivas o muertas, es totalmente coincidente. Derechos de autor de la imagen de la cubierta son de GongTo, utilizada bajo licencia de Shutterstock.com.
LIBROS ESCRITOS POR BLAKE PIERCE
SERIE DE MISTERIO DE RILEY PAIGE
UNA VEZ DESAPARECIDO (Libro #1)
UNA VEZ TOMADO (Libro #2)
UNA VEZ ANHELADO (Libro #3)
UNA VEZ ATRAÍDO (Libro #4)
UNA VEZ CAZADO (Libro #5)
UNA VEZ AÑORADO (Libro #6)
SERIE DE MISTERIO DE MACKENZIE WHITE
ANTES DE QUE ASESINE (Libro #1)
ANTES DE QUE VEA (Libro #2)
ANTES DE QUE DESEE (Libro #3)
SERIE DE MISTERIO DE AVERY BLACK
UNA RAZÓN PARA MATAR (Libro #1)
UNA RAZÓN PARA HUIR (Libro #2)
PRÓLOGO
El automóvil de la agente especial Riley Paige rompió el silencio de las calles oscuras de Fredericksburg. Su hija de quince años de edad estaba desaparecida, pero Riley estaba más furiosa que asustada. Creía saber dónde estaba April, probablemente con su nuevo novio, Joel Lambert, quien tenía diecisiete años de edad y había abandonado la escuela secundaria. Riley había intentado ponerle fin a la relación, pero no había tenido éxito.
“Eso cambiará esta noche”, pensó con determinación.
Se estacionó en frente del hogar de Joel, una casa pequeña y deteriorada en un vecindario despreciable. Había estado aquí una vez y le había dado a Joel un ultimátum para que se alejara de su hija. Evidentemente lo había ignorado.
No había ni una sola luz encendida. Tal vez no había nadie en casa. O tal vez lo que Riley encontraría allí sería más de lo que podía manejar. De una u otra forma, no le importaba. Golpeó la puerta.
“¡Joel Lambert! ¡Abre la puerta!”, gritó.
Riley no escuchó nada, así que golpeó la puerta otra vez. Esta vez oyó maldiciones susurradas. Alguien encendió la luz del porche. La puerta se abrió unas pulgadas. Riley logró distinguir un rostro desconocido en la luz. Era el de un hombre barbudo de unos diecinueve o veinte años que se veía drogado.
“¿Qué quieres?”, preguntó el hombre atontadamente.
“Vine a buscar a mi hija”, dijo Riley.
El hombre se veía aturdido.
“Está en el lugar equivocado, señora”, dijo.
Intentó cerrar la puerta, pero Riley la pateó tan fuertemente que la cadena de seguridad se soltó y la puerta se abrió de golpe.
“¡Oye!”, gritó el hombre.
Riley entró rápidamente a la casa. Se veía igual que la última vez, un desastre horrible de hedores sospechosos. El joven era alto y enjuto. Riley detectó un parecido familiar entre él y Joel, pero no era lo suficientemente mayor como para ser su padre.
“¿Quién eres tú?”, preguntó.
“Yo soy Guy Lambert”, respondió.
“¿El hermano de Joel?”, dijo Riley.
“Sí. ¿Quién demonios eres tú?”.
Riley sacó su placa.
“Agente especial Riley Paige, FBI”, dijo.
El hombre se veía alarmado.
“¿FBI? Creo que hay un error”.
“¿Están tus padres?”, preguntó Riley.
Guy Lambert se encogió de hombros.
“¿Padres? ¿Qué padres? Joel y yo vivimos solos”.
Esto no sorprendió a Riley ya que había sospechado esto la última vez que había estado aquí. Lo que no podía adivinar era qué era lo que había sucedido con sus padres.
“¿Dónde está mi hija?”, preguntó Riley.
“Señora, ni siquiera conozco a su hija”.
Riley dio unos pasos hacia la puerta más cercana. Guy Lambert intentó impedir que pasara.
“Oye, ¿no se supone que tiene que tener una orden de registro?”, preguntó.
Riley lo empujó a un lado.
“Haremos las cosas a mi manera”, gruñó.
Riley pasó por la puerta a un dormitorio desaliñado. No había nadie allí. Continuó por otra puerta a un baño sucio y por otra que estaba conectada a un segundo dormitorio. Tampoco había nadie allí.
Justo entonces oyó una voz gritar desde la sala de estar.
“¡Detente!”.
Riley regresó a la sala de estar.
Se dio cuenta de que su compañero, el agente Bill Jeffreys, estaba parado en la puerta principal. Lo había llamado para pedirle ayuda antes de haber salido de su casa. Guy Lambert estaba desplomado en el sofá, se veía desalentado.
“Este chico estaba a punto de irse”, dijo Bill. “Le dejé claro que debía esperarte”.
“¿Dónde están?”, preguntó Riley. “¿Dónde están tu hermano y mi hija?”.
“No tengo ni idea”.
Riley lo agarró por la camiseta tan fuertemente que lo levantó del sofá.
“¿Dónde están tu hermano y mi hija?”, repitió.
“No sé”, respondió. Riley lo empujó a la pared. Bill dejó escapar un gemido de desaprobación. Sin duda le preocupaba que Riley pudiera salirse de control, pero a ella no le importaba.
Totalmente inundado por el pánico, Guy Lambert espetó una respuesta.
“Están en una casa en la otra cuadra. En la trece treinta y cuatro”.
Riley lo soltó e irrumpió por la puerta principal con Bill sin decir más.
Ella tenía su linterna en la mano y estaba verificando los números de las casas con ella. “Es por aquí”, dijo.
“Tenemos que pedir apoyo”, dijo Bill.
“No necesitamos apoyo”, dijo Riley mientras corría a lo largo de la acera.
“Eso es no lo que me preocupa”. Bill la siguió.
Riley se encontró en el patio de una casa de dos pisos unos momentos después. La casa estaba destrozada y tenía terrenos vacíos en ambos lados, definitivamente un espacio perfecto para consumidores de heroína. Le recordaba de la casa donde un psicópata sádico llamado Peterson la había mantenido en cautiverio en una jaula, donde la había atormentado con una antorcha de propano. Estuvo allí hasta el momento en el que se escapó y voló la casa a pedazos con el propio propano de Peterson.
Vaciló por un segundo ya que se encontró conmovida por la memoria. Pero luego se recordó a sí misma:
“April está allí”.
“Prepárate”, le dijo a Bill.
Bill sacó su linterna y su arma, y luego caminaron juntos hacia la casa.
Cuando Riley llegó al porche, vio que las ventanas estaban cerradas con tablas. No tenía intención de tocar la puerta esta vez. No quería que Joel, ni cualquier otra persona que estuviera adentro, se enterara de su llegada.
Intentó el pomo, y este se movió. Pero la puerta tenía un cerrojo de seguridad. Sacó su arma y disparó, destruyéndolo en el proceso. Intentó el pomo de nuevo, y la puerta se abrió esta vez.
Incluso después de la oscuridad exterior, sus ojos tuvieron que acostumbrarse a la oscuridad profunda de la sala de estar. La única luz provenía de velas dispersas. Iluminaban una escena terrorífica de basura y escombros, bolsas vacías de heroína, jeringas y parafernalia de drogas. Pudo ver unas siete personas, dos o tres de ellas colocándose de pie lentamente después del alboroto que Riley había causado, el resto aún en el suelo o sentadas en sillas en un estupor inducido por drogas. Todas se veían consumidas y enfermas, y sus ropas estaban sucias y andrajosas.
Riley enfundó su arma ya que claramente no la necesitaba aún.
“¿Dónde está April?”, gritó. “¿Dónde está Joel Lambert?”.
Un hombre que acababa de ponerse de pie dijo: “Arriba”.
Riley hizo su camino hacia las escaleras con Bill detrás de ella, alumbrando con la linterna. Pudo sentir los escalones podridos ceder bajo su peso. Bill y ella llegaron al pasillo ubicado en la parte superior de las escaleras. Tres umbrales habían sido despojados de sus puertas y estaban visiblemente vacíos. El cuarto umbral todavía tenía una puerta, y estaba cerrada.
Riley caminó hacia la puerta. Bill extendió su mano para detenerla.
“Yo entro primero”, dijo.
Ignorándolo, Riley abrió la puerta y entró.
Las piernas de Riley casi cedieron por lo que vio. April estaba acostada en un colchón, murmurando “No, no, no” una y otra vez. Se retorcía débilmente mientras Joel Lambert trataba de quitarle la ropa. Un hombre familiar con exceso de peso estaba cerca, esperando que Joel terminara su tarea. Había una aguja y una cuchara sobre el soporte de la cama.
Riley entendió todo en un instante. Joel había drogado a April hasta el punto en que estaba casi inconsciente y la estaba ofreciendo como favor sexual a este hombre repulsivo, ya sea por dinero o algún otro propósito.
Sacó su arma de nuevo y apuntó a Joel con ella. Estaba luchando contra todos sus impulsos para no dispararle de una vez.
“Aléjate de ella”, dijo con firmeza.
Joel aparentemente entendió en el estado mental en el que se encontraba, ya que levantó los brazos y se alejó de la cama.
“Esposa a este bastardo”, le dijo Riley a Bill, refiriéndose al otro hombre. “Llévalo al carro. Ya puedes pedir apoyo”.
“Riley, escúchame…”, comenzó a decir Bill.
Riley sabía lo que Bill estaba pensando. Comprendía perfectamente que todo lo que Riley quería era unos minutos a solas con Joel. Era comprensible que estuviera reacio a hacerlo.
Aún apuntando a Joel con su arma, Riley le dio a Bill una mirada suplicante. Bill asintió con la cabeza lentamente, luego caminó hacia el hombre, le leyó sus derechos, lo esposó y lo sacó de la habitación.
Riley cerró la puerta detrás de ellos. Luego se quedó parada frente a Joel Lambert, aún con su arma apuntada. April se había enamorado de este chico. Pero este no era ningún adolescente normal. Estaba profundamente involucrado en el tráfico de drogas. Había drogado a April con la intención de vender su cuerpo. Esta no era una persona capaz de amar a nadie.
“¿Qué crees que vas a hacer?”, dijo. “Yo tengo derechos”. Le sonrió con superioridad, de la misma forma en la que lo había hecho la última vez que lo había visto.
La pistola temblaba un poco en la mano de Riley. Tenía ganas de apretar el gatillo y hacer volar a esta escoria, pero no podía hacer eso.
Notó que Joel estaba acercándose a una mesa. Él era grande y un poco más alto que Riley. Se estaba acercando a un bate de béisbol, que obviamente mantenía para fines de autodefensa, que estaba inclinado sobre la mesa. Riley reprimió una sonrisa sombría. Parecía que estaba a punto de hacer exactamente lo que ella quería que hiciera.
“Estás arrestado”, dijo.
Enfundó su arma y alcanzó las esposas que tenía en la parte trasera de su cinturón. Exactamente como ella esperaba, Joel se lanzó para alcanzar el bate de béisbol, lo tomó y trató de golpear a Riley con él. Esquivó el batazo hábilmente y se preparó para el siguiente golpe.
Esta vez Joel lo alzó bastante, tratando de meterle un batazo en la cabeza. Pero cuando bajó su brazo, Riley se agachó y alcanzó el otro extremo del bate. Logró agarrarlo y quitárselo de un jalón. Disfrutó la mirada sorprendida que vio en su rostro cuando perdió el equilibrio.
Joel se agarró de la mesa para no caer al piso. Cuando colocó su mano contra la mesa, Riley logró meterle un gran batazo. Pudo oír sus huesos fracturándose.
Joel dejó escapar un grito patético y cayó al suelo.
“¡Perra loca!”, pensó. “Fracturaste mi mano”.
Riley lo esposó a un pilar de cama, jadeando del esfuerzo.
“No me quedó de otra”, dijo ella. “Te resististe, y cerré la puerta en tu mano accidentalmente. Lo lamento”.
Riley esposó su otra mano a la parte inferior de otro pilar de cama. Luego pisó su mano fracturada fuertemente.
Joel gritó y se retorció. Movió sus pies incesablemente, tratando de escapar.
“¡No, no, no!”, gritó.
Riley se agachó y se acercó a su rostro, aún manteniendo su pie en su lugar.
“¡No, no, no!”, dijo de forma burlona. “¿En dónde fue que escuché esas palabras? ¿En los últimos minutos?
Joel estaba lloriqueando del dolor y del terror.
Riley lo pisó más fuertemente.
“¿Quién las dijo?”.
“Tu hija… ella las dijo”.
“¿Dijo qué cosa?”.
“‘No, no, no…’”.
Riley bajó un poco la presión que tenía sobre su mano.
“¿Y por qué dijo eso?”, preguntó.
Joel apenas podía hablar a través de sus sollozos violentos.
“Porque… ella estaba indefensa… y lastimada. Ya entiendo. Ya entiendo”.
Riley quitó su pie. Por lo visto había entendido el mensaje, al menos por ahora. Pero esto era lo mejor, o lo peor, que podía hacer en estos momentos. Merecía la muerte, o algo aún peor que eso. Pero ella no era capaz de lastimarlo de esa forma. Al menos esa mano nunca le quedaría igual.
Riley dejó a Joel esposado y retorciéndose y corrió hacia su hija. Los ojos de April estaban dilatados, y Riley sabía que a ella le estaba costando poder ver bien.
“¿Mamá?”, dijo April entre gemidos.
Esa palabra desató un mundo de angustia en Riley, así que rompió a llorar cuando comenzó a ayudar a April a colocarse la ropa.
“Te sacaré de aquí”, dijo entre sollozos. “Todo va a estar bien”.
Riley solo esperaba que esas palabras fueran ciertas.
CAPÍTULO UNO
Riley se arrastraba por la tierra en un sótano de poca altura húmedo que estaba debajo de una casa. Estaba en total oscuridad. Se preguntaba por qué no había traído una linterna. Después de todo, había estado en este horrible lugar antes.
Oyó la voz de April clamar en la oscuridad de nuevo.
“Mamá, ¿dónde estás?”.
Riley comenzó a desesperarse. Sabía que April estaba enjaulada en algún lugar en medio de esta oscuridad. Estaba siendo torturada por un monstruo despiadado.
“Estoy aquí”, gritó Riley en respuesta. “Ya voy. Sigue hablando para así poder encontrarte”.
“Estoy aquí”, gritó April.
Riley se arrastró en esa dirección, pero un momento después oyó la voz de su hija desde otra dirección.
“Estoy aquí”.
Luego la voz se hizo eco en la oscuridad.
“Estoy aquí… Estoy aquí… Estoy aquí…”.
No era solo una voz, y no era solo una niña. Muchas niñas estaban pidiéndole ayuda. Y no tenía ni la menor idea cómo llegar a ellas.
Riley se despertó de su pesadilla por un apretón que sintió en su mano. Se había quedado dormida sosteniendo la mano de April, y April estaba comenzando a despertar. Riley se sentó y miró a su hija en la cama.
El rostro de April todavía estaba algo pálido, pero su mano ya no estaba fría. Se veía mucho mejor que ayer. La noche que había pasado en la clínica le había hecho bien.
April intentó enfocar sus ojos en Riley. En ese momento vinieron las lágrimas. Riley sabía que esto sucedería.
“Mamá, ¿qué hubiese pasado si no hubieses venido?”, dijo April emotivamente.
Riley sintió sus propios ojos llenarse de lágrimas. April había hecho la misma pregunta un montón de veces. Riley no podía siquiera imaginar la respuesta, y mucho menos decirla en voz alta.
El celular de Riley comenzó a sonar. Vio que era Mike Nevins, un psiquiatra forense que era su amigo. Había ayudado a Riley a superar muchas de sus crisis personales, y estaba agradecida por poder contar con él en esta.
“Solo llamo para ver cómo están las cosas”, dijo Mike. “Espero que este no sea un mal momento”.
A Riley le alegraba oír la voz tranquilizadora de Mike.
“Para nada, Mike. Gracias por llamar”.
“¿Cómo está?”.
“Creo que está mejor”.
Riley no sabía que hubiera hecho sin la ayuda de Mike. Después de haber rescatado a April de las garras de Joel, el resto del día de ayer había sido un caos de urgencias, tratamientos médicos e informes policiales. Mike había organizado todo para que April pudiera pasar la noche en el Centro de Salud y Rehabilitación Corcoran.
Era mucho mejor que estar en el hospital. Incluso con todo el equipamiento necesario, la habitación era atractiva y cómoda. Riley podía ver árboles en jardines bien cuidados por la ventana.
En ese momento, el médico de April entró en la habitación. Riley finalizó la llamada justo cuando el Dr. Ellis Spears llegó al lado de la cama. Era un hombre de aspecto bondadoso con un rostro joven, pero con ciertas canas que delataban su edad.
Tocó la mano de April y le preguntó: “¿Cómo te sientes?”.
“Nada bien”, dijo April.
“Date un poco de tiempo”, respondió el médico. “Vas a estar bien. Srta. Paige, ¿podríamos hablar?”.
Riley asintió con la cabeza y lo siguió hasta el pasillo. El Dr. Spears ojeó la información en su tabla sujetapapeles.
“Ya casi no tiene heroína en su cuerpo”, dijo. “El muchacho le dio una dosis peligrosa. Afortunadamente, sale del torrente sanguíneo rápidamente. Es probable que no tenga ningún otro síntoma físico de abstinencia. La angustia que siente en este momento es más emocional que física”.
“¿Ella va a…?”. Riley no pudo terminar de formular la pregunta.
Afortunadamente, el médico entendió lo que quería saber.
“¿Recaer o tener antojos? Es difícil saberlo. Usar heroína por primera vez puede sentirse maravilloso. No es una adicta en este momento, pero es probable que no olvide esa sensación. Existe el riesgo de que se sienta atraída por el resplandor que le generó”.
Riley comprendió lo que el médico quería decir con eso. De ahora en adelante, sería de vital importancia mantener a April lejos de cualquier posible uso de drogas. Era espeluznante el solo pensarlo. April había admitido haber fumado marihuana y tomado pastillas antes. Al parecer, algunas eran analgésicos recetados, opioides muy peligrosos.
“Dr. Spears, yo…”.
A Riley le costó formular la pregunta que tenía en mente en ese momento.
“No entiendo qué pasó”, dijo. “¿Por qué haría algo así?”.
El médico le sonrió compasivamente. Riley supuso que escuchaba esta pregunta bastante a menudo.
“Para escapar”, dijo. “Pero no estoy hablando de un escape de su vida entera en sí. Ella no es ese tipo de usuaria. De hecho, no creo que realmente sea una usuaria en sí. Como todos los adolescentes, se deja llevar por los impulsos. Es solo cuestión de un cerebro inmaduro. Realmente le gustaba la sensación a corto plazo que esas drogas le daban. Afortunadamente, no las ha consumido lo suficiente como para ocasionarse a sí misma algún daño duradero”.
El Dr. Spears se quedó en silencio por unos instantes.
“Su experiencia fue inusualmente traumática”, dijo. “Hablo del hecho de que ese muchacho estaba tratando de explotarla sexualmente. Esa memoria en sí puede ser suficiente para mantenerla alejada de las drogas para siempre. Pero también es posible que la angustia emocional pueda ser un desencadenante peligroso”.
Riley se sintió terrible. La angustia emocional parecía un hecho inevitable en su vida familiar últimamente.
“Tenemos que mantenerla en observación por unos días”, dijo el Dr. Spears. “Después de eso, necesitará de mucho cuidado, reposo y ayuda con autoanálisis”.
El médico se retiró y siguió sus rondas. Riley se quedó en el pasillo, sintiéndose y preocupada.
“¿Esto es lo que le sucedió a Jilly?”, se preguntó. “¿April podría haber terminado como esa niña desesperada?”.
Hace dos meses en Phoenix, Arizona, Riley había rescatado a una chica incluso menor que April de la prostitución. Un extraño vínculo emocional se había formado entre ellas, y Riley intentó mantenerse en contacto con ella después de haberla llevado a un refugio para adolescentes. Pero Riley había sido notificada hace unos días que Jilly había huido. Riley llamó a un agente del FBI y le pidió ayuda ya que era incapaz de volver a Phoenix. Sabía que el hombre se sentía en deuda con ella, y esperaba que se comunicara con ella hoy.
Al menos Riley estaba donde tenía que estar para April en estos momentos.
Iba de regreso a la habitación de su hija cuando escuchó una voz llamar su nombre en el pasillo. Se volvió y vio el rostro preocupado de su ex marido, Ryan, quien se estaba acercando a ella. Él había estado en Minneapolis trabajando en un caso judicial cuando Riley lo había llamado para contarle lo que había sucedido.
Riley se sintió sorprendida al verlo. La hija de Ryan ocupaba un puesto muy bajo en su lista de prioridades, un puesto mucho más bajo que los que ocupaban su trabajo como abogado y la libertad que ahora estaba disfrutando como soltero. Ni siquiera había estado segura de que fuera a ver a April.
Se apresuró a Riley y la abrazó. Su rostro estaba lleno de inquietud.
“¿Cómo está? ¿Cómo está?”.
Ryan seguía repitiendo la misma pregunta, haciéndole más difícil a Riley el responder.
“Estará bien”, logró decir Riley finalmente.
Ryan dejó de abrazarla y la miró con ojos llenos de angustia.
“Lo siento”, dijo. “Lo siento mucho. Me dijiste que April estaba teniendo problemas, pero no te escuché. Debí haber estado aquí para las dos”.
Riley no sabía qué decir. Ryan no solía disculparse. De hecho, había esperado que le echara la culpa por lo sucedido. Siempre había sido su forma de lidiar con las crisis familiares. Al parecer, lo que le había sucedido a April había sido lo suficientemente serio como para afectarle. Seguramente ya había hablado con el médico y estaba enterado de todo el terrible asunto.
Él asintió con la cabeza hacia la puerta.
¿Puedo verla?”, preguntó.
“Por supuesto”, dijo Riley.
Riley se quedó parada en el umbral y vio como Ryan corrió a la cama de April y la tomó en sus brazos. Abrazó a su hija fuertemente por unos momentos. Riley creyó verlo sollozar. Luego se sentó al lado de April y tomó su mano.
April estaba llorando otra vez.
“Ay papá, esta vez me equivoqué feo”, dijo. “Ves, estaba pasando por algo con un chico…”.
Ryan le tocó los labios para callarla.
“Shh. No tienes que contármelo. Todo está bien”.
Riley sintió un nudo en la garganta. De repente, por primera vez en mucho tiempo, sintió que los tres eran una familia. ¿Eso era algo bueno o algo malo? ¿Era una señal de tiempos mejores por venir, o simplemente acabaría decepcionada y angustiada de nuevo? No tenía ni idea.
Riley observó desde el umbral a Ryan acariciar el pelo de su hija suavemente, y a April cerrar los ojos y relajarse. Esta escena era bastante conmovedora.
“¿Cuándo se descarrilaron las cosas?”, se preguntó.
Se encontró deseando poder devolver el tiempo a algún momento crucial cuando había cometido algún terrible error para poder hacer las cosas distintas para que todo esto nunca hubiera sucedido. Se sentía bastante segura de que Ryan estaba pensando lo mismo.
Era un pensamiento irónico, y ella lo sabía. El asesino que había abatido anteayer había estado obsesionado con los relojes, y posó a sus víctimas como las manecillas de una esfera de reloj. Y ahora tenía ganas de poder cambiar el tiempo.
“Si tan solo pudiera haber mantenido a Peterson lejos de ella”, pensó con un escalofrío.
Como Riley, April había sido enjaulada y atormentada por ese monstruo sádico y su antorcha de propano. La pobre muchacha había estado luchando con TEPT desde entonces.
Pero la verdad era que este problema era mucho más grande.
“Si Ryan y yo nunca nos hubiéramos divorciado, tal vez esto nunca hubiera pasado”, pensó.
Pero ¿cómo podría haber evitado eso? Ryan había sido distante tanto como marido como padre, y de paso era un mujeriego. No es que ella le echaba la culpa por todo. Ella también había cometido errores. Nunca había logrado equilibrar bien su trabajo como agente del FBI con su papel como madre. Y no se había percatado del montón de señales de advertencia que indicaban que April estaba en problemas.
Su tristeza se intensificó. No, no podía pensar en un solo momento en particular en el que podría haberlo cambiado todo. Su vida había sido un sinfín de errores y oportunidades perdidas. Además, sabía perfectamente que no podía devolver el tiempo. No tenía sentido añorar lo imposible.
Salió al pasillo cuando su teléfono sonó. Su corazón latió con fuerza cuando vio que la llamada era de Garrett Holbrook, el agente del FBI que se había encargado de buscar a Jilly.
“¡Garrett!”, exclamó cuando contestó. “¿Qué ha pasado?”.
Garrett respondió con su tono monótono característico.
“Tengo buenas noticias”.
Riley comenzó inmediatamente a respirar mejor.
“La policía la recogió”, dijo Garrett. “Había pasado toda la noche en la calle sin dinero y sin un lugar a dónde ir. La cogieron robando en una tienda. Estoy con ella en la comisaría. Pagaré su fianza, pero…”.
Garrett se quedó callado por un momento. A Riley no le gustó como había sonado ese “pero”.
“Tal vez debería comunicártela”, dijo.
Riley oyó el sonido familiar de la voz de Jilly unos segundos más tarde.
“Hola, Riley”.
Ahora que el pánico de Riley estaba menguando, estaba empezando a enojarse.
“No me digas ‘hola’. ¿Por qué huiste? ¿En qué estabas pensando?”.
“No volveré a ese lugar”, dijo Jilly.
“Sí, sí lo harás.”
“Por favor no me hagas volver”.
Riley no respondió. No sabía qué decir. Sabía que el refugio en donde Jilly se había estado quedando era un lugar bueno y enriquecedor. Riley había conocido a algunos miembros del personal que habían sido bastante serviciales.
Pero Riley también entendía cómo Jilly se sentía. La última vez que habían hablado, Jilly le había dicho que nadie la quería y que los padres adoptivos seguían pasándola por alto.
“No les gusta mi pasado”, le había dicho Jilly.
La conversación había terminado mal, Jilly le había rogado a Riley que la adoptara. Riley había sido incapaz de explicarle las mil y una razones por las cuales eso era imposible. Esperaba que esta conversación no terminara de la misma forma.
Antes de que Riley pudiera pensar en qué decir, Jilly dijo: “Tu amigo quiere hablar contigo”.
Riley oyó la voz de Garrett Holbrook de nuevo.
“Ella sigue diciendo que no volverá al refugio. Pero tengo una idea. Una de mis hermanas, Bonnie, está considerando adoptar. Estoy seguro de que ella y su esposo estarían felices de adoptar a Jilly. Bueno, si Jilly…”.
Garrett fue interrumpido por chillidos de placer de Jilly, que seguía gritando “¡Sí, sí, sí!” una y otra vez.
Riley sonrió. Era justo lo que necesitaba en este momento.
“Me parece bien, Garrett”, dijo. “Hazme saber cómo sale todo. Muchas gracias por toda tu ayuda”.
“No te preocupes”, dijo Garrett.
Finalizaron la llamada. Riley caminó hacia el umbral de nuevo y vio que Ryan y April estaban conversando despreocupadamente. Las cosas parecían estar mucho mejor. A pesar de todos sus errores, le habían dado a April una vida mucho mejor que la que muchos otros niños habían tenido.
Justo entonces sintió una mano en su hombro y oyó una voz decir: “Riley”.
Ella se volvió y vio el rostro amable de Bill. A lo que se alejó del umbral para hablar con él, Riley no pudo evitar mirar a su ex esposo y volver a mirar a Bill una y otra vez. Incluso en su estado actual de angustia, Ryan parecía el abogado exitoso que era. Su pelo rubio, buena apariencia y sus buenos modales le abrían puertas en todas partes. Bill se parecía mucho más a Riley. Su pelo oscuro tenía algunas canas y era más sólido y mucho más arrugado que Ryan. Pero Bill era competente en sus propias áreas de experiencia y ella podía depender de él.
“¿Cómo está?”, preguntó Bill.
“Mucho mejor. ¿Qué ha pasado con Joel Lambert?”.
Bill negó con la cabeza.
“Ese desgraciado es todo un personaje”, dijo. “Al menos está hablando. Dice que conoció a unos chicos que se ganaron un montón de dinero a costillas de chicas jóvenes, y se le ocurrió intentarlo. No está nada arrepentido, es tremendo sociópata. De todos modos, definitivamente será condenado y tendrá que ir a la cárcel. Probablemente hará un trato negociado”.
Riley frunció el ceño. Odiaba los tratos negociados. Y este era especialmente perturbador.
“Sé cómo te sientes al respecto”, dijo Bill. “Pero yo creo que contará muchas cosas y nos ayudará a encerrar a muchos bastardos. Eso es bueno”.
Riley asintió. Lo bueno era que al menos lograrían sacarle algún provecho a este terrible calvario. Tenía que hablar con Bill de algo, pero no sabía muy bien por dónde empezar.
“Bill, respecto a mi regreso al trabajo…”.
Bill le dio unas palmaditas en el hombro.
“No tienes que decírmelo”, dijo. “No puedes trabajar en casos por algún tiempo. Necesitas tomar algún tiempo libre. No te preocupes, yo lo entiendo. Todos en Quántico también lo entenderán. Tómate todo el tiempo que necesites”.
Miró su reloj.
“Tengo prisa, disculpa…”.
“Anda”, dijo Riley. “Y gracias por todo”.
Ella abrazó a Bill, y él se fue. Riley se quedó en el pasillo, pensando en el futuro cercano.
“Tómate todo el tiempo que necesites”, le había dicho Bill.
Sin embargo, no sería tarea fácil. Lo que había sucedido con April era un recordatorio de todo el mal que habitaba en el mundo, y su trabajo era acabar con el mal. Y si había aprendido una cosa en la vida, era que el mal nunca descansaba.