Czytaj książkę: «Si Ella Huyera», strona 3

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CAPÍTULO CUATRO

El Sheriff Bannerman estaba de regreso en la estación policial cuando Kate y DeMarco llegaron. Les hizo señas para que vinieran a su oficina. Al seguirlo, Kate notó que arrastraba los pies como si tuviera alguna dificultad al caminar. Mantuvo la puerta abierta para ambas y luego la cerró detrás de él.

—¿Tuvieron suerte? —preguntó.

—Hablamos con una tal Sra. Patterson, la mujer que vive en la casa que se puede ver desde la ventana en la oficina de Karen Hopkins —dijo Kate—. Ella dice que recuerda a alguien en el patio trasero el día que Karen fue asesinada.

—Ella dice que cree que fue ese día —añadió DeMarco.

—Sheriff, ¿sabe de alguna compañía en la zona cuyo logo tenga forma de estrella y sea básicamente blanco? Los empleados pueden estar llevando trajes de colores oscuros.

Bannerman lo pensó por un minuto y luego comenzó a asentir lentamente. Tecleó algo en la portátil de su escritorio, hizo varios clics y luego giró la pantalla hacia ellas. Había tecleado Hexco Proveedores de Internet en el buscador de Google y elegido la primera imagen.

—Está este —dijo—. Es el único que viene a mi mente de inmediato.

Kate y DeMarco estudiaron atentamente el logo. Era casi idéntico a la descripción de la Sra. Patterson. Tenía de hecho forma de estrella, solo que una de las puntas se alargaba y curvaba ligeramente. Unas líneas seguían a la estrella, y la central contenía la palabra Hexco.

Con la velocidad de un pistolero, DeMarco sacó su teléfono e instantáneamente marcó el número debajo del logo. —Veamos si el martes hubo una llamada para solicitar un servicio de algún tipo a la residencia Hopkins.

Se sentó, esperando que el teléfono comunicara. Entretanto, Bannerman giró el portátil y lo cerró. En voz baja, para no interrumpir a DeMarco cuando alguien contestara el teléfono, miró a Kate y preguntó: —¿Tiene ya alguna idea?

—Creo que estamos ante un asesino que se enfoca en un determinado tipo de víctimas. Tanto Karen Hopkins como Marjorie Hix estaban en la cincuentena, y solas en casa. La presunción es que el asesino sabía que el marido no estaría allí. Y también presumo que había estudiado las casas, ya que no hay indicios de que la entrada haya sido forzada. Así que… nuestro asesino tiene un tipo definido, y hace su tarea. Aparte de eso... estoy en una calle ciega.

—Puedo intentar añadir a eso —dijo Bannerman—, que no había señales de lucha, tampoco. Así que el asesino sabía cómo entrar en las casas sin violar la seguridad y luego fue capaz de atacar sin que las víctimas supieran. Me hace pensar que las victimas invitaron al asesino. Que lo conocían.

Kate había presumido lo mismo pero decidió permitir que Bannerman lo expusiera todo. Disfrutaba oírlo hablar. Su edad lo hacía sonar sabio y ella valoraba en mucho su experiencia. Solía mirar el trabajo en conjunto con la fuerza de policía local como un estorbo, pero comenzaba a gustarle Bannerman.

Mientras asentía, DeMarco finalizó su llamada —Tengo la confirmación de que Hexco sí envió el martes un técnico a la residencia Hopkins. La mujer con quien hablé dijo que habían habido reportes de problemas con el servicio de internet por todo el vecindario en esos días, comenzando el lunes en la noche. Hubo como una docena de llamadas similares ese día.

—Bueno, es toda una conjetura, pero ser técnico de una compañía de internet en condiciones de servicio interrumpido daria fácil acceso a casi cualquier casa —dijo Kate.

—Bueno, no es una conjetura, de hecho —dijo DeMarco—. Pregunté también si últimamente habían enviado técnicos de Hexco a la residencia Hix. Resulta, que hubo una solicitud introducida por Joseph Hix hace dos semanas. Y de acuerdo a sus registros, el mismo técnico acudió a ambas llamadas.

—Suena como un sospechoso para mí —dijo Kate.

—Estoy de acuerdo —dijo Bannerman—. Deberían saber, sin embargo, que Hexco es un proveedor relativamente nuevo en Frankfield. Una compañía pequeña. Me sorprendería que hubiera más de tres o cuatro técnicos. Puede que no sea del otro mundo que el mismo técnico estuviera en ambas direcciones.

—Aún así, me gustaría hablar con ese técnico —dijo Kate—. ¿Conseguiste un nombre?

—Lo hice. La operadora con la que hablé le envió un mensaje para que me llame de inmediato.

—Entretanto, me gustaría visitar la residencia Hix —dijo Kate—. Sé que los reportes indican que la escena estaba básicamente limpia, pero me gustaría verlo por mí misma.

—Tengo la llave en los archivos del caso —dijo Bannerman—. Puede...

Fue interrumpido por el timbre del teléfono de DeMarco. Contestó de inmediato y cuando la escuchó presentarse de manera formal, Kate supo que era el técnico de Hexco. Kate escuchó atentamente, así que se enteró de los detalles antes de que DeMarco los comunicara en voz alta.

—Nos veremos con él en quince minutos —dijo DeMarco—. Parece muy dispuesto a reunirse con nosotras, pero sonaba un poco asustado, también.

Kate abrió la puerta al tiempo que Bannerman se ponía de pie. —¿Necesitan algo de mí?

Kate lo pensó y entonces, con un poco de esperanza en su voz, dijo: —Quizás tener lista una sala de interrogación.

***

El nombre del técnico era Mike Wallace, un chico de veintiséis años que se veía muy nervioso cuando Kate y DeMarco se reunieron en la pequeña cafetería a cinco kilómetros del Departamento de Policía de Frankfield. Miró alternativamente a una y otra agente de una manera que recordó a Kate uno de esos extraños gecos que pueden mover sus ojos de tal forma que miran en dos direcciones al mismo tiempo.

Tenía una tableta con él, cubierta con un forro de cuero bastante usado. El logo de Hexco destacaba en relieve al frente del mismo.

—Mike, por ahora esto es un procedimiento estándar y no tienes absolutamente nada de qué preocuparte —dijo Kate—. En este momento, parece solo un poco de mala suerte y las circunstancias.

—¿Qué quiere decir?

—Bueno, en el curso de las últimas dos semanas, has sido asignado a hogares donde dos mujeres han sido asesinadas. La más reciente fue el martes pasado.

—Visité muchas casas el martes. Ha habido un grave problema con las interrupciones en dos urbanizaciones diferentes.

—Tienes tus llamadas de solicitud de servicio en esa tableta, ¿correcto? —preguntó DeMarco, haciendo un ademán hacia el dispositivo que cargaba.

—Sí, así es.

—¿Puedes buscar la entrada de la residencia de los Hopkins para el día martes?

—Seguro —dijo. Tamborileó en distintos lugares, deslizó la pantalla un poco, y luego recorrió la página con su dedo. Al hacerlo, Kate notó un ligero temblor en sus manos. Estaba obviamente nervioso; la cosa era averiguar si estaba asustado porque estaba ocultando algo o si simplemente estaba nervioso por estar en presencia de un par de agentes del FBI.

—Justo aquí —dijo, deslizando la tableta hacia ellas—. Llegué a las diez cuarenta y dos a.m. y me fui a las diez cuarenta y seis.

—Luce bastante rápido —dijo Kate—. No creo que me hayan arreglado algo con tal rapidez. ¿Cuál fue la naturaleza de la interrupción?

—Hay una más grande cerca de Chicago. Para arreglar esa, tuvimos que reducir el servicio en otros lugares. Frankfield nunca se recuperó como se suponía. Era un arreglo fácil, sin embargo. Para todas excepto para una de esas llamadas del martes por la mañana, era solo cosa de reiniciar en las cajas de instalación de cada casa.

—¿Y solo tomó cinco minutos? —preguntó Kate.

—En realidad, cada reinicio solo toma como dos o tres minutos. Para cada parada, Hexco me exige que inicie el reloj en cada visita. Una vez que se inicia el cronómetro, tengo que ingresar al sistema y luego caminar a la caja. El reinicio solo toma como dos minutos. Después del reinicio, acoplo un dispositivo de prueba a la caja para asegurarme de que está funcionando. Eso toma treinta segundos. Luego camino de regreso a la camioneta, ingreso el reporte de estatus, y salgo del sistema.

Todavía temblaba y se agitaba hasta por lo más mínimo. Pareció notarlo e intentó detener los temblores de sus manos juntándolas sobre la mesa.

—¿Así que todo eso fue hecho en la residencia Hopkins entre las diez cuarenta y dos y diez cuarenta y seis? —preguntó Kate.

—Sí, señora.

—¿Interactuaste con Karen Hopkins durante la visita?

—No. Hexco envió un texto masivo y una nota por correo electrónico anunciando que los técnicos iban a ser enviados. Siempre que eso se hace y el arreglo no se le cobra al cliente, no nos piden que vayamos con ellos para que firmen. Dudo que siquiera supiera que yo estaba allí.

Todo encajaba, pero Kate hizo las cuentas en su cabeza. Cuatro minutos era tiempo más que suficiente para entrar en la casa y estrangular a alguien. Por supuesto, el hecho de que su reporte mostrara los tiempos de reinicio y prueba, además de la entrada y salida del sistema reducía los cuatro minutos a nada.

—¿Puedes encontrar una entrada para la residencia Hix hace dos semanas? —preguntó Kate.

—Sí. ¿Tienen el primer nombre?

—Marjorie, o quizás su esposo, Joseph —dijo DeMarco.

Mike repitió la rutina y consiguió la respuesta en veinte segundos. De nuevo, deslizó la tableta hacia ellas. Mientras revisaban la información, él hizo lo que pudo para explicarles.

—Justo allí… exactamente hace dos semanas. Fue una respuesta a una queja acerca de la velocidad del servicio. Habían llamado para que le aumentaran la velocidad y los datos pero nunca resultó. A veces ocurre cuando se hace de manera remota, por teléfono. Fui hasta allá y lo hice por mí mismo.

—De acuerdo a esto, tomó como cinco minutos —dijo Kate.

—Sí, el pequeño dispositivo que uso para probar la fuerza de la señal me estaba dando dificultades. Si quieren, puedo mostrarles la solicitud que introduje en Hexco para conseguir uno nuevo.

—Eso no será necesario —dijo Kate—. Veo aquí que Marjorie Hix firmó por el servicio. ¿Entraste a su casa?

—Sí, señora. Necesitaba revisar su modem. Recomendé que consiguieran uno nuevo, porque el que tenían estaba un poco obsoleto.

Por tercera vez, Kate notó un nervioso temblor en sus manos. Era demasiado evidente como para ignorarlo a estas alturas.

—¿Estaba su esposo en casa? —preguntó, sin dejar que él viera que ella estaba percibiendo su nerviosismo.

—No lo creo.

Kate repasó el reporte. Basándose en los reportes y en su historia, todo parecía encajar. Pero parecía demasiada coincidencia. Miró a Mike por un momento, buscando alguna fisura en su fachada, pero no vio ninguna.

—Muchas gracias, Mike —dijo finalmente—. Hemos terminado. No quiero mantenerte alejado de tu trabajo por más tiempo. Gracias por tu ayuda.

—De nada —dijo Mike, volviendo a tomar la tableta—. Ojalá que atrapen al sujeto.

—Sí —dijo DeMarco—. Lo mismo decimos.

Los tres dejaron la cafetería juntos. Con cierta timidez, Mike les dijo adiós con la mano mientras se ponía al volante de la camioneta de servicio de Hexco.

—Parece descartado —dijo DeMarco mientras volvían a su auto.

—Sí, así es. Pero el factor de la coincidencia...

—Sí, te fastidia un poco, ¿no es así?

—Bueno, eso y el hecho de que temblaba como un proxeneta en una iglesia…

—Linda metáfora —dijo DeMarco riendo.

Ambas observaron mientras Mike salía de su puesto de estacionamiento. Ninguna de ellas habló, aunque Kate buscó su teléfono, queriendo averiguar si Melissa le había dejado un mensaje… y lo molesta que estaba.

Más tarde, se dijo. Tengo que respetar las prioridades.

Pero ese pensamiento, como el potencial mensaje de voz que estaba en espera, se sentían como una bomba atascada en un lugar largamente olvidado, haciendo tictac y aguardando a explotar.

CAPÍTULO CINCO

La residencia Hix estaba como a dieciocho kilómetros de la dirección de los Hopkins. Localizada justo fuera de los límites de la ciudad de Frankfield, estaba suficientemente cerca de la ciudad como para brindarle a Bannerman y su gente autoridad en el caso. Chicago estaba situada veinte minutos al sur, dejando a la sección del medio en una zona gris cuando se trataba de la jurisdicción. La urbanización era un poco menos extravagante que la de los Hopkins, aunque no mucho. Los patios eran más pequeños, la mayoría separados del siguiente por olmos y robles. Con la lluvia cayendo, los árboles hacían que las casas y sus jardines se vieran un poco siniestros cuando Kate y DeMarco ingresaron a la vía de acceso de los Hix.

DeMarco usó la llave que Bannerman les había dado. Según les habían dicho, el marido se había ido a Chicago, para quedarse con su hermano tras el funeral. Nada se sabía de cuándo podría regresar.

Sin embargo, no mucho después que Kate y DeMarco habían entrado, otro auto ingresó a la vía de acceso y se puso detrás del suyo. Las agentes esperaron en la puerta para ver quién era el visitante. Observaron como una rubia de mediana edad se bajaba de un bonito Mercedes. Kate notó que el auto tenía las placas de un corredor de bienes raíces.

—Hola —dijo la mujer, presumiblemente una corredora de bienes raíces, al acercarse a las escalinatas. A todas luces estaba confundida—. ¿Se puede saber quiénes son ustedes?

Kate mostró su placa, no por fanfarrona sino para no dar rodeos. —Agentes Wise y DeMarco, FBI. Es usted una corredora, supongo.

—Así es. Nadine Owen. Estoy aquí para hacer un último recorrido por la casa antes de que la pongamos en el mercado.

—No estaba al tanto de que iba a ser puesta a la venta —dijo Kate.

—Nos llamaron ayer por la mañana. El Sr. Hix no regresará. Ha contratado a un equipo de mudanzas para que venga mañana y empaque todo. Hoy voy a hacer una lista de chequeo para asegurarme que los de la mudanza la dejen como está. Dios sabe que será difícil venderla en estas condiciones.

—¿Por qué? —preguntó DeMarco.

Kate sabía la respuesta, habiendo estado en varios casos en los que un corredor de bienes raíces había intervenido. —Los corredores tienen que revelar que ha ocurrido un homicidio recientemente en una propiedad —dijo Kate.

—Correcto —dijo Nadine—. Y en este caso, el Sr. Hix está donando prácticamente todo lo que tiene. Estaba muy mal cuando hablé con él. Sencillamente no quiere nada que le recuerde a su esposa en cualquier lugar que escoja como su siguiente morada. Eso es bastante triste, de hecho.

Eso es bastante sospechoso, si me preguntan, pensó Kate.

—¿Cuánto tiempo ha pasado el Sr. Hix en Chicago? —preguntó.

—Se fue el día después del funeral… así que diría que tres días, creo.

—Si no le importa, nos gustaría revisar el lugar antes de que proceda con su lista de chequeo —dijo Kate.

—Por supuesto.

Las tres mujeres entraron a la casa. Kate la encontró impecable. De nuevo, no era tan bonita como el hogar de los Hopkins, pero era mucho más de lo que Kate alguna vez hubiese podido permitirse. No era solo la casa; todo el mobiliario se veía también bastante costoso.

Al hacer la revisión, DeMarco iba detrás de Kate, revisando en pantalla los informes electrónicos de la policía. Leía en voz alta las partes importantes mientras hacían el recorrido de la casa.

—Marjorie Hix fue hallada muerta en su dormitorio, con medio cuerpo saliendo del baño principal —leyó—. Ella, también, fue estrangulada hasta morir pero no había sangre o cortes como los hubo con Karen Hopkins. Había magulladuras en su garganta pero no había indicios de huellas. Se cree que pudo haber sido estrangulada con un cinturón o alguna clase de cuerda suave.

La planta baja era principalmente abierta, con una sala y una cocina separadas solo por una gran columna. La otra área parecía servir como estar, donde un televisor de aspecto costoso se hallaba colocado entre dos estanterías de libros. Un elegante piano ayudaba también a separar las áreas. Kate sabía muy poco acerca de pianos pero estaba bastante segura de que este era la versión pequeña de un Steinway… y que eso probablemente valía un año de su salario. Era simplemente difícil imaginar al marido donando un objeto así en lugar de venderlo. Eso envió un pequeño aviso de alarma al cerebro de Kate.

Un área de lectura y el espacio de una mini-oficina se hallaban en el extremo izquierdo, metidos en una esquina que miraba a un espacioso porche a través de un ventanal. En conjunto, lucía sencillo e idílico.

—Recuérdame lo que los reportes dicen acerca de la evidencia colectada por la policía —dijo Kate.

—El marido voluntariamente entregó su propio portátil, que le fue devuelto con bastante rapidez —dijo DeMarco, todavía leyendo los reportes—. También entregó el portátil de Marjorie y el celular. Había un cinturón en el closet de la planta alta que fue colectado por los forenses como una potencial arma homicida, pero se concluyó que no había sido usado.

Tras mirar un poco más de la planta baja, subieron las escaleras ubicadas a la derecha de la planta baja, paralelas al espacio de la pequeña oficina. La planta alta estaba conformada.por un ancho corredor y cuatro habitaciones: un baño, dos habitaciones de huéspedes, y un gran dormitorio principal. Fueron directamente al dormitorio principal y se detuvieron en la entrada para examinar el interior.

La cama no estaba hecha, pero apartando eso el sitio estaba impecable. Kate miró el área que estaba delante del baño e intentó imaginar un cuerpo. Sabía que las fotos de la escena de crimen estaban en los archivos del caso y estaba segura de que los vería más tarde. Por ahora, sin embargo, estaba tratando de percibir la habitación como lo haría un asesino —un asesino que probablemente había sido invitado por una u otra razón.

La habitación estaba dispuesta de tal manera que alguien que saliera del baño no vería de inmediato a quien entrara a la misma. Si el asesino había logrado deslizarse hasta la habitación mientras Marjorie Hix estaba en el baño, él habría pasado desapercibido.

—¿No hay pistas de ningún tipo en el dormitorio? —preguntó Kate.

—Nada de eso se menciona en el reporte. Ni siquiera una gota de sangre. Nada.

Kate caminó por la habitación y se detuvo junto a la ventana más cercana a la cama. Tuvo que correr las cortinas, pero vio que miraba a un patio trasero con un terreno más allá rodeado de una cerca de madera. Fue entonces al baño. Este, como casi todo en la casa, era grande y ostentoso. Se inclinó todo lo que pudo para atisbar bajo los pequeños espacios que había entre la parte inferior de los gabinetes instalados bajo los lavabos y el piso. Aparte de unas motas de polvo y pelusa, no había nada.

—¿Qué hay del sistema de seguridad? —preguntó Kate.

—Hum —dijo DeMarco mientras recorría los reportes—. Aparentemente, no hay sistema de seguridad. Pero tienen una de esas cámaras junto al timbre de la puerta.

—Perfecto. ¿La policía obtuvo acceso a ella?

—Sí. Aquí dice que el marido le dio a Bannerman la contraseña. Aparentemente, es accesible desde la aplicación móvil de la cámara.

—¿Alguna idea de qué app es?

—No lo dice. Estoy segura de que Bannerman lo sabe.

—Espera un momento —dijo Kate. Salió del dormitorio con DeMarco detrás de ella, aún repasando en pantalla los registros.

Encontraron a Nadine Owen revisando las paredes de la sala, aparentemente buscando rozaduras previas antes de que llegaran los de la mudanza. —Sra. Owen —dijo Kate—. ¿Por casualidad conoce el nombre de la app que los Hix usaban para la cámara de su puerta?

—Lo sé, ciertamente —dijo—. Cuando el marido me llamó para vender la casa, me dio su contraseña de tal forma que pudiera entrar y eliminar la cuenta antes de que alguien más se mudara.

—¿Ya la eliminó?

—No —Nadine pareció comprender adónde se dirigía esto. Una breve mirada de excitación cruzó su rostro al sacar el celular—. Puedo ingresar a su cuenta si necesitan revisarla.

—Eso sería grandioso —dijo Kate.

Nadine se sentó en uno de los taburetes colocados a lo largo del tope de la cocina y abrió la aplicación. Kate y DeMarco observó a Nadine ingresar a la cuenta Hix. En unos segundos, apareció la dirección de la residencia Hix. Nadine hizo clic en ella y una página con calendario apareció en pantalla

—La app nos permite retroceder sesenta dias. Más allá de eso, todo queda almacenado en la nube.

—Sesenta días son más que suficientes. De hecho, son sólo dos días los que necesito revisar.

—Supongo que contando hacia atrás ocho días, ¿correcto? ¿El día que fue asesinada?

—Sí, por favor.

—¿Exactamente cómo funciona? —preguntó DeMarco.

—Hay un sensor en el timbre de la puerta —dijo Nadine—. Cuando alguien llega al porche, activa la cámara. Esta graba entonces a la persona hasta que entra a la casa o abandona el porche.

—Así que habrá una entrada de vídeo el día de su asesinato si alguien estuvo en el porche, ¿correcto? —preguntó Kate.

—Así es. Y… aquí está. Hay dos vídeos del miércoles pasado… el día que fue asesinada.

Las tres mujeres se inclinaron alrededor del teléfono, para mirar una grabación a color de baja definición proveniente de la aplicación. El primer vídeo fue fácil de descartar. Era un conductor de UPS, colocando una caja en el porche principal para luego devolverse de prisa a su camioneta. La caja no era muy grande y se distinguía por el logo de Amazon en el costado. Tres segundos después el conductor se había ido, y la cámara se desactivó.

Nadine colocó el segundo vídeo y pulsó para reproducirlo. Una mujer llegó al porche y tocó el timbre. Le abrieron unos segundos después. No había audio, pero era evidente que la mujer estaba conversando con quienquiera que abrió la puerta, presumiblemente Marjorie. Esto se hizo obvio cuando Marjorie puso un pie en el porche, charló con la mujer cerca de un minuto y volvió a entrar. La mujer dijo algo por encima de su hombro mientras bajaba los escalones, y entonces el vídeo finalizó.

—¿Alguna idea de quién es esa mujer? —preguntó DeMarco a Nadine.

—No, lo siento. ¿Ustedes dijeron que había otra fecha que necesitaban revisar?

—Sí. Hace exactamente dos semanas. ¿Hay alguna entrada?

Nadine deslizó la pantalla para retroceder catorce días y se detuvo cuando el calendario mostró la fecha que buscaba. Había también dos entradas ese día. Nadine reprodujo la primera de inmediato, sin que se lo pidieran.

Instantáneamente, Kate reconoció al hombre que llegó al porche y tocó el timbre: Mike Wallace. Vestía el mismo uniforme de Hexco que le habían visto hacía menos de una hora. Tras varios segundos, abrieron la puerta, él habló con alguien por unos diez segundos, y luego fue invitado a pasar.

Nadine las miró a ambas, como si esperara alguna reacción. Cuando vio que no hubo ninguna, continuó con la siguiente entrada pulsando sobre la hora, que aparecía marcada apenas catorce minutos después.

Presionó para reproducir el vídeo y vieron el inverso de lo que acababan de ver. Mike Wallace salía por la puerta principal, de nuevo en primer plano. Se volvió y dijo algo a la persona en la puerta —de nuevo, presumiblemente Marjorie Hix. La conversación duró unos veinte segundos y entonces Mike se dispuso a descender los escalones. Antes de que la salida de Mike diera lugar a la conclusión del vídeo, el pequeño sensor detectó más movimiento. Marjorie Hix salió al porche con una regadera y se dedicó a regar una maceta de lilas junto a la baranda del porche.

Aunque no probaba mucho, el hecho de que no hubiera vídeos de seguridad de Mike Wallace en el día de la muerte de ella era una fuerte coartada.

—¿Algo más? —preguntó Nadine.

Kate y DeMarco intercambiaron miradas y menearon sus cabezas simultáneamente. Kate no estaba segura de si DeMarco estaba pensando lo mismo que ella o no, pero sabía que era una buena oportunidad.

La grabación de seguridad principalmente había descartado a Mike Wallace. Pero el marido…

—Hay un garaje en el costado de la propiedad —dijo Kate—. Parece que está en un nivel subterráneo de la casa, ¿es correcto?

—Lo es. ¿Les gustaría verlo?

—No, no es necesario. ¿Pero por casualidad sabe si es allí donde el Sr. Hix siempre aparcaba?

—Estoy bastante segura, sí.

—Y presumo que hay una entrada principal a la casa a través de ese garaje.

—Por supuesto —señaló una puerta al fondo de la casa, al salir de la cocina—. Justo aquí.

Así que nunca tendría que pasar por ese sensor de la puerta, pensó Kate.

Así que mientras los vídeos habían descartado a Mike Wallace, nada habían hecho para desvanecer las sospechas sobre el marido.

Kate miró a la sala de estar —los muebles, los adornos, y otros costosos objetos. Encontró difícil creer alguien lo abandonara todo.

—¿Sabrá dónde se está quedando el Sr. Hix?

Y en eso, Nadine continuó siendo de mucha ayuda.

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