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ESCULTURA
BARROCA ESPAÑOLA
NUEVAS LECTURAS DESDE LOS SIGLOS DE ORO A LA SOCIEDAD DEL CONOCIMIENTO
ESCULTURA BARROCA ANDALUZA
VOLUMEN II
Antonio Rafael Fernández Paradas | COORDINADOR |
ESCULTURA
BARROCA ESPAÑOLA
NUEVAS LECTURAS DESDE LOS SIGLOS DE ORO A LA SOCIEDAD DEL CONOCIMIENTO
ESCULTURA BARROCA ANDALUZA
VOLUMEN II
EXLIBRIC
ANTEQUERA 2016
Obra
Escultura Barroca Española Nuevas lecturas desde los Siglos de Oro a la Sociedad del Conocimiento
Volumen II
Escultura Barroca Española. Escultura Barroca Andaluza
© Antonio Rafael Fernández Paradas, Coordinador
© Varios Autores
© de los textos, sus autores
© de las imágenes, sus autores
© de la imagen de cubiertas: Diego Márquez y Vega. Cristo de la Misericordia. Hacia 1789. Parroquia de San Pedro. Antequera. Málaga. Fotografía: Francisco Javier Bonet Muñoz
Diseño de portada: Dpto. de Diseño Gráfico Exlibric
Iª edición
© ExLibric, 2016.
Editado por: ExLibric
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ISBN: 978-84-16110-81-0 (Volumen II)
Nota de la editorial: ExLibric pertenece a Innovación y Cualificación S. L.
Antonio Rafael Fernández Paradas | COORDINADOR |
ESCULTURA
BARROCA ESPAÑOLA
NUEVAS LECTURAS DESDE LOS SIGLOS DE ORO A LA SOCIEDAD DEL CONOCIMIENTO
ESCULTURA BARROCA ANDALUZA
VOLUMEN II
Índice de contenido
Portada
Título
Copyright
Índice
Dedicatoria/agradecimientos
Prólogo
Introducción. Escultura barroca andaluza. De las grandes construcciones historiográficas a la diversidad de los microrrelatos
1 La escultura barroca en Granada. Personalidad de una escuela
1.INTRODUCCIÓN. SINGULARIDADES Y ACOTACIONES A UNA HISTORIA
2.EN LOS INICIOS DEL NATURALISMO: LA PROBLEMÁTICA FIGURA DE PABLO DE ROJAS
3.LA CONSOLIDACIÓN DEL NATURALISMO DURANTE LA PRIMERA MITAD DEL SIGLO XVII
4.FORMA E IDEA EN ALONSO CANO ESCULTOR
5.PEDRO DE MENA (1628-1688), EL GENIO AVIVADO POR CANO
6.JOSÉ DE MORA (1642-1724) O EL BARROCO ESPIRITUAL
7.LA CREACIÓN DE UN MODELO GRANADINO Y SU AMANERAMIENTO SETECENTISTA
8.BIBLIOGRAFÍA
2 Esplendor y pasión de Sevilla
1.LOS INICIOS DE LA ESCUELA BARROCA SEVILLANA
2.JUAN MARTÍNEZ MONTAÑÉS, NATURALISMO Y RENOVACIÓN FORMAL DE LA ESCULTURA SEVILLANA EN LA PRIMERA MITAD DEL SIGLO XVII
3.LOS GRANDES MAESTROS DE LA ESCUELA MONTAÑESINA
4.JOSÉ DE ARCE, LA INTRODUCCIÓN DE ESTÍMULOS EXTERNOS AJENOS AL NATURALISMO
5.PEDRO ROLDÁN, ESCENOGRAFÍA Y RENOVACIÓN FORMAL DE LA ESCULTURA SEVILLANA EN LA SEGUNDA MITAD DEL SIGLO XVII
6.LA ESCUELA ROLDANESCA, FUERZA Y CARÁCTER
7.BIBLIOGRAFÍA
3 La autarquía artística de una ciudad: historia de la escultura barroca antequerana. Exégesis de una escuela
1.INTRODUCCIÓN
2.LA AUTARQUÍA ARTÍSTICA
3.LA ESCUELA ESCULTÓRICA ANTEQUERANA
4.EL BARROCO ESCULTÓRICO ANTEQUERANO
5.LA CUESTIÓN DEL CLASICISMO
6.LA ESCULTURA ANTEQUERANA DEL PRIMER NATURALISMO
7.EL SIGLO XVII. UNA CENTURIA DESCONOCIDA
8.EL SIGLO XVIII. EL ESPLENDOR DE LA ESCUELA ANTEQUERANA
9.LA HERENCIA DE LOS GRANDES MAESTROS. FINALES DEL SIGLO XVIII Y PRINCIPIOS DEL XIX
10. BIBLIOGRAFÍA
4 Málaga y su proyección escultórica en los siglos de oro
1.EL PROCESO ESCULTÓRICO EN MÁLAGA EN LOS SIGLOS DE ORO. PROBLEMÁTICA PARTICULAR DE LO QUE PUDO SER Y NO FUE
2.OBRAS Y TALLERES EN LA MÁLAGA DEL QUINIENTOS
3.TIERRA DE NADIE: EL PRIMER TERCIO DEL SIGLO XVII
4.ARTE, OFICIO Y ARTIFICIO: LA SEGUNDA MITAD DEL SEISCIENTOS Y LA CONSOLIDACIÓN DE LOS TALLERES DE ESCULTURA
5.EL SETECIENTOS TRIUNFAL
6.BIBLIOGRAFÍA
5 La escultura barroca en las provincias de Cádiz y Huelva
1.LA ESCULTURA BARROCA EN LA PROVINCIA DE CÁDIZ
2.LA ESCULTURA BARROCA EN LA PROVINCIA DE HUELVA
3.BIBLIOGRAFÍA
6 Los otros círculos periféricos andaluces. Córdoba, Jaén y Almería
1.INTRODUCCIÓN
2.DIÓCESIS DE BAEZA-JAÉN
3.ABADÍA NULLIUS DE ALCALÁ LA REAL
4.DIÓCESIS DE CÓRDOBA
5.DIÓCESIS DE ALMERÍA
6.CONCLUSIÓN
7.BIBLIOGRAFÍA
Dedicatoria/agradecimientos
Darle vida a un libro como este, créanme, es algo realmente complicado y agotador. Llega un momento en el que no valen las buenas intenciones, se necesita algo más, paciencia, mucha paciencia.
Es de justicia comenzar esta dedicatoria/agradecimientos por darle las gracias a mi editor, Antonio García Gutiérrez, y en su nombre a la editorial ExLibric, pues no solo no nos ha tomado por unos locos, que según la naturaleza y tamaño del libro es para estarlo, sino que ha hecho suyo el proyecto hasta sacarlo adelante. Gracias a él, este libro es una realidad.
Quiero dedicarles también unas palabras a todos aquellos que nunca creyeron en este proyecto, y a los que nos pusieron zancadillas y piedras por el camino. Las hemos sorteado todas, y además nos hemos hecho fuertes.
Son muchos los que piensan que el trabajo intelectual no es trabajo, y que las horas que se pasan investigando y escribiendo en un ordenador son horas muertas. De esos que piensan así tenemos alguno cerca… Hacer este libro también es una forma de ganarnos la vida. Somos investigadores, escritores, científicos, etc., y esta es nuestra manera de vivir, y además somos barroco´s in love.
Los libros existen porque los escriben personas. En el nuestro, una treintena de autores nos han prestado su tiempo para hacer que esto fueran verdaderas páginas escritas, y no retales de sueños. A todos ellos, gracias.
A Mari Ángeles Guerrero Fernández, por recordarme algunas cosas que realmente son importantes en la vida… Gracias.
A los niños de La Hornacina, que este año me dieron uno de los privilegios más importantes de mi vida, con el que tanto había soñado y, sin saberlo, han contribuido a que me haga grande. Gracias.
A Pepi Leiva, que cree en mí, y en mi supervivencia en estos lares, y además lo hace ciegamente, desde el convencimiento. Gracias.
A Pedro, que es el mejor amigo que un investigador puede tener. Gracias.
A Ana Sonia, que sigue creyendo en mí. Gracias.
A Royan, Juanje y Raúl, con los que comparto muchas cosas y me regalan cafés y procesiones. Gracias.
A Juan Antonio Sánchez López. Me he hecho grande, y todavía sigo soñando con ser el tipo de investigador que es él. Gracias.
A Alberto Ortiz Carmona, a ti simplemente gracias, gracias por estar.
A Juande, que me hizo ser mejor persona.
Antonio F. Paradas
En Málaga/Antequera, a 5 de mayo de 2016
Prólogo
Mucho ha llovido en la Historia del Arte español desde que, en 1983, el profesor Juan José Martín González publicase Escultura barroca en España. Desde su aparición, y sin menoscabo de su indudable mérito, esta obra vino a ser el manual de referencia y, prácticamente, el libro de cabecera para cuantos estudiantes y personas interesadas en el tema han querido acercarse a una visión generalista de uno de los más importantes capítulos en la intensa trayectoria histórica de este país. Además de apostar por una inteligente estructura basada en los variopintos núcleos territoriales que abastecieron de obra escultórica a la no menos heterogénea clientela del momento, aquel libro ofrecía una incipiente perspectiva panorámica en torno a aspectos colaterales, no menos interesantes que el estudio artístico-productivo, como la dimensión social del artista, las técnicas y materiales o las tipologías y géneros escultóricos, entre otros.
Si en más de una ocasión la cultura del Barroco y sus manifestaciones visibles son susceptibles de compararse a un prisma con versátiles e insólitas caras, la escultura española de los Siglos de Oro encarna, como pocas, esa metáfora de la piedra preciosa proclive a las iridiscencias caleidoscópicas capaces de convertir lo único en múltiple y lo múltiple en único. De hecho —y a raíz de la positiva evolución que los planteamientos historiográficos en torno al tema han experimentado a lo largo de los últimos años—, a nadie escapa que además de situarnos ante un fenómeno estrictamente artístico, estético e iconográfico, un análisis de la escultura barroca española que pretenda ser exhaustivo y verdaderamente científico nunca podrá serlo sin tener en cuenta un mosaico de posibilidades heurísticas, metodológicas y analíticas que suponen otros tantos enfoques ligados a la vertiente histórica, social, literaria, sociológica, antropológica o religiosa que, por lo demás, rebasan los propios límites cronológicos impuestos por el concepto histórico de barroco.
En última instancia, todos ellos y muchos más serán responsables de la aludida visión poliédrica exigida por la escultura que protagoniza los argumentos del presente libro. Una obra que, por lo demás, nace con una dimensión totalizadora sin precedentes, ya sea por recoger en sus páginas cuantos focos productivos, artistas, iconografías e incidencias jalonaron la trayectoria secular de la escultura española a lo largo de los Siglos de Oro, como de las renovadas —a veces insólitas— miradas que sus páginas proyectan hacia la cultura moderna a través de apasionantes aproximaciones al mercado del arte, la conservación-restauración, el desarrollo y multiplicación de los autómatas, la propia escenografía barroca, la dimensión social del artista, la iconografía, las redes sociales, la gestión patrimonial, la cuestión de género, las potencialidades didácticas o, incluso, los reflejos identitarios.
En su aplicación concreta al ámbito de este género de creaciones y su secular trayectoria en España, la asunción de esta premisa nos insta a considerar a lo largo de las líneas que prosiguen no solo la construcción de un discurso crítico en torno a las aportaciones historiográficas sobre el tema, sino el establecimiento de un discurso integrador que, con visión totalizadora, aúna a lo anterior cuantos referentes específicos vienen, asimismo, sugeridos desde la más rigurosa y reciente investigación científica como desde el campo de las fuentes literarias y documentales. Y, todo ello, sin olvidarnos que por estas últimas se entienden no solo las de carácter escrito, sino aquellas otras cuya naturaleza neta y literalmente iconográfica —ya sea bajo la forma de pintura, grabado, litografía, modelino u otras— las convierte en testimonios consustanciales a la propia esencia de la escultura como objeto fenomenológico, material y plásticamente considerado.
No puede olvidarse cómo la escultura siempre ocupó un lugar privilegiado entre las creaciones plásticas del último Renacimiento y, singularmente, del Barroco hispano. La causa de esta posición de privilegio radica en el hecho de estarle reservado un especial carácter emblemático, claramente conectado con los principios básicos de una cultura de masas dirigida por los poderes eclesiásticos y estatales. Sin embargo, no es menos cierto que la profunda relación ritual y afectiva que la base popular estableció de inmediato con dichas creaciones artísticas acabaría por hacer de ellas unos elementos de identificación e integración simbólicas que sirvieron de aglutinante para numerosos colectivos, comunidades y variopintas fórmulas de asociacionismo o agrupación social, desde las células más primarias —llámese collación, casa de vecinos, calle, parroquia o barrio— hasta las más complejas, en el supuesto de un pueblo, una ciudad o una demarcación regional. Todavía hoy sigue vigente en muchos lugares esta situación, lo cual implica que sigan esculpiéndose obras con las técnicas tradicionales de ayer, pero inteligentemente reinventadas por mor de las exigencias culturales y el sustrato socio-antropológico de hoy mismo.
El universo barroco es simplemente ilimitado y se amplía de manera natural, en cuanto fenómeno vivo, orgánicamente considerado en nuestro caso gracias a la escultura. Hablamos de barroco en el sentido de un estilo artístico, pero no debemos olvidar que también existió una sociedad barroca, que se relacionaba y persiste en relacionarse con sus obras escultóricas de una manera muy particular, como hoy mismo pudiera hacerlo nuestra era neobarroca, situada ya más allá de la posmodernidad. Por supuesto que tampoco podemos dejar de reconocer en el respaldo popular a la escultura barroca, sin distingo de clases sociales, niveles adquisitivos, jerarquías o situaciones y en la entrega incondicional del público a sus heterodoxias, otras claves categóricas de su éxito, generando un efecto unificador en lo estético y lo cultural que no deberíamos reparar en calificar de inequívocamente globalizador, sin que ello suponga contradecir el sentido de lo poliédrico que, justo es decir, también impulsa a libres y casi infinitas interpretaciones de las constantes vitales barrocas, sin dejar de generar relecturas subjetivas del mismo, con personalidad propia y capacidad de perpetuarse en el tiempo más allá de los controvertidos Siglos de Oro, incidiendo con irrefrenable ímpetu en pleno siglo XXI.
Quienes confluyan en el universo barroco ampliado por la escultura española, no solamente protagonizarán una fascinante inmersión en la comprensión y la vida de las imágenes, sino que tomarán conciencia de la complejidad de una sociedad y de sus testimonios artísticos, que fueron capaces de transformar la noción de las cosas y convertirse, por sí mismos, en el epicentro de una particular visión del mundo. Esta vino reflejándose en una pluralidad de soportes y manifestaciones que, hoy en día, y a casi tres lustros discurridos del siglo XXI, nos demuestran que ese universo barroco ampliado no solamente sigue estando vivo, sino que goza, y hay que decir que por fortuna, de un perfectísimo estado de salud. Y aquí está este libro para demostrarlo, para demostrárnoslo…
Juan Antonio Sánchez López
Universidad de Málaga
Introducción.
Escultura barroca andaluza. De las grandes construcciones historiográficas a la diversidad de los microrrelatos
Antonio Rafael Fernández Paradas
Si esta tierra es rica en manifestaciones artísticas de todos los periodos, casi con total seguridad uno de los productos estrella es la escultura “barroca”, y utilizamos el término barroco, no sin incumbir en error, de elevarnos sobre su enclave de temporalidad, para aludir a un arte cuyas claves sociales se han mantenido desde el siglo XVII hasta la actualidad, más que a unas meras características formales, que ha sabido reinventarse y crear nuevos lenguajes, formales, expresivos, creativos etc.
Probablemente sea en Andalucía, donde a lo largo de la Historia se hayan establecido las relaciones más “humanamente” posibles, entre esculturas y personas. Pocas comunidades han vivido a lo largo de los tiempos una historia de “amor” tan pasional y tan duradera. Pensarán los escépticos, que poco puede hacer una escultura de madera, piedra, barro, o cualquiera otro material. La realidad, es que aquí en Andalucía, las imágenes sagradas cumplen un papel activo en la sociedad, tienen voz y voto, convivimos con ellas, las visitamos, nos preocupamos por su estado de “salud”, y les pedimos que se preocupen por el nuestro, las consultamos, y escribimos sobre ellas.
En su afán por “poner orden”, en la Historia del Arte, los seres humanos, bajo su condición de investigadores y profesores universitarios, decidieron, en su convivencia diaria con las obras del arte escultórico, religioso, establecer dos grandes cajones desastres, en los que “guardar” cosas, y que designaron con el apelativo de “escuela”, la escuela sevillana de escultura barroca y la propia granadina. Curiosamente, crearon, perpetuaron y adoctrinaron a generaciones de nuevos investigadores y docentes bajo los preceptos de esas dos escuelas, inamovibles y con las quedaba sellada toda la realidad escultórica del basto territorio andaluz. Todo, durante mucho tiempo, y así sigue siéndolo, era “sevillano” o “granadino”. Curiosamente, se dio por sentado, que desde allí emanaba una serie de características que eran lo suficientemente amplias para justificar y atraer obras a uno u otro foco productivo. Nadie definió a qué aludía eso de una escuela artística, en este caso, una escuela escultórica. Tuvieron que venir desde Córdoba, para decirnos que allí nunca existió una escuela escultórica barroca, y cuáles eran las características que una población o área geográfica tenía que cumplir para que le pudiéramos asignar el término de escuela. Curiosamente, tanto Córdoba como Málaga, han encontrado en el siglo XXI la vía por medio de la cual han visto nacer sus propias escuelas de imagineros.
Sin obviar nunca el papel decisivo que han jugado Sevilla y Granada en la configuración de evolución de la historia de la escultura barroca andaluza, hoy en día, para un territorio que viene a ocupar prácticamente una tercera parte de la extensión del Reino al completo, se hace insostenible mantener con timón firme los grandes relatos historiográficos tradicionales. Andalucía es una realidad cultural, artística y geográfica compleja, situada estratégicamente, no en vano es el pie que sostiene Europa, la puerta hacia las Américas durante centurias, la frontera con las tierras africanas, una vasta extensión bañada por el mar Mediterráneo, y lo que ello conlleva, amén, de hacer frontera con Portugal. Parece evidente, que aquí las relaciones, referencias e interferencias, son mucho más complejas que lo que tradicionalmente se ha venido contando, y que necesitamos “nuevos” y “amplios” cajones para poder almacenar toda esa realidad histórico-artística que Andalucía custodia celosamente.
El conocimiento que actualmente tenemos del estado de la escultura barroca andaluza, es diferente al que había hace 15 o 20 años. Cada vez se conocen más nombres y más personalidades locales, constituyan escuela o no. El objetivo de esta publicación, es compilar y dar a conocer todos esos nuevos escultores que configuran el acervo barroco andaluz, sumando las reflexiones sobre los mismos a aquellas que ya teníamos sobre los escultores “tradicionales”, cuyas vidas, catálogo e historias también se han revisado y actualizado.
En torno a las dos grandes universidades andaluzas, la de Sevilla y la de Granada, se han construido los dos grandes relatos historiográficos a los que venimos haciendo referencia, en ellas se encuentran los principales investigadores, de ellas se promueven proyectos de investigación relacionados con la escultura y de ellas proceden la mayoría de las publicaciones que tienen que ver con el tema en cuestión. El resto de las universidades se han ido incorporando poco a poco a los estudios relacionados con la escultura barroca. En la actualidad, en prácticamente todos los departamentos de Historia del Arte de las universidades públicas y privadas andaluzas es un tema en continuo proceso de investigación, lo que esta conllevando una revisión de las teorías tradicionales y la reivindicación de nuevas áreas, figuras y focos productivos.
Tras Granada y Sevilla, Málaga es uno de los principales centros donde la escultura barroca ha sido objeto de investigación, en su doble vertiente, lo propia realidad malagueña y la otra historia que se da en la ciudad de Antequera y su amplísima área de influencia. Málaga tuvo varios intentos frustrados de tener su propia escuela escultórica, que nunca llegaron a cuajar. Inexplicablemente, el descubrimiento de la familia de los Asensio de la Cerda, sigue siendo duramente criticado y repudiado por amplios sectores de la historiografía andaluza, que también ha tenido a bien descalificar a la figura de Fernando Ortiz, algo de nuevo inexplicable, ya que nos encontramos ante una de las personalidades más importantes y de mejor calidad de su época.
Al carro de la historiografía de la escultura barroca andaluza, no solo se ha subido Antequera, sino que lo ha hecho por la puerta grande. Una de las grandes aportaciones de este libro, es ofrecer la primera historia de la escultura barroca de la escuela antequerana, y utilizamos el término escuela, con toda la propiedad del mundo, y así lo podrá comprobar el lector en las páginas pertinentes. Antequera y su realidad escultórica se nos muestran aquí como un motor artístico que alimentaba a buena parte del centro de Andalucía, artísticamente hablando. Fue una escuela autárquica donde por encima de todo, en el ámbito escultórico, predominó una gran calidad en las policromías que se aplicaban. Su nómina de escultores, es simplemente desorbitante.
Al referirnos a Cádiz, y sus aportaciones al arte de la escultura barroca, deberíamos utilizar el término “diversidad escultórica”, con toda propiedad, ya que el cúmulo de personalidades, tanto autóctonas como de nacionalidades diversas hacen de la capital gaditana una encrucijada de influencias difíciles de igualar. Desde hace ya algunos años, Cádiz ha ido tomando importancia en el panorama historiográfico andaluz, abogando por nuevos relatos que ponen de manifiesto que lo suyo fue también una “escuela” en toda regla. De esta manera, a las tradicionales únicas dos escuelas, la sevillana y la granadina, habría que añadir la genovesa, y la antequerana mencionada anteriormente. El caso de Cádiz, todavía muestra una realidad más compleja, ya que si bien existió un nutrido grupo de artistas foráneos, principalmente genoveses, pero también de otras nacionalidades, allí también nacieron, crecieron y trabajaron escultores locales que realizaron su singular aportación al arte escultórico. Otros llegaron de otros puntos de la geografía andaluza.
Situación semejante se produce en otras áreas de la provincia gaditana, por ejemplo en Jerez de la Frontera, cuya adscripción al arzobispado sevillano, tradicionalmente vino a negar su personalidad escultórica. Hoy en día son muchos los nombres y personalidades que vienen a reclamar su sitio en la Historia de Escultura Barroca.
El panorama de las otras cuatros provincias, es mucho menos claro que el que la historiografía ha trazado para Sevilla, Granada, Málaga, Antequera y Cádiz. Las realidades de Huelva, Córdoba, Jaén y Almería, están actualmente en proceso de estudio, y nos falta perspectiva e investigaciones para dislucir sus propias historias. Aún así, en la medida de lo posible, hemos pretendido que queden debidamente reflejados en el presente libro.
Durante siglos, Huelva permaneció circunscrita a la demarcación del Arzobispado Sevillano, igual que pasó con Jerez, lo que ha conllevado que se partiera del hecho de que todo lo que pasaba en aquellas tierras procediera de Sevilla y no se buscarán las realidades propias.
Córdoba, con su gran “barroco” distribuido a lo largo de su territorio, era de esperar que contara con una nutrida nómina de escultores, que poco a poco vamos descubriendo y cuyos catálogos de obras van creciendo y del que damos buena cuenta.
Jaén, con sus tres epicentros, Úbeda, Baeza, y la propia capital, presenta una situación similar a la de Córdoba, su historia apenas está esbozada, y el futuro, a buen seguro ira dando a conocer a nuevas personalidades.
Finalmente, Almería, muestra un panorama mucho más desmoralizador que todo lo mencionado. Prácticamente nada se sabe de su arte escultórico propio. Llegaron obras de otras escuelas, y como tales, se estudian en sus diferentes capítulos.
Escultura Barroca Andaluza. De las grandes construcciones historiográficas a la diversidad de los microrrelatos, es el segundo volumen de la trilogía, Escultura Barroca Española. Nuevas lecturas desde los Siglos de Oro a la Sociedad del Conocimiento. El presente trabajo es una apuesta firme por aunar entre sus páginas un corpus de conocimiento que sea un reflejo, lo más profundo posible, de la diversidad de historias que en Andalucía tuvieron por protagonistas a imágenes que conviven con seres de carne y hueso desde hace siglos. Historias y relatos, que quieren ser nuevos y renovados, que sean propios de nuestra época, pero que también sean el reflejo de todas y cada una de las caras de la historia de la escultura barroca andaluza.
Antonio F. Paradas
En Málaga a 5 días del quinto mes del año 2016.