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LA ESPIRITUALIDAD DEL SUBDESARROLLO

Pontificia Universidad Javeriana

LA ESPIRITUALIDAD DEL SUBDESARROLLO

Trabajo, trabajadores y ocio en la prensa católica colombiana

(1958-1981)

Andrés Felipe Manosalva Correa



Reservados todos los derechos

© Pontificia Universidad Javeriana

© Andrés Felipe Manosalva Correa

Primera edición: Bogotá, septiembre de 2021

ISBN (impreso): 978-958-781-622-8

ISBN (digital): 978-958-781-623-5

DOI: http://doi.org/10.11144/Javeriana.9789587816235

Conversión ePub: Lápiz Blanco S.A.S.

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Pontificia Universidad Javeriana. Biblioteca Alfonso Borrero Cabal, S. J.

Catalogación en la publicación

Manosalva Correa, Andrés Felipe, autor

La espiritualidad del subdesarrollo : trabajo, trabajadores y ocio en la prensa católica colombiana (1958-1981) / Andrés Felipe Manosalva Correa. -- Primera edición. -- Bogotá : Editorial Pontificia Universidad Javeriana, 2021. (Colección Encuentros)

Incluye referencias bibliográficas.

ISBN (impreso) : 978-958-781-622-8

ISBN (digital) : 978-958-781-623-5

1. Sociología del trabajo - Colombia - 1958-1981 2. Trabajo y trabajadores - Historia - Colombia - 1958-1981 3. Prensa - Iglesia Católica - Colombia - 1958-1981 4. Sociología del ocio - Colombia - 1958-1981 5. Colombia - Historia - Siglo XX I. Pontificia Universidad Javeriana. Facultad de Ciencias Sociales. Doctorado en Ciencias Sociales y Humanas

CDD 306.36 edición 23


inp21/05/2021

Prohibida la reproducción total o parcial de este material sin la autorización por escrito de la Pontificia Universidad Javeriana. Las ideas expresadas en este libro son responsabilidad de su autor y no reflejan necesariamente la opinión de la Pontificia Universidad Javeriana.

AUTOR

ANDRÉS FELIPE MANOSALVA CORREA es doctor en Ciencias Sociales y Humanas de la Pontificia Universidad Javeriana, magíster en Historia y politólogo de la Universidad Nacional de Colombia. Sus publicaciones se concentran en la historia de la Iglesia católica en Colombia en el siglo XX y su relación con aspectos políticos y sociales, así como en la historia del conflicto armado interno. Ha sido profesor de la Pontificia Universidad Javeriana, la Universidad Nacional de Colombia y la Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia en las áreas de Historia y Ciencia Política.

CONTENIDO

INTRODUCCIÓN

I. TRABAJO

El concepto de trabajo

La evolución de la doctrina social de la Iglesia

El trabajo en la doctrina social: de lo instrumental a complemento de la obra divina

La prensa católica y su concepción del trabajo

Comentarios finales

II. TRABAJADORES

Trabajadores: un concepto amplio

La doctrina social: los trabajadores y la organización laboral

La representación de los trabajadores

Comentarios finales

III. OCIO

El ocio: desarrollismo y la idea de que “el tiempo es oro”

El ocio en la doctrina social de la Iglesia

El ocio malo y el buen ocio: ¿qué haría un buen cristiano?

Comentarios finales

CONCLUSIONES

REFERENCIAS

FIGURAS

Figura 1. “El Cristianismo: y la dignidad del trabajo humano”

Figura 2. “Caracteres del trabajo”

Figura 3. “El trabajo: ingenio humano y esfuerzo del hombre”

Figura 4. “Reloj… no corra tanto”

Figura 5. Fotografía de la portada del primer número de El Campesino

Figura 6. Fragmento de la portada del 14 de febrero de 1965 de El Campesino

Figura 7. Portada del 2 de abril de 1967 de El Catolicismo

Figura 8. Caricatura de un agricultor

Figura 9. “¿Cuál de los dos?”

Figura 10. “No hable así… hable así…”

Figura 11. “Colombia honra a los campesinos”

Figura 12. “El campesino ni siquiera gana”

Figura 13. “Y nuestros campesinos?”

Figura 14. Ilustración de un campesino

Figura 15. Fotografía de un campesino

Figura 16. Ilustración de un campesino

Figura 17. Fotografía de una pareja de campesinos

Figura 18. “Quieres saber si eres un buen campesino?”

Figura 19. “Queremos tierra propia”

Figura 20. Portada del 28 de junio de 1970 de El Catolicismo

Figura 21. “Partí de cero, estudié y le gané a la pobreza”

Figura 22. “Fotografías de campesinos”

Figura 23. Portada del 5 de marzo de 1967 de El Catolicismo

Figura 24. Fragmento de la portada del 16 de agosto de 1964 de El Campesino

Figura 25. “Pocos trabajan, muchos miran”

Figura 26. “Trabajar más seriamente y producir más, es una necesidad de Colombia”

Figura 27. Portada del 6 de septiembre de 1964 de El Campesino

Figura 28. Portada del 24 de septiembre de 1972 de El Campesino

Figura 29. Campaña de la Policía Nacional contra el alcoholismo

Figura 30. Portada del 1 de junio de 1969 de El Catolicismo

Figura 31. Publicidad de la Empresa de Licores de Cundinamarca

Figura 32. Publicidad de cerveza Club Colombia

Figura 33. Publicidad de cerveza Costeñita

Figura 34. “Más cerveza que leche consumen los bogotanos”

Figura 35. “Ociosos”

Figura 36. “El torneo interveredal de Guatavita”

Figura 37. “Censura de películas”

A mi madre, Nohra Correa Aristizábal

INTRODUCCIÓN

En 1956, un boletín de Acción Cultural Popular (ACPO) indicaba que millones de trabajadores del campo en Colombia eran analfabetos, tenían una alimentación deficiente, dormían en habitaciones antihigiénicas, usaban sistemas de cultivos rudimentarios, estaban sin medios para educar a sus hijos, trabajaban en tierras estériles, carecían de agua potable, sufrían enfermedades y eran víctimas de acaparadores, prestamistas y usureros.1 Sin embargo, a pesar de este difícil panorama, para el sacerdote fundador de ACPO, José Joaquín Salcedo, la pobreza de esta población se explicaba por su falta de conocimiento y su “carencia de actitudes orientadas hacia el éxito de la vida”.2 Este tipo de diagnóstico fue una constante en el semanario El Campesino, periódico católico que hacía parte del proyecto de ACPO y que pretendía estar al servicio de los hombres y mujeres del campo. Como veremos, otros órganos de prensa católica, entre ellos El Catolicismo y la Revista Javeriana, también abrieron espacio en sus páginas para expresar sus análisis respecto a la situación no solo de los trabajadores del campo, sino de los trabajadores en general.

Este libro se ocupa de las representaciones de los trabajadores en la prensa católica colombiana entre 1958 y 1981. Con base en el semanario El Campesino, el periódico El Catolicismo y la Revista Javeriana, me concentro en los discursos acerca de los trabajadores rurales y urbanos con el fin de dar cuenta del ideal de trabajador de la institución eclesiástica del catolicismo, no solamente en el tiempo de trabajo, sino también en su tiempo de ocio.3 De este modo, me propongo dilucidar el tipo o tipos de colombiano rural y urbano promovidos por la Iglesia a comienzos de los años sesenta, un momento histórico crucial, pues a la vez que el Concilio Vaticano II (1962-1965) redefinió la doctrina católica, nos encontrábamos en la Guerra Fría, y en el país surgieron y se profundizaron diferentes problemáticas que se mantienen hasta el presente.

La importancia de la Iglesia católica a lo largo de la historia de Colombia es evidente, no solamente en cuanto a su papel religioso, sino por su intervención en asuntos sociales, políticos y económicos de distinta índole.4 Para nadie es un secreto que miembros de la jerarquía eclesiástica han hecho parte de familias influyentes a nivel político y económico, que la institución ha tenido y aún tiene universidades y colegios propios, que la población católica ha sido la mayoritaria a lo largo de la historia del país y que la legislación colombiana ha sido a menudo favorable al catolicismo. Además, su liderazgo ha aparecido en coyunturas clave de los siglos XIX y XX, como las guerras civiles, la Regeneración, el Concordato (que legaliza su intervención), las reformas impulsadas por la Revolución en Marcha de Alfonso López Pumarejo, el periodo de La Violencia, el gobierno de Gustavo Rojas Pinilla y la instauración del Frente Nacional, entre otros escenarios.5 Un sector tan importante de la población como el de los trabajadores no fue ignorado por la Iglesia, sus problemas fueron considerados y discutidos públicamente de diferentes maneras, incluyendo, por supuesto, herramientas como las revistas y periódicos.

La prensa tuvo un papel muy importante en la formación de la opinión pública, pues fue ventana de debate entre las diferentes corrientes políticas del país.6 Por lo general, los jefes de los periódicos tuvieron una fuerte cercanía o hicieron parte de algún partido político. Casos típicos fueron el periódico El Tiempo y El Siglo, el primero de filiación liberal y de propiedad de la familia Santos, y el segundo de filiación conservadora y de propiedad de los Gómez.7 De manera que tener un órgano de difusión fue una prioridad para instituciones como los partidos políticos, los movimientos sociales o para la misma Iglesia católica, la cual estaba enfrentando un proceso de mutación religiosa propio de América Latina en la segunda mitad del siglo XX.8 La Iglesia buscó un apostolado más cercano a la población y la prensa fue una de sus estrategias para lograrlo.

El Catolicismo y El Campesino fueron los dos órganos de prensa de la Iglesia con mayor circulación en el país. Su contenido no se limitaba a la instrucción religiosa, sino que tenía un alto contenido acerca de la vida política, económica y social del momento. El Catolicismo pertenecía a la Arquidiócesis de Bogotá y El Campesino, al proyecto de educación rural que tuvo la Iglesia con ACPO. Por su parte, la Revista Javeriana era editada por la Compañía de Jesús. Esta revista fue considerada el órgano intelectual más importante de la Iglesia, ya que contenía un amplio material analítico sobre aspectos sociales, económicos y políticos, sus artículos eran rigurosos y extensos y cada edición contenía comentarios sobre asuntos nacionales e internacionales de actualidad.9 Si bien su difusión no fue tan amplia, puesto que estaba más dirigida al sector religioso y académico, tuvo también repercusión sobre el movimiento social.10

Vistos en conjunto, estos tres órganos de prensa brindan una perspectiva amplia de las operaciones de la Iglesia dentro de diversos grupos de población: un periódico rural —El Campesino—, que pertenecía a un proyecto de educación para el campesinado;11 un periódico perteneciente a uno de los distritos eclesiásticos más importantes del país, como la Arquidiócesis de Bogotá —El Catolicismo—;12 y una revista de una orden religiosa del prestigio de la Compañía de Jesús —la Revista Javeriana—.13

Los asuntos estudiados en este libro comienzan en 1958 y finalizan en 1981. Tomé 1958 como punto de partida porque en ese año se fundó el semanario El Campesino, el cual contiene abundante información acerca del tema. Además, dicho año ofrece un momento de cambio político en el país, con la finalización de la dictadura militar (1953-1958) y el inicio del denominado Frente Nacional (1958-1974).14 Así mismo, en este periodo de más de dos décadas, el contexto internacional hace que confluyan el discurso desarrollista y el anticomunismo propio de la Guerra Fría, el cual se agudizó con la Revolución cubana (1959). A estos dos últimos episodios la prensa católica se refirió de manera constante. Adicionalmente, se presentó el hecho católico más importante del siglo XX: el Concilio Vaticano II (1962-1965); este evento trajo transformaciones importantes en la doctrina social de la Iglesia y permitió un cambio en el lenguaje y en el relacionamiento con otras religiones y cosmovisiones a nivel general.15 Respecto a este acontecimiento, fue importante observar cómo cambió el discurso, en algunos casos, de la prensa católica abordada durante y después del concilio. Por otro lado, estos años tuvieron gran importancia tanto para el campesinado como para las organizaciones de trabajadores en general, ya que se presentan, entre otras, una nueva ley de reforma agraria (1961), grandes desplazamientos de mano de obra del campo a la ciudad, fuertes movilizaciones, huelgas y paros que tienen su punto álgido en el año 1977, lo que llevó a la prensa a pronunciarse respecto a estos hechos. Se puso como límite temporal el año de 1981 pues aparecen nuevos lineamientos de la doctrina social de la Iglesia con la encíclica Laborem exercens, del papa Juan Pablo II. Así mismo, la jerarquía eclesiástica colombiana comienza a alertar sobre la existencia de nuevos y graves problemas en el país que hacen virar la atención de la prensa hacia estos.

En el presente libro respondemos a la pregunta de cuáles eran las representaciones que hizo la prensa católica de los trabajadores rurales y urbanos en Colombia, con el ánimo de entender los proyectos de trabajador que se estaban planteando desde la oficialidad de la Iglesia católica. Se hace referencia a la oficialidad y a proyectos de trabajador (en plural) porque, como veremos más adelante, la Iglesia no ha tenido solamente una postura, sino que dentro de su estructura hay diferentes voces, debates e incluso contradicciones.16 Por ello fue necesario abordar más de un órgano de prensa. Lo anterior requirió del análisis de lo que se consideró como trabajo y ocio, porque las representaciones también hicieron referencia al uso del tiempo libre. Por otra parte, fue necesario analizar el discurso de la prensa, observando en este su contenido social, económico y político, pues en los artículos de opinión, noticias, imágenes, relatos, entre otros, se evidenció una aglomeración de voces, entre las que se encontraban poderes políticos y económicos tanto nacionales como internacionales.

En lo relativo a los asuntos teóricos, el principal referente para esta investigación fue Antonio Gramsci, quien proporciona una base teórica adecuada para el abordaje de la prensa, la religión y sus instituciones.17 A partir del concepto de hegemonía se observó cómo desde una institución religiosa se aplicaron, sobre los trabajadores, ideas particulares articuladas con otros sectores hegemónicos de la sociedad.18

La hegemonía es el liderazgo de una clase social o grupo de clases sobre otra en términos ideológicos y culturales. Esta se compone tanto de la coerción, que es el uso de la fuerza para lograr fines determinados, como del consenso, que es la aceptación e interiorización de la ideología y la cultura dominantes por medio de la persuasión a un grupo o grupos sociales dominados. La hegemonía no es posible solo con la coerción (lo cual sería dominación) o solo con el consenso: requiere ambas.19 Este proceso es liderado por una clase social o bloque de clases que, con la ayuda de diferentes instituciones, adscritas o no al Estado, llevan a cabo un proceso constante de construcción de hegemonía. Son típicas instituciones de coerción las fuerzas militares y de policía, junto con los órganos judiciales, mientras que más amplias y diversas son las encargadas del consenso: la escuela, la universidad, los partidos políticos, los centros culturales y, por supuesto, los medios de comunicación y la Iglesia.

La hegemonía requiere una conexión entre la clase dirigente y los dirigidos, es decir, debe existir cierta afinidad cultural, cierta identificación que haga posible el consenso. Para Gramsci, el tema de la lengua y el lenguaje era muy importante, pues de este modo se podía acceder a las masas. Los periódicos eran herramientas útiles para dichos propósitos. Frente a esto, Gramsci señalaba:

El hecho de la hegemonía presupone indudablemente que se tomen en cuenta los intereses y las tendencias de los grupos sobre los cuales la hegemonía será ejercida, que se forme un cierto equilibrio de compromiso, esto es, que el grupo dirigente haga sacrificios de orden económico-corporativo; pero también es indudable que tales sacrificios y tal compromiso no pueden afectar a lo esencial, porque si la hegemonía es ético política, no puede dejar de tener su fundamento en la función decisiva que el grupo dirigente ejerce en el núcleo decisivo de la actividad económica.20

En el caso de El Campesino, por ejemplo, es evidente que el uso de las palabras fue poco complejo, hubo aportes periodísticos desarrollados por el propio campesinado y afirmaciones repetidas sobre el papel del semanario en la defensa de los intereses de los habitantes del campo, lo que podía llevar a una mayor identificación del lector con la dirección del periódico católico.21

Vale agregar que la hegemonía es la compleja interacción entre la base económica y la superestructura en manos de una clase o grupo de clases para favorecer sus intereses. Los elementos que intervienen en ella son denominados por Gramsci bloque histórico.22 De este bloque hacen parten los medios de comunicación, como la prensa, e instituciones, como la Iglesia, los cuales desempeñan un papel fundamental en la reproducción de la base económica. Pero hay que señalar que estas instituciones no son homogéneas, pues se pueden evidenciar en estas resistencias de agentes subalternos.23

Para Ernesto Laclau y Chantal Mouffe es importante observar cómo las luchas por la hegemonía traen consigo articulaciones diversas entre diferentes grupos para enfrentar otros grupos antagónicos.24 Las instituciones no necesariamente hacen parte de una articulación particular, sino que dentro de ellas puede haber grupos con diferentes intereses que se articulan con otros. En la Iglesia católica, por lo tanto, pueden haber diferentes articulaciones, por un lado, de quienes ejercen la hegemonía a favor de sectores políticos y económicos particulares y, por otro, del lado del sector antagónico, de quienes se oponen a los primeros.25

Abordar dicho proceso desde el punto de vista de la hegemonía permite analizar no solo el aspecto sociocultural, sino también su relación constante con la base económica. Es crucial prestar atención a la concepción dialéctica, en la que se entiende que, aunque un discurso sea en apariencia estrictamente económico, contiene aspectos políticos, sociales o culturales, de la misma manera que un discurso político comprende otras dimensiones. Cuando se representa al trabajador o se apuesta por una idea de ocio o de trabajo, se está poniendo en consideración no solo lo social o económico, sino también lo político y cultural.26 Para el objetivo de esta investigación se puede observar que la promoción de un determinado tipo de individuo rural y urbano requiere una constante campaña, que tiene efectos en lo político y económico. Así, las representaciones que tienen los lectores se buscan transformar y moldear, pero este proceso no es automático: hay resistencias, los lectores no son actores pasivos y únicamente receptores, sino que interactúan con el medio impreso y pueden influir en él.

La hegemonía no es posible sin la labor de los intelectuales, pues tanto en las instituciones de tipo religioso como en la prensa se desarrolla una constante elaboración intelectual. Desde la perspectiva gramsciana, en las clases o grupos de clases se generan los agentes encargados de esta labor, quienes son los que teorizan y buscan organizar los procesos productivos, sociales o culturales: “El empresario capitalista crea junto con él al técnico de la industria, al científico de la economía política, al organizador de una nueva cultura, de un nuevo derecho, etcétera, etcétera”.27 Los intelectuales entonces son agentes necesarios para la reproducción de determinado sistema económico, pues no se requiere solamente a los que piensan la organización económico-social, sino también a quienes legitimen dicha organización, de otro modo no podría ejercerse la hegemonía.28

Gramsci indicaba que uno de los grupos típicos de intelectuales eran los eclesiásticos, quienes, por un largo periodo (el feudalismo e incluso después) habían desarrollado la ideología religiosa, la filosofía, la ciencia y, así mismo, monopolizaron y organizaron la escuela, la justicia, la asistencia, entre otros.29 Como es bien sabido, la Iglesia en Colombia ha intervenido en el sector educativo, ha sido un agente cultural y ha tenido influencia en la generación de opinión, por tanto, se considera que su papel intelectual fue clave en el periodo de estudio de esta investigación.

Vale recalcar que los intelectuales no son monopolio de una clase social específica, sino que surgen en cualquiera de ellas. Los intelectuales entonces no tienen una labor pasiva y neutral frente a los procesos sociales, sino que ellos desarrollan la ideología y organización de la clase que representan. Para el caso de este libro se observó el papel de los intelectuales dentro de la prensa, lo que nos sirve para mostrar el rol que cumplió la institución en este proceso.

Adicionalmente, con base en las ideas de Émile Durkheim y Serge Moscovici, se desarrolló el concepto de representación para el conjunto de ideas que se tenían desde la prensa católica acerca de los trabajadores. La prensa representó a los trabajadores de determinadas maneras, caracterizándolos a partir de su género o su espacio de trabajo (rural o urbano).

Durkheim desarrolló el concepto a finales del siglo XIX en su obra Las reglas del método sociológico, donde expuso qué era y qué no era lo social, generando una frontera con lo biológico y lo psicológico.30 En primer lugar, desarrolló la idea del hecho social, que tiene que ver con las ataduras que vienen de afuera del individuo, formas de sentir y de pensar que son externas, generadas desde lo social e independientes de manifestaciones individuales. Los hechos sociales son anteriores a un individuo particular y por tanto se imponen más allá de sus resistencias individuales. A partir de lo anterior, y en segundo lugar, Durkheim desarrolló el concepto de representación social, el cual proviene de las condiciones en las que se encuentra el cuerpo social y por tanto son de carácter colectivo: emociones y tendencias colectivas. Las representaciones sociales, por tanto, se generan a partir de hechos sociales, cosas que están en lo social y que se les otorga un sentido o significado social. La representación es, entonces, la idea colectiva que hay sobre determinado hecho social, sin que necesariamente se haya adquirido a través de un método científico o un acercamiento riguroso, y es diferente de una representación individual. El sociólogo francés enfatiza en la diferencia entre lo colectivo respecto a lo individual, pues este último no es una simple sumatoria. Dice Durkheim: “Para comprender la manera en que la sociedad se representa a sí misma y al mundo que la rodea, es la naturaleza de la sociedad y no la de los particulares lo que hay que considerar”.31 Siguiendo esta idea, ¿podríamos hablar de una representación individual de la Iglesia? No, esta no es una persona, es un grupo de ellas que responde a un sector o a diferentes sectores de la sociedad, por consiguiente, tiene y exhibe representaciones de lo social.

Por otro lado, Moscovici recoge en parte las ideas de Durkheim, pero las dota de un mayor diálogo entre lo colectivo y lo individual, relacionando lo psicológico con lo social.32 El autor cuestiona que la concepción de Durkheim es muy amplia, pues pretende abarcar todo lo que se considera social, por lo que Moscovici aduce que es difícil determinar representaciones colectivas de lo religioso, científico, mítico, entre otros elementos, pues estas son heterogéneas y no pueden definirse con solo algunas características generales. Más bien señala que se deben entender como formas específicas de comprender y comunicar lo que sabemos.

Para Moscovici las representaciones son fenómenos que necesitan ser descritos y explicados, pues están relacionados con formas particulares de entender y comunicar la realidad.33 Por eso los cataloga como producciones sociales, pero se diferencia de Durkheim en que estas se configuraban a partir de una construcción social donde los individuos son en conjunto productores de ideas acerca de objetos, comportamientos, realidades, entre otros.34

Por su parte, Wolfang Wagner, Nicky Hayes y Fátima Flores,35 inspirados en Moscovici, le dan al aspecto social y cultural una fuerte relevancia. En primer lugar, situados en la teoría de las representaciones sociales, estos autores afirman que detrás de las representaciones individuales existe un trasfondo social amplio que tiene una trayectoria histórica de larga duración. Las concepciones del mundo, del trabajo, del ocio, son cosas que vienen construyéndose socialmente y que se sitúan en lo individual de una manera constante y también cambiante.

La representación social se caracteriza por ser una especie de imagen en la que operan lo estructural, lo cognitivo, lo afectivo, lo metafórico, entre otros. Cuando se habla de lo estructural, los autores se refieren a una descripción que contiene una red de afirmaciones sobre determinado tema, problema, objeto u otro asunto de relevancia social que forma un “constructo parecido a una teoría”.36 Lo afectivo también está presente, pues desde lo metafórico e icónico, que en muchas ocasiones remplazan el lenguaje, hay relaciones que afectan a los individuos en su cotidianidad.

Siguiendo con lo anterior, la representación no es una proposición, sino más bien un intricado más complejo donde lo simbólico también se incluye en las representaciones que median entre el individuo y el grupo social. La representación, por tanto, no surge de la observación directa de objetos o fenómenos, sino que se produce gracias a la relación que hay entre el individuo, la sociedad y lo que es representado. Al representar una forma de comportamiento, no se tiene en cuenta solo lo que determinada persona observa, sino cómo lo observa y por qué lo observa de esa manera, por lo que se tiene en cuenta que el pensamiento está mediado por un contexto. Dicen Wolfang, Hayes y Flores: “Existen gatos y gatos sagrados, bloques de apartamentos y edificios majestuosos”.37

Estas representaciones tienen efectos pragmáticos, pues no solo se trata de la existencia de la representación, sino que esta puede tener consecuencias sobre las interacciones sociales entre grupos, sobre formas de comportamiento individuales y colectivas, o en el acercamiento o alejamiento de otros grupos o instituciones sociales, así como afirma la identidad y justifica la discriminación. Concluyendo con una mirada amplia sobre el asunto, dice Dan Sperber:

El término “representación social” identifica el proceso del origen, cambio y elaboración de la descripción icónica […] de las cosas en el discurso de los grupos sociales. […]. Utilizando la analogía de la expansión de una enfermedad, podemos hablar de un proceso epidemiológico, en el curso del cual, nuevas o cambiadas representaciones sociales llegan a establecerse en el sistema de conocimiento de los miembros de un grupo.38

Al hablar de las representaciones, se puede observar cómo desde la materialidad de la prensa católica se exhiben ideas específicas sobre el trabajador rural y urbano, y sobre el uso de su tiempo libre. Como ya indiqué, no es mi objetivo analizar las representaciones generadas por los habitantes urbanos o rurales, ni cómo estas se desarrollan, sino específicamente las que la prensa católica emite en sus páginas: el interés está en la prensa y su mensaje. Es importante señalar que estas representaciones fueron elaboradas en la prensa usando dos vías: una primera, para evidenciar la situación de los trabajadores o sus características reales, fueran estas positivas o negativas; y la segunda, para promover un modelo ideal o un deber ser de ellos. No pretendo señalar que había una sola realidad de la situación en concreto, sino que se presenta lo que para la prensa era la situación real.

Por otro lado, para la prensa católica, la idea de desarrollo y subdesarrollo fue clave en las representaciones que se hicieron sobre sobre los trabajadores, por tal razón, fue necesario considerar estos conceptos desde la mirada crítica de Arturo Escobar y Theotônio dos Santos.39

Surgido después de la Segunda Guerra Mundial en Estados Unidos y en Europa, el concepto desarrollo se instaló en las agendas públicas internacionales. Se partía de la idea de que “producir más era la clave para la paz y la prosperidad”.40 Desde los países industrializados e instituciones internacionales, como la ONU o el Banco Mundial, se establecieron los lineamientos de acción.41

Del desarrollo se desprendía el concepto de subdesarrollo, el cual se planteó como una fase previa del primero. La idea en concreto era que los países denominados subdesarrollados siguieran las acciones que llevaron a los países desarrollados a industrializarse. Estas eran: modernizarse a nivel tecnológico, educar a su población y promover el conocimiento. El antropólogo Arturo Escobar indicó que dicho propósito resultaba altamente ambicioso, pues consistía en “crear las condiciones necesarias para reproducir en todo el mundo los rasgos característicos de las sociedades avanzadas de la época”.42 Se trataba de “trasplantar el árbol de la ciencia y la investigación de los países desarrollados a los subdesarrollados”.43 Por su parte, Theotônio dos Santos afirmaba que “era imposible esconder la evidencia de que se consideraba la sociedad moderna, que naciera en Europa y se afirmara en los Estados Unidos de América, como un ideal a alcanzar y una meta sociopolítica a conquistar”.44

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