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Condiciones históricas que han hecho posible la génesis del campo de la psicología educativa en Colombia


La institución de un campo es un proceso complejo que no se puede atribuir simplemente a algunas ideas, a unas personas o a la presencia de unos recursos financieros que lo hacen posible (Burke, 1984). Por eso, en este capítulo se pretende dar vía al cumplimiento del primer objetivo específico: establecer las condiciones históricas que han hecho posible la génesis de la psicología educativa como campo científico y profesional en Colombia.

Para su cumplimiento, se requiere la revisión de algunos de los elementos presentes en las condiciones históricas de corte intelectual, político, económico y jurídico, que han aportado a la organización de la sociedad y, por ende, de sus productos. Estos elementos se revisan en la medida en que están implicados en la institución del campo de la psicología educativa y que están ligados a los procesos de modernización de la educación en el mundo y a la emergencia de la psicología como ciencia. Y para el caso particular de Colombia, con la modernización del Estado y su aparato educativo.

De esta forma se asume que al proceso de institución del campo de la psicología educativa en Colombia le son conexos procesos políticos como el pensamiento republicano y liberal. Estos permitieron, inicialmente, la incorporación social de la psicología en la institución estatal y, luego, la entrada de esta ciencia al aparato educativo. Así operó como un insumo para la modernización de las prácticas desarrolladas en la escuela.7

En este libro no se puede dejar de lado otro campo de saber que entra en interacción en este proceso y que está en constante interacción con la educación: lo pedagógico. Este campo, en gran medida gracias al intercambio con la psicología, se ve transformado en el camino hacia un estatuto científico.

Condiciones para la emergencia del campo de la psicología educativa en la panorámica del mundo occidental

Inicialmente, es importante tener en cuenta que la psicología, como saber, encuentra sus inicios en los marcos de la filosofía, y desde allí se enseñó y se practicó. Esto pasó no solo en Colombia, sino también en el resto del mundo. Por lo tanto, se habla de la “psicología filosófica” en la Antigüedad, en la Edad Media, en el Renacimiento y en la Edad Moderna hasta el siglo XVIII incluido. Luego, en las postrimerías del siglo XIX, como sucedió con otras ciencias, la psicología se separó de la filosofía.

Una vez emancipada por el trabajo de expertos de otras áreas (fisiólogos, médicos, filósofos, entre otros), a finales del siglo XIX, comienza un proceso de difusión y formación de psicólogos, evento que tiene lugar en universidades alemanas y estadounidenses que promovían la idea de la psicología como ciencia independiente, apoyados para ello en la creación de los laboratorios de psicología.8 Posteriormente, entró en escena el profesional de la psicología, titulado como tal, formado en los programas de psicología en las universidades.

De este modo, es necesario plantear que la historia de la educación y de la pedagogía no gravita en torno a la psicología como ciencia. Pero no se puede desconocer que, en la actualidad, existe una constante interacción a partir del abordaje de problemáticas, la presencia de concepciones y de interrogantes que se pueden nombrar como de orden psicológico. También es importante tener en cuenta que varios de estos elementos son reconocidos y planteados desde la antigua Grecia por Platón y Aristóteles, como es el caso de interrogantes por la naturaleza del aprendizaje, la relación entre maestro y alumno, y por los métodos de enseñanza (Beltrán y Bueno, 1995).

Sin embargo, a finales del siglo XIX y principios del XX, se asiste a un momento histórico crucial de la pedagogía, de la educación y de las emergentes ciencias sociales. Un momento en el que, durante los procesos de racionalización científica, la psicología, y las otras ciencias de la educación, se han tomado para sí esos objetos de interés filosófico y se han hecho independientes. Esto ha permitido que esos objetos hayan sido alojados en sus conjuntos de conocimientos, desarrollados y construidos en medio de las interacciones políticas, económicas y sociales. De esa manera, esas disciplinas han forjado su historia, sus objetos, sus métodos, sus teorías y sus aplicaciones.

Para estudiar el orden de la sociedad a partir de sus productos, como pueden ser la educación, la psicología y la relación entre ellas, se debe tener en cuenta el espacio-tiempo, con el fin de observar cómo eso productos logran ligar los sistemas sociales en los juegos de ausencia y presencia, y poder comprender los principios estructurales que funcionan como principios de organización (Giddens, 1998). En el marco de las variables espacio y tiempo, se identifica la presencia de algo que no estaba en la educación: la psicología como ciencia, con su carácter experimental.

Las aplicaciones de la psicología en la educación

Las referencias a la psicología como ciencia la vinculan con prácticas de corte experimental con las que fueron abordados diferentes asuntos de orden psicológico: sensación, percepción, memoria, inteligencia y aprendizaje, entre otros. Esto conduce a que, al indagar por los inicios de la relación entre psicología y educación, se encuentren vínculos muy fuertes con la psicología experimental. De la relación planteada en estos términos, Giraldo (2006) manifiesta lo siguiente: “Si nos remitimos a los antecedentes ‘arqueológicos’ de la psicología que participaría tanto en la educación como en la escuela, tendríamos que señalar los orígenes de la psicología experimental” (p. 2).

De acuerdo con esta afirmación, es importante revisar cómo se dan esos antecedentes de la psicología educativa en relación con la psicología experimental. Inicialmente, se debe tener en cuenta que, en gran medida, la tendencia experimental en la psicología corresponde a dos aspectos: por un lado, al uso del laboratorio en el control y la manipulación de variables; y, por otro, a la medición.

He aquí una forma de entrada de la psicología en la educación vía medición.9 Ello no quiere decir que no se hacía medición en educación; lo que plantea es que no se hacía medición psicológica en la educación. Mediante dicha mediación se asiste al cruce de los campos educativo y psicológico, y a los límites traspasados que en la intersección muestran elementos particulares que estarán presentes en el emergente campo de la psicología educativa.

La medición psicológica inició con el trabajo de Wilhelm Wundt en Alemania, con la continuación de trabajos de medición hechos en el laboratorio de fisiología sobre las sensaciones. Su interés se centró en los aspectos psicológicos de la sensación, lo que condujo sus estudios al terreno de la percepción. De estos procedimientos, la psicología heredó el cuidado del método experimental y el uso de las técnicas estadísticas en la medición psicológica y educativa (Thorndike y Hagen, 1970). Sin embargo, no se puede dejar de lado el trabajo iniciado por Francis Galton (1822-1911), quien, fundamentado en los principios biológicos de la adaptación y la evolución, desde la mirada de una psicología útil para la vida y el progreso en las aplicaciones prácticas, es considerado el padre de los test mentales. Galton utilizó la estadística y aplicó sistemáticamente los cuestionarios en la investigación psicológica (Caparrós, 1993).

Continuadores de la obra de Galton son el psicólogo francés Alfred Binet (1857-1911),10 con la medición de escalas mentales y de gran relevancia para la psicología educativa por sus trabajos en medición de la instrucción, y el estadounidense James Cattell (1860-1944),11 que durante un tiempo fue asistente de Wundt en el laboratorio en Alemania, e igualmente conoció el trabajo de Galton (Thorndike y Hagen, 1970). También se encuentra otro norteamericano, Lewis Terman (1877-1956),12 que adaptó a Estados Unidos la escala desarrollada por Binet (Caparrós, 1993). Y, en Alemania, Emil Kraepelin (1856-1944), que, aunque sus principales trabajos son sobre los trastornos mentales, “diseñó pruebas de raciocinio, tiempo de reacción, asociación verbal, memoria, percepción, susceptibilidad a la fatiga y la distracción y expuso los primeros estudios métricos sobre la personalidad” (García, 1996, pp. 99-100).

Otro psicólogo estadounidense, quien ocupa un lugar destacado en los estudios que aportan a la psicología educativa –y que algunos consideran el primer psicólogo educativo–, es Edward Thorndike (1874-1949). Sus aportes más relevantes están en las “contribuciones al estudio de la inteligencia, la medición de capacidades específicas de aprendizaje, la enseñanza de las matemáticas, la lectura y la escritura, y a cómo lo aprendido se transfiere de una situación a otra” (Giraldo, 2006, p. 2). También se debe a él la teoría del conexionismo, teoría del aprendizaje que apela al condicionamiento instrumental y que explica el aprendizaje como fruto de una asociación entre estímulos y respuestas de carácter instrumental.13

La psicología de los tests, la psicometría, se constituye en un área de interés para los psicólogos que trabajan en educación, porque permite identificar las diferencias individuales14 de manera científica. Este modelo trae incorporados los aportes de psicólogos como Binet en Las ideas modernas acerca de los niños:15

Examinaremos, pues, la pedagogía en sus relaciones inmediatas con los niños –y particularmente con los muchachos, escolares de seis a catorce años–; indagaremos para saber lo que son, en qué consiste el arte de conocerlos; mostraremos que este arte de conocerlos no tiene por objeto proporcionarnos el placer de penetrar en su alma, de entretenernos con sus ideas y sus emociones, sino que se trata de descubrir sus aptitudes reales con el propósito de cortar a su medida la enseñanza que reciben. Esta es una de las partes más descuidadas de la educación, y no vacilo en decir que muchos pedagogos se sorprenderán mucho al saber que existe (2003, p. 5).

La mirada se enfoca, entonces, en el modo experimental, en la aplicación de la ciencia psicológica en la educación. En esta línea, Binet desarrolla y publica, en 1905, la escala de Binet-Simon,16 por encargo del Gobierno francés, para evaluar la inteligencia de los estudiantes (García, 1996). Binet plantea también el control objetivo de los fenómenos presentes en la educación, en este caso en la escuela, como una práctica implementada por la psicología en la escuela, en lo que él denomina como “laboratorio de pedagogía” (Binet, 2003, p. 14), lo que igualmente aporta en la línea de la psicología experimental:

Hemos ensayado en nuestro laboratorio de pedagogía mostrar que todos estos errores y desfallecimientos no son inevitables y que es posible organizar exámenes que resulten medidas del grado de instrucción. Mi colaborador M. Vaney fue el encargado de este trabajo, formulando todo un plan de exámenes que permite medir la instrucción de un alumno desde siete a doce años. Este es un método que se ha hecho aplicable a la instrucción de la escuela primaria solamente, porque nuestro laboratorio está situado en una escuela primaria y porque, por otra parte, la enseñanza secundaria permanece cerrada hasta ahora a nuestras indagaciones de psicología experimental. Pero resultaría bien fácil extender el método a la enseñanza secundaria y a cualquier otra, puesto que el principio del método seguiría siendo el mismo (Binet, 2003, p. 14).

Lo anterior permite observar que la psicología puede aportar en el proceso de hacer de la educación y la pedagogía, prácticas científicas. De esta forma, ella opera como insumo para que algunas prácticas educativas adquieran el matiz de prácticas científicas.

La entrada de las teorías psicológicas a la educación a través de la pedagogía

Como parte del proceso de institucionalización social, la psicología educativa establece relaciones directas con la educación, específicamente con un movimiento progresista, al que le proporciona insumos de gran utilidad para inducir cambios en las prácticas educativas. Esta relación la plantea Giraldo (2006), señalando, además, una relación de intercambio que permite la generación de transformaciones al interior del campo de la educación: “Por fortuna, la psicología educativa parece florecer, e identificarse como tal, durante el desarrollo del movimiento de educación progresista que comienza a principios del siglo XX” (Giraldo, 2006, p. 2).

De esta forma, se evidencia otra vía de entrada de la psicología a la educación, no como profesión, pero sí como ciencia, mediante un novedoso movimiento filosófico y educativo proveniente de Europa: la escuela nueva o activa.17 Este movimiento, fundado en ideas liberales y que en el marco de los procesos de modernización encuentra resonancia y apoyo en la psicología, se puede entender así:

Se entiende por Escuela Nueva la corriente pedagógica que basa la educación en los factores Libertad y autogobierno de la escuela, por una parte, y por la otra en la experiencia y autoactividad del educando. Estos dos factores, comunes a todas las Escuelas Nuevas, los enfrentan al espíritu de disciplina de la escuela tradicional y a la primacía que esta concedía al aprendizaje intelectual y libresco (Gaviria, 1966, p. 185).

De esta suerte, el modelo de la escuela nueva se constituye en una vía privilegiada para que la ciencia psicológica penetre en la educación y permanezca en ella. El evento, que tuvo lugar en Europa y Estados Unidos, no tardó demasiado en llegar a Colombia, anudado con la presencia de las nuevas ciencias –sociología, antropología y psicología– en la educación.

La entrada de la psicología a la educación vía escuela nueva es punto de interés en este momento para el presente trabajo, puesto que la psicología se constituye en uno de los fundamentos para la escuela nueva con aportes evolucionistas y la filosofía de la vida o filosofía irracional18 (Gaviria, 1966, p. 186).

En lo que respecta a los elementos teóricos, para la psicología y para la educación fueron relevantes los aportes de John Dewey (1859-1952), psicólogo y pedagogo estadounidense; Eduardo Claparede (1873-1940), neurólogo, pedagogo y psicólogo suizo, y Jean Piaget (1896-1980), biólogo, epistemólogo y psicólogo suizo.

Como herencia de los aportes de Charles Darwin a la psicología, principalmente desde las escuelas americanas, existe la tendencia a abandonar el estudio de los contenidos de la conciencia y la introspección, para que entren en primer plano las ideas de adaptación, ajuste, éxito, fracaso, herencia y medio (Caparrós, 1993), nociones que también hicieron su entrada en la educación.

En el marco de la psicología científica influida por la teoría de la evolución, Dewey publica, en 1896, el artículo “Concepto del arco reflejo en psicología”. Este se convierte en un texto fundante para el funcionalismo en psicología, que además marcó una reacción respecto a la psicología estructuralista de Wundt y su discípulo Edward Titchener (1867-1927) y los conceptos de introspección y conciencia, que no se constituían en expresiones concretas para el estudio del comportamiento.

Es entendible que, desde esta línea de pensamiento, para el funcionalismo de Dewey, un organismo interesa únicamente en cuanto realice funciones de adaptación al medio, sin olvidar el sustrato biológico. Este asunto se refleja en el texto de Binet, Las ideas modernas acerca de los niños, que da cuenta de las penetraciones de la psicología en el campo de la educación y la pedagogía:

No hay nunca que perder de vista, cuando se habla de la educación, de la instrucción y de la formación de los espíritus, que toda actividad individual está sometida a una ley soberana: la adaptación del individuo a su medio; y que la enseñanza que se da a los jóvenes, teniendo por objeto aumentar el valor de tal adaptación, no debe ser juzgada más que por la respuesta a esta pregunta capital: ¿la adaptación ha sido mejorada? He aquí nuestro criterio de pedagogía. Pero añadimos que para apreciar seriamente con este criterio una enseñanza cualquiera, es muy importante tener en cuenta a la vez el interés del individuo y el interés de la sociedad a la cual pertenece. Para que una educación sea juzgada como buena es preciso no sólo que aumente el rendimiento de un individuo particular, sino que haga aprovechar a la colectividad de tal aumento (2003, p. 10).

De igual forma, se da una continuidad de aportes teóricos a la pedagogía irracional, que hace un lado el criterio racional en la interpretación de la vida humana (Gaviria, 1966, p. 222), y desde la psicología, con aplicaciones en la educación, que contribuye al abordaje de los procesos que tienen lugar en la vida escolar. Entre dichos aportes están el pragmatismo de William James (1842-1910), que retoma en la Universidad de Harvard los desarrollos técnicos de Hermann Ebbinghaus (1850-1909) para estudiar la memoria y el olvido (Giraldo, 2006); y el psicoanálisis de Sigmund Freud (1856-1939), lo que da lugar a la presencia de “fuerzas no racionales en la educación como las intuiciones, las emociones, los impulsos, las actividades manuales, etc. Al lado del intelecto se ha colocado la ‘vida’” (Gaviria, 1966, p. 223).

Luego de la entrada de las concepciones de la niñez como un periodo evolutivo (Piaget, 1991) y de las explicaciones del aprendizaje (Skinner, 1954), hacia la mitad del siglo XX principalmente, las tradiciones a las que se vinculan las prácticas educativas impregnadas de psicología son, en principio, el conductismo y, posteriormente, con mucha fuerza hasta la actualidad, el cognitivismo.

En este punto se encuentra una tradición muy fuerte de la psicología educativa ligada al conductismo y al cognitivismo. A tal punto que, en algunos círculos, se ha considerado –en términos de escuelas psicológicas– que la psicología educativa es una psicología cognitiva y se asumen definiciones de ella como una rama de la psicología que se dedica al estudio de la enseñanza y el aprendizaje en los ambientes educativos (Santrock, 2006). Esta visión deja reducida la psicología educativa a una psicología de la instrucción.19

También en el marco de la relación entre los campos de la psicología y de la educación, en el contexto de la racionalización de la educación, se han hecho unas abstracciones racionales. Dichos procedimientos han resultado en el establecimiento de los llamados “modelos pedagógicos” (Flórez, 1995). En ellos se evidencia la incorporación de nociones y conceptos de la ciencia psicológica y su aplicación.20 Muchas veces esto ha estado en la perspectiva de un simple traspaso de conceptos en una perspectiva aplicacionista, que no propone una interacción entre la educación y la psicología.

Para la segunda mitad del siglo XX, la relación entre psicología y educación se hace más compleja, y sus líneas limítrofes no son tan claras y se puede hablar del “uso de las teorías psicológicas en la conformación del tiempo y el espacio escolar” (Hernández, 2012, p. 31). Ya no se trata de una simple relación de aporte: las concepciones teóricas de psicólogos como Albert Bandura, Jerome Brunner, Jean Piaget, Lawrence Kohlberg, Lev Vygotsky, entre otros, hacen parte de la base de la organización escolar. Además, la psicología educativa, en la actualidad, recibe influencia de los formatos escolares que ella misma ayudó a construir (Hernández, 2012).

A esto se suma que, hoy por hoy, en la relación entre los campos de la pedagogía y la educación con la psicología como garante y vía para ingresar al campo de la ciencia, entran otros saberes que generan nuevas tensiones y nuevas dinámicas:

Si en la primera mitad del siglo XX la psicología era la plataforma científica para la pedagogía y la educación, ahora en el comienzo del siglo XXI se encuentra en diálogo con saberes de distintas disciplinas (Hernández, 2012, p. 26).

Así, en los inicios del siglo XXI (Beltrán y Bueno, 1995; Coll, 1997; Hernández, 2012, entre otros), la psicología educativa se considera como un saber específico, como un campo. Esta opción permite que, en el contexto de la interacción con otras áreas del conocimiento psicológico y educativo, sean evitados los posibles reduccionismos derivados de considerar la psicología educativa como una simple aplicación de los cuerpos teóricos, de los instrumentos y de las técnicas psicológicas.