Czytaj książkę: «Origen de la defensa personal»

Czcionka:

© Derechos de edición reservados.

Letrame Editorial.

www.Letrame.com

info@Letrame.com

© Alejandro Estellers Luna

Diseño de edición: Letrame Editorial.

Maquetación: Juan Muñoz

Diseño de portada: Rubén García

Supervisión de corrección: Ana Castañeda

ISBN: 978-84-1114-187-1

Ninguna parte de esta publicación, incluido el diseño de cubierta, puede ser reproducida, almacenada o transmitida de manera alguna ni por ningún medio, ya sea electrónico, químico, mecánico, óptico, de grabación, en Internet o de fotocopia, sin permiso previo del editor o del autor.

Letrame Editorial no tiene por qué estar de acuerdo con las opiniones del autor o con el texto de la publicación, recordando siempre que la obra que tiene en sus manos puede ser una novela de ficción o un ensayo en el que el autor haga valoraciones personales y subjetivas.

«Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra (www.conlicencia.com; 91 702 19 70 / 93 272 04 47)».

IMPRESO EN ESPAÑA – UNIÓN EUROPEA

.


Agradecimientos

Dedico este libro a mis padres, por elegir las artes marciales antes que el fútbol y no separarme de ellas aun cuando, en algún momento, los estudios no fueron como era lo esperado. A mi mujer, por su apoyo incondicional y por mostrarme otra forma de ver las cosas. A mis hijos, por inspirarme cada día para convertirme en una persona mejor. A toda mi familia, por estar presente en mi vida. A mis dos grandes compañeros de viaje en este gran reto de la enseñanza de la defensa personal. A mis maestros, profesores, instructores, que supieron sembrar en mi interior la semilla de las artes marciales, deportes de contacto y defensa personal. A mis amigos, a mis amigas, que siempre están cuando los necesito. A mis compañeros y compañeras de profesión, que la siguen dignificando pese a todas las trabas habidas y por haber. A mi alumnado por su actitud, energía, ganas de aprender y por todo lo que me dan. A cualquier practicante de estas disciplinas por impedir que su llama muera. A quienes han ayudado en diversos momentos de este libro y que ya forman parte de mi camino. A los que ya no están, pues se les echa mucho de menos y, en especial, a mi amigo Mario y mi prima Alexia, porque os fuisteis muy pronto y, si la vida fuera justa, hoy seguiríais a nuestro lado.

Prólogo

Mi nombre es Jesús Disla, soy policía Local desde hace casi 23 años. Tengo el título de director de Seguridad, soy diplomado universitario, máster en Derecho del Tráfico y la Seguridad Vial, educador vial y he ejercido de profesor para varios organismos oficiales, como son el Instituto Valenciano de Seguridad Pública y Emergencias —IVASPE—, Federación Valenciana de Municipios y Provincias —FVMP— y de dos sindicatos de amplia representación nacional y autonómica.

Se me ha brindado la oportunidad —qué digo oportunidad, privilegio— de escribir el prólogo de un libro que estoy totalmente convencido de que va a ser un éxito, al menos para los amantes de las dos pasiones que compartimos el autor del libro y yo: la defensa personal y la seguridad pública. Dentro de la defensa personal, aun sabiendo que dicho autor está a años luz de mis conocimientos, destacan, sin duda, las artes marciales, pues él lleva toda su vida practicando estas disciplinas que, precisamente, le han hecho destacar como persona por su humanidad, ya que estas artes milenarias aportan, a quienes las practican, unos valores necesarios en el desarrollo humano, como son la disciplina, el respeto y el autocontrol, entre muchos otros. Pero ¿qué son las artes marciales? ¿Qué es la defensa personal? ¿Qué nos aportan?

Aunque para dar esas y muchas otras respuestas se ha concebido este libro, a nivel de pinceladas previas, basándome en conceptos y conocimientos propios, las artes marciales son métodos compuestos por un conjunto de técnicas creados para la defensa y la lucha en combate. Las artes marciales se caracterizan por ejercitar la armonía del cuerpo, la mente y el espíritu, por lo que incorpora una corriente filosófica por cada disciplina que surge. Además, pasan de generación en generación y, a lo largo del tiempo, van perfeccionando el estilo y su pragmatismo en el pensamiento. Hoy en día también son denominadas «deportes de combate» o «deportes de lucha». En mi caso, empecé tarde (en edad adulta) la práctica de las artes marciales y, debido a una grave lesión y, más tarde, obligaciones personales, tuve que dejar al margen esta pasión, pero todos esos años que estuve entrenando y aprendiendo fueron de los mejores de mi vida en cuanto al disfrute y regocijo de la ejecución de esta actividad. No en vano, en 2013 tuve el privilegio de competir en un campeonato europeo, en el que participé en la modalidad de hapkido, y cuyo colofón fue poder vivir una experiencia que todos los amantes de la lucha deberían experimentar.

Este no va a ser un libro cualquiera, pues pretende dar una visión diferente, aprovechando la perspectiva y experiencia de su autor —su pasado, su presente y su futuro—, de toda una vida destinada por y para la sociedad, enfocado en la búsqueda de la conexión entre el misticismo, la razón y las energías, o lo que viene a ser lo mismo, reencontrarse con lo que significa pragmáticamente ser «humano».

Es cierto que la obra repasará muchas circunstancias de la defensa personal, pero mi misión en estos párrafos no es desvelar el misterio, sino insertar la manivela en una especie de caja de Pandora, girarla en contra de las agujas del reloj y dejar que su lectura haga el resto. Se van a desgranar situaciones tanto a nivel personal como policial que van a mostrarle al lector cómo se puede controlar cuerpo-mente-técnica-energía, ayudándole a adentrarse en el camino del autoconocimiento. ¿Nos hemos parado a pensar para qué acudimos a un dojo a practicar artes marciales? Quizás una respuesta racional sería para aprender a defendernos, pero el lector quedará profundamente aturdido al comprobar que esta obra no pretende enfatizar en esa creencia fácilmente asumible, sino en profundizar en «el dónde, en el cuándo, en el cómo y en por qué».

Álex y yo nos conocimos hace muchos años, pues ambos colaborábamos en una comunidad policial en la que su finalidad era ayudar a unos y aprender de otros. No dejo de recordar algo que le dije hace muchos años y de lo que solemos hablar: «La vida es para los valientes, tírate a la piscina», y me alegro de que me hiciera caso, emergiendo de lleno en la primera de las pasiones que narré, las artes marciales vistas desde un punto retrospectivo, como es el de la formación, e iniciara ese gran proyecto con dos de sus grandes amigos que fue la creación de su «club» y el desarrollo de un nuevo y ambicioso método de defensa personal, del cual, tantas y tantos se están beneficiando en la actualidad.

Para finalizar este prólogo, solo me resta decir que este libro es una obra fruto de la experiencia, de la formación, de la humanidad, de la opinión, de la espiritualidad y de la grandeza de un ser enorme, una persona cercana, humilde, trabajadora, luchadora, disciplinada, educada, sensible y siempre dispuesta a ayudar a aquellos que lo necesiten, cuyo esfuerzo va a verse recompensado en sus lectores. Un libro, del cual, ya estoy esperando una segunda parte.

A mi amigo Álex, al que admiro, respeto y quiero.

Jesús Disla.

Introducción

¿Qué es la defensa personal? Si me lo hubieran preguntado hace unos años, habría contestado sin titubear, lo tenía muy claro y, seguramente, habría sabido convencer a mi interlocutor. Si me formularan la misma pregunta ahora mismo, no sabría qué contestar.

Llevo ligado al mundo de las artes marciales, deportes de contacto y, finalmente, defensa personal más de treinta y cinco años. Hace tiempo, tuve la suerte de convertir uno de mis sueños en realidad. Pude desarrollar junto con dos grandes amigos un nuevo método de defensa personal y llevarlo a cabo. Pero este libro no trata sobre nosotros, aunque gracias a la labor que desempeñamos sobre todo en el área de I+D y, por supuesto, a la información que nos aportó el alumnado, surgieron dudas y preguntas que propiciaron, en algunos casos, eternos e inacabables debates cuyas respuestas iban abriendo más y más ventanas al conocimiento. Parecía que, con cada aportación, con cada opinión, se agolparan en nuestras mentes nuevas cuestiones que analizar y canalizar para poder obtener una respuesta acorde al reto que nos habíamos planteado: el de la enseñanza.

Tras esas profundas reflexiones, empezamos a entender que la defensa personal era un gran desconocido para nosotros mismos. Seguramente, habrá personas que, leyendo estos párrafos introductorios, tengan muy claro de qué se trata. Es posible que piensen que si han salido corriendo de un lugar inapropiado o si han propinado un empujón de forma casi instintiva estarían aplicando defensa personal. ¿Lo es? ¿Estaríamos hablando de defensa personal o de supervivencia? ¿No es lo mismo?

Ciertamente, dejar al azar el resultado producido ante una agresión no me parece serio y, aunque mucho se ha escrito al respecto, me da la sensación de que ciertas cuestiones de gran calado y trascendencia no se tratan con el respeto y la consideración debida. ¿Es defensa personal la que tiene como actividad judo? ¿Es defensa personal la que anuncia kárate? ¿Lo es pencat silat? ¿Únicamente es krav maga? ¿MMA? ¿Lo son todas, algunas o ninguna de ellas? ¿Quién decide qué es defensa personal? ¿Cómo se determina? ¿Cómo se regula? ¿Cuál es la original? ¿Guarda relación con las artes marciales? ¿Y con los deportes de contacto?

Si continuara contestando en la misma línea de hace unos años, definiendo sin ningún pudor lo que pensaba que era defensa personal, me estaría engañando a mí mismo. ¿Realmente es un concepto tan nimio que puede plasmarse en un curso de pocas horas de duración?, ¿o se trata de algo mucho más profundo cuyo significado precisaría hasta tres vidas de aprendizaje? Así parece entenderlo un gran conocedor de la defensa personal y así lo plasma en una de las entrevistas que se recogen al final del libro. Parece curioso que una persona enteramente dedicada a la divulgación de la defensa personal precise más de una vida para entenderla y que «otras» extiendan esa titulación mediante un curso online. Se trata de una gran bofetada de realidad, pero ¿por qué se permite?, ¿quién debería poner fin a estas prácticas presuntamente fraudulentas?, ¿lo son?, ¿existe alguna legislación que así lo reconozca? Ser maestro, profesor, instructor, docente, al fin y al cabo, no está exento de cierto riesgo, pues cualquier conocimiento transmitido ha de hacerse con rigor, sopesando y calculando las consecuencias de su aprendizaje, honrando la confianza depositada en el docente y, ante todo, no poniendo en peligro la vida ni la integridad de quien lo recibe. Tenemos una gran responsabilidad, pues quien recepciona nuestras enseñanzas lo hace acatando y llevando a la práctica lo aprendido. Lo hace guiado por nosotros como sus referentes de la verdad, y esa verdad, dependiendo de nuestra percepción e interpretación; nuestra personalidad y experiencia; nuestro objetivo o vocación, puede estar henchida de ego, plagada de errores, falsedades, intereses y cargada de toxinas suficientes como para poner a cualquier persona en riesgo.

Soy consciente de que el emprender este medio de difusión puede herir ciertas sensibilidades, pero no es menos cierto que esa docencia voluntaria implica la obligación de ser honrado, con lo que se piensa, con lo que se dice, con lo que se hace. Uno de los principales lemas cuando trabajamos en nuestro método fue el de «no vender humo» y creo que supuso un antes y después en nuestra senda particular y colectiva. No creo que fuéramos conscientes de lo que aquella decisión implicaba, pero por más complejo que se iba tornando el proyecto y más inmersos en la búsqueda de la «verdad» nos encontrábamos, más recompensados nos hallábamos.

¿Realmente practicas defensa personal? ¿Cómo lo sabes? ¿Existe alguna referencia dónde acudir? ¿Te preparas físicamente para ello? ¿Mentalmente? ¿Tácticamente?

¿Es la defensa personal policial una especialidad o una extensión de las artes marciales que la transmiten? ¿Sabes cuántos policías la practican? ¿Crees que es obligada o voluntaria para personal de seguridad pública y privada?

¿Tomas clases de defensa personal femenina? ¿Has sufrido algún tipo de violencia y te han aconsejado unirte a un grupo de mujeres con la misma problemática?

Todas estas preguntas y muchas más se abordan a continuación. No se trata de un libro plagado de fotografías de las técnicas ni explicaciones de las mismas, sino de una profunda reflexión sobre cuestiones básicas y racionales que parecen encontrarse en un inexplicable vacío. En la parte final se podrá disfrutar de la lectura de unas entrevistas realizadas a varios maestros, expertos en la materia y profundamente conocedores de la temática que expongo. Creo firmemente que apelar a su experiencia y contar con sus opiniones enriquece y aporta mucho mayor conocimiento. Para quien quiera iniciarse en el mundo de la práctica o la docencia, también existen consejos y orientaciones prácticas. Finalmente, y a lo largo de los capítulos iré analizando y opinando sobre el contenido de la información aportada, apoyado por profesionales que han querido colaborar, sin otro propósito que el de estar a la altura de poder arrojar luz sobre la pregunta inicial:

¿Qué es la defensa personal?

1.ª PARTE.

GÉNESIS

SIGNIFICADO

«No puedo enseñar nada a nadie. Solo puedo hacerles pensar». Sócrates.

En primer lugar, y antes de entrar en materia, creí conveniente acudir a una fuente oficial para valorar cuál era el significado de defensa personal. Para ello, consulté el Diccionario de la Real Academia Española y me encontré con la primera sorpresa: la defensa personal como tal no se encontraba definida.

Por otro lado, y ahí viene parte del entuerto, efectué la búsqueda mediante soporte informático del significado de defensa personal sin necesidad de acudir a la RAE, es decir, me limité a escribir y observé que se encontraron muchos resultados con diversas y variopintas definiciones al gusto, promovidas todas ellas por distintas disciplinas, pero no por un diccionario.

Pero sigamos con la fuente oficial. Decidí ajustar los criterios de búsqueda desglosando palabra por palabra y obtuve los siguientes resultados:

- Defensa:

1. «f. Acción y efecto de defender o defenderse».

2. «f. Arma, instrumento u otra cosa con que alguien se defiende en un peligro».

3. «f. Amparo, protección, socorro».

Y tras la última acepción aparece:

Defensa personal

1. «f. Técnica de defensa sin armas, con recursos de boxeo, lucha y artes marciales».

Legítima defensa

1. «f. Der. Actuación en defensa de una persona o de los derechos propios o ajenos, en respuesta proporcionada a un ataque ilegítimo. Es circunstancia eximente de responsabilidad penal».

- Personal:

1. ˜adj. Perteneciente o relativo a la persona».

2. «adj. Propio o particular de la persona».

Aquí, tras estas definiciones, sí que apareció en pantalla la posibilidad de defensa personal, pero al clicar sobre esta opción me recondujo al significado de la palabra defensa, definición vista en primer lugar.

Probé otro criterio de búsqueda y obtuve:

Autodefensa:

1. «f. Defensa propia, individual o colectiva».

Los resultados de estas búsquedas, creo que muestran a la perfección parte del entuerto al que hacía alusión anteriormente, ya que contemplan de forma distinta la defensa personal y la autodefensa cuando, en principio, estaríamos hablando de lo mismo.

Pero vamos a analizar detenidamente estas definiciones.

En primer lugar, el término defensa personal, ampliamente extendido y utilizado de forma pública, no posee su definición concreta en el diccionario, debiendo acudir a los distintos significados de la palabra defensa. Una vez allí, observamos que lo define como una «técnica de…», no lo define como un método, un sistema o algo integrado dentro de las artes marciales o deportes de contacto.

Esta definición llamó mi atención, puesto que en el ámbito de la defensa personal, artes marciales o deportes de contacto, la palabra técnica está ampliamente extendida y es utilizada confiriéndole un significado totalmente distinto, así que utilicé de nuevo la misma fuente oficial consultada anteriormente para buscar el significado de la palabra técnica y, entre las distintas acepciones, la que más se aproximaba al significado que se le confiere en defensa personal a la palabra «técnica» era la de «habilidad para ejecutar cualquier cosa, o para conseguir algo».

Aquí se aprecia una gran confusión, no sé si semántica o de léxico, pues en el ámbito de, digamos para abreviar «los sistemas de lucha», la técnica no es una habilidad concreta, más bien se trata del conocimiento de un movimiento realizado con una o más partes del cuerpo y que tiene un objetivo concreto, ya sea para defender, atacar o inmovilizar.

Ejemplo: técnicas de derribo.

Dentro de ese ejemplo se establecen las que se ejecutan de pie, por delante, por detrás, por los lados, utilizando determinadas partes del cuerpo y dirigidas a determinadas partes del cuerpo. Y una a una es conocida por su nombre y se concretan en diferentes técnicas.

Ejemplo: técnica de derribo por delante a una pierna.

Si pensamos en los diferentes sistemas de lucha, estos aglutinan sus conocimientos en los llamados pasos de grados o programas, cuyo contenido versa sobre el conjunto de técnicas y movimientos que definen cada sistema.

Por lo tanto, si tomamos como referencia aquellas disciplinas que evalúan los conocimientos de sus alumnos en base a exámenes para pasar de grado y estos son reconocidos por medio de la entrega de un cinturón de color, observaremos que cada cinturón contiene una serie de técnicas adaptadas a ese nivel. Pensemos cuantas técnicas han de ser aprendidas para alcanzar el último grado o cinturón negro. Se trata de un ejemplo, pues existen sistemas que no utilizan cinturones y otros que emplean colores distintos, pero, en definitiva, queda patente que la definición que arroja la RAE, bien no responde a la realidad de los sistemas de lucha, bien se trata de un error interpretativo o bien estos sistemas de lucha están equivocados cuando hablan de técnica pudiendo hablar de «recursos», como define la fuente oficial.

No obstante, reducir un todo, como es la defensa personal, a la técnica me parece minimizar de forma exagerada lo que implica esta materia. Intuyo que por desconocimiento de la misma y, posiblemente, viciada por el espíritu que representan algunas artes marciales. Pero la confusión no queda ahí, va más allá cuando define «sin armas, con recursos de boxeo, lucha y artes marciales».

En el sentir de las artes marciales primigenias, utilizar en la misma definición «artes marciales» y «sin armas», no deja de ser contradictorio. Se hace énfasis en que esa defensa se hace sin armas dando por hecho que las artes marciales se defienden sin armas, lo cual no es cierto, pues dependiendo del período histórico y tomando como referencia las artes marciales que provienen de oriente, el uso o no de las armas no le confiere a estas el significado de arte marcial. Y, por otro lado, la defensa no ha de ser sin armas, pues antes del uso del cuerpo como recurso en el campo de batalla se perfeccionó el manejo de las armas.

Podemos intentar entender el motivo de la definición expuesta por la RAE, pues cabe la posibilidad de que, en su día, asociara la defensa personal con aquellas artes marciales que en un determinado momento de su historia se centraron en la defensa sin armas. Pero no fue porque la defensa personal se realizara sin armas, sino por una cuestión de Estado. Defensa personal no es defenderse sin armas, las artes marciales no se defienden sin armas, pueden hacerlo o no, pero da la sensación de que en este país nadie supiera protegerse hasta que aterrizaron esas artes marciales, cuando la historia nos demuestra todo lo contrario.

Si ahora nos centramos en la palabra «arma», veremos que la RAE se contradice con las dos acciones de defensa expresadas.

Arma:

1. f. «Instrumento, medio o máquina destinados a atacar o a defenderse».

Dejando por un momento de lado la acción de atacar, si el arma, según esta definición, también está destinada a la defensa, se contradice con el significado de defensa personal visto anteriormente, ya que este, en su definición, aludía a la expresión «...sin armas…».

¿En qué contexto hay que situarse ante la definición de arma? ¿Conflicto armado? Pues si nos situamos en el ámbito civil, no parece concordar el significado de la expresión defensa personal con el de «defensa» y con el de «arma». Si el arma, según su definición, la puedo utilizar para mi defensa, es decir, defensa de mi persona, defensa personal, ¿cómo es posible que, tal y como indica la definición de defensa personal, se trate de una «técnica de defensa sin armas»? No parece tener mucho sentido o, al menos, yo no soy capaz de encontrarlo.

Para finalizar el análisis de la definición, deja muy abierto el término «lucha». ¿Se refiere a «luchar por la vida»?, ¿o se refiere a la lucha deportiva?, es difícil descifrarlo cuando lo acompaña del boxeo y de las artes marciales. La inclusión del boxeo y de la lucha, si damos por sentado que esta última forma parte del ámbito deportivo, le otorga a su definición cierto aire arcaico, por lo que bien merecería una revisión actual. Esta sensación de definición anticuada va tomando cada vez mayor relevancia cuando analizamos los inicios de los distintos estilos que fueron desarrollándose en nuestro país. Existe numerosa información relacionada con la fecha posible en la que se inició en España cada una de las disciplinas atendiendo a la obtenida de las distintas federaciones deportivas. Hallamos como autóctonos distintos tipos de lucha (como la leonesa o canaria) y la esgrima. En cuanto a los exportados, podemos encontrar el boxeo, con datos que señalan su aparición antes del año 1900, pero cuyo mayor auge se produjo en las décadas de los años 20-30 y 60-80; y como artes marciales, podemos observar que la primera que llegó a España en el año 1907 fue el jiu jitsu, dando paso al judo hacia la década de los años 50 y posteriormente, kárate y taek wondo en la década de los años 60 y 70 respectivamente.

Teniendo todas estas fechas en la cabeza, revisé mi biblioteca personal hallando un libro titulado: Karate Kata 3, de Augusto Basile, que trataba de profundizar en el estudio técnico de los Katas1 para mayor conocimiento de los «karatekas» españoles. El libro data de 1979, y en la contraportada, la editorial, Colección Herakles, enumera otros títulos de la serie relacionados con la defensa personal. Lo que me llama poderosamente la atención es que todos los títulos enunciados se basan en: el boxeo, judo, karate-do, jiu-jitsu, aikido y lucha, es decir, prácticamente calca la definición aportada por la RAE: «Técnica de defensa sin armas, con recursos de boxeo, lucha y artes marciales».

Me parece interesante, pues podríamos estar hablando de una definición que, como poco, puede datar, o siendo posterior, basarse explícitamente en las disciplinas que predominaban en las décadas de mayor expansión y reconocimiento de estas, como fueron los años 60 y 70. Podríamos encontrarnos ante una definición de hace 50 o 60 años.

Según veo, creo que el concepto actual de la defensa personal, la forma de entenderla y cómo ha evolucionado, dista muchísimo del concepto expresado en el diccionario. Es evidente que existe poca información con respecto a lo que podía y puede representar la defensa personal, de tal modo que la RAE pudo verse influenciada de algún modo, por el tipo de pensamiento filosófico/religioso que emanaba de determinadas artes marciales que, prácticamente reconvertidas al deporte, habían (y han) distorsionado el concepto primigenio de la defensa propia. Y aun así, aunque parezca sorprendente, la suelen integrar como una disciplina asociada. Así mismo, en la definición tuvieron en cuenta los deportes de contacto más conocidos de aquel momento, como la lucha y el boxeo.

Pasemos ahora al término «autodefensa». Tanto por denominación como por significado sugiere modernidad y, aunque lo percibo escaso, entiendo que es más acertado que el anterior. Sinceramente, me habría gustado que, ya que aportaba una expresión nueva como «defensa propia», esta hubiera tenido su definición, pero no es así dado que esta posible acepción no existe en el diccionario.

Creo que, a mi humilde entender, la Real Academia de la Lengua haría bien en revisar ambos conceptos, pues a tenor de lo dispuesto, podrían significar lo mismo y su unificación o, al menos su definición, tendría que ser idéntica.

ORIGEN MARCIAL

Tras haber analizado el significado que nos ofrece nuestra lengua, podemos indagar en el origen de la defensa personal, lo cual es tarea ardua y complicada, pues no existen registros o historia concreta y hay que acudir a otros ámbitos para poder entenderla. Existen varios autores que vinculan la aparición de la defensa personal con su regulación normativa conocida como «legítima defensa» y es probable que así fuera, pero tras los datos que he podido recabar, siempre en lengua vernácula pues no he sido bendecido para la traducción de otros idiomas, puedo atreverme a plantear otros orígenes. En este punto, creo que podemos abordar lo que me parece una de las mayores confusiones que existen en relación al ámbito que estamos tratando, y es que, cuando empleamos el término «saber defenderse», lo asociamos inmediatamente con las artes marciales.

En el libro Secretos de los Samurái, que se basa en el estudio de las artes marciales del Japón feudal, se expone:

«Los autores de libros y tratados que se ocupan de las artes marciales japonesas, así como casi todos los maestros de gran importancia de disciplinas y métodos antiguos y modernos de combate derivados de ellas, han ofrecido sus puntos de vista sobre la cuestión de los primeros orígenes, la primera presentación sistemática de técnicas, etcétera, en un esfuerzo por proporcionar una respuesta satisfactoria a la pregunta: ¿Cómo, dónde y cuándo empezó el bujutsu?».

Según afirman sus autores Oscar Ratti y Adele Westbrook, «la larga historia y la compleja tradición del arte japonés de combate están encarnadas en una diversidad de formas, métodos y armas, cada uno de los cuales constituye una particular especialización de este arte. Cada especialización, a su vez es conocida como un jutsu, una palabra que puede ser traducida como “método”, “arte” o “técnica” y es indicativa del modo o modos concretos en que se ejecutan ciertas acciones».

«Al cuerpo entero de estas especializaciones, el arte genérico de combate, se le da la mayoría de las veces la denominación de bujutsu. Esta palabra es la trascripción fonética de dos ideogramas chinos, (bu) y (jutsu)».

«...bu se empleaba para denotar la dimensión militar de su cultura nacional...».

Parece apropiado señalar que la traducción de bujutsu podría ser la de artes militares, métodos o técnicas militares y, por ello, nos hallaríamos inmersos en el ámbito de la guerra. No obstante, tal y como se expresa en el citado libro, su propósito no es el de acercarse al arte de la guerra, entendiendo esta como aquellas contiendas en las que se enfrentan grandes cantidades de personas. Más bien, trata de abordar el combate individual, la confrontación directa y personal entre dos o algunos hombres y las técnicas utilizadas con o sin armas, «...la matriz de nuestro estudio de todas las posibles aplicaciones del bujutsu será el encuentro hombre a hombre...en las calles de una populosa ciudad, en una solitaria carretera de montaña o en un templo o incluso dentro de los confines de la casa de un hombre».

Podemos observar como alguna de las aplicaciones del arte militar japonés se podría destinar al combate individual, a la confrontación directa y personal, es decir, a la defensa personal. Es interesante este apunte, pues nos situaría en una posición anterior a la de las artes marciales tradicionales que conocemos en la actualidad y que se nos han inculcado en este país. Parece ser que la teoría de que la defensa personal proviene de las artes militares cobra sentido, pero a tenor de lo que expondré a continuación puede que esa afirmación no sea del todo acertada.

Según Oscar Ratti y Adele Westbrook, el calificativo marcial proviene de la traducción que se le da desde occidente cuando se trata el arte del combate, pero puede dar lugar a confusión. Marcial proviene o está relacionado con Marte, el dios de la guerra romano, que lo vincula directamente con lo militar. Así planteado pudiera parecer que los militares eran los únicos que habían inventado estas artes y podían por tanto practicarlas, pero no es correcto, «...el guerrero japonés de la era feudal no fue el único practicante del bujutsu, ni fue tampoco, en absoluto, el único inventor de sus especializaciones».

40,81 zł