Czytaj książkę: «Los relatos del nacimiento de Jesús»
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Los relatos del nacimiento de Jesús
Adrián TaranzanO
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Taranzano, Adri·n Jorge Gabriel
Los relatos del nacimiento de Jes˙s / Adri·n Jorge Gabriel Taranzano. - 1a ed . - Ciudad AutÛnoma de Buenos Aires : Guadalupe, 2020.
164 p. ; 22 x 15 cm. - (Un galileo singular / 1)
ISBN 978-950-500-815-5
1. CristologÌa. I. TÌtulo.
CDD 232.92
Fecha de catalogación: 10/2020
Imagen de tapa: Oscar Melendres, svd
Misionero del Verbo Divino – Artista
Tema: Verbo
“Ante la luz del Verbo se disipen las tinieblas”.
“La palabra era la luz verdadera que, al venir a este mundo, ilumina a todo hombre”.
Es una continua interacción de la vida entre luces y sombras. Hay que entrar en el centro de uno mismo como Dios entró en el Centro de la Historia con un lenguaje de luz y vida.
Diseño y Composición: G1 sumadiseño | Mariela Taccone
Editorial Guadalupe
Mansilla 3865
1425 Buenos Aires, Argentina
Tel/Fax (5411) 4826-8587
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Todos los derechos reservados
Impreso en la Argentina
Editorial Guadalupe, 2020
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los orígenes
del mesías
de israel
Los relatos del nacimiento de Jesús
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A Joseph Sievers, Jean-Louis Ska y Luis H. Rivas
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Contenido
Presentación de la Colección
Introducción
Los relatos del nacimiento y la lectura “pesebre”
Las diferencias en la Biblia
No todo lo que se narra en la Biblia es historia
Los evangelios no han caído del cielo
Una teoría sobre la composición de los sinópticos
¿Cuándo y dónde fueron escritos los evangelios?
Una “biografía” incompleta
El origen de los relatos
¿Cómo nacieron los relatos?
¿Cuándo se originaron?
¿Dónde surgen?
¿Por qué nacieron estos relatos?
Una propuesta de clasificación
La dinastía real
Un apócrifo “canonizado”
La importancia del origen
Genealogías rebeldes
El lugar original de residencia
¿Irresponsabilidad de José?
De paso por Belén y residentes de Nazaret
Naturales de Belén y forzados de Nazaret
¿Nacimiento de Jesús en Belén?
Justificaciones “sospechosas”
La patria de Jesús
¿Y por qué “lo anotan” en Belén?
Tras la fecha de nacimiento
Bajo el reinado de Herodes el Grande
Durante el gobierno de Bill Clinton y Benedicto XVI
Más problemas con el censo
¿recostado en un pesebre?
No tenían lugar en el alojamiento
El signo de la llegada del Salvador
Sin pesebre ni pastores
Un nacimiento
en circunstancias dramáticas
Unos magos misteriosos y ocasionales
La adoración-homenaje del mesías
Una estrella extraordinaria
Otros astros semejantes
¿Crueldad extrema desapercibida?
Evocando a Moisés
Un “cumplimiento” problemático de la Escritura
Una creatividad al servicio de su auditorio
A modo de conclusión
Abreviaturas
Bíblicas
Otras abreviaturas
Bibliografía hh
Presentación de la Colección
Una de las figuras más importantes e influyentes del mundo es, sin lugar a dudas, la persona de Jesús de Nazaret. Nació en un rincón casi desconocido del planeta hace más de veinte siglos, pero su nombre, su vida y su enseñanza han surcado los hemisferios del globo. En nuestro Occidente, en pleno siglo XXI, su nombre es omnipresente: difícilmente pueda encontrarse un solo pueblo o lugar en el que no exista una imagen, una referencia o un símbolo de su persona.
A lo largo de más de dos mil años, su figura ha marcado la vida y el destino de millones de personas y, en cierto modo, ha configurado de manera significativa la cosmovisión y los valores de las sociedades occidentales. A su nombre se deben las obras más generosas y altruistas del corazón humano y gracias al seguimiento de Jesús conocemos los ejemplos de abnegación más sorprendentes. Pero no han sido solo luces lo que generó su figura. También, como deplorable contracara, en su nombre se han perpetrado innumerables abusos, se han desencadenado guerras y conflictos y se han cometido injusticias insostenibles. La sangre derramada en su nombre no es sólo a causa de mártires valientes, sino también debido a victimarios irracionales.
No hace falta mencionar que su persona ha dejado también una impronta más que significativa en el arte, en cada una de sus manifestaciones. Es imposible comprender su historia en Occidente si se desconocen las páginas, las enseñanzas y los relatos del Nuevo Testamento, especialmente los que encontramos en los evangelios. Pocas obras han marcado tanto la cultura a lo largo del tiempo como estos textos.
Los cuatro evangelios que encontramos en el canon del Nuevo Testamento nos ofrecen los relatos de la vida fascinante de Jesús de Nazaret. Cada uno a su forma, con su estilo y con sus acentos, narra los momentos centrales de su paso por Palestina en el siglo I de nuestra era. Para los creyentes, ellos constituyen la cumbre de la comunicación y de la revelación de Dios a la humanidad: son palabra divina. En ellos encuentran valores, enseñanzas y criterios para la vida cotidiana. Su mensaje arroja luz para las grandes preguntas y para las cuestiones más importantes de la existencia humana como la vida, el amor, el sufrimiento y la muerte. Esa palabra, además, trasciende las coyunturas históricas porque, para los creyentes, es palabra de salvación eterna, más allá de este mundo visible.
Sin embargo, no son sólo los creyentes quienes abren sus páginas. Lo hacen también los que aman la literatura y la estudian con pasión. Los evangelios, en este sentido, pueden considerarse también como una verdadera joya literaria. Especialmente en los últimos años se han multiplicado los estudios en este campo de los textos neotestamentarios. Ello ha significado un aporte importante para su comprensión.
Lo hacen también los críticos o los escépticos que se confrontan intelectualmente, desde diversas disciplinas, con sus páginas. Entre ellos no rara vez se encuentran los que lo hacen para desacreditar o ridiculizar radicalmente su contenido. En este sentido, es famosa la durísima expresión del filósofo alemán Friedrich Nietzsche: “Habría que ponerse guantes antes de leer el Nuevo Testamento. El tener que acercarse a tanta basura lo hace aconsejable” (El Anticristo 46). Con esta frase lapidaria, el autor expresa su crítica radical al cristianismo, ya que éste, a su juicio, constituye un atentado contra la vida misma.
Y como no podía ser de otra forma, no falta aquí la mirada especializada del historiador. También ellos abren las páginas de los evangelios. En este ámbito del conocimiento se encuentran creyentes y no creyentes. Ambos estudian los evangelios y otros textos del Nuevo Testamento desde una perspectiva estrictamente histórica y con métodos científicos propios.
Quizás el lector se sorprenda al escuchar aquí que la investigación histórica sobre Jesús de Nazaret tiene ya en su haber un largo camino: podemos decir que nace a finales del siglo XVIII y llega hasta nuestros días. A lo largo de todo este tiempo, la investigación sobre el Jesús histórico se ha consolidado como una disciplina específica. Su contribución es y ha sido enorme. No es necesario aclarar que, como toda disciplina, también ésta se ha ido perfeccionando, corrigiendo y abriendo a nuevos instrumentos a lo largo del tiempo. No han faltado las conclusiones insuficientes, parciales o condicionadas gravemente por los presupuestos de sus autores. Se ha dicho que muchas veces el Jesús histórico presentado era muy “semejante” a la personalidad y a las sensibilidades de sus autores. Dicho con otras palabras: las conclusiones a las que se arribaba eran más bien fruto de lo que querían ver o de lo que le proyectaban sus autores y no el resultado de lo descubierto o alcanzado a partir del trabajo riguroso de la ciencia.
A pesar de ello, podemos decir que la investigación histórica sobre Jesús de Nazaret es una disciplina que se ha ganado una merecida autoridad académica. No es obviamente una “ciencia exacta”, pero sí una parte del saber lo suficientemente madura como para poder hacer oír su voz. Es una rama de la ciencia que se corrige y perfecciona constantemente. La discusión y el diálogo constantes entre los expertos, la presencia crítica de la comunidad científica y el constante desarrollo de la disciplina hacen que puedan evitarse las unilateralidades, las parcialidades y los subjetivismos extremos. Podríamos decir también que es una disciplina que está bajo el “control” de los diversos expertos a nivel internacional. Nadie podría afirmar algo que carezca de base sin recibir inmediatamente la observación crítica por parte de la comunidad científica. A pesar de las diferencias que podemos encontrar entre los diversos autores, hoy contamos con consensos básicos o con importantes puntos en común sobre la vida histórica de Jesús, alcanzados como conclusión del trabajo científico. Se ha dicho con razón que, con excepción de unas pocas figuras, “Jesús es el judío posterior al Antiguo Testamento cuya vida y pensamiento conocemos mejor.” (Flusser 1975, 21).
A diferencia de quien no se identifica con una confesión particular, el creyente podría preguntarse por la razón de esta aproximación. ¿Por qué hace falta una mirada científica y un análisis histórico sobre los relatos de los evangelios? ¿Acaso los evangelios no nos transmiten directamente la pura verdad histórica sobre la vida de Jesús? ¿No ocurrió todo tal y como está escrito en sus páginas? Un estudio de este tipo ¿no contradice u opaca la fe? En este punto es necesario evitar todas las respuestas insuficientes o parciales que aquí sólo ejemplificamos con las posturas extremas.
Algunos autores han subrayado que los evangelios están escritos desde la fe en Jesús resucitado, muchos años después de su muerte, y que reflejan fundamentalmente lo que las comunidades cristianas posteriores han creído acerca de él. La conclusión a la que arriban es que, por tanto, los evangelios no contienen afirmaciones históricas sobre su vida y persona. Reflejan la fe en él de las comunidades, pero no su historia real. Remarcan, además, que lo narrado en los evangelios no es “desinteresado”: está al servicio de la misión o de la predicación, a las que algunos llaman “propaganda religiosa”. En síntesis: según esta postura, los evangelios presentan sólo al Cristo de la fe con lo cual se termina ocultando al verdadero Jesús histórico.
Otras posturas, por el contrario, afirman y defienden que los evangelios transmiten la verdad exacta. Sostienen que sus autores no quieren engañar a nadie y que presentan los hechos tal y como ocurrieron en la historia real. Sin llegar a decirlo así o formularlo explícitamente, se piensa que debe tomarse e interpretarse todo al pie de la letra. Por ello atribuyen valor histórico prácticamente a todo lo narrado sin someterlo a un análisis científico. En síntesis: según esta visión, el Jesús histórico coincide exactamente con el Cristo de la fe que traen los evangelios. La historia narrada coincide con lo que realmente sucedió.
¿Qué podemos decir? En primer lugar, debemos afirmar que el estudio histórico de la persona de Jesús no se debe a una falta de fe, sino simplemente a la necesidad de la razón creyente. Para la fe cristiana, ya desde muy antiguo, la razón –entendida como un don de Dios– es fundamental para comprender lo que se cree. Creer no significa abdicar de ella. En este ámbito concreto del saber, es más que necesaria ya que para la fe cristiana Dios se manifiesta y revela precisamente en la historia de Jesús que, en cuanto figura de “carne y hueso”, es susceptible de ser estudiado con los instrumentos propios de la razón.
En segundo lugar, debemos afirmar que los evangelios fueron escritos ciertamente varias décadas después de los hechos. Sus autores han sido creyentes y han escrito desde esa perspectiva de fe en Jesús resucitado que habían recibido, que vivían y celebraban en sus comunidades de origen. Hoy sabemos que los evangelistas no son meros cronistas de hechos “objetivos”, sino que son verdaderos autores y teólogos: han seleccionado, organizado y actualizado el material de las diversas tradiciones recibidas con una determinada mirada teológica, en una comunidad concreta de creyentes. Por ello, no podemos decir que presenten los “hechos brutos”, es decir, una crónica exacta de acontecimientos, sino que todo lo narrado está actualizado desde aquellas convicciones que los creyentes alcanzaron después de la pascua. Los evangelistas reflejan la intensa reflexión teológica que generó la persona de Jesús. Lo narrado, finalmente, está también orientado a la predicación, a la misión y a la instrucción. Ello ha implicado un necesario y comprensible proceso de adaptación, de interpretación y de actualización. No obstante, ello no significa que los evangelios no contengan elementos históricos que podamos individuar, analizar y estudiar y con los cuales podamos llegar a un núcleo histórico verosímil. Con la ayuda de métodos adecuados podemos esbozar una reconstrucción atendible de la figura histórica de Jesús de Nazaret y acercarnos al conocimiento de lo que hizo, pensó, anunció y esperó durante su vida terrena. Los métodos históricos nos permiten ubicar y comprender a Jesús en su contexto propio: el judaísmo palestinense del siglo I de nuestra era.
Además de todo lo dicho, en el caso de Jesús, esta aproximación histórica se hace más que imprescindible porque en el cuerpo mismo del Nuevo Testamento tenemos ya cuatro versiones diversas de su vida. Éste es un fenómeno que normalmente no tenemos en cuenta. Los cuatro evangelios coinciden en diversos datos y de informaciones, pero también discrepan en no pocas cuestiones, para nada secundarias. Ello no sólo hace comprensible el estudio y el análisis histórico, sino que más bien lo exige. Esta variedad de versiones se convierte en una ventaja importantísima para el historiador, ya que ello le permite realizar, entre otras cosas, un trabajo de comparación entre los distintos textos. Esta variedad se amplía cuando consideramos también otros escritos antiguos extra canónicos, es decir, no bíblicos (Destro/Pesce 2014, 20-24).
Las bibliotecas bíblicas más actualizadas del mundo están llenas de volúmenes sobre esta disciplina, pero lamentablemente este importante caudal de conocimiento no siempre llega al gran público. No todos los que estarían interesados en acercarse más a su persona desde un punto de vista histórico pueden acceder a esta bibliografía especializada y conocer sus descubrimientos.
Gracias al compromiso constante de Editorial Guadalupe con la difusión de los estudios bíblicos, el lector dispondrá ahora de una colección con la que podrá adentrarse históricamente en la vida de una de las figuras más importantes del mundo. El propósito de la colección Un Galileo singular es acercar al gran público, con lenguaje accesible, los resultados y las conclusiones de más de dos siglos de investigación sobre la vida histórica de Jesús. Es cierto que en los últimos años se han publicado diversos libros de aproximación histórica en lengua española y han tenido una amplia difusión. Ello ha enriquecido enormemente la comprensión de la figura de Jesús de Nazaret. Muchas comunidades cristianas han “redescubierto” a Jesús desde otra perspectiva. Interesados no confesionales han podido aproximarse a la investigación contemporánea. Aquí queremos favorecer aún más esta difusión de los estudios históricos sobre Jesús de Nazaret. Pero para ello hemos pensado en una serie de volúmenes breves, de fácil lectura, y sin las notas eruditas que suelen acompañar los textos científicos. El lector podrá encontrar en cada volumen una síntesis de los temas y cuestiones más importantes que abordan los expertos y exponen detalladamente. No se ofrecerá aquí un tratamiento exhaustivo ni se presentarán siempre todas las opiniones. Nos contentamos con ofrecer una interpretación que, en sus puntos esenciales, goza de aceptación por parte de la mayoría de los especialistas en la actualidad.
Esta colección intenta ser una primera aproximación ordenada: por ello, está dividida en tres grandes partes que versan sobre los orígenes de Jesús, su vida pública y el desenlace de su vida. A su vez, cada una de estas partes estará formada por diversos volúmenes que se concentran en los temas más importantes. Aquí presentamos un esbozo provisorio de la colección:
I Los orígenes del mesías de Israel
1 Los relatos del nacimiento de Jesús
2 Las raíces del maestro. La familia y el entorno de Jesús
3 Hijo de María e Hijo de Dios. Teología e historia
II La vida pública y el ministerio de Jesús
1 ¿El precursor? El encuentro de Jesús con Juan el Bautista.
2 El anuncio del reino de Dios como razón de ser de Jesús
3 Curaciones y exorcismos. Los signos de la llegada del reino
4 Un maestro con autoridad. Parábolas y temas de la predicación de Jesús
5 Los doce y los discípulos del maestro. Tras las huellas de la Iglesia
6 Los interlocutores. Los diversos grupos y personas de su tiempo
III La pasión, muerte, resurrección y retorno del mesías
1 La muerte violenta de Jesús. Consecuencias de una predicación valiente
2 Más fuerte que la muerte. Los relatos de la resurrección del mesías
3 La historia continúa. A la espera del mesías gloriosoIniciamos esta obra convencidos de la importancia de esta investigación para conocer mejor la persona y la obra de Jesús de Nazaret. Sabemos que no todos podrán estar de acuerdo con la reconstrucción ofrecida en estas páginas. Ojalá que ello sirva de estímulo para seguir buscando e investigando. Sólo una mente inquieta es digna del ser humano. También somos conscientes de que el método histórico no es el único para leer y analizar los evangelios. Pero en este punto, estamos convencidos de que el abordaje es imprescindible e insustituible para quien quiera conocer a Jesús de Nazaret y tome en serio su persona. Si cabe la comparación, abordar históricamente la persona de Jesús es como “construir la casa sobre roca” (cf. Mt 7, 24). Sin la historia, la persona de Jesús se desdibuja, se pierde y se convierte en una mera leyenda o simple doctrina religiosa.El lector irá descubriendo progresivamente “un mundo nuevo” e irá comprendiendo de otra manera la persona de Jesús. Seguramente le surgirán muchos interrogantes, inquietudes y cuestionamientos. En ocasiones, puede que se sienta perplejo. Pero también experimentará que se le abrirán nuevos horizontes y perspectivas hasta ahora desconocidas. No negamos que el recorrido pueda ser, algunas veces, arduo y fatigoso, pero estamos convencidos de que es ciertamente una aventura fascinante que vale la pena.
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1 XXXLos orígenes del mesías de IsraelLos relatos del nacimiento de JesúsIntroducciónLos relatos del nacimiento y la lectura “pesebre”Entre los múltiples signos que caracterizan el tiempo navideño se encuentra el pesebre: una representación con figuras del nacimiento de Jesús. A diferencia del árbol navideño y de los adornos o las luces que ya se han instalado en nuestra cultura sin que necesariamente se profese la fe cristiana, el pesebre es un elemento propio de los creyentes. Según se dice, fue creado por Francisco de Asís en el año 1223 y tuvo una gran y rápida difusión. Hoy estamos habituados a ver hermosas representaciones de ese momento significativo para la fe de los cristianos. Encontramos a María, al niño Jesús recién nacido, y a José en el centro de la escena. Los vemos en una gruta o en un establo. Los padres y el recién nacido se encuentran rodeados de animales y junto con ellos aparecen pastores y ángeles que cantan y alaban a Dios por el nacimiento del Salvador. Es muy frecuente que sobre ellos aparezca una estrella brillante. Se trata del astro que ha guiado a los magos de Oriente que buscaban al rey de los judíos. Muchas veces estos magos se encuentran en el pesebre en actitud de adoración. Han llegado desde lejos con ofrendas reales: oro, incienso y mirra.La escena nos resulta más que familiar y seguramente continúa conmoviéndonos. Hemos visto infinidad de pesebres a lo largo de nuestra vida. Pero, a pesar de ello, quizás pocos sabrían responder correctamente si se les preguntase acerca de la fuente de inspiración de estas figuras. La mayoría respondería que “lo dice la Biblia” o, en el mejor de los casos, que “se encuentra en los evangelios”. Un grupo más reducido especificaría que, en sentido estricto, no se trata de los “evangelios” en general, sino solamente de dos en particular: el Evangelio de Mateo y el Evangelio de Lucas.Pero hilemos un poco más fino: no todos los que podrían hacer esta última aclaración estarían quizás en condiciones de “separar” la información que proviene del primer evangelio de aquella que ofrece el tercer evangelista. Ello se explica porque estamos muy acostumbrados a una imagen conjunta y global de los diversos datos que encontramos en fuentes distintas. No estamos acostumbrados a distinguir y simplemente superponemos los diferentes elementos. Pero de esta forma, no sólo mezclamos los relatos, sino que además nos perdemos el mensaje propio de cada evangelista. Podríamos llamar coloquialmente “lectura pesebre” a esta manera global y superficial a la vez de leer los relatos.Una mirada atenta y un análisis detenido nos permiten descubrir que, en realidad, el Nuevo Testamento presenta dos versiones tan ricas como diversas del nacimiento de Jesús, el acontecimiento histórico que está a la base de la fe cristiana. Mateo y Lucas ofrecen dos narraciones diversas de los “hechos”. No se trata sólo de diferencias de acentos, de simples matices o de informaciones complementarias, sino que los especialistas afirman que nos encontramos con diferencias esenciales. Hay algunas coincidencias, pero son muchos más los elementos diversos e, incluso, irreconciliables entre sí. Son diferencias importantes que la “lectura pesebre” no alcanza a descubrir. Estos relatos son un ejemplo claro y significativo de un fenómeno más amplio: versiones e informaciones discordantes entre los diversos escritos del Nuevo Testamento. Ello es una muestra de la rica pluralidad de lecturas sobre la persona de Jesús que marcó el nacimiento del cristianismo. En el caso de los relatos del nacimiento, dada esta diversidad de versiones, surge la necesidad imprescindible de un análisis histórico con métodos científicos, porque si fuese histórica una de las versiones, no podría serlo la otra. Y viceversa.Las diferencias en la BibliaLo dicho anteriormente no es un fenómeno aislado. En toda la Biblia, tanto en el Antiguo y como en el Nuevo Testamento, encontramos muchos relatos o datos diversos, opuestos o simplemente superpuestos. A diferencia de lo que solemos pensar, no hay uniformidad en sus páginas y estas diferencias simplemente coexisten. La Biblia, como buena “biblioteca”, es testimonio de pluralidad, riqueza y diversidad. Ejemplificamos sólo con algunos pasajes:Dos relatos diversos de la creación: cada uno de ellos es un “mundo aparte” y las diferencias son numerosas (Sicre 82002, 20-23). Mencionemos aquí sólo la que tiene que ver con el orden de la creación. En el primer relato, siguiendo un esquema de “siete días”, Dios realiza toda la creación y, sólo al final, crea al varón y a la mujer a su imagen y semejanza (Gn 1,1-30 – 2, 1-4). En el segundo relato, Dios forma primero al varón, luego hace brotar toda clase de árboles y posteriormente forma del suelo a todos los animales del campo y a todas las aves del cielo, para que sean su compañía. Dado que hasta entonces no encontró una ayuda adecuada, Dios forma finalmente a la mujer (Gn 2,4-25).Dos relatos de la alianza de Dios con Abraham: en el primero, Dios es designado como Yahveh, le promete una descendencia propia numerosa como las estrellas del cielo. Dios le anticipa que sus descendientes serán forasteros y oprimidos en una tierra extraña (Gn 15,1-21). En el segundo relato, Dios se presenta como “Él Shaday”, cambia su nombre de “Abram” por “Abraham” y le prescribe la circuncisión de todos sus varones (Gn 17,1-27).Tradiciones diversas sobre la estadía en el desierto: una de las más conocidas y conmovedoras es aquella que presenta al pueblo que, agobiado por el hambre, comienza a rebelarse contra Dios y a añorar las “cebollas de Egipto”. En esta situación desesperante, el pueblo recibe el maná de parte de Dios que será el alimento que comerá durante cuarenta años hasta llegar a la tierra prometida (Ex 16,1-36). Sin embargo, tenemos también otra versión “menos ecológica” de esta estadía: en otros pasajes se prescriben innumerables sacrificios de animales ante la Tienda del Encuentro en el desierto: novillos, carneros (Ex 29,1-3; 10-46), corderos, cabras, aves (Lv 1,1-17), becerros y toros (Lv 9,1-4). Todo ello supone la posesión de abundante ganado, lo que resulta incompatible con el hambre padecido por el pueblo.Diferencias acerca del primer encuentro entre el rey Saúl y David. Según una primera versión, el rey Saúl busca un hombre que sepa tocar la cítara para su corte. Le recomiendan a David y éste queda a su servicio. El rey le cobra mucho afecto (1 Sm 16,14-23). En cambio, otra tradición los presenta como desconocidos cuando David mata al gigante Goliat. Allí Saúl pregunta quién es ese joven. Después de vencer al enemigo temible, David, aún con “la cabeza del filisteo en la mano”, es presentado al rey Saúl que no le permite regresar a su casa y lo pone al frente de hombres de guerra (1 Sm 17,55 – 18,1-5).Diferencia sobre momentos de la vida del profeta Samuel y el rey Saúl: por una parte se dice que Samuel no vio más a Saúl hasta su muerte (1 Sm 15,35), pero en otro pasaje posterior encontramos a Saúl delante de Samuel (1 Sm 19,24).Diferencia sobre el número de los hijos de Jesé, el padre de David: según una versión fueron ocho hijos (1 Sm 16,6-10) y en otro pasaje se habla de siete hijos (1 Cro 2,13-14)
En el Nuevo Testamento y entre los cuatro evangelios encontramos también informaciones diversas sobre temas importantes. Algunos ejemplos:
Los primeros discípulos de Jesús: en los evangelios de Mateo y de Marcos, los primeros en ser llamados son Simón Pedro y su hermano Andrés al inicio del ministerio de Jesús (Mt 4,18-20; Mc 1,16-18). En el evangelio de Lucas, el primer llamado es Pedro, ya iniciado su ministerio y en el contexto de la pesca milagrosa (Lc 5,1-9). El cuarto evangelio nos ofrece una versión diversa, tanto de los nombres de los primeros llamados, como así también del lugar y la situación: el evangelista presenta primero a Andrés y luego habla simplemente de otro discípulo, sin precisar su nombre. Pedro aparecerá recién en tercer lugar (Jn 1,35-42).
El reconocimiento de Jesús como mesías o la así llamada confesión mesiánica: para los tres primeros evangelistas, Pedro es el primero que lo reconoce como mesías después de un tiempo prologando de seguimiento, en una localidad llamada Cesarea de Filipo (Mt 16,13-20; Mc 8,27-30; Lc 9,18-21). Una versión totalmente diversa la encontramos en el cuarto evangelio: para Juan, en cambio, es Andrés quien lo confiesa como mesías y ya en el momento del primer encuentro (Jn 1,40-41), algo que es totalmente inverosímil.
Hay discrepancias en torno al secreto mesiánico, es decir, la prohibición a los discípulos, por parte de Jesús, de dar a conocer su identidad como mesías. Según el evangelista Marcos, Jesús había impuesto un estricto silencio sobre su condición mesiánica: “Y les mandó enérgicamente que a nadie hablaran de él” (Mc 8,30). También los otros dos que dependen de Marcos transmiten esta información (Mt 16,20; Lc 9,21). Sin embargo, según Lucas, Jesús mismo se autoproclama “ungido” cuando, una vez iniciado su ministerio, visita por primera vez su pueblo de Nazaret (Lc 4,16-21). En Lucas, Jesús se aplica un texto profético-mesiánico en la sinagoga y afirma delante de los presentes que este pasaje de la Escritura se cumple en su persona (Nolland 2000, 196). Difícilmente se puedan conciliar las dos afirmaciones.
Según los evangelios de Mateo, Marcos y Lucas, los primeros milagros de Jesús son curaciones y exorcismos (Mt 4,23; Mc 1,23; Lc 4,33). Para el evangelio de Juan, el primer signo ha sido la conversión del agua en vino (Jn 2,1-11), algo totalmente desconocido por los otros tres. Habría sido imposible que Jesús hubiese realizado un milagro de tal envergadura y que los demás evangelistas lo hubiesen pasado por alto.
Marcos subraya constantemente la incomprensión de los discípulos durante la vida de Jesús y su falta de fe (Mc 6,51-52; 8,14-21; 9, 32). Juan, en cambio, dice ya al inicio que sus discípulos “creyeron en él” (Jn 2,11).
Los evangelios nos han trasmitido informaciones divergentes sobre el momento de la muerte de Jesús. Todos coinciden en que fue un día viernes, pero hay diferencia en relación con la fecha. Para los tres primeros evangelios, la cena pascual tuvo lugar el jueves 14 de Nisán: “El primer día de los Ázimos, cuando se sacrificaba el cordero pascual, le dicen sus discípulos: ‘¿Dónde quieres que vayamos a hacer los preparativos para que comas el cordero de pascua?’” (Mc 14,12). Según esta versión, Jesús muere el 15 de Nisán y fue sepultado ya la víspera del sábado (Mc 15,42). Para el evangelio de Juan, en cambio, no fue una cena pascual. La última cena tuvo lugar el día jueves 13 de Nisán, porque Jesús muere el día viernes 14 de Nisán, coincidiendo con el sacrificio de los corderos: “Era el día de la preparación de la pascua” (Jn 19,14) y todavía no había tenido lugar la cena pascual (Jn 18,28). Dicho en síntesis: para los tres primeros, en el día del sacrificio tiene lugar la cena con los discípulos y la muerte es al día siguiente. Para Juan, en cambio, el día del sacrificio es el de la muerte de Jesús y la cena había sido un día antes (Sanders 1995, 312; Meier 1991, 386-409).
Para Marcos era la “hora tercia” cuando lo crucificaron y muere a la “hora nona” (Mc 15,25; 34). Para Juan, en cambio, a la “hora sexta” Jesús está todavía con Pilato (Jn 19,14).
Hay una diferencia en relación con la muerte de Judas, el discípulo que traicionó a Jesús. Para el evangelio de Mateo, tras la condena de Jesús, Judas se arrepiente, devuelve el dinero y se ahorca. Con el dinero devuelto, los sumos sacerdotes y los ancianos compran un campo para sepultar a los forasteros (Mt 27,3-10). En cambio, Lucas, en su segunda obra, presenta una versión diversa de los hechos: es Judas quien compra un campo con el dinero recibido y “cayendo de cabeza, se reventó por medio y se derramaron todas sus entrañas” (Hch 1,18-19). No se dice explícitamente que se haya suicidado.
Los ejemplos de divergencias o de incongruencias podrían multiplicarse hasta llegar a aburrir a los lectores poco familiarizados con la lectura atenta y minuciosa de la Biblia. ¿Cómo interpretar adecuadamente este fenómeno? ¿Qué actitud debemos tomar ante esta diversidad tan marcada?