Viraje hacia la vida

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Viraje hacia la vida: debates

y reflexiones en torno a

la sustentabilidad

Vicerrectoría de investigaciones,

Instituto de Estudios para

la Sostenibilidad, Grupo de

Investigación en Conflictos

y Organizaciones, Grupo de

Investigación en Humanidades

y Artes Integradas.

© Hernando Uribe Castro,

Enrique Leff, Julio Carrizosa

Umaña, Álvaro Guzmán Barney,

Álvaro del Campo Parra Lara,

Rodrigo Jesús Ocampo Giraldo,

Aceneth Perafán Cabrera

© Universidad Autónoma de Occidente

Km. 2 vía Cali-Jamundí, A.A. 2790,

Cali, Valle del Cauca, Colombia.

ISBN Epub: 978-958-619-058-9

ISBN pdf: 978-958-619-059-6

Primera Edición, 2020

Gestión Editorial

Director (E) de Investigaciones

y Desarrollo Tecnológico

Alexander García Dávalos

Jefe Programa Editorial

José Julián Serrano Quimbaya

jjserrano@uao.edu.co

Coordinación editorial

Pamela Montealegre Londoño

pmontealegre@uao.edu.co

Corrección

María del Pilar Osorio

Diagramación y diseño

Carmen Villegas

Viraje hacia la vida: debates y reflexiones en torno a la sustentabilidad / Hernando Uribe Castro, compilador.-- Primera edición.-- Cali: Programa Editorial Universidad Autónoma de Occidente, 2020. 156 páginas, ilustraciones.

Contiene referencias bibliográficas.

ISBN: 978-958-619-058-9

1. Medio ambiente. 2. Sostenibilidad. 3. Cambios climáticos. 4. Ecología humana. 5. Ética del medio ambiente. 6. Ecopedagogía. I. Uribe Castro, Hernando, compilador. II. Universidad Autónoma de Occidente.

304.2- dc23

Personería jurídica, Res. No. 0618, de la Gobernación del Valle del Cauca, del 20 de febrero de 1970. Universidad Autónoma de Occidente, Res. No. 2766, del Ministerio de Educación Nacional, del 13 de noviembre de 2003. Acreditación Institucional de Alta Calidad, Res. No. 16740, del 24 de agosto de 2017, con vigencia hasta el 2021. Vigilada MinEducación.

Diseño epub:

Hipertexto – Netizen Digital Solutions

CONTENIDO

Presentación: aportes a la discusión ambiental

HERNANDO URIBE CASTRO

Racionalidad Ambiental. Aprendiendo a vivir en las condiciones de la vida

ENRIQUE LEFF

El ambiente en la discusión de la paz

JULIO CARRIZOSA UMAÑA

Observaciones metodológicas sobre la sostenibilidad/sustentabilidad

ÁLVARO GUZMÁN BARNEY

El viraje hacia la vida: el papel de la ecopedagogía

ÁLVARO DEL CAMPO PARRA LARA Y HERNANDO URIBE CASTRO

Cambio climático y sustentabilidad: retos ético-políticos y educativos

RODRIGO JESÚS OCAMPO GIRALDO.

Conversando con Klauss Meschkat

ACENETH PERAFÁN CABRERA

De la crisis ambiental a la sustentabilidad de la vida: A modo de cierre

HERNANDO URIBE CASTRO

Notas al pie

Presentación
Aportes a la discusión ambiental

El Instituto de Estudios para la Sostenibilidad (IEPS) de la Universidad Autónoma de Occidente tiene el gusto de presentar a la comunidad académica nacional e internacional, esta obra en la que participan destacados intelectuales del campo de las ciencias ambientales y sociales, y con la que se pretende aportar a la discusión sobre las actuales condiciones de vida en el planeta y las posibilidades para su sustentabilidad.

El libro que se pone a consideración contiene un conjunto de reflexiones y debates en torno a los temas de la pedagogía de la Tierra, la sustentabilidad, la ética y las condiciones de la vida. Surge de las diferentes sesiones de trabajo realizadas en el marco de la Cátedra Valle del Cauca promovidas por el IEPS y el Doctorado en Regiones Sostenibles. El propósito de la Cátedra es abordar diferentes problemas relacionados con los temas ambientales y de la sostenibilidad regional, para lo cual se invitaron a prestigiosos académicos e intelectuales colombianos y de América Latina, quienes vienen realizando investigaciones y aportando ideas para asumir estas discusiones. Las conferencias y presentaciones ofrecidas por los invitados fueron transcritas para ser publicadas como documentos de texto que pudieran ser difundidas y dadas a conocer a un público más amplio, interesado en estos temas.

Cuestiones que son centrales para pensar y repensar el papel de la humanidad en un mundo con rumbo a la extinción. Una extinción que ha sido provocada y acelerada de manera irresponsable por unos agentes corporativos globales, unas lógicas de un modelo de sociedad moderna basada en los principios de la destrucción creativa, del capitalismo voraz y salvaje, así como de la increíble apatía de una masa humana que no percibe que sus vidas hierven con el calentamiento global y que la salud del planeta se encuentra en estado moribundo. La situación ambiental y ecológica planetaria cada día es más apremiante y la sociedad no parece despertar de su adormecimiento y letargo.

Cuando escribía estas primeras líneas en el mes de mayo de 2019, recibía la noticia de los investigadores de la Institución de Oceanografía de Scripps, que habían detectado con los sensores en Hawai en el Observatorio de Mauna Loa, 415.26 partes por millón (ppm) en la concentración atmosférica de dióxido de carbono (CO2) en la Tierra. Cifra, que por cierto es histórica para la humanidad. No salía de mi asombro al recibir esta noticia, cuando en las noticias nacionales se informaba que el gobierno colombiano daba vía libre a la implementación de las actividades del fracking y pocos días después, los grandes incendios que consumían la selva amazónica entre Brasil y Colombia. Y luego, se realiza la revisión al documento final en el mes de marzo de 2020, justo en el momento en que casi todo el mundo se encuentra en cuarentena por la pandemia COVID 19 que tomó por sorpresa a la humanidad y en pocos días se extendió por el mundo produciendo cientos de miles de contagiados y miles de muertes en casi todos los países del planeta.

Como humanidad enfrentamos una incoherencia de gran calado. Una irresponsabilidad de parte de los gobiernos y del mundo corporativo que solo ven ganancias y lucro, y que insisten en incrementarlo a como dé lugar, en un planeta que tiene límites, y una especie humana que se ve enferma por los efectos del daño ambiental. Una humanidad cuyo modelo civilizatorio basado en la acumulación incesante de capital, sobrepasó todos los límites ecosistémicos y que hoy en día adeuda unos costos ambientales inimaginables al planeta.

Tanto el Gran Jefe Seattle en el siglo XIX y otros autores en el mundo a lo largo del siglo XX, ya lo habían indicado. Solo referiré dos llamados especiales: uno es el de William Vogt, en 1952, en su trabajo titulado “Camino de supervivencia”, y el otro, el escritor Jean Giono en su bello cuento “El hombre que plantaba árboles”. Vogt ya había indicado en 1948 que el mundo transitaba hacia el camino de la insustentabilidad, no solo por las guerras de principios del siglo XX, sino por el modelo económico que lograba percibir. Giono, por su parte, había hecho importantes denuncias con respecto a los efectos de la modernidad sobre las condiciones naturales y ecológicas, así como en la transformación de unas vidas más apacibles hacia unas vidas urbanas incrustadas en el vértigo moderno y el consumismo.

Aunque a nivel global, los organismos internacionales han dado importancia a estos hechos de la crisis ambiental –evidenciada en la firma de tratados, convenios y la realización de encuentros donde se les exige a los gobiernos acciones claras, precisas y contundentes–, en los hechos de la cotidianidad parece que estos no han tenido la fuerza necesaria y suficiente para detener este proceso catastrófico de extinción.

En diferentes partes del mundo surgen acciones colectivas encaminadas a gritar a favor la Tierra, a tratar de incidir con la presión de la sociedad civil en la toma de decisiones favorables para el sustento de la vida en el planeta. Hay niños que convocan a millones de seres humanos en todo el planeta a volver los ojos a esta grave crisis ambiental; líderes sociales de los pueblos indígenas, afrodescendientes y de otras identidades étnicas llaman a defender el territorio; organizaciones sociales no gubernamentales que desarrollan actividades en defensa glolocal de los principios de conservación y protección; académicos, investigadores e intelectuales que adelantan investigaciones, estudios, opiniones, entrevistas y eventos que tratan de movilizar ideas, opiniones y debates. Todo un conjunto de actores sociales y de la sociedad civil identificados con la lucha por un mundo distinto, por un buen vivir-vivir bien, por el respeto a la naturaleza. Las luchas en el campo ambiental están efervescentes, están vivas y están dinámicas.

 

Las reflexiones contenidas en este libro apuntan a estas cuestiones que son centrales para comprender mejor ¿cómo es que se está enfrentando ese mundo cuyas condiciones van rumbo a la destrucción? ¿Cómo se puede aportar para que esas posturas de negligencia y apatía se transformen en esquemas de percepción, apreciación y acción con posturas más interesadas y responsables por lo que sucede ambientalmente en nuestro planeta? ¿Cómo se construye el sentido de la vida y cómo este sentido de la vida puede ser clave para aprender a vivir en las condiciones de la vida? ¿Qué papel juega la racionalidad ambiental en todo ello? ¿Qué puede hacer la pedagogía planetaria o ecopedagogía para la construcción de habitus más sustentables? ¿Qué alternativas hay para enfrentar este desastre que lleva a la destrucción de la vida en el planeta?

El libro se estructura por artículos y cada uno está firmado por el autor respectivo. No existe una línea lógica entre ellos, pues de hecho, pueden encontrarse entre ellos puntos de vista divergentes, ideas contradictorias, formas de comprensiones distintas que alimentan la diversidad y pluralidad del pensamiento.

El libro inicia con el texto titulado “Racionalidad ambiental: aprendiendo a vivir en las condiciones de la vida” de Enrique Leff. El texto surge de la conferencia ofrecida para el Instituto de Estudios para la Sostenibilidad de la Universidad Autónoma de Occidente en mayo de 2019. En ella se expresa el papel que cumple la racionalidad ambiental frente a la racionalidad del capital que cosifica y mercantiliza el sentido de la vida. Una racionalidad del capital, –compuesta por las racionalidades económicas, jurídicas y científicas–, que despojó a la humanidad del ser y que impuso un mundo basado en el lucro, la ganancia, la renta neta y el flujo del capital. La racionalidad ambiental confronta entonces, la racionalidad de la modernidad, del capital. La racionalidad ambiental puso en el centro del debate la dimensión ambiental que había sido olvidada por la sociedad en su conjunto.

El segundo texto, “El ambiente en la discusión de la paz”, elaborado por Julio Carrizosa Umaña, a partir de la conferencia ofrecida en el marco de la Cátedra Valle del Cauca del Instituto de Estudios para la Sostenibilidad, y en la cual, el profesor presenta las dimensiones que aborda en su más reciente obra El ambiente en la discusión de la paz (2018), que recoge y sintetiza las reflexiones y los escritos que a lo largo de los años ha venido elaborando el autor. El profesor Carrizosa discute el tema de la paz desde diferentes aspectos como el poblamiento, el desarrollo del buen vivir, la educación ambiental, la vida silvestre, la ciudad, la minería, la paz y la cultura del reencuentro.

El tercer texto titulado “Observaciones metodológicas sobre la sostenibilidad/sustentabilidad”, de Álvaro Guzmán, se considera un texto de ensayo preliminar, e intelectualmente atrevido, propone discutir los conceptos de sostenibilidad y sustentabilidad a través de posiciones diferenciadas. Guzmán argumenta que, independientemente del término que se utilice, lo que importa verdaderamente es el contenido conceptual que se maneja y su uso en la investigación.

El cuarto texto, “El viraje hacia la vida, el papel de la ecopedagogía” es presentado por los profesores Álvaro del Campo Parra Lara y Hernando Uribe Castro. En este documento, los autores buscan argumentar que, si bien, la educación ambiental fue importante en la década de los años setenta, ochenta y noventa como estrategia para conducir a la humanidad hacia un pensamiento y acción más ambientalizados, esta falló porque se instrumentalizó, perdió el componente histórico y crítico del problema y se descontextualizó. Surge así la pedagogía planetaria o ecopedagogía, basada en los principios de la sustentabilidad, el pensamiento crítico y complejo. Una ecopedagogía o pedagogía de la Tierra con aspecto ético, de responsabilidad y de precaución. Es un enfoque que pone el acento en la necesidad de que los seres humanos en los espacios institucionales o no institucionales de la educación, reflexionen y comprendan –con sentido histórico y crítico– cuáles son las bases de la vida, de las conexiones vitales y del sentido de vivir la vida. Las conexiones vitales en la coexistencia. Una pedagogía planetaria que se despoja del egocentrismo de una especie, de su antropocentrismo para ubicar a la humanidad como habitante de un lugar, entre los otros lugares que ocupan las demás especies física y simbólicas existentes en el planeta. Una pedagogía planetaria para la formación y deformación de la comprensión del mundo; que aporta a los movimientos sociales y que le da el lugar a la voz y la acción que merecen los pueblos en esta historia planetaria. No es la pedagogía del desarrollo sostenible. Es la pedagogía de la sustentabilidad, del buen vivir y de las conexiones vitales.

El quinto artículo llamado “Cambio climático y sustentabilidad: retos ético-políticos y educativos”, escrito por Rodrigo J. Ocampo G., analiza desde la filosofía ambiental la dimensión ético-política y educativa de la relación entre el cambio climático y la sustentabilidad y frente a los retos de la crisis ambiental global. El documento promueve un mensaje por el sentido de respeto y de florecimiento de la vida, la diversidad de especies, el equilibrio natural y la estética de la naturaleza. La importancia de confrontar la crisis ambiental con una conciencia ético-ecológica volitiva y afectiva, con participación comunitaria y teniendo muy presente las necesidades vitales de la existencia.

El sexto artículo presenta una entrevista realizada a Klauss Meschkat por los profesores Aceneth Perafán Cabrera y Hernando Uribe Castro bajo el título “Conversando con Klauss Meschkat”. El entrevistado es un destacado académico e intelectual alemán, quien en su trayectoria académica pasó por el mundo universitario de Santiago de Cali y pudo conocer de cerca los principios del movimiento ambiental en la región del Valle del Cauca y sus promotores como es Aníbal Patiño. El profesor aportó con su estudio a la comprensión de conflictos ambientales como el de la laguna de Sonso y las industrias de azufre en el Cauca.

Finalmente, se presenta un séptimo artículo como conclusión, cuya redacción se realizó en el escenario del contexto de la cuarentena mundial por la expansión del coronavirus y cuyos efectos expresan la insustentabilidad de la vida, razón que motivó al autor de las conclusiones, Hernando Uribe Castro, a incluir una reflexión sobre este asunto. Un fenómeno global que atañe a toda la humanidad y que exige de un cambio de apreciación, percepción y actuación de todos con respecto a la compleja trama de la vida.

Hernando Uribe Castro

Doctor en Ciencias Ambientales

Racionalidad ambiental. Aprendiendo a vivir en las condiciones de la vida 1

ENRIQUE LEFF2

Muy buenos días a todas y todos. Empiezo dando las gracias a la vida por tener amigos tan generosos como mi amigo el doctor y profesor Hernando Uribe, impulsor del Pensamiento Ambiental Latinoamericano en esta Universidad, quien ha tenido a bien invitarme a dialogar con ustedes esta mañana. Pues es en estos espacios en los que el Pensamiento Ambiental Latinoamericano va penetrando en la vida de las universidades, en la vida de los pueblos y en la vida de sus territorios, estableciendo un diálogo de saberes para devolverle la vida a la Tierra, que es la fuente donde se alimenta el Pensamiento Ambiental Latinoamericano.

Esta metabolización del pensamiento es más que una transición histórica; es un cambio revolucionario, una transformación del proceso civilizatorio de la humanidad. Y estamos aquí congregados esta mañana para pensar esa cuestión, para pensar aquello que no fue pensado antes por la humanidad; para pensar la crisis ambiental que se expande cada vez de maneras más profundas y más catastróficas por el mundo, poniendo en riesgo los destinos de la vida; convulsionando las condiciones de la vida en sí y las condiciones de existencia de la vida humana en el planeta.

Esta problemática es una cuestión todavía novedosa a pesar de que llevamos medio siglo debatiéndola intensamente. Llevamos cincuenta años tratando de desentrañar las causas y los enigmas de ese acontecimiento, inesperado para la humanidad, invisibilizado desde la capacidad de la racionalidad dominante desde nuestra capacidad para percibir y comprender la crisis ambiental. Los años sesenta marcaron una época de grandes cambios revolucionarios en el mundo –la revolución cultural, la revolución feminista y la revolución juvenil; los procesos de emancipación de las poblaciones negras impulsadas desde EE.UU. por Malcon X y Martin Luther King; los movimientos por la emancipación de los pueblos colonizados en búsqueda del reconocimiento de la igualdad de los seres humanos cuyos derechos fundamentales fueron sembrados por la Revolución francesa al postular la igualdad entre los hombres, donde arraiga también el reclamo de las mujeres por la igualdad de género y de los derechos existenciales de los Pueblos de la Tierra.

Estos procesos de emancipación han progresado de manera muy significativa en los años recientes con el reconocimiento de los derechos de ser, de los derechos de existencia de los diversos pueblos y razas humanas, de las diferentes creencias religiosas, de las diferencias sexuales y de las preferencias e identidades de género. Efectivamente, se han dado progresos enormes en ese sentido y podemos reconocer que la humanidad ha abierto su razonamiento y su sensibilidad para crear un mundo humano más sensible, más digno y más justo.

Sin embargo, en esta época irrumpió en el mundo la crisis ambiental, sacando a la superficie una condición de la vida que había quedado sepultada, ignorada, invisibilizada por una racionalidad tecno-económica insustentable, por una imposición del Logos Humano sobre las condiciones de la vida. Y es esa crisis la que después de cincuenta años de debatirla desde todos los frentes y por todos los flancos, para tratar de entender sus orígenes, sus causas y sus razones, para buscar la manera en que la humanidad podría resolver esa condición; la cual sin embargo, no hemos logrado todavía encontrar la claridad, los consensos, la fuerza organizativa y la visión estratégica para comprender el fondo de la cuestión ambiental así como para emprender un proceso de transformación civilizatoria hacia la construcción de la sustentabilidad de la vida, hacia la reconstitución de los sentidos de la vida humana en el planeta vivo que habitamos.

La crisis ambiental irrumpió como una erupción volcánica impredecible por los vulcanólogos. Más allá de toda la lava que ha venido sepultando (cuestionando) las construcciones históricas del pensamiento humano, más allá de todas las corrientes y todas las vertientes de pensamiento que han surgido como destellos de lo impensado desde el fondo de la Tierra, no hemos llegado a comprender profundamente las causas y las razones que desencadenaron un proceso humano que ha atentado contra la vida del planeta que nos ha dado vida.

 

Esta crisis ambiental es en el fondo y de raíz una crisis de pensamiento humano, una crisis de los modos errados en su comprensión de la vida. Y esos modos fallidos de comprensión de la vida son los que han llevado a la humanidad a intervenir sobre los cursos de la vida, llegando al punto de desencadenar un proceso de apropiación y transformación tecnoeconómica que ha alterado la composición de la atmósfera y ha degradado la biosfera, es decir, las condiciones de la vida del planeta que nos dio nacimiento como humanidad.

Pues independientemente de las creencias religiosas de cada quien, podemos aceptar en este recinto académico que venimos de la evolución biológica de este planeta. Este es el único planeta vivo que conocemos, aunque las teorías biotermodinámicas hoy en día puedan presumir que no hay razón por la cual no se diera la organización de la materia para generar formas de vida en otros puntos del Universo. Pero este es el mundo que habitamos, este es el mundo del cual surgimos como humanidad, del cual nos jactamos de ser la forma de vida superior y suprema; y en esa creencia, en esa arrogancia del ser humano, en esa voluntad de poder y de dominio, desde los inicios de la humanidad se forjó el mandato de explotar la naturaleza en beneficio del ser humano, llegando a constituir una racionalidad que se ha apoderado del planeta por encima de nuestras voluntades y de nuestra capacidad para contener y controlar sus efectos en la degradación de la vida del planeta.

La racionalidad de la modernidad ha llegado a establecer las leyes de la materia, de la vida, de la economía, de la sociedad y de la cultura, que buscan dar certeza al mundo que intervenimos y transformamos conforme a los dictados de sus leyes, de la legalidad derivada del Logos Humano, de aquello que Derrida denominó el logocentrismo de la ciencia. Las leyes de la materia no solo sirven para conocer el átomo, el gen, la sociedad, el proceso económico y las formaciones del inconsciente, sino que tienen el propósito de controlar los procesos materiales y simbólicos que generan o destruyen la vida del planeta a través del conocimiento científico. De manera que, si esa aseveración tiene algún peso de verdad –la certeza de que desde el pensamiento humano hemos intervenido al mundo y lo hemos desperdiciado, destruido y degradado–, tendríamos que pensar la sustentabilidad del planeta por medio de una renovación del pensamiento; es decir, de lo impensado por el pensamiento, por el logos, por la racionalidad que ha estructurado e invadido el mundo globalizado. Solo desde lo impensado podremos –quizá, tal vez–, abrir nuevamente y reconstituir el tejido de la vida y reencausar la evolución creativa de la vida hacia la aspiración de un futuro sustentable: de un planeta sustentable y de unos modos de vida sustentables.

Es ahí donde el dictum del filósofo Martín Heidegger, en su libro Was heisst Denken, llama a pensar. La frase cobra sentido porque en una fórmula un tanto enigmática, Heidegger señala que lo que “se llama” pensar debe pensarse como “qué llama a pensar”; y “lo que llama a pensar es que no estamos pensando”. Y esto no es un simple juego de palabras. Lo que llama a pensar es que no estamos pensando. Y lo que no hemos pensado es el fondo de la cuestión ambiental. El filósofo agrega que para pensar lo impensado del ser, hay que “llevar el pensamiento hacia lo ya pensado, para poder pensar lo por pensar”.

El dictum de Heidegger es un llamado a pensar la condición del ser humano como ser pensante, para asumir una responsabilidad crítica sobre su logos, sobre sus modos de pensar el mundo, sobre los impactos de sus razones sobre sus mundos de vida. Es un llamado a la destruktion de la historia de la metafísica que ha tejido el cableado y los códigos mediante los cuales pensamos dando sentido a la vida, interviniendo la vida, conduciendo los flujos de la vida y alterando el metabolismo de la biosfera en el planeta. El Logos Humano y la racionalidad de la modernidad han colonizado la mente, diseñando los modos de pensar que llevan a percibir y comprender de cierta manera los mundos de la vida y la vida misma. Esas “matrices de racionalidad” han desencadenado la crisis ambiental desde su comprensión del mundo y sus modos de intervenir la vida, construyendo un mundo que hoy se muestra claramente insustentable e insostenible.

El metabolismo de la biosfera ha sido trastocado en escalas en las que el colapso ecológico y el riesgo meteorológico se han convertido en eventos reales que afectan nuestra condición existencial. El clima del planeta ha sido alterado en forma significativa en cuestión de doscientos años. De manera progresiva se ha alterado la composición atmosférica que tardó millones de años en alcanzar el estado de equilibrio que impulsó la evolución de la vida del planeta. Dicho equilibrio ha sido trastocado en los últimos doscientos años, al incrementarse de 280 a más de 420 ppm las concentraciones de bióxido de carbono en la atmósfera terrestre. Este fenómeno asociado a otros procesos de degradación ecológica, está causando la extinción de varias especies debido a los deshielos de los glaciares y la deforestación de bosques y selvas que afectan las condiciones para mantener la complejidad de los ecosistemas que sustentan la evolución diversificadora de la vida, debido a la necesidad del capital de homogenizar la biodiversidad del planeta para maximizar la ganancia económica.

Procesos como la deforestación, la crisis del agua y las sequías asociadas son fenómenos claramente causados según los modos de intervención del capital sobre la naturaleza. De donde surge la pregunta: ¿de qué manera la humanidad llegó a constituir un modo de comprensión del mundo que llevó a instaurar un régimen ontológico el cual en la modernidad se ha vuelto el modo hegemónico y dominante que gobierna al mundo? La pregunta cobra relevancia porque viene a cuestionar los modos, y sobre todo, el régimen ontológico que ha instaurado un proceso de apropiación destructiva de la naturaleza que ya no podemos caracterizar como una evolución creativa de la vida que emerge de la naturaleza misma, como pudo todavía estudiarla Darwin, pensarla Bergson e investigarla la ciencia biotermodinámica actual; sino que se trata de un modo de comprensión que se volvió un modo de apropiación y de producción, de intervención y de transformación de los ciclos y los cursos de la vida en la biosfera, de la dinámica de los ecosistemas y la trama de la vida, que ha inducido un proceso de entropización en el metabolismo de la biosfera, es decir, la degradación de la vida del planeta.

La intervención de la economía y de la técnica en el orden de la vida está acelerando y exacerbando la producción de entropía en la biosfera, de un proceso que si bien, es una condición universal del comportamiento de la materia-energía, está convulsionando las condiciones de resiliencia y de equilibrio termodinámico en la Tierra, ahí donde la vida ha sido creada y funciona no solamente a través de la entropía que orientaría su proceso evolutivo, sino fundamentalmente de la neguentropía, entendida como la capacidad de transformar la energía radiante del sol en biomasa, de generar vida vegetal diversa y de impulsar la constitución de la complejidad ecológica de la biosfera que sustenta, estructura y orienta los destinos de la vida en el planeta.

Pero el caso es que los destinos de la vida en el planeta Tierra ya no se conducen a través de una “ontología de la vida”, desde la inmanencia de la vida, a través de las energías cósmicas que impulsan la organización de la vida en la biosfera. La vida ha sido intervenida y trastocada por el Logos Humano, por la racionalidad de la modernidad, por el interés del Capital. Si hoy preguntamos a la humanidad ¿Cuál es la causa fundamental y dominante de la destrucción del planeta? Los ecologistas radicales dirán que es el pensamiento dualista cartesiano, al haber separado el objeto del sujeto del conocimiento, la razón de la pasión, la cultura de la naturaleza. Es ese pensamiento que se convirtió en el principio del método científico, es decir, de la manera de codificar y conducir la pregunta por la verdad ontológica de las cosas que ha objetivado al mundo. Por su parte, el ecofeminismo señala a la gerontocracia y al patriarcado, a las estructuras sociales y culturales que se constituyeron en estructuras de dominio no solamente del hombre sobre la mujer, sino a través de ellas asignaron ciertos roles culturales y sociales, y ciertos modos de intervención, explotación y transformación insustentable de la naturaleza.

En esos diagnósticos sobre las causas históricas de la crisis ambiental hay una fuerte dosis de verdad, pero allí no está todavía clarificada la causa fundamental y la falla de origen que llevó a la explotación del hombre por el hombre, a la voluntad de dominio sobre la naturaleza, a la exclusión y desconocimiento del “otro”, más allá del ser, del logos y de la ratio. Y esa es la gran pregunta. Los Pueblos de la Tierra comprenden que el proceso que ha afectado sus mundos de vida es el Capital: desde el capitalismo comercial que impulsó la conquista y colonización de sus territorios hasta el capitalismo globalizado de nuestro tiempo. Es este sistema el que ha exterminado y subyugado sus culturas y saberes, que consume y devora al planeta; porque en el Capital se cristalizó una estructura de pensamiento y un modo de producción en el cual se conjugó el proceso de apropiación destructiva de la naturaleza que ha desestructurado la compleja trama de la vida en la biosfera y desconocido los otros modos de ser-en-el-mundo.